Las pruebas (34 page)

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Authors: James Dashner

Tags: #Fantasía, #Ciencia ficción

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Thomas tiene quince años. No sabe cómo lo sabe, pero tiene algo que ver con la sincronización del recuerdo. ¿Es un recuerdo?

Teresa y él están frente a un enorme panel de pantallas que muestran imágenes distintas del Claro y del Laberinto. Algunas secuencias se mueven y él sabe por qué: esas tomas vienen de las cuchillas escarabajo y, de vez en cuando, tienen que cambiar de posición. Cuando lo hacen, es como mirar a través de los ojos de una rata.

—No puedo creer que estén todos muertos —dice Teresa.

Thomas está confundido. Una vez más, no entiende muy bien lo que está sucediendo. Está dentro de ese chico que se supone que es él, pero no sabe de lo que está hablando Teresa. Es evidente que no se refiere a los clarianos. En una pantalla ve a Minho y Newt caminando hacia el bosque; en otra, Gally está sentado en un banco. Entonces Alby grita a alguien que Thomas no reconoce.

—Sabíamos que pasaría —responde al final, sin estar seguro de por qué lo dice.

—Aun así, cuesta aceptarlo —no se miran, tan sólo analizan las pantallas—. Ahora depende de nosotros. Y de la gente del cuartel.

—Eso es bueno —contesta Thomas.

—Casi lo siento tanto por ellos como por los clarianos. Casi.

Thomas se pregunta qué significa aquello mientras su versión más joven del sueño se aclara la garganta.

—¿Crees que hemos aprendido suficiente? ¿Crees que podremos lograrlo ahora que han muerto los creadores originales?

—Tenemos que hacerlo, Tom —Teresa se acerca a él y le coge de la mano. Él la mira, pero no comprende su expresión—. Todo está en su lugar. Tenemos un año para enseñar a los sustitutos y prepararnos.

—Pero no está bien. ¿Cómo podremos pedirles que…?

Teresa pone los ojos en blanco y le aprieta la mano hasta que le duele.

—Ya saben en lo que se están metiendo. No hables más así.

—Sí —de alguna manera, Thomas sabe que esa versión de sí mismo en la visión que está teniendo se siente muerto por dentro. Sus palabras no significan nada—. Lo único que importa ahora son los patrones. La zona letal. Nada más.

Teresa asiente.

—No importa los que mueran o salgan heridos. Si las Variables no funcionan, acabarán del mismo modo. Todos terminarán igual.

—Los patrones… —dice Thomas.

Teresa le aprieta la mano.

—Los patrones.

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Cuando se despertó, bajo una luz de un gris apagado mientras el sol se hundía en un horizonte que no alcanzaba a ver, Harriet y Sonya estaban sentadas a un par de metros de él. Ambas le miraban de un modo extraño.

—Buenas noches —dijo con falso entusiasmo y el sueño perturbador todavía fresco en su mente—. ¿Puedo ayudarles en algo, señoritas?

—Queremos saber lo que sabes —respondió Harriet en voz baja.

La niebla del sueño persistente desapareció enseguida.

—¿Por qué debería ayudaros?

Quería sentarse y pensar en lo que había soñado, pero notaba que algo había cambiado, lo veía en los ojos de Harriet, y no podía desaprovechar la oportunidad de salvarse.

—No creo que te queden muchas más opciones —repuso Harriet—. Pero si compartes lo que más o menos sabes o lo que has averiguado, quizá podamos ayudarte nosotras a ti.

Thomas miró a su alrededor en busca de Teresa, pero no la vio.

—¿Dónde está…?

Sonya le interrumpió:

—Dijo que quería explorar el terreno para ver si tus amigos nos habían seguido. Se fue hace una hora.

En su cabeza, Thomas podía ver a la Teresa del sueño. Observando aquellos monitores, hablándoles de creadores muertos y de la zona letal. Hablando de patrones. ¿Cómo encajaba todo aquello?

—¿Te has olvidado de cómo hablar?

Sus ojos se centraron en Sonya.

—No, ummm… ¿Significa esto que os habéis pensado mejor lo de matarme?

Aquellas palabras le sonaron ridículas y se preguntó cuánta gente a lo largo de la historia habría hecho una pregunta como aquella.

Harriet sonrió con suficiencia.

—No saques conclusiones precipitadas. Y no pienses que nos hemos vuelto honradas. Digamos que tenemos nuestras dudas y queremos hablar, pero no tienes muchas posibilidades.

Sonya continuó su línea de pensamiento:

—La posición más inteligente ahora mismo parece que es hacer lo que nos ordenaron. Nosotras somos más que tú. Vamos, hombre. Si tuvieras que escoger, ¿qué harías?

—Estoy segurísimo de que no me mataría.

—No seas capullo. No tiene gracia. Si pudieras elegir y las opciones fueran morir tú o morir todas nosotras, ¿con cuál te quedarías? Es tú o nosotras.

Su expresión reflejaba mucha seriedad y la pregunta le llegó a Thomas como un golpazo en el pecho. Tenía razón, en cierto modo. Si eso fuera cierto —que todas morirían si no se deshacían de él—, ¿cómo iba a esperar que no le mataran?

—¿Vas a contestar? —insistió Sonya.

—Estoy pensando —hizo una pausa y se secó un poco el sudor de la frente. Una vez más, el sueño trató de arrastrarse hasta su mente y tuvo que apartarlo—. Vale, voy a seros sincero; lo prometo. Si estuviera en vuestro lugar, elegiría no matarme.

Harriet puso los ojos en blanco.

—Para ti es muy fácil decirlo, puesto que tu vida pende de un hilo.

—No es sólo eso. Creo que es algún tipo de prueba y quizá no deberíais hacerlo —a Thomas se le aceleró el ritmo del corazón. Lo que acababa de decir iba en serio, pero dudaba que le creyeran aunque intentara explicarlo—. A lo mejor deberíamos compartir lo que sabemos e intentar comprenderlo.

Harriet y Sonya intercambiaron una larga mirada. Finalmente, Sonya asintió y luego Harriet dijo:

—Tuvimos nuestras dudas sobre todo este rollo desde el principio. Hay algo que no está bien; así que será mejor que hables. Pero antes reunamos aquí a todo el mundo.

Se levantaron para despertar a las otras.

—Daos prisa —pidió Thomas mientras se preguntaba si en serio tendría posibilidades de salir de aquel lío—. Será mejor que lo hagamos antes de que vuelva Teresa.

Capítulo 48

No tardaron mucho en reunirías a todas. Thomas se imaginaba que la intriga por lo que el chico casi muerto tenía que decir era demasiada para dejarla pasar. Las chicas se colocaron en un grupo compacto delante de él y él continuó atado al árbol feo y sin vida.

—Muy bien —dijo Harriet—. Habla tú primero y luego seguiremos nosotras.

Thomas asintió y se aclaró la garganta. Empezó a hablar, aunque no había planeado aún lo que iba a decir:

—Todo lo que sé de vuestro grupo es lo que me ha contado Aris; por lo visto, pasamos más o menos por lo mismo dentro del Laberinto. Pero desde que escapamos, muchas cosas han sido diferentes. Y no estoy seguro de lo que sabéis sobre CRUEL.

Sonya intervino:

—No mucho.

Aquello animó a Thomas, le hizo sentir que tenía ventaja. Y le parecía un gran error por parte de Sonya haberlo admitido.

—Bueno, me he enterado de muchas cosas sobre ellos. Todos nosotros somos especiales de alguna manera. Nos han hecho pruebas porque tienen planes para nosotros —hizo una pausa, pero nadie tuvo ninguna reacción especial, así que continuó—: Muchas de las cosas que nos hacen no tienen sentido para nosotros porque son parte de las pruebas, lo que CRUEL llama las Variables. Para ver cómo reaccionamos en ciertas situaciones. No lo entiendo todo, ni siquiera un poco, pero creo que todo esto de matarme es otra treta. Otra mentira. Así que… creo que no es más que otra Variable para ver cómo reaccionaremos.

—En otras palabras —le interrumpió Harriet—, quieres que arriesguemos nuestras vidas por esta deducción brillante.

—¿No lo veis? Matarme no tiene ningún propósito. Quizá sea una prueba para vosotras, no lo sé. Pero sí sé que os puedo servir de ayuda si estoy vivo, no si estoy muerto.

—O —replicó Harriet— nos están poniendo a prueba para ver si tenemos las agallas de matar al líder de nuestra competencia. ¿Será ese el propósito? ¿Ver qué grupo vence? ¿Eliminar a los débiles y dejar a los fuertes?

—Ni siquiera he sido el líder, ese es Minho —Thomas negó con la cabeza firmemente—. No, pensadlo. ¿Cómo vais a demostrar fuerza al matarme? Me superáis en número y tenéis un montón de armas. ¿Cómo prueba eso quién es el más fuerte?

—Entonces, ¿con qué tiene que ver? —preguntó una chica del fondo.

Thomas hizo una pausa para escoger con cuidado las palabras.

—Creo que es una prueba para ver si pensáis por vosotras mismas, si cambiáis los planes y tomáis decisiones racionales. Y cuantos más seamos, más posibilidades tendremos de llegar al refugio seguro. Matarme no tiene sentido, no beneficia a nadie. No habéis demostrado ninguna fuerza al capturarme. Demostradles que no lo aceptaréis todo a ciegas.

Se calló y se apoyó, relajado, en el árbol. No se le ocurría nada más. Ahora dependía de ellas. Lo había hecho lo mejor posible.

—Interesante —opinó Sonya—. Me suena mucho a lo que diría una persona desesperada que va a morir.

Thomas se encogió de hombros.

—Creo que es la verdad, en serio. Si me matáis, habréis suspendido una prueba real que CRUEL os ha lanzado.

—Sí, me apuesto lo que sea a que te lo crees —replicó Harriet, y se levantó—. Mira, para serte sincera, hemos estado pensando el mismo tipo de cosas. Pero queríamos saber lo que tenías que decir. El sol no tardará en ponerse y estoy segura de que Teresa volverá en cualquier momento. Lo hablaremos cuando llegue.

Thomas volvió a hablar enseguida, preocupado porque Teresa no estuviese convencida:

—¡No! Bueno, ella es la que parece tener más ganas de matarme —lo dijo, aunque en el fondo esperaba que no fuese verdad. A pesar de lo mal que le había tratado, estaba seguro de que no iba a cometer un asesinato—. Creo que vosotras deberíais tomar la decisión.

—Tranquilo —contestó Harriet con media sonrisa en su rostro—, si decidimos no matarte, no habrá nada que pueda hacer. Pero si… —se calló y una extraña expresión le cruzó el rostro. ¿Estaba preocupada por haber dicho demasiado?—. Ya veremos.

Thomas intentó no mostrar su alivio. Tal vez hubiera apelado un poco a su orgullo, pero intentaba que sus esperanzas no aumentaran demasiado.

Thomas observó mientras las chicas recogían sus pertenencias y guardaban las cosas en mochilas —¿de dónde las habrían sacado?, se preguntó— para preparar el viaje nocturno, adondequiera que este fuese. Conversaciones entre murmullos y susurros flotaban en el aire mientras seguían mirando en su dirección, sin duda discutiendo sus palabras.

La oscuridad aumentaba por momentos y Teresa por fin apareció en el lugar por donde se había ido antes. Enseguida se percató de que había algo diferente, quizá por la forma en que todas no dejaban de mirarlos a ella y a Thomas.

—¿Qué? —preguntó con la misma expresión dura del día anterior.

Fue Harriet la que contestó:

—Tenemos que hablar.

Teresa parecía confundida, pero fue al otro lado del hueco en el risco con el resto del grupo. Unos susurros furiosos resonaron de inmediato, pero Thomas no distinguió ni una palabra de lo que dijeron. Su estómago se contrajo anticipando el veredicto.

Desde donde estaba, observó que la conversación se enardecía y Teresa se mostraba más irritada que nadie. Contempló cómo se intensificaba su expresión mientras trataba de defender su postura. Parecía que era ella contra el resto, lo que a Thomas le ponía muy nervioso.

Al final, justo cuando se había hecho casi totalmente de noche, Teresa se volvió, se alejó a zancadas del grupo de chicas y se marchó del campamento, hacia el norte. Se había echado la lanza por encima de un hombro y la mochila colgaba del otro. Thomas contempló cómo se marchaba hasta que desapareció entre las estrechas paredes del Paso.

Volvió a mirar al grupo, en el que muchas parecían aliviadas, y Harriet se acercó a él. Sin mediar palabra, se arrodilló y desató la cuerda que le sujetaba al árbol.

—¿Y bien? —preguntó al final Thomas—. ¿Habéis decidido algo, chicas?

Harriet no contestó hasta que estuvo liberado por completo; luego se sentó sobre sus talones y le miró mientras sus oscuros ojos reflejaban la débil luz de las estrellas y la luna.

—Es tu día de suerte. Hemos decidido no matar tu culo raquítico después de todo. No puede ser una coincidencia que todas hayamos estado pensando lo mismo.

Thomas no sintió la ráfaga de alivio esperada. En aquel momento se dio cuenta de que ya sabía que aquella iba ser su decisión.

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