Las Enseñanzas de Eckhart Tolle (3 page)

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Authors: Marina Borruso

Tags: #Autoayuda

5. SI TIENES DIFICULTAD PARA SENTIR TUS EMOCIONES

Las enseñanzas de Eckhart Tolle nos ayudan a entender qué son realmente las emociones y esta comprensión nos permite vivirlas de una manera profundamente diferente. En realidad nos permite experimentarlas sin identificarnos con ellas, permaneciendo libres.

Gracias a estas enseñanzas ya no consideramos que las emociones son energías positivas o negativas, con las cuales podemos identificarnos, dejarnos poseer por ellas y dejar que dirijan nuestras acciones, sino que las vivenciamos como formas temporales de energía vital densificada.

Todas las emociones son el eco físico de un movimiento mental. Un pensamiento nos atraviesa la mente —a veces es tan veloz que no lo notamos— y el eco aparece en el cuerpo físico; el eco de ese pensamiento toma la forma de una sensación física: de miedo, de rabia, de resentimiento, de culpa, de felicidad, etc. Algunas veces el pensamiento que ha originado el eco emocional es una respuesta a un movimiento exterior a nosotros, otras veces no ocurre así.

Cada forma-emoción es temporal; no durará para siempre, pero cuando somos inconscientes nos posee, nos identificamos con ese sentir, nos convertimos en esa emoción, comienzan a producirse pensamientos cargados de esa emoción, impregnados de ella. Cuando eso sucede, significa que el pensamiento ha descendido de la mente al cuerpo, haciéndolo vibrar con su eco emocional para luego retornar nuevamente a la mente, alimentando más pensamientos llenos de esa misma energía emotiva, para después, otra vez, volver a surgir de la mente en una renovada reverberación, que se reflejará en el cuerpo agregando más ondas emocionales; formándose así un círculo vicioso entre la mente y el cuerpo que genera y amplifica pensamientos emocionales y vibraciones físicas emocionales.

Cuando esto sucede, a menudo queremos liberarnos buscando soluciones mentales. Buscamos
hacer
algo para dejar de sentir. O buscamos pararlo todo, congelándonos, reprimiéndonos, intentando sofocar la emoción; totalmente ignorantes del hecho de que esa emoción va a permanecer en el cuerpo acumulándose y que, si no la transformamos, más tarde o más temprano se presentará como enfermedad o malestar.

El poder infinitamente simple de estas enseñanzas está basado en estar en contacto con el interior del cuerpo porque es allí donde la energía emocional se está moviendo. El simple acto de ser el observador que mira el movimiento emocional que está sucediendo en el interior hace que no se produzca una identificación con ninguna emoción. Cuando el observador deja que ocurra sin hacer nada no hay identificación posible. Entonces somos libres, y la emoción dejada en libertad —como sucede con cualquier movimiento energético— primero se expande y crece para luego decrecer hasta apagarse completamente. Gracias a esta práctica, no esperamos a liberarnos cuando la emoción se disipe, ya somos libres mientras la estamos observando y dejándola ser. Somos libres inmediatamente, sin necesidad de un
hacer.

Cuando reconocemos la emoción y la observamos, dándole atención, aunque la emoción sea muy intensa, estando presentes en ella, la emoción deja de gobernar nuestra acción; a través de ese
estar sin hacer
, interrumpimos la conexión entre pensamiento y emoción, damos un paso fuera, dejamos de actuar poseídos por la emoción o dejamos de ahogarnos por tragarnos emociones.

Ya no actuamos bajo el impulso de la rabia o no dejamos de actuar poseídos por el miedo. Este
estar sin hacer
nos regala la libertad. Somos libres para poder elegir, entre todas las posibles acciones, aquella que responda mejor al momento presente. Y esto puede darse porque las acciones liberadas del influjo de las emociones dejan de ser reactivas, ya no son repetitivas.

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Práctica

Ejercita esta bellísima práctica durante el día, cuando te des cuenta de que estás preocupado o ansioso; es suficiente entrar en el Ahora. En lugar de desarrollar la preocupación, sigue la respiración sin cambiar su ritmo; o, en lugar de dejarte poseer por el ansia, entra en el campo energético interior del cuerpo.

Después de un rato te darás cuenta de que el ansia o la preocupación ya no son predominantes; te darás cuenta, en realidad, de que la Presencia es más Presente que el ansia o la preocupación.

Cuando notes que el miedo te entrampa y te impide actuar, primeramente honra al miedo —esta forma emocional— dándole atención. Observa la sensación física con la cual se presenta y acéptala.

Entrar en un estado de Presencia, a través de la sensación física que produce el miedo, genera algo sorprendentemente nuevo. Descúbrelo.

Cuando estamos lo suficientemente presentes para permitir que las emociones se desplieguen en nuestro interior comprendemos que no son peligrosas y que además nuestro grado de libertad aumenta. Llegados a este punto, reconocemos que las emociones son algo común que se da en las formas de vida de nuestro planeta, sean humanos, animales o vegetales. Aprendemos a reconocerlas, sentirlas y vivirlas como algo no personal. Es asombroso cuando nos damos cuenta de que no son las emociones las que nos separan de nosotros o tienen poder sobre nosotros. Ellas se asoman y podemos continuar sintiéndolas, incluso gozarlas. Nos volvemos tan rendidos como el agua de un lago cuando es encrespada por la brisa, nos volvemos sólidos como un árbol cuyas ramas son estremecidas por la fuerza del viento.

6. LOS DESAFÍOS DE LA VIDA

Las enseñanzas de Eckhart Toile nos acompañan en la realidad de la vida cotidiana, nos guían a través de las dificultades y los retos que nos trae la Vida y que requieren de nosotros respuestas ineludibles. Sus enseñanzas son absolutamente prácticas y transforman nuestra cotidianeidad en una meditación, a través de la cual accedemos al nuevo estado de conciencia. De este modo nuestra vida cotidiana se transforma en el espacio de la meditación y vivir adquiere un sentido que antes no poseía.

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Práctica

Cuando sobrevengan los desafíos de la Vida (bien por causa de una persona, de una situación o de cualquier cosa que tú mismo te provoques), crea el hábito de entrar en ti mismo enseguida, apoyando tu atención en el campo energético, en el interior del cuerpo y permaneciendo atento. Con ese apoyo ya no te perderás en el suceso, estarás totalmente presente, acogiendo las emociones que surjan, observando los pensamientos, sin identificarte con ellos, sin resistirlos ni luchar contra ellos y sin desarrollarlos tampoco. Mantente firme dentro de ti, anclado en el espacio interior, sin expectativas, y verás asomarse la respuesta en relación al desafío recibido.

Pudiera suceder que se requiera un hacer, una acción, o que tengas que hablar directamente con alguien o decir algo; sea lo que sea que hagas, siempre se manifestará un poder que surgirá desde tu interior como un movimiento espontáneo. También sentirás claramente que eso que surge de tu interior es la respuesta adecuada.

Muchas veces los desafíos que la Vida nos presenta vienen de lo mismo que estamos haciendo, a lo mejor porque lo estamos haciendo por obligación y esto nos crea resentimiento. A veces alguien de nuestro entorno nos presenta un desafío, o hacemos a alguien responsable de lo que nos sucede, o estamos resentidos con nosotros mismos. Todas las formas de resentimiento generan energías dañinas, que en primer lugar se vuelven contra nosotros mismos. Guardar resentimiento genera como un veneno que intoxica y contamina, a través de nosotros, todo lo que nos rodea.

Nuestro espacio interno es el único lugar posible donde puede ocurrir la liberación. Y el único momento para que eso ocurra es el Presente. Una vez que la sensación física del resentimiento se ha disuelto, podemos darnos cuenta de que estamos haciendo la misma cosa que hacíamos antes pero algo ha cambiado. Nuestro hacer ya no genera sufrimiento. Nuestro hacer ahora surge de un estado interior de aceptación. A lo mejor descubrimos que somos libres para irnos. O cuando ese resentimiento haya sido contra alguien, descubriremos que esa persona ya no nos fastidia como antes. En todo caso y situación siempre tendremos claridad para saber cuál es la acción que tenemos que realizar.

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Práctica

Entre los lugares más comunes de la inconsciencia egoica figura «hacerse la víctima», que siempre se acompaña con lamentaciones y juicios. Cuando descubras que estás quejándote por algo, por cualquier cosa o por alguna persona que te ha hecho algo y te sientes víctima, cuando te juzgues a ti mismo, o lo que estás haciendo, o juzgues a alguien de tu entorno, escúchate. Observa tu espacio interior. Podrás notar que mientras continúas juzgando, mientras hablas o te lamentas —ya sea en voz alta o mentalmente—, hay dentro de ti una sensación física de sufrimiento. Notarás que el espacio interior se ha reducido, está más cerrado, es más denso. Si pones atención a esa sensación, tanto hacerte la víctima como juzgar cambian. Eso será lo que va a permitirte soltar esa situación, o, depende de lo que se trate, quizás tengas que aceptarla, continuar la relación con esa persona o a lo mejor alejarte. Como dice Eckhart Tolle, «hacer cualquier otra cosa que no provenga de ese espacio sería una locura».

Haz lo mismo cuando te des cuenta de que estás defendiendo una opinión o un punto de vista. Cuando pretendes tener razón, culpar a alguien… Todos éstos son los modos de expresión de la inconsciencia egoica. No hay nada de personal en ellos, corresponden al estadio evolutivo de la humanidad. Si lo transformas en algo personal te vuelves combativo, intentarás cambiarlos generando sufrimiento. Pondrás todas tus expectativas en una liberación futura. En cambio, es suficiente observarlos desde un estado de Presencia para desapegarte.

Observa cómo se mueve en el campo energético interno esa densidad que se manifiesta cuando hablas desde la mente egoica; percibe la energía física de la agresión, obsérvala y vívela estando muy presente en ti mismo. De esta forma verás cómo se hace posible dejarla ir.

7. LA PAZ INTERIOR

Eckhart Tolle lo dice explícitamente: «Cuanto más a menudo habitamos en el momento presente, más se eleva nuestra conciencia y más aumenta nuestro grado de bienestar. Este bienestar es paz. Es el resultado de estar en el Presente».

Estar presentes, atentos, nos conduce a la paz. Es la misma paz que percibimos en la naturaleza; esa serena quietud que percibimos cuando miramos desde un estado no mental una brizna de hierba, una nube que pasa, o cuando escuchamos el sonido del agua que corre, la sensación de la brisa acariciándonos, cuando observamos el aliento de la respiración de un bebé dormido. Ya conocemos esa paz, porque esa paz es la esencia que somos.

Cuando nuestra Presencia se eleva, notamos que ya no estamos permanentemente identificados con la voz de la mente que habla, ni tampoco con su eco físico, las emociones. Pensamientos y emociones pueden continuar ocurriendo dentro de nosotros, los notamos pero no los priorizamos. De alguna manera no nos sumergimos en ellos. Cuando estamos presentes los espacios de tiempo se expanden. Allí está esa paz. Siempre estuvo allí pero ahora somos conscientes de ella. Es un estado interior en el cual la sed de futuro se atenúa; se disipa la ilusión de que el futuro es el que nos traerá algo mejor que el actual presente. La paz, de hecho, es ese estado interior que no depende de la circunstancia que estoy viviendo, ni tampoco depende de un hacer, no depende de nada que no sea el Ser.

Nos damos cuenta de que la paz está mucho más cerca de lo que hemos percibido antes. Nos damos cuenta de que está al alcance de la mano. Siempre.

De este modo la paz ocupa el lugar que antes ocupaba el drama. Poco a poco vamos necesitando menos nuestra negatividad; nuestra necesidad de sufrimiento se va atenuando. Nuestros pasos ya no están conducidos por el malestar, ni éste nos dicta cuáles son nuestras necesidades, qué elecciones hacer o hacia qué futuro encaminarnos.

Si la paz nos ayuda a estar en el Presente, la ausencia de paz nos impulsa a regresar a estar presentes. Hasta un cierto punto necesitamos del sufrimiento para dar un paso hacia la nueva conciencia, un paso hacia el Ahora.

Mientras la negatividad siga estando en nuestra vida, usémosla; usémosla para regresar, cada vez que la sintamos, al Presente, a través de la atención, apoyada en el campo energético interior.

8. UNA DE LAS PRÁCTICAS ESPIRITUALES MÁS POTENTES

En nuestra cultura a menudo se aparta la mirada de todo lo que implique muerte
y
disolución de la forma. Miramos la impermanencia con miedo, muchas veces con rencor, como si fuera la suprema injusticia de la Vida. Empujamos a la muerte hacia el futuro, fingiendo no saber que ese futuro en algún momento se volverá inevitablemente Presente. Lo hacemos con nuestra propia muerte o con la de los seres queridos.

En una sociedad que sólo quiere ver el movimiento de crecimiento, de expansión, la contracción se vive con miedo, se niega. Por eso no podemos soportar el envejecimiento, el inicio de la disolución de nuestra forma. Y buscamos aparentar ser siempre jóvenes. Recurrimos a tinturas para esconder los cabellos blancos
y
al bisturí para hacer desaparecer las arrugas. Encerramos a nuestros ancianos en casas de reposo
y
los dejamos morir en hospitales, lejos de casa. Los acompañamos al cementerio cuando nos hemos asegurado de que el ataúd está cerrado, de que no vamos a ver ningún cuerpo muerto.

La conciencia de la muerte rompe la identificación ilusoria con el cuerpo
y
nos trae de regreso al Ahora, a la Vida que tenemos en este momento. Cuando miramos el miedo que le tenemos a la muerte
y
entramos en él, cuando dejamos de apartar la mirada de la temporalidad de la forma en la que habitamos
y
somos capaces de reconocer que cada forma que se manifiesta en nosotros, sean pensamientos, estados de ánimo o emociones, desaparecerán como cualquier otra forma que nos rodea; de esta conciencia vemos surgir, destacándose, la esencia inmortal que somos, el eterno Yo Soy que es parte esencial del Todo. Podemos percibirlo alzándose en nosotros, sólido e inmutable, radiante y totalmente vivo, naciendo del estado de conciencia. Desde aquí, podemos agradecer la Vida viviéndola en plenitud, honrando la forma que tenemos. Honrar la forma también significa reconocer los talentos que tenemos y que hay que hacer fructificar para realizar lo que hemos venido a hacer. Es así como la muerte nos ayuda en realidad a alinearnos con la Vida.

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