Las pruebas (25 page)

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Authors: James Dashner

Tags: #Fantasía, #Ciencia ficción

Acabaron dentro de uno que parecía haber sido destrozado para convertirlo en algo útil. Los asientos estaban hechos jirones, pero eran blandos y la cabina, grande. Thomas se sentó detrás del volante y retiró el asiento todo lo que pudo. Sorprendentemente, se sintió a gusto una vez colocado. Brenda estaba a medio metro a su derecha, acomodándose. Fuera, oscureció del todo y los sonidos distantes de los raros en activo atravesaron las ventanas rotas.

Thomas estaba agotado. Dolorido. Tenía sangre seca por toda la ropa. Antes se había limpiado las manos, restregándoselas hasta que Brenda le gritó que dejara de malgastar el agua. Pero el hecho de tener la sangre de aquel raro en los dedos, en las palmas… no lo soportaba. Se le caía el alma a los pies cada vez que lo pensaba, pero no podía seguir negando una terrible verdad: si antes no había tenido el Destello —aún le quedaba una pequeña esperanza de que el Hombre Rata hubiera mentido—, ahora sí que se había contagiado.

Y sentado en la oscuridad, con la cabeza apoyada en la puerta del camión, irrumpieron en su mente los recuerdos de lo que había hecho.

—He matado a ese tío —susurró.

—Sí —respondió Brenda en voz baja—. De lo contrario, él te habría matado a ti. Estoy segura de que has hecho lo correcto.

Quería creerla. Aquel tipo estaba completamente ido, consumido por el Destello. Hubiera muerto pronto de todas formas. Por no mencionar que estaba haciendo todo lo posible por hacerles daño, por matarles. Thomas había hecho lo correcto. Pero aún seguía atormentándole la culpa, arrastrándose por sus huesos. Matar a otro ser humano no era fácil de aceptar.

—Lo sé —respondió al final—. Pero fue tan… salvaje. Tan brutal. Ojalá pudiera haberle disparado desde lejos con una pistola o algo parecido.

—Sí. Perdona que fuera de esa manera.

—¿Y si veo su repugnante cara cada noche cuando me vaya a dormir? ¿Y si sobrevive en mis sueños?

Sintió que le invadía la rabia hacia Brenda por haberle obligado a apuñalar al raro, una rabia tal vez injustificada, se dijo al recordar lo desesperados que estaban.

Brenda cambió de postura en el asiento para mirarlo. La luz de la luna la iluminaba lo justo para que él pudiera ver sus ojos oscuros y su cara sucia pero bonita. Quizás estaba mal, quizás era un capullo, pero, al mirarla, quiso que volviera Teresa.

Brenda extendió el brazo, le cogió la mano y se la apretó. Thomas se lo permitió, pero no le devolvió el gesto.

—¿Thomas? —le llamó aunque la estaba mirando a los ojos.

—¿Sí?

—No has salvado tu propio pellejo, ¿sabes? También me has salvado a mí. No creo que hubiera podido con ese raro yo sola.

Thomas asintió con la cabeza, pero no dijo nada. Sentía dolor por varios motivos: no estaba con sus amigos, que podían estar muertos; Chuck sí que estaba muerto; Teresa estaba perdida. Él estaba a mitad de camino del refugio seguro, durmiendo en un camión con una chica que al final se volvería loca, y les rodeaba una ciudad llena de raros sedientos de sangre.

—¿Duermes con los ojos abiertos? —le preguntó.

Thomas intentó sonreír.

—No. Tan sólo estoy pensando en lo mucho que apesta mi vida.

—La mía también. Apesta de lo lindo. Pero me alegro de estar contigo.

La afirmación fue tan simple y tan dulce que Thomas cerró los ojos y los apretó con fuerza. Todo el dolor de su interior se transformó en algo hacia Brenda, casi como lo que había sentido por Chuck. Odiaba a la gente que le había hecho aquello, odiaba la enfermedad que había provocado aquella situación y quería hacer las cosas bien.

Al final volvió a mirarla.

—Yo también me alegro. Estar solo hubiera sido muchísimo peor.

—Mataron a mi padre.

Thomas levantó una mano, sorprendido por el repentino cambio en la conversación.

—¿Qué?

Brenda asintió despacio.

—CRUEL. Intentó evitar que se me llevaran, gritaba como un lunático mientras les atacaba con… Creo que era un rodillo de madera —dejó escapar una risita—. Entonces le dispararon a la cabeza —las lágrimas empañaron sus ojos, que brillaron bajo la tenue luz.

—¿En serio?

—Sí, vi cómo ocurría. Vi cómo la vida le abandonaba antes incluso de que cayera al suelo.

—Jo, macho —Thomas buscó qué palabras decir—. Lo siento… mucho. Yo vi cómo apuñalaban al que era, quizá, mi mejor amigo. Murió en mis brazos —hizo una pausa—. ¿Y tu madre?

—Hacía mucho tiempo que no la veía.

No se explayó y Thomas no quiso insistir. En realidad, no quería saberlo.

—Tengo miedo de volverme loca —musitó tras un largo minuto de silencio—. Ya noto que está sucediendo. Las cosas me parecen extrañas, suenan extrañas. De repente, he empezado a pensar cosas que no tienen sentido. A veces el aire a mi alrededor está… duro. Ni siquiera sé qué significa eso, pero da miedo. Es evidente que estoy empezando. El Destello se lleva mi cerebro al infierno.

Thomas no soportaba el brillo de sus ojos y bajó la vista al suelo.

—No te rindas todavía. Llegaremos al refugio seguro y obtendremos la cura.

—Falsas esperanzas —replicó—. Aunque supongo que es mejor que no tener esperanza alguna.

Le apretó la mano. Esta vez, Thomas le devolvió el gesto. Y entonces, aunque parezca imposible, se durmieron.

Capítulo 35

Una pesadilla despertó a Thomas, algo sobre un puñado de raros pasados al Ido que acorralaban a Minho y Newt. Los raros llevaban cuchillos y estaban enfadados. Al final, el primer derramamiento de sangre le despertó bruscamente.

Miró a su alrededor, asustado por si había gritado o dicho algo. La cabina del camión seguía invadida por la oscuridad de la noche. Apenas veía a Brenda y menos aún sabía si tenía los ojos abiertos. Pero entonces la chica habló:

—¿Un mal sueño?

Thomas se acomodó y cerró los ojos.

—Sí. No puedo dejar de preocuparme por mis amigos. No me gusta nada que nos hayamos separado.

—Siento que ocurriera. De verdad —cambió de posición en su asiento—. Pero no creo que debas preocuparte, en serio. Tus colegas clarianos parecen bastante competentes, pero, aunque no lo fueran, Jorge es un hueso duro de roer. Cruzarán la ciudad sin problemas. No pongas más estrés en tu corazón. Por nosotros sí deberías preocuparte.

—No se te está dando muy bien hacerme sentir mejor.

Brenda se rió.

—Perdona; estaba sonriendo cuando he dicho la última parte, pero supongo que no puedes verme.

Thomas miró la pantalla iluminada de su reloj y dijo:

—Todavía disponemos de unas horas hasta que salga el sol.

Tras un corto silencio, volvió a hablar:

—Cuéntame un poco más sobre cómo es la vida ahora. Nos quitaron la mayoría de nuestros recuerdos. Algunos me han vuelto, pero son vagos y no sé si puedo fiarme. Además, tampoco aportan mucha información sobre el mundo exterior.

Brenda suspiró hondo.

—El mundo exterior, ¿eh? Bueno, es un asco. Las temperaturas por fin están comenzando a bajar, pero pasará una eternidad hasta que los niveles del mar hagan lo mismo. Ha pasado mucho tiempo desde las erupciones solares, pero han muerto muchas personas, Thomas. Muchísimas. Es increíble cómo los supervivientes se estabilizaron y organizaron tan rápido. Si no fuera por el estúpido Destello, creo que el mundo a la larga se hubiera recuperado. Pero si los deseos fueran peces… oh, no me acuerdo. Era algo que solía decir mi padre.

Thomas apenas podía contener la curiosidad que ahora corría en su interior:

—¿Qué pasó? ¿Hay nuevos países o sólo un gran gobierno? ¿Y cómo encaja CRUEL en todo esto? ¿Son ellos el gobierno?

—Todavía hay países, pero están más… unidos. En cuanto el Destello empezó a extenderse a lo loco, combinaron todas sus fuerzas, tecnología y recursos, todo lo necesario para montar CRUEL. Crearon este sistema de pruebas tan elaborado y se han esforzado mucho por tener zonas de cuarentena. Redujeron la propagación del Destello, pero no han podido detenerlo. Creo que la única esperanza es encontrar una cura. Espero que tengas razón y dispongan de una, pero, si es así, seguro que aún no lo han hecho público.

—¿Y dónde estamos? —preguntó Thomas—. ¿Dónde estamos ahora?

—En un camión —al ver que Thomas no se reía, continuó—. Perdona, no es momento para bromas. A juzgar por las etiquetas de la comida, creo que estamos en México. O lo que antes era México. Tiene mucho sentido. Ahora se llama la Quemadura. Básicamente, cualquier zona entre los dos Trópicos (Cáncer y Capricornio) es todo tierra yerma. Sudamérica y América Central, la mayor parte de África, Oriente Medio y el sur de Asia. Mucho terreno muerto, muchas personas muertas. Así que bienvenido a la Quemadura. ¿No es un detalle por su parte que nos hayan enviado aquí a los raros?

—¡Vaya! —varias ideas se le pasaron a Thomas por la cabeza, la mayoría relacionadas con cómo sabía que él era parte de CRUEL (una gran parte) y cómo el Laberinto y los Grupos A y B, y toda la basura por la que estaban pasando también eran parte de ella. Pero no podía recordar lo suficiente para que tuviera sentido.

—¿Vaya? —repitió Brenda—. ¿Eso es lo mejor que se te ocurre?

—Tengo demasiadas preguntas, no puedo reducirlas a una.

—¿Sabes lo del agente anestesiante?

Thomas la miró y deseó distinguir más su cara.

—Creo que Jorge lo mencionó. ¿Qué es?

—¡Ja! —gritó Brenda con desprecio—. ¿Crees que nos dan algo? Tan sólo la gente importante, los ricos, puede echarle mano a esa porquería. Lo llaman Éxtasis. Te adormece las emociones, los procesos de tu cerebro, te sume en un sopor etílico para que no sientas demasiado. Mantiene el Destello a raya porque el virus se desarrolla en tu cerebro. Se lo come, lo destruye. Si no hay mucha actividad, el virus se debilita.

Thomas se cruzó de brazos. Había algo muy importante, pero no sabía concretamente el qué.

—Entonces…, ¿no es una cura? ¿Aunque ralentice el virus?

—Ni se acerca. Tan sólo retrasa lo inevitable. El Destello siempre gana al final. Pierdes cualquier oportunidad de ser racional, de tener sentido común o compasión. Pierdes la humanidad.

Thomas se quedó callado. Tal vez con más fuerza que antes, notaba que un recuerdo —uno importante— estaba intentando abrirse camino a través de las grietas del muro que bloqueaba su pasado. El Destello. El cerebro. Volverse loco. El agente anestesiante, el Éxtasis. CRUEL. Las pruebas. Lo que el Hombre Rata había dicho acerca de que sus reacciones a las Variables eran de lo que trataba aquello.

—¿Te has quedado dormido? —preguntó Brenda tras varios minutos de silencio.

—No. Es sólo que es demasiada información —se sentía un tanto alarmado por lo que ella había dicho, pero seguía sin poder sacar nada en claro—. Me cuesta procesarlo todo.

—Bueno, me callo, entonces —la chica se dio la vuelta y apoyó la cabeza en la puerta—. Sácatelo de la cabeza. No te hará ningún bien. Te hace falta descansar.

—Ajá —masculló Thomas, frustrado al tener tantas pistas, pero no auténticas respuestas.

Pero Brenda tenía razón: debía aprovechar una buena noche de sueño. Se puso lo más cómodo posible, pero pasó un buen rato antes de quedarse dormido. Y soñó.

• • •

Esta vez es mayor, probablemente tenga unos catorce años. Teresa y él están arrodillados en el suelo, con las orejas pegadas a la rendija de una puerta, escuchando a escondidas. Un hombre y una mujer están hablando dentro y Thomas puede oírles bien.

El hombre dice primero:

—¿Te llegaron los añadidos a las listas de las Variables?

—Ayer por la noche —responde la mujer—. Me gusta lo que incluyó Teresa para el final de las Pruebas del Laberinto. Brutal, pero es necesario que suceda. Debería crear algunos patrones interesantes.

—Por supuesto. Lo mismo con el escenario de la traición, si es que tiene que interpretarse.

La mujer hace un ruido que debe de ser una risa, pero suena forzada y sin ganas.

—Sí, he pensado lo mismo. Bueno, Dios mío, ¿cuánto aguantarán esos chicos antes de volverse locos?

—No es sólo eso, es arriesgado. ¿Y si muere? Todos habíamos acordado que para entonces debería ser uno de los principales candidatos.

—No morirá. No le dejaremos.

—Aun así, no somos Dios. Podría morir.

Hay una larga pausa. Entonces el hombre dice:

—Tal vez no llegue a suceder, pero lo dudo. Los psicólogos dicen que estimulará muchos de los patrones que necesitamos.

—Bueno, eso implica muchas emociones —responde la mujer—. Y según Trent, es uno de los patrones más difíciles de crear. Creo que el plan de las Variables es lo único que puede funcionar.

—¿De verdad crees que las Pruebas van a funcionar? —pregunta el hombre—. En serio, la escala y la logística de esta cosa es increíble. ¡Piensa en lo mucho que podría salir mal!

—Podría pasar, tienes razón. Pero ¿cuál es la alternativa? Lo probaremos y, si fracasamos, estaremos en el mismo lugar que si no hubiéramos intentado nada.

—Supongo.

Teresa tira de la camisa de Thomas. Él la mira y ve que está señalando hacia el pasillo. Ha llegado el momento de marcharse. El asiente, pero vuelve a inclinarse por si puede captar una o dos últimas frases. Y así es. La mujer habla:

—Qué lástima que no podamos ver el final de las Pruebas.

—Lo sé —responde el hombre—. Pero el futuro nos lo agradecerá.

• • •

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