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Práctica
Observa en tu vida cotidiana cómo vives el final de las cosas, incluso de las pequeñas cosas. Observa si te resistes, si te aferras o si por el contrario enseguida buscas algo nuevo para zambullirte en ello o si permaneces inconsciente.
Entra en los sentimientos que emergen cuando notas los signos de la edad apareciendo en tu cuerpo.
Cuando delante de ti aparece un cuerpo envejecido, observa los sentimientos que albergas dentro.
Mantén un estado de Presencia vigilante cuando estás asistiendo a la muerte de alguien. Sí hay sufrimiento acógelo, o acoge las emociones que puedas tener.
Vuélvete un campo energético de conciencia.
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Eckhart Tolle encarna lo que enseña. Su misma Presencia es una enseñanza. Estar a su lado siempre me ha devuelto al sentido simple y gozoso de la Vida. Ha sido así, siguiéndolo con atención, que he experimentado y tenido comprensión del Presente. A su lado el Presente se abre ligero y vibrante. Alguna vez sucedió, mientras caminábamos juntos por una playa o por un bosque, sonreímos espontáneamente al ver una ráfaga de viento que zarandeaba una rama de un modo gracioso o al escuchar el repentino chillido de un pájaro rompiendo el silencio. En esos momentos, mirando sus ojos plenos de Presencia he tenido la experiencia de volver a sentir el maravilloso sorprenderse de la infancia. Me he sentido absolutamente viva por esa señal inequívoca de ser Una con el Todo. He podido reconocer que el poder de la Presencia está en él, está en mí, está en Todo. Y sé que puedo acceder a él en cada instante, no importa qué cosa esté sucediendo. Igual que la enseñanza de ese maestro zen a quien el discípulo le preguntó qué era el zen. Cuenta la historia que el maestro, alzando un dedo para indicar atención, respondió: «Entra en el zen a través del sonido del torrente».
Generalmente vivimos en la ciudad, lejos de los sonidos de la naturaleza; sin embargo, para entrar en el Presente, en el Ahora, es posible usar cualquier sonido urbano, incluso el tubo de escape de un coche.
La sabiduría de la rendición
Cuando estamos en el Ahora, en la dimensión interior de Presencia, sin identificarnos con la voz que habla en nuestra mente, podemos notar que entre dos pensamientos comienza a crearse una pequeña brecha, un espacio.
Toda rendición nace de ese
espacio
; se crea en ese vacío interior.
Cuando nos encontramos en ese espacio no estamos identificados con la mente, ni tampoco lo estamos con el mundo de las formas ni con toda la gama de formas interiores: pensamientos, emociones, sensaciones, estados de ánimo; tampoco estamos identificados con las formas externas, como personas o acontecimientos. Por tanto, no tenemos ninguna necesidad de resistir a ninguna de las formas que tome la Vida; hemos reconocido que no hay forma que pueda constituir una amenaza y por eso las dejamos ser tal como son. Esto no significa decir que todo va bien, que nada nos importa, que todo es igual. Sencillamente estamos reconociendo lo que es, porque
ya es
, y que en este momento es así como es.
Cuando nos alineamos con el momento presente, toda identificación con la forma se deshace; ya no ponemos etiquetas, ya no hay juicios sobre nosotros, los demás o lo que está sucediendo; dejamos de relacionarnos con la cáscara de las formas; dejamos de manipular y vamos más allá, a la esencia de las cosas. Cuando permitimos a las manifestaciones del mundo de las formas ser como son, es como si las atravesáramos, y ellas despliegan su esencia, que es Vida. Entonces, ya no nos relacionamos con el mundo de las formas, sino con aquello que las anima, que es la Vida misma.
Éste es el poder espiritual de la rendición. Lo reconocemos pues viene acompañado de un estado de paz, de inmensa gracia. No es un estado en el cual nos volvemos víctimas de los acontecimientos; todo lo contrario, es un estado de vigilancia, de atención, de escucha.
Al vivir en un plano material es inevitable seguir relacionándonos con las formas; sin embargo, nuestro despertar implica relacionarnos con ellas reconociendo también su esencia y vivirlas mientras estamos involucrados con las tareas, con un
hacer
. De este modo estamos en el mundo sin ser del mundo.
Eckhart Tolle describe la rendición como un acto inteligente, como la profunda sabiduría de decir sí a lo que es. Es algo que parecería obvio: lo que es, es la única cosa que hay en cada momento; no obstante estamos habituados a resistirnos a lo que es y a lo que hay. Siempre buscamos una manera de poder cambiarlo, intentando forzar las cosas para que sean como nos gustaría que fuesen. Normalmente lo hacemos por hábito cultural, pero también porque resistirnos refuerza el sentido de nuestra propia identidad: nuestro ego.
Sin embargo, si consideramos las cosas tal como son realmente, no podemos hacer otra cosa que rendirnos, y aunque decirle
no a lo que es
, buscando que
sea lo que no es
, es dar palos de ciego, aun así persistimos.
Cuando nos resistimos a cualquier cosa que está sucediendo, permanecemos totalmente inconscientes de que a lo que nos estamos resistiendo es en esencia a la Vida misma. Decirle no a la Vida es decirle no al Presente. Al resistir y al decir no, estamos huyendo del Presente.
Decir sí, rendirse, es acoger al Presente; podemos corroborarlo porque lo sentimos en el cuerpo. De hecho, cuando nos rendimos, inmediatamente percibimos que nos sentimos más presentes, estamos aún más vivos, más ligeros.
Cuando decimos que sí, cuando aceptamos lo que es tal como es, y permitimos que sea, no oponemos resistencias a la Vida; de este modo ya no dependemos más de los acontecimientos, deja de ser relevante que vayan bien o vayan mal. Ya no hay necesidad ni dependencia de ninguna memoria, no tenemos necesidad del pasado y el pasado ya no tiene poder sobre nosotros. Estamos en un estado de gracia, estamos más vivos; en lugar de aferramos a las formas y permanecer contenidos dentro de su mundo, accedemos a su poder, a eso que les da el ánima, a la Vida misma, por eso sentimos en nosotros la plenitud de la Presencia.
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Práctica
Prueba a practicar la rendición durante la jornada. Experimenta rendirte internamente. Por ejemplo, permite que cualquier sensación que se manifieste en tu cuerpo sea tal como es. Dile que sí y observa lo que sucede a continuación.
Experimenta con una emoción, obsérvala en el cuerpo, déjala libre de moverse como quiera. Mantén un estado de atención apoyado en la sensación física. Percibe cómo te vuelves más presente nada más decir sí.
Sin rendición no podemos acceder al Presente. No es posible porque la resistencia nos vuelve rígidos, toda negación nos vuelve rígidos y por tanto nos separa de la energía de la Vida y genera sufrimiento. Decir sí es una práctica interior y es la práctica que podemos introducir en la vida cotidiana, en nuestro trabajo, en cualquier tarea que desempeñemos. Desde un estado de rendición la vida cotidiana adquiere una calidad diferente. Cuando aceptamos incondicionalmente todo lo que la Vida nos trae, nos volvemos sabios y fluimos, como el agua que desciende de la montaña, cuya naturaleza es encontrar siempre el mejor camino.
Desde un estado de rendición, desde la Presencia que esta rendición nos regala, nos llega la certeza interior de que eso que estamos haciendo va bien. Nos volvemos más atentos escuchando los movimientos de la Vida y nos movemos, en consecuencia, con ellos. Comienza entre nosotros y la Vida una colaboración. La Vida se vuelve benévola y nuestros pasos se afianzan. Y luego, a menudo vemos que los acontecimientos externos cambian por sí mismos, sin que sea necesario hacer esfuerzos.
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Práctica
La resistencia es interior y la rendición también es un acto interior.
El primer paso de esta práctica es darte cuenta de a qué te estás resistiendo. Observa tu resistencia, percibe el no interno a lo que es. Comienza por aceptar ese no. Notarás que al hacerlo ya se genera un cambio. Mientras permanezca la resistencia utilízala para darte cuenta de que, mientras dices no, hay algo en ti que se siente más fuerte, hay una forma densa que se consolida.
Eso es el ego. Obsérvalo. Así tendrás la oportunidad de conocerlo desde el mismo campo energético que genera. Notarás la densidad, la pesadez, la contracción. A partir de esta observación comienza la separación del ego.
Una creencia del pasado era,
y
aún es, que la rendición era sinónimo de derrota, de pérdida. Eso hizo que a través de los siglos desarrolláramos una resistencia compulsiva a cualquier movimiento interior o exterior que no nos agrade. Nos hacemos víctimas de los sucesos, los soportamos, o bien luchamos para intentar vencerlos. A esto lo llamamos fuerza. En cambio, en la resistencia que oponemos a la Vida hay mucho sufrimiento, y nos alimentamos de él día tras día. Es una compulsión, una dependencia que no nos deja elegir.
No nos damos cuenta de que resistirnos a lo que ya es, en cierto sentido nos mantiene aprisionados, mientras que acoger lo que nos trae la Vida, permitir que lo que es sea tal como es, nos deja interiormente libres, y a partir de esa libertad tenemos la capacidad de elegir una respuesta a lo que está sucediendo, de emprender la acción necesaria.
Decir sí nos hace estar alerta y presentes, no nos separa de lo que está ocurriendo pero no nos involucra.
Basta experimentar la rendición para darnos cuenta de que nos regala un estado interior muy distinto a la resistencia. En la rendición hay un estado completamente diferente de cualquier otro conocido por nuestra cultura, genera una espaciosidad interior en la cual las cosas, los objetos, las formas, el contenido del momento, todo se mueve, mientras nosotros permanecemos firmes y centrados en el presente.
La fuerza de la rendición es la libertad.
Esta libertad es un acto de pacificación que nos restituye la calma interior y nos permite hacer la paz con todo aquello que nos circunda.
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Práctica
Comienza a experimentar la rendición con los acontecimientos externos, con las cosas que suceden. Cuando las situaciones se tuercen, para poder parar el sufrimiento es cuando más necesidad hay de practicar la rendición. Vive lo que la Vida te trae como si tú mismo lo hubieras elegido.
Ríndete incondicionalmente. Desde un estado de atención, apoyado en el interior del cuerpo, di sí a lo que está ocurriendo y observa cómo se eleva en ti el estado de Presencia.
Practica la rendición con las personas de tu entorno, con los familiares, con los compañeros de trabajo. Mantente firme y atento en tu interior y acoge sin condiciones lo que los demás generan en ti, vuélvete totalmente responsable de tus movimientos internos. Observa cómo la rendición finalmente te permite aceptar a los demás tal como son y te abre a la posibilidad de tener una relación profundamente diferente, una relación más verdadera.
Practica la rendición cuando el sufrimiento sea intenso, tanto si es físico como psíquico. Es la enseñanza de Jesús en la cruz. Él nos mostró que la rendición, incluso cuando el dolor es intenso, nos lleva a la resurrección. Cualquier dolor asumido se vuelve una sensación, rodeada de un espacio de paz.
Eckhart Tolle nos dice que la verdadera finalidad de nuestra vida es el despertar. Éste es el objetivo primario.
Hacer
es el objetivo secundario. Cuando nos alineamos con nuestro objetivo primario, el hacer se pone al servicio del despertar y se vuelve un hacer consciente. A menudo se cree que la rendición es no hacer nada.
La rendición no es un estado pasivo; al contrario, es la capacidad de hacer conjuntamente con la Vida, desde un estado de unidad y no de separación; de hacer desde un sí y no desde una negación. Es un hacer estando totalmente presente.
Un hacer al servicio del despertar sólo puede manifestarse cuando estamos alineados con el Ser, es decir, presentes y alineados con nosotros mismos y, por eso, con la Vida. De otra manera no es posible.
Desde un estado de rendición, en el
hacer
fluye una cualidad muy diferente; estamos totalmente presentes, estamos identificados con quienes somos verdaderamente. Esto nos ayuda a reconocer con claridad la acción que hay que emprender y que nos permite darle a ésta una atención total, ya que nuestra atención estará enfocada en una sola cosa cada vez. Notaremos que esta forma de hacer no genera ningún estrés; el estrés es una consecuencia del rechazo a lo
que ya es
o se origina cuando proyectamos las cosas hacia el futuro.
Gracias a la rendición sabremos cuándo iniciar un cambio porque sabremos reconocer el momento justo y adecuado para realizarlo. La acción ya no vendrá de una reacción compulsiva, debida al hecho de no conseguir decirle sí a la situación que estamos viviendo. Después de rendirnos podremos proponernos cualquier objetivo, ya que estaremos actuando desde un estado de armonía con la Vida, y eso implica estar en armonía con nosotros mismos. A partir de aquí, el objetivo que emprendamos estará en armonía con nuestro propósito de vida.
La rendición es el único estado del cual puede nacer un hacer consciente, un hacer en el que fluye tu estado de Presencia, un hacer que no está al servicio del ego. Desde este estado, la conciencia fluye en tus pensamientos. Fluye en tu hacer y le otorga poder.
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Práctica
Es suficiente practicar la rendición para notar que, poco a poco, la calidad de tu forma de hacer cambia; reconoces que lo que estás haciendo es lo que corresponde hacer. Hay una aceptación activa y la podemos utilizar para nutrir nuestro objetivo primario: el despertar. Este reconocimiento y aceptación cambian completamente la manera en la cual nos movemos por la Vida. Notarás también que tus elecciones se vuelven más acertadas, claras y fáciles. Desarrollar el hábito de aprender a estar con lo que es producirá unos objetivos más prácticos, esenciales y en armonía con la realidad.
Un buen día descubrirás que el pasado ya no está en tu vida. Los viejos comportamientos reactivos han dejado lugar a un proceder inteligente y creativo, y la Vida se ha vuelto más fácil. Y todo este cambio ha ocurrido sin el menor esfuerzo. Notarás que ya no te enredas con las pequeñas cosas ni con las situaciones cotidianas sin importancia. Tu andadura se ha vuelto más firme y segura.