Lenin no ha sido, como pensador marxista, sino el
kautskista fiel
y consecuente que aplicaba
la ideología revolucionaria
de este "marxismo ortodoxo" en las condiciones rusas, condiciones que no permitían la práctica reformista que la II Internacional llevaba consigo en contrapartida. La dirección
exterior
del proletariado, actuando por medio de un partido clandestino disciplinado, sometido a los intelectuales convertidos en "revolucionarios profesionales", constituye aquí una profesión que no quiere pactar con ninguna profesión dirigente de la sociedad capitalista (el régimen político zarista era por otra parte incapaz de ofrecer tal apertura que se basa en un estado avanzado del poder de la burguesía). Se convierte pues en
la profesión de la dirección absoluta
de la sociedad.
El radicalismo ideológico autoritario de los bolcheviques se desplegó a escala mundial con la guerra y el hundimiento ante ella de la socialdemocracia internacional. El sangriento final de las ilusiones democráticas del movimiento obrero había hecho del mundo entero una Rusia, y el bolchevismo, reinando sobre la primera ruptura revolucionaria que había traído consigo esta época de crisis, ofrecía al proletariado de todos los países su modelo jerárquico e ideológico para "hablar en ruso" a la clase dominante. Lenin no reprochó al marxismo de la II Internacional ser una
ideología
revolucionaria, sino haber dejado de serlo.
El mismo momento histórico en que el bolchevismo ha triunfado
por sí mismo
en Rusia y la social-democracia ha combatido victoriosamente
por el viejo mundo
marca el nacimiento acabado de un orden de cosas que es el centro de la dominación del espectáculo moderno: la
representación obrera
se ha opuesto radicalmente a la clase.
"En todas las revoluciones anteriores", escribía Rosa Luxemburgo en la
Rote Fahne
del 21 de diciembre de 1918, "los combatientes se enfrentaban a cara descubierta: clase contra clase, programa contra programa. En la revolución presente las tropas de protección del antiguo régimen no intervienen bajo el estandarte de las clases dirigentes, sino bajo la bandera de un “partido social-demócrata”. Si la cuestión central de la revolución fuera planteada abierta y honradamente: capitalismo o socialismo, ninguna duda, ninguna vacilación serían hoy posibles en la gran masa del proletariado." Así, días antes de su destrucción, la corriente radical del proletariado alemán descubría el secreto de las nuevas condiciones que había creado todo el proceso anterior (al que la representación obrera habría contribuido de modo importante): la organización espectacular de la defensa del orden existente, el reino social de las apariencias donde ninguna "cuestión central" puede ser ya planteada "abierta y honradamente". La representación revolucionaria del proletariado en este estadio había llegado a ser a la vez el factor principal y el resultado central de la falsificación general de la sociedad.
La organización del proletariado sobre el modelo bolchevique, que había nacido del atraso ruso y de la capitulación del movimiento obrero de los países avanzados ante la lucha revolucionaria, encontró también en el atraso ruso todas las condiciones que llevaban esta forma de organización hacia la inversión contrarrevolucionaria que contenía inconscientemente en su germen original; y la capitulación reiterada de la masa del movimiento obrero europeo ante el
Hic Rhodus, hic salta
del período 1918-1920, capitulación que incluía la destrucción violenta de su minoría radical, favoreció el desarrollo completo del proceso y permitió que el falaz resultado se afirmara ante el mundo como la única solución proletaria. La apropiación del monopolio estático de la representación y de la defensa del poder de los obreros, que justificó al partido bolchevique, le hizo llegar a ser
lo que ya era
: el partido de los
propietarios del proletario
, eliminando en lo esencial las formas precedentes de propiedad.
Todas las condiciones de la liquidación del zarismo examinadas en el debate teórico siempre insatisfactorio durante veinte años entre las diversas tendencias de la socialdemocracia rusa —debilidad de la burguesía, peso de la mayoría campesina, papel decisivo de un proletariado concentrado y combativo pero extremadamente minoritario en el país— revelaron finalmente en la práctica sus soluciones, a través de una premisa que no estaba presente en las hipótesis: la burocracia revolucionaria que dirigía el proletariado, apoderándose del Estado, impuso a la sociedad una nueva dominación de clase. La revolución estrictamente burguesa era imposible; la "dictadura democrática de los obreros y de los campesinos" estaba vacía de sentido; el poder proletario de los soviets no podía mantenerse a la vez contra la clase de los campesinos propietarios, la reacción blanca nacional e internacional y su propia representación exteriorizada y alienada en partido obrero de los dueños absolutos del Estado, de la economía, de la expresión y pronto hasta del pensamiento. La teoría de la revolución permanente de Trotsky y Parvus, a la cual Lenin se unió de modo efectivo en abril de 1917, fue la única que llegó a verificarse en los países atrasados desde el punto de vista del desarrollo social de la burguesía, pero sólo tras la introducción de este factor desconocido que era el poder de clase de la burocracia. La concentración de la dictadura en las manos de la representación suprema de la ideología fue defendida con la mayor consecuencia por Lenin en los numerosos enfrentamientos de la dirección bolchevique. Lenin tenía razón contra sus adversarios cada vez que sostenía la solución implicada en las elecciones precedentes del poder absoluto minoritario: la democracia negada
estatalmente
a los campesinos debía negarse a los obreros, lo que llevaba a negarla a los dirigentes comunistas de los sindicatos, y en todo el partido, y finalmente hasta en la cima del partido jerárquico. En el X Congreso, en el momento en que el soviet de Cronstad era abatido por las armas y enterrado bajo la calumnia, Lenin pronunciaba contra los burócratas izquierdistas organizados en "Oposición Obrera" esta conclusión, cuya lógica extendería Stalin hasta una perfecta división del mundo: "Aquí, o bien allá con un fusil, pero no con la oposición... Estamos hartos de la oposición."
Al permanecer la burocracia como única propietaria de un
capitalismo de Estado
trató primero de asegurar su poder en el interior mediante una alianza temporal con el campesinado, después de Cronstadt, y con la "nueva política económica", tal y como la defendió en el exterior utilizando a los obreros regimentados en los partidos burocráticos de la III Internacional como fuerza de apoyo de la diplomacia rusa, para sabotear todo movimiento revolucionario y sostener gobiernos burgueses con cuyo apoyo contaba en política internacional (el poder de Kuo-Min-Tang en la China de 1925-27, el Frente Popular en España y en Francia, etc.). Pero la sociedad burocrática debía proseguir su propia culminación mediante el terror ejercido sobre el campesinado para realizar la acumulación capitalista primitiva más brutal de la historia. Esta industrialización de la época estalinista revela la realidad última de la
burocracia
: es la continuación del poder de la economía, el salvamento de lo esencial de la sociedad mercantil mediante el mantenimiento del trabajo-mercancía. Es la prueba de la economía independiente que domina la sociedad hasta el punto de recrear para sus propios fines la dominación de clase que le es necesaria: lo que equivale a decir que la burguesía ha creado un poder autónomo que, mientras subsista esta autonomía, puede hasta llegar a prescindir de la burguesía. La burocracia totalitaria no es "la última clase propietaria de la historia" en el sentido de Bruno Rizzi, sino solamente
una clase dominante de sustitución
para la economía mercantil. La propiedad privada del capitalismo decadente es reemplazada por un subproducto simplificado, menos diversificado,
concentrado
en propiedad colectiva de la clase burocrática. Esta forma subdesarrollada de clase dominante es también la expresión del subdesarrollo económico; y no tiene otra perspectiva que superar el retraso de este desarrollo en ciertas regiones del mundo. El partido obrero, organizado según el modelo burgués de la separación, ha proporcionado el cuadro jerárquico-estatal a esta edición suplementaria de la clase dominante. Anton Ciliga anotaba en una prisión de Stalin que "las cuestiones técnicas de organización resultaban ser cuestiones sociales" (
Lenin y la revolución
).
La ideología revolucionaria, la
coherencia de lo separado
de la que el leninismo constituye el más alto esfuerzo voluntarista, que detenta la gestión de una realidad que la rechaza, con el stalinismo
reencontrará su verdad en la incoherencia
. En este momento la ideología ya no es un arma, sino un fin. La mentira que ya no es contradicha se convierte en locura. Tanto la realidad como el fin son disueltos en la proclamación ideológica totalitaria: todo lo que ella dice es todo lo que es. Es un primitivismo local del espectáculo, cuyo papel es sin embargo esencial en el desarrollo del espectáculo mundial. La ideología que aquí se materializa no ha transformado económicamente el mundo, como el capitalismo que ha alcanzado el estadio de la abundancia; solo ha transformado políticamente
la percepción
.
La clase ideológica-totalitaria en el poder es el poder de un mundo invertido: cuanto más fuerte es, más afirma que no existe, y su fuerza le sirve antes que nada para afirmar su inexistencia. Es modesta sólo en este punto, pues su inexistencia oficial debe coincidir también con el
nec plus ultra
del desarrollo histórico, que simultáneamente se debería a su dominio infalible. Expuesta por todas partes, la burocracia debe ser la
clase invisible
para la conciencia, de forma que toda la vida social se vuelve demente. La organización social de la mentira absoluta dimana de esta contradicción fundamental.
El stalinismo fue el reino del terror para la clase burocrática misma. El terrorismo que funda el poder de esta clase debe golpear también a esta clase, ya que no posee ninguna garantía jurídica, ninguna existencia reconocida en tanto que clase propietaria que pudiera extender a cada uno de sus miembros. Su propiedad real está disimulada, y no ha llegado a ser propietaria sino a través de la falsa conciencia. La falsa conciencia solo mantiene su poder absoluto por el terror absoluto, donde todo verdadero motivo termina por perderse. Los miembros de la clase burocrática en el poder no tienen derecho de posesión sobre la sociedad más que colectivamente, en tanto que participantes en una mentira fundamental: es necesario que representen el papel del proletariado dirigiendo una sociedad socialista; que sean los actores fieles al texto de una infidelidad ideológica. Pero la participación efectiva en esta mentira debe verse reconocida como una participación verídica. Ningún burócrata puede sostener individualmente su derecho al poder, pues probar que es un proletario socialista sería manifestarse como lo contrario de un burócrata; y probar que es un burócrata es imposible porque la verdad oficial de la burocracia es que no existe. Así, cada burócrata está en dependencia absoluta con una
garantía central
de la ideología que reconoce una participación colectiva de su "poder socialista" a
todos los burócratas que no destruye
. Aunque los burócratas tomados en conjunto deciden sobre todas las cosas, la cohesión de su propia clase no puede ser asegurada más que mediante la concentración de su poder terrorista en una sola persona. En esta persona reside la única verdad práctica de la mentira
en el poder
: la fijación indiscutible de su frontera siempre rectificada. Stalin decide sin apelación quién es finalmente burócrata poseedor; es decir, quién debe ser llamado "proletario en el poder" o bien "traidor a sueldo de Mikado y de Wall Street". Los átomos burocráticos sólo encuentran la esencia común de su derecho en la persona de Stalin. Stalin es el soberano del mundo que de esta forma se conoce como persona absoluta, para cuya conciencia no existe espíritu más elevado. "El soberano del mundo posee la conciencia efectiva de lo que él es —el poder universal de la efectividad— en la violencia destructiva que ejerce contra el Sí mismo de los sujetos que le hacen frente." Es a la vez el poder que define el terreno de la dominación y "
el poder que arrasa este terreno
".
Cuando la ideología, convertida en absoluta por la posesión del poder absoluto, se ha transformado de conocimiento parcelario en mentira totalitaria, el pensamiento de la historia ha sido anulado tan perfectamente que la historia misma, al nivel del conocimiento más empírico, no puede ya existir. La sociedad burocrática totalitaria vive en un presente perpetuo, donde todo lo que ha sucedido existe para ella solamente como un espacio accesible a su política. El proyecto, ya formulado por Napoleón, de "dirigir monárquicamente la energía de los recuerdos" ha encontrado su concreción total en una manipulación permanente del pasado no solamente en las significaciones, sino también en los hechos. Pero el precio de esta liberación de toda realidad histórica es la pérdida de la referencia racional que es indispensable a la sociedad
histórica
del capitalismo. Sabemos lo que la aplicación científica de la ideología convertida en locura ha podido costar a la economía rusa, aunque sólo sea con la impostura de Lyssenko. Esta contradicción de la burocracia totalitaria administrando una sociedad industrializada, atrapada entre su necesidad y su rechazo de lo racional, constituye una de las deficiencias principales con respecto al desarrollo capitalista normal. Así como la burocracia no puede resolver como él la cuestión de la agricultura, es finalmente inferior a él en la producción industrial, planificada autoritariamente sobre las bases del irrealismo y de la mentira generalizada.
El movimiento obrero revolucionario fue aniquilado entre las dos guerras por la acción conjugada de la burocracia estalinista y del totalitarismo fascista, que había adoptado su forma de organización como partido totalitario experimentado en Rusia. El fascismo ha sido una defensa extremista de la economía burguesa amenazada por la crisis y la subversión proletaria,
el estado de sitio
en la sociedad capitalista, por el que esta sociedad se salva y se aplica una primera racionalización de urgencia haciendo intervenir masivamente al Estado en su gestión. Pero tal racionalización está ella misma gravada por la inmensa irracionalidad de su medio. Si el fascismo se alza en defensa de los principales aspectos de la ideología burguesa convertida en conservadora (la familia, la propiedad, el orden moral, la nación) reuniendo a la pequeña burguesía y a los parados aterrados por la crisis o desilusionados por la impotencia de la revolución socialista, él mismo no es fundamentalmente ideológico. Se presenta como lo que es: una resurrección violenta del
mito
que exige la participación de una comunidad definida por seudo-valores arcaicos: la raza, la sangre, el jefe. El fascismo es
el arcaísmo técnicamente equipado
. Su
ersatz
descompuesto del mito es retomado en el contexto espectacular de los medios de condicionamiento e ilusión más modernos. Así, es uno de los factores en la formación del espectáculo moderno, del mismo modo que su participación en la destrucción del antiguo movimiento obrero hace de él una de las potencias fundadoras de la sociedad presente; pero como el fascismo resulta ser también
la forma más costosa
del mantenimiento del orden capitalista, debió abandonar normalmente el primer plano de la escena que ocupan las grandes representaciones de los Estados capitalistas, eliminado por formas más racionales y más fuertes de este orden.