La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (2 page)

Seguramente éste es el efecto secundario de una cena horrible a la que fui ayer por la noche. La comida era malísima, pero eso era de esperar. Fueron los invitados los que me hicieron sentir incómoda; eran el grupo de individuos más desmoralizante con el que me he topado nunca. La conversación fue sobre bombas y hambre. ¿Te acuerdas de Sarah Morecroft? Estaba allí, delgadísima, con la carne de gallina y los labios muy pintados. ¿Verdad que antes era guapa? ¿No estaba loca por aquel jinete que estudiaba en Cambridge? A él no se le vio por ninguna parte. Ella se ha casado con un médico de piel grisácea que hace ruidos con la lengua antes de hablar. Y era la imagen del romance desenfrenado comparado con mi compañero de mesa, que dio la casualidad de que era soltero, me imagino que el último de la Tierra. Dios, ¡qué miserable soy!

Te lo juro, Sophie, creo que hay algo en mí que no va bien. Todos los hombres que conozco son insoportables. Quizá no debería apuntar tan alto, tampoco tan bajo como el doctor canoso que chasquea la lengua, pero bajar un poco el listón, sí. Ni siquiera puedo echarle la culpa a la guerra… nunca se me han dado bien los hombres, ¿verdad?

¿Crees que el hombre de la caldera de St. Swithin fue mi gran amor? Ya que nunca hablé con él, parece poco probable, pero al menos fue una pasión que no me decepcionó. Y tenía aquel pelo negro tan bonito. Después de eso, ¿te acuerdas?, vino el Año de los Poetas. Sidney se irritó bastante con aquellos poetas, aunque no veo por qué, ya que fue él quien me los presentó. Además, pobre Adrian. Vaya, no hace falta que te recite la lista de mis temores, pero Sophie, ¿qué es lo que me pasa? ¿Soy demasiado exigente? No quiero estar casada sólo por estar casada. No hay nada que te haga sentir más sola que pasar el resto de la vida con alguien con quien no se pueda hablar, o peor, con alguien con quien no se pueda estar en silencio.

Qué carta más espantosa, ¡sólo hago que quejarme! ¿Ves? He conseguido que te sientas aliviada de que no pase por Escocia. Pero, además, no puedo, mi destino es responsabilidad de Sidney.

Dale un beso a Dominic de mi parte, y dile que el otro día vi una rata del tamaño de un terrier.

Un abrazo a Alexander y otro más fuerte para ti.

JULIET

De Dawsey Adams, Guernsey, islas del Canal, a Juliet

12 de enero de 1946

Señorita Juliet Ashton

81 Oakley Street

Chelsea

Londres SW3

Estimada señorita Ashton:

Me llamo Dawsey Adams y vivo en una granja en la parroquia de St. Martin's Parish en Guernsey. La conozco porque tengo un viejo libro que una vez le perteneció,
Ensayos escogidos de Elia
, de un autor que en la vida real se llamaba Charles Lamb. Encontré su nombre y dirección escritos en la cubierta interior del libro.

Seré claro: me encanta Charles Lamb. El libro dice
Ensayos escogidos
, así que supongo que debe de haber escrito otras cosas entre las que escoger. Me gustaría leerlo, pero a pesar de que los alemanes ya se han ido, no ha quedado ni una librería en Guernsey.

Querría pedirle un favor. ¿Puede mandarme el nombre y la dirección de alguna librería de Londres? Me gustaría pedir por correo más libros de Charles Lamb. También querría preguntar si alguien ha escrito alguna vez la historia de su vida, y si lo han hecho, si me pueden mandar un ejemplar. Debido a su brillante y aguda inteligencia, creo que el señor Lamb debe de haber tenido una vida muy triste.

Charles Lamb me hizo reír durante la Ocupación alemana, sobre todo cuando escribió eso del cerdo asado. La Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata de Guernsey nació por un cerdo asado que tuvimos que esconder de los soldados alemanes, así que me siento cercano al señor Lamb.

Siento molestarla, pero todavía lo sentiría más si no conociera nada de él, ya que su obra me ha hecho considerarle amigo mío.

Esperando no haberla molestado,

DAWSEY ADAMS

P.D. Mi amiga la señora Maugery compró un folleto que una vez también le perteneció a usted. Se titula
¿Existió la zarza ardiente? Una defensa de Moisés y los diez mandamientos
. Le gustó la nota que usted escribió en el margen, «¿Palabra de Dios o control de masas?». ¿Al final decidió?

De Juliet a Dawsey

15 de enero de 1946

Señor Dawsey Adams

Les Vauxlarens

La Bouvee

St. Martin's, Guernsey

Estimado señor Adams:

Ya no vivo en Oakley Street, pero me alegro mucho de que su carta me haya encontrado y de que mi libro le haya encontrado a usted. Fue muy triste tener que desprenderme de
Ensayos escogidos de Elia
. Tenía dos ejemplares y una seria necesidad de poner estantes en la habitación, pero me sentí como una traidora al venderlo. Usted me ha aliviado la conciencia.

Me pregunto cómo llegó el libro a Guernsey. Quizás hay en los libros algún tipo de instinto secreto que les lleva a sus lectores perfectos. ¡Sería maravilloso que fuera verdad!

Puesto que no hay nada que me guste más que rebuscar por las librerías, inmediatamente después de recibir su carta fui a la librería Hastings & Sons. Llevo años yendo allí, siempre buscando un libro en concreto, y salgo con tres más que no sabía que quería. Le dije al señor Hastings que lo que usted quería era un ejemplar en buenas condiciones (y no una edición especial) de
Más ensayos de Elia
. Se lo enviará con la factura incluida en el sobre. Le encantó saber que usted también es un amante de Charles Lamb. Me dijo que la mejor biografía de Lamb es la de E. V. Lucas, y que le buscará un ejemplar, aunque puede tardar un poco.

Mientras tanto, ¿acepta este pequeño regalo de mi parte? Son sus
Cartas escogidas
. Creo que le dirán más de él que ninguna biografía. E. V. Lucas es demasiado majestuoso para incluir mi fragmento favorito de Lamb: «Zzzz, zzzz, zzzz, pum, pum, pum, fiu, fiu, fiu, sss, sss, sss, tilín, tilín, tilín, ¡crac! Al fin seré condenado sin duda. Me he estado emborrachando durante dos días seguidos. Mi moralidad está en las últimas y mi religión se va desvaneciendo». Lo encontrará en las
Cartas
(en la página 244). Las cartas fueron lo primero que leí de Lamb, y me da vergüenza decirlo, pero sólo compré el libro porque en algún sitio había leído que un hombre llamado Lamb había visitado a su amigo Leigh Hunt, que estaba en la cárcel por injuriar al Príncipe de Gales.

Mientras estaba allí, Lamb ayudó a Hunt a pintar el techo de la celda de color azul cielo con nubes blancas. Luego pintaron un rosal que trepaba por una de las paredes. Después, además, descubrí que Lamb ofreció dinero para ayudar a la familia de Hunt, a pesar de que él mismo era pobre. Lamb también le enseñó a la hija pequeña de Hunt a decir el Padrenuestro al revés. Por supuesto uno quiere saber todo lo que pueda sobre un hombre como él.

Esto es lo que me encanta de la lectura; en un libro encuentras un detalle diminuto que te interesa, y este detalle diminuto te lleva a otro libro, y algo en ése te lleva a un tercer libro. Es matemáticamente progresivo; sin final a la vista, y sin ninguna otra razón que no sea por puro placer.

La mancha roja de la cubierta que parece sangre… es sangre. No tuve cuidado con el cortapapeles. La postal adjunta es una reproducción de una fotografía de Lamb al lado de su amigo William Hazlitt.

Si tiene tiempo de cartearse conmigo, ¿puede contestarme algunas preguntas? De hecho, son tres. ¿Por qué una cena con un cerdo asado tenía que mantenerse en secreto? ¿Cómo puede ser un cerdo la causa de que usted formara un círculo literario? Y, lo más importante, ¿cómo es un pastel de piel de patata, y por qué forma parte del nombre de su sociedad?

He subalquilado un piso en el número 23 de Glebe Place, Chelsea, Londres SW3. Bombardearon el piso de Oakley Street en 1945 y todavía lo echo de menos. Era un piso precioso; veía el Támesis desde tres ventanas. Sé que soy afortunada de tener un lugar donde vivir en Londres, pero prefiero quejarme que dar gracias por lo que tengo. Me alegro de que pensara en mí para que le ayudara a buscar a
Elia
.

Saludos cordiales,

JULIET ASHTON

P.D. Nunca me decidí sobre Moisés, todavía me preocupa.

De Juliet a Sidney

18 de enero de 1946

Querido Sidney:

Esta no es una carta normal, es una disculpa. Por favor, perdona mis quejas sobre los tés y almuerzos que organizaste para la promoción de
Izzy
. ¿Te llamé tirano? Retiro lo dicho; adoro Stephens & Stark por haberme sacado de Londres.

Bath es una ciudad maravillosa: tiene unas calles blancas preciosas en forma de media luna, casas erguidas en lugar de los edificios negros y sombríos de Londres, o peor aún, de los montones de escombros que una vez fueron edificios. Es un placer respirar aire fresco y limpio, sin humo de carbón y sin polvo. Hace frío, pero no es el mismo frío húmedo de Londres. Incluso la gente parece diferente, erguidos, como sus casas, no grises ni encorvados como los londinenses.

Susan dice que los invitados al té del libro de Abbot disfrutaron muchísimo, y yo también. A los dos minutos ya fui capaz de despegar la lengua del paladar y empezar a disfrutar.

Mañana ella y yo iremos a librerías de Colchester, Norwich, King's Lynn, Bradford y Leeds.

Un abrazo, y gracias.

JULIET

De Juliet a Sidney

21 de enero de 1946

Querido Sidney:

El viaje nocturno en tren ¡ha vuelto a ser maravilloso! No hemos tenido que pasar horas de pie en los pasillos, no hemos cambiado de vía para que pasara un tren militar, y lo mejor de todo: no había cortinas opacas. Todas las ventanas ante las que pasábamos estaban iluminadas, y pude fisgonear una vez más. Lo eché mucho de menos durante la guerra. Sentí como si todos nos hubiéramos vuelto espías y nos escabulléramos en túneles separados. No me considero una mirona auténtica (los de verdad buscan los dormitorios), pero las familias en las salas de estar o en las cocinas… eso me emociona. Me imagino sus vidas con sólo echar un vistazo a sus estanterías, a los escritorios, a las velas encendidas o a los cojines brillantes de los sofás.

Hoy, en la librería Tillman, nos hemos topado con un tipo condescendiente muy desagradable. Después de mi conferencia sobre
Izzy
, he preguntado si alguien tenía alguna pregunta. Él literalmente ha saltado de la silla para quedar frente a frente conmigo. ¿Cómo —ha preguntado— yo, una simple mujer, osaba deshonrar el nombre de Isaac Bickerstaff? «El verdadero Isaac Bickerstaff, periodista de renombre, mejor dicho, corazón sagrado y alma de la literatura del siglo XVIII; difunto, y usted profana su nombre.»

Antes de que pudiera decir nada, una mujer de la última fila se ha puesto de pie: «¡Ande, siéntese! ¡No se puede profanar a una persona que nunca ha existido! ¡No está muerto, porque nunca estuvo vivo! Isaac Bickerstaff era el seudónimo de Joseph Addison en las columnas que escribía en el
Spectator
. La señorita Ashton puede adoptar cualquier nombre falso que quiera, así que ¡cállese ya!». ¡Qué defensora más valiente! El hombre se fue corriendo.

Sidney, ¿conoces a un hombre llamado Markham V. Reynolds, hijo? Si no lo conoces, ¿puedes buscarlo por mí en el registro catastral o en Scotland Yard? Si no lo encuentras, debe de estar en la misma guía telefónica. Me envió un ramo precioso de flores primaverales al hotel de Bath, doce rosas blancas al tren y un montón de rosas rojas a Norwich; todas sin ningún mensaje, sólo una tarjeta con su nombre.

Por cierto, ¿cómo sabe dónde nos alojamos Susan y yo? ¿Qué trenes cogemos? He recibido todas las flores justo al llegar. No sé si sentirme halagada o acosada.

Un abrazo,

JULIET

De Juliet a Sidney

23 de enero de 1946

Querido Sidney:

Susan me acaba de pasar las cifras de ventas de
Izzy
, casi no me lo puedo creer. Francamente, creía que la gente estaría tan cansada de la guerra que nadie querría recordarla, y por supuesto, menos en un libro. Por suerte, y una vez más, tú tenías razón y yo estaba equivocada (me corroe admitirlo).

Viajar, hablar delante de un público cautivo, firmar libros y conocer gente es estimulante. Las mujeres que conocí me han contado tantas historias de la guerra que casi desearía seguir escribiendo la columna. Ayer tuve una agradable charla con una señora noruega. Tiene cuatro hijas adolescentes, y justo la semana pasada invitaron a la mayor a una merienda en la escuela de cadetes de la ciudad. Ataviada con su mejor vestido y con unos guantes blancos impecables, la chica llegó a la escuela, cruzó el umbral, echó un vistazo al mar de caras relucientes de los cadetes frente a ella, ¡y se desmayó! La pobre niña nunca había visto tantos hombres juntos en toda su vida. Piensa en ello, hay una generación entera que creció sin bailes, meriendas ni flirteo.

Me encanta ir a las librerías y conocer a los libreros. Realmente los libreros son una raza especial. Nadie en su sano juicio aceptaría trabajar de dependiente en una librería por el sueldo, y ningún propietario en sus cabales querría ser dueño de una, porque el margen de ganancias es demasiado bajo. Así que tiene que ser un amor a la lectura lo que les empuja a hacerlo, junto con ser los primeros en hojear las novedades.

¿Recuerdas el primer trabajo que tu hermana y yo tuvimos en Londres? ¿En la librería de viejo del refunfuñón señor Hawke? ¡Cómo le adoraba! Simplemente abría una caja de libros, nos pasaba uno o dos a nosotras y decía: «Nada de ceniza de cigarrillos, las manos limpias, y por el amor de Dios, Juliet, ¡nada de notas en los márgenes! Sophie querida, no la dejes beber café mientras lee». Y así leíamos todas las novedades.

Me asombraba entonces, y todavía me pasa, que mucha gente que deambula por las librerías en realidad no sabe lo que busca… Lo único que quieren es mirar y esperar a encontrar un libro que les llame la atención. Y luego, al ser demasiado inteligentes para confiar en la contracubierta del editor, le harán al librero las tres preguntas: 1) ¿de qué va?, 2) ¿lo ha leído?, 3) ¿vale la pena?

Los libreros de verdad, incorregibles, como Sophie y yo, no saben mentir. La cara siempre nos delata. Una ceja levantada o una mueca revelan que el libro no merece la pena, y entonces los clientes inteligentes piden que les recomendemos otra cosa, con lo cual los llevamos a la fuerza hasta un volumen en concreto y les ordenamos que lo lean. Si lo leen y les desagrada, nunca volverán. Pero si les gusta, serán clientes para toda la vida.

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