La Silla del Águila (3 page)

Read La Silla del Águila Online

Authors: Carlos Fuentes

Tags: #Ensayo

La importancia de México y de Latinoamérica es que no sabemos administrar nuestras finanzas. En consecuencia, somos importantes porque les creamos problemas a los demás.

Espero con impaciencia su informe al Congreso mañana y quedo, como siempre, a sus órdenes.

5

Nicolás Valdivia a María del Rosario Galván

No sé qué admirar más, señora, si su belleza o su crueldad. La belleza sólo tiene un nombre y no hay sinónimo que valga. ¿Con qué puedo comparar lo incomparable? No me juzgue usted inocente ni ciego. He visto a muchas (¿demasiadas?) mujeres desnudas. Y sin embargo, viéndola a usted, por primera vez vi de verdad a una hembra plenamente despojada de ropa.

No me refiero sólo a su belleza, señora —de eso tendré tiempo de hablar—, sino a la totalidad obscena de su desnudez. Tampoco quiero jugar con las palabras (usted me atribuye más inteligencia de la que mis años acumulan apenas: una torrecilla corta de referencias cultas), pero cuando digo que su desnudez es obscena, fuera de escena, incomparable e invisible, inimaginable si no apareciese fuera del escenario de su —mi— habitual existencia, de su —nuestra vida cotidiana, de la manera como usted se viste y se muestra en el mundo, desnuda, fuera del escenario, obscena y de mal augurio, repito, es usted otra, la misma, ¿me entiende?, pero transfigurada, como si al despojarse de la ropa anticipase usted, señora, una hermosura final, la de una muerte eternamente viva.

Una adorable paradoja. Como la estoy viendo, así será siempre, incluso en la muerte.

No, permítame corregirme. Debí decir Hasta en la muerte o Sólo en la muerte. Intuía en usted desde que la conocí el placer exaltado, la sensualidad mayor de mi vida, en nada comparable a mi experiencia ni a mi imaginación anteriores. El premio inmerecido de verla desde un bosque mientras, en el único cuadro iluminado de la casa, se despojaba usted del vestido negro de coctel y enseguida, con los brazos retraídos hasta la espalda, desabrochaba el brassiere negro también con un movimiento sombrío y audaz para desenganchar el sostén y en seguida, cupo de las copas, póker de copas, retirar la parte frontal del sostén y liberar los senos con una doble caricia para quedar sólo con las pantimedias negras también, retiradas cuando se sentó al borde de un lecho que imagino —perdón— demasiado frío, solitario, absurdo, irguiéndose en seguida, usted, señora mía, con todo el esplendor de su madurez sexual, blanca toda, rosada dos veces, negra una sola, dándome la cara y enseguida la espalda para admirar las nalgas de la Venus calipígea, la Venus admirada hasta hundirse en la tierra con glúteos temblorosos y lograr lo que me dijo el otro día: la visión del placer que debo conquistar a un precio —me río de mí mismo, señora— acaso inalcanzable.

Sí, no me haría falta nada más. Guardaría para mí solo el obsequio que usted se dignó hacerme, María del Rosario, porque me dije:

—Es sólo para mí. Esta escena de medianoche, desde la única estancia iluminada en una casa escondida en medio de un bosque de pinos, ella me la ofrece a mí...

¿Por qué, señora, por qué crueldad infinita, por qué resabio del mal, me obligó usted a compartir la visión que juzgué incomparablemente mía, con otro mirón, otro voyeur como yo, apostado unos cuantos metros más adelante de mí, descubierto por un crujir de ramas, imperceptible normalmente, pero estruendoso para mi finísimo oído enamorado? ¿Por qué, señora? ¿Por qué ese intruso en una visión que creía sólo mía, o sólo de nosotros dos, usted y yo solos?

¿Quién era el segundo voyeur? ¿Era sólo un azaroso intruso? ¿Conoce sus costumbres, mi ama? ¿Acudió, como yo, a su cruel cita —perdóneme el insulto— de cortesana profesional, de puta de lujo? ¿Puede decirme la verdad? ¿Puede salvarme, al menos, de la sucia y triste condición de mirón, de enfermo psíquico, de amante burlado?

6

Bernal Herrera a Presidente Lorenzo Terán

Te escribo, señor Presidente, para desearte el mayor de los éxitos en tu informe anual al Congreso, adelantado a principios de enero para dar la cara a la emergencia nacional y anticipándote así, con valor que admiro, al propio mensaje sobre el Estado de la Unión de la Presidenta de los Estados Unidos. Tus decisiones de Navidad y San Silvestre —mantener los altos precios del petróleo y pedir el término de la ocupación norteamericana de Colombia— han provocado una reacción de la Casa Blanca que sólo puede ser considerada como un castigo. Te recomiendo que no la califiques como tal en tu informe, sino que aceptes el pretexto de una caída del sistema internacional de comunicaciones. Bueno, no digas "se cayó el sistema", primero porque trae malos recuerdos de los superados y arcaicos fraudes de la "dictadura perfecta" del PRI. Y segundo porque el verbo "caer" tiene la mala costumbre de convertirse en profecía que acaba por cumplirse (
self-fulfilling prophecy
dicen nuestros primos del Norte). Yo te recomiendo pasar por alto cualquier crítica al gobierno de los USA, aceptar que se trata de una falla técnica pasajera del sistema global de comunicaciones vía satélite que afecta a todo el mundo y tiene que ver con la imprevista reacción a los dígitos duplicados —el año 2020—. Algo así como una reacción retardada pero explicable al fenómeno temido en 2000, cuando todas las computadoras del mundo —personales, oficiales, de bancos y aeropuertos, públicas y privadas— iban a volverse locas al abandonar la referencia al "19" sin saber cómo pasar a la nueva capitular del "20". No importa que mañana no te crean si hoy se tragan ese anzuelo. Úsalo. Nada pierdes. No menciones al gobierno norteamericano, Presidente. Habla de una simple falla técnica. Perdona mi insistencia. Más que un recordatorio a ti, son memos que me dirijo a mí mismo, tú me conoces. Tu confianza sabrá comprender y perdonar a tu amigo de siempre. Sigo: refiérete sólo de pasada a los temas de Colombia y los precios del petróleo y céntrate en nuestros problemas internos. Sé que algunos miembros del gabinete —sobre todo los que se dicen "técnicos"— me culparán como secretario de Gobernación. Quiero llevar agua a mi molino. Me posiciono —perdona la franqueza, para eso somos no sólo superior e inferior, Presidente y empleado de confianza sino, así lo tengo siempre presente, viejos amigos—, me posiciono, digo, para la sucesión presidencial dentro de (menos de) tres años, etc. Tú me conoces y sabes que siempre te he aconsejado en virtud de dos consideraciones. Soy tu colaborador leal y pongo por encima de todo los intereses de México. No sería secretario de Gobernación si no confundiese, por lo demás, las dos obligaciones. Lealtad a México y lealtad al Presidente. En ese orden de cosas, me permito reiterarte con la máxima convicción que los verdaderos problemas que debemos atender con celeridad y buen juicio son las tres huelgas pendientes.

Primero, la de los estudiantes que se niegan a pagar matrícula o a pasar exámenes de admisión en las universidades públicas y que en protesta están ocupando las instalaciones de la Ciudad Universitaria.

Segundo, la de los trabajadores en la fábrica de inversión japonesa mayoritaria en San Luis Potosí.

Y tercero, la marcha de los campesinos de La Laguna pidiendo restitución de las tierras que les dio la reforma agraria del Presidente Cárdenas, y que, poco a poco, les han sido arrebatadas por caciques corruptos del norte de México.

Mis recomendaciones, señor Presidente, son las siguientes: A los estudiantes, no hacerles caso. Que sigan adueñados de la Rectoría y de las instalaciones universitarias hasta el Día del Juicio Final. Con los estudiantes, todo menos la represión. Recuerda siempre la matanza de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas y cómo, creyendo haber triunfado, el sistema se suicidó, provocó la repulsa pública, el llanto colectivo y, al cabo, la desaparición del autoritarismo y del partido único, amén de la desgracia eterna del Presidente en turno y la obligación de gracia eterna del Presidente en turno y la obligación de sus sucesores de diferenciarse del carnicero de Tlatelolco, aun a costillas de la racionalidad económica. Resultado: rodamos de crisis en crisis por andar matando estudiantes. Deja que la situación se pudra. Son más los estudiantes que, por solidarios que sean hoy con sus compañeros, más fieles serán mañana a sus propias carreras y a la necesidad de entrar con buena preparación al mercado de trabajo.

Calma, señor Presidente. Más impasibles que Juárez.

En cambio, con los obreros huelguistas de la automotriz que piden exagerados aumentos de salarios y se atreven a comparar sus sueldos con los de sus pares en Japón, rompe la huelga por la fuerza y dile al mundo que México recibe con los brazos abiertos la inversión extranjera. Tenemos mano de obra abundante y barata, todos salimos ganando y a los obreros descontentos que les pongan una sala de cine gratis y un hospital decentón.

Podrías argumentar que una intervención de la fuerza pública en San Luis Potosí jugaría a favor del eterno cacique local, Rodolfo Roque Maldonado, pero yo argumentaría que el mero despliegue de fuerza nuestra intimidaría a Maldonado y pondría de nuestro lado a los sagaces nipones. Es una apuesta. Considérala, señor Presidente. Y recuerda que con lo de comer no se juega. ¿Te acuerdas de la vieja canción de Pedro Infante, "Mira Bartola, ai te dejo esos dos pesos, pagas la renta, el teléfono y la luz"? Qué nostalgia de nuestros tiempos preinflacionarios.

Bueno, más vale ganar poco que nada y las propias familias de los operarios en San Luis pondrán en orden a los paterfamilias que no traen el gasto a la casa. Las compañías extranjeras verán que aquí hay autoridad en defensa de la inversión. ¿Prosperaron de otra manera los tigres de Asia? Pregúntaselo al ánima de Le Kwan Yu. En Singapur hay seguridad porque le cortaron las manos a los ladrones. Además, querido Presidente, la presencia de la fuerza pública en la región potosina serviría a un segundo propósito, que es el de someter a los pequeños caciques que se aprovechan de los vacíos de poder regional creados por nuestra prolongada transición democrática. Sé que estoy repitiendo algo que ya dije líneas arriba. Perdona que sea machacón. A menudo, donde hemos dado democracia hemos perdido autoridad, hemos creado huecos de anarquía que llenan, propiciados, los eternos caciques y sus "fuerzas vivas" —Maldonado en San Luis, Félix Elías Cabezas en Sonora, "Chicho" Delgado en Baja California, José de la Paz Quintero en Tamaulipas...— . Y por último, señor Presidente, y en respaldo a mi anterior consideración, atiende a los campesinos de La Laguna. Aprovecha la situación para recuperar banderas agraristas que hemos dejado, —por mero pragmatismo—, caer. Dale a tu gobierno el apoyo de la masa campesina que nuestros enemigos, empezando por los multicitados caciques, siempre han manipulado a partir del aislamiento y la ignorancia, contando con que la vecindad fronteriza con los USA nos ata las manos, como si democracia y autoridad no se llevaran. Ya conoces mi consigna: autoridad sí, autoritarismo no. Aprovecha la situación para darle en la torre a los caciques. Te lo agradecerán los empresarios nacionales del norte de la República, porque ellos sí saben que la pobreza es la peor inversión y que el campesino muerto de hambre no compra en el supermercado ni se viste en la sucursal de Benetton.

En cuanto al tema que secretamente preocupa a todos, el asesinato de Tomás Moctezuma Moro, te aconsejo que siga donde está, en el secreto que nos conviene a todos.

Señor Presidente, espero que consideres mis consejos con el espíritu de patriotismo y apoyo a tu gestión con que los ofrezco. "Esto", dijo un filósofo alemán, "Esto", la palabra "Esto", es la más difícil de decir. Pues bien, señor Presidente yo te lo digo: Haz ESTO. Di, atrévete a decir ESTO.

Bernal Herrera

Secretario de Gobernación

Posdata: Te adjunto el memo que le encargué a Xavier Zaragoza para explicar la parálisis de las comunicaciones.

MEMORÁNDUM

Nuestro sistema de comunicaciones moderno ha sufrido de una grave paradoja. Por un lado, hemos querido integrarnos al más vasto sistema global. Por el otro, monopolizar el acceso a la información en beneficio del gobierno. Para alcanzar lo primero, cedimos el manejo de los medios televisivos, radiales, telefónicos, así como la red, los aparatos móviles, etc., al Centro Satélite de la Florida y a la llamada "capital de Latinoamérica", Miami. Nuestra esperanza fue que esta decisión asegurase nuestro acceso global a las comunicaciones. Cedimos nuestras operaciones mundiales a compañías privadas como la B4M y la X9N en busca de la máxima eficacia con el máximo alcance. No sabíamos que estas empresas privadas de las cuales dependíamos dependían a su vez de la infraestructura controlada por el departamento de la Defensa de los EEUU de América y que el Centro Satélite de Florida era gobernado por el Pentágono, el cual modulaba la eficacia, la ineficacia, las crisis actuales, potenciales o programadas del sistema entero, mediante un acceso exclusivo a las órbitas sincrónicas ubicadas en satélites fijos a cuarenta mil kilómetros sobre el nivel del mar. El antecedente fue el llamado Y2K del Año Nuevo 1999—2000, el llamado "bicho milenario" que pudo provocar el caos del sistema global de comunicaciones si la computación acostumbrada a partir del número "19" pasaba súbitamente a la ordenación del número "20". La alarma no pasó de ser, lo sabemos hoy, una advertencia del Pentágono y su capacidad de descentralizar la información en caso de un ataque a la infraestructura o de desestabilizar voluntariamente el sistema, pero arguyendo un ataque (inexistente) contra el mismo. El error nacional mexicano consistió en entrar con los ojos cerrados y la esperanza de globalizarnos rápidamente a un sistema que no controlábamos en tanto que, internamente, politizamos las comunicaciones para evitar su uso pluralista y democrático. El gobierno del PRI Restaurado (2006) optó por la modernidad externa vía la Florida y la anacronía interior mediante el monopolio oficial de la red. Los gobiernos tienen organización vertical. La red, en cambio, funciona horizontalmente. El Presidente César León decidió verticalizar todas las operaciones de comunicación interna, arrebatándole el acceso a los sindicatos, los caciques, las universidades, los gobiernos locales y la sociedad civil en general y admitiendo la comunicación horizontal sólo a las empresas favoritas del Estado y, fatalmente, al entretenimiento. Mucho Hermano Mayor. Ninguna Huelga Mayor (que de hecho no hemos evitado, aunque las declaremos inexistentes de derecho; lo importante es que ninguna huelga se sienta apoyada o emulada por otra huelga). Pero el hecho es que mientras los sistemas mundiales empezaron pequeño, escalaron rápido y entregaron valor, el gobierno mexicano empezó grande, escaló lento y entregó basura. Internamente, nos restringimos a un portal estrecho. Internacionalmente, nos abrimos a un portal inmenso. De allí nuestra doble vulnerabilidad. Los EEUU nos han cerrado el portal grande afectando la totalidad de las comunicaciones no sólo internacionales sino nacionales, dado que éstas también dependían, por minúsculas que fuesen, del Centro Satélite de la Florida. El hipotético "bicho" del milenio 2000 fue simplemente sustituido por el bicho 2020 para efectos exclusivamente mexicanos, castigándonos por nuestra política adversa a la ocupación de Colombia por las fuerzas armadas de los EEUU y favorable al aumento de precios del petróleo determinados por la OPEP Es la llamada "Operación Cucaracha". Y como usted sabe, señor Presidente, la cucaracha sólo camina dependiendo de lo que fume, marihuana, mota, chocolate de Fu Manchú... Veinte/Veinte, por lo demás, es la manera como los gringos designan como claridad de la mirada a una distancia de veinte pies. Pero lo que nos separa de ellos es una frontera de dos mil kilómetros. Saque usted, señor Presidente, las debidas conclusiones. Y piense por cuánto tiempo podemos mantener tranquilos a los japoneses de Coahuila, aunque se dice que ellos tienen maneras secretas y propias de darse a entender.

Other books

El Fin de la Historia by Francis Fukuyama
Black Run by Antonio Manzini
Cougar's Victory by Moxie North
Damiano by R. A. MacAvoy
Tender Savage by Iris Johansen
It Takes a Killer by Natalia Hale