Los Cinco se escapan (7 page)

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Authors: Enid Blyton

Tags: #Aventuras, Infantil y juvenil

Evidentemente la contestación fue que no.
Jorge
escuchó durante un rato más, después pronunció unas pocas palabras y dijo adiós.

Echó a correr hacia el cuarto de estar.

—Lo habéis oído, ¿verdad? —dijo alegremente—. Mamá está mejor. Ahora se encuentra muy bien y podrá regresar dentro de poco tiempo, aproximadamente diez días. Papá no quiere venir hasta que ella pueda hacerlo. Son buenas noticias de mi madre, pero, por otro lado, estoy preocupada de que no nos podamos desembarazar de los Stick.

Capitulo VIII

EL PLAN DE
JORGE

La señora Stick había estado escuchando mientras
Jorge
hablaba por teléfono y se había enterado de que la madre de
Jorge
estaba mejor y que su padre no quería regresar hasta que ella pudiese hacerlo, cosa que ocurriría dentro de unos diez días. Por consecuencia, los Stick tenían diez días para pasarlo en grande. ¡De eso no cabía la menor duda!

Jorge
de pronto sintió que el apetito le había vuelto. Se comió el lomo de cerdo afanosamente y untó la salsa con el pan. Se tomó tres tazas de té y dio por terminado el desayuno.

—Me siento mejor —dijo.

Ana la cogió por la mano. Estaba también muy contenta de la mejoría de su tía. Si no fuera por los terribles Stick, ellos podrían pasarlo de lo mejor. Entonces, de repente,
Jorge
dijo algo que contrarió a Julián.

—Bien, ahora que sé que mamá está mejor podré aguantar a los Stick yo sola con
Tim.
Por eso quiero que os marchéis a vuestra casa para que paséis sin mí el resto de las vacaciones. Yo aquí lo pienso pasar muy bien.

—Alto ahí,
Jorge
—dijo Julián—. Este asunto está ya resuelto. Hemos tratado antes sobre él. A mí se me ha metido en la cabeza quedarme en esta casa y has de saber que cuando a mí se me mete algo en la cabeza, lo hago, lo mismo que tú,
Jorge.
No me contraríes.

—Bien —dijo
Jorge
—. Ya os dije que he fraguado un plan y que vosotros no tomáis parte en él. Me temo que acabaréis comprendiendo que no os quedará más remedio que regresar a vuestra casa, tanto si queréis como si no.

—¡No seas tan misteriosa,
Jorge
! —exclamó Julián, impaciente—. ¿Cuál es ese extraño plan? Es mejor que nos lo cuentes, aunque no formemos parte de él. ¿No tienes confianza en nosotros?

—Desde luego. Pero vosotros me haréis callar si os lo cuento —dijo
Jorge
hurañamente.

—Por eso mismo será mejor que nos lo cuentes —dijo Julián sintiéndose incómodo.

Jorge
tenía la cabeza muy dura y cuando se empeñaba en algo lo hacía hasta las últimas consecuencias. ¡Y a saber qué es lo que se proponía hacer!

Pero
Jorge
no quiso decir ni una palabra más. Julián cejó en su empeño al final, pero secretamente decidió no apartar la vista de
Jorge.
De esta manera su secreto plan lo tendría que llevar a cabo ante sus ojos.

Pero
Jorge
no parecía querer llevar a cabo su extraño plan. Se bañó otra vez con los otros, dio un paseo con ellos y hasta remó. No quería ir a la isla Kirrin, por eso los otros no le importunaron para que los llevase, sobre todo teniendo en cuenta que ella no quería apartarse de la playa, no fuera a ser que Edgar viniese con un recado de su padre.

El día era magnífico. Los chicos se habían llevado pastas y frutas, y merendaron en la playa. A
Tim
le habían preparado un enorme y jugoso hueso.

—Tengo que ir de tiendas —dijo
Jorge
hacia la hora del té—. Vosotros podéis ir a la casa y ver si la señora Stick nos piensa preparar el té, y yo entre tanto iré a comprar unas cuantas cosas.

Julián enderezó las orejas al punto. ¿Acaso
Jorge
los estaba despachando para que no viesen cómo desarrollaba su plan?

—Yo iré contigo —dijo Julián levantándose—. Dick puede encargarse de la señora Stick por una vez y llevarse consigo a
Tim.

—No, marchaos vosotros —dijo
Jorge
—. Yo no tardaré gran cosa.

Pero Julián estaba decidido a no marcharse. Al final acompañaron a
Jorge
porque Dick no quería encararse con la señora Stick sin Julián o
Jorge.

Jorge
entró en una tiendecita y compró una nueva pila para su linterna. También pidió dos cajas de cerillas y un bote de alcohol metílico.

—¿Para qué quieres todo eso? —preguntó Ana.

—Oh, lo necesito —repuso
Jorge
sin añadir nada más.

Volvieron todos a "Villa Kirrin". ¡El té estaba preparado en la mesa! La verdad, no era un té extraordinario, puesto que se componía tan sólo de pan, jamón y un pote de té; pero, de todos modos, resultaba apetecible.

Aquella tarde llovió. Los chicos se sentaron alrededor de la mesa y se pusieron a jugar a las cartas. Sus corazones estaban alegres ahora que sabían que la madre de
Jorge
estaba mejor. Hacia la mitad del juego Julián se levantó y tocó el timbre. Los otros lo miraron grandemente sorprendidos.

—¿Por qué has tocado el timbre? —preguntó
Jorge,
estupefacta.

—Para decirle a la señora Stick que nos traiga algo de cenar —dijo Julián, sonriente. Pero nadie contestó al timbre. Julián lo volvió a tocar una y otra vez.

La puerta de la cocina se abrió al final y la señora Stick se dirigió al pasillo, con un mal humor evidente. Entró luego en el cuarto de estar.

—¡A ver si dejáis de llamar al timbre! —dijo, irritada—. No estoy dispuesta a contestar a las llamadas que me hagáis con él.

—He llamado para decirle que queremos algo para cenar —dijo Julián—. Y para decirle también que si no está usted dispuesta a servir la cena iré yo mismo por ella a la despensa como hice la otra noche, con
Tim.
Me gustará mucho hacerlo. Pero en otro caso puede usted traer una cena decente para nosotros.

—Si piensas volver a robar cosas de la despensa, yo… yo… —empezó la señora Stick.

—Usted llamará a la policía —acabó Julián por ella—. Hágalo. Eso nos gustará mucho. Me imagino al inspector tomando notas en su bloc. Yo podría decirle algunas cosas.

La señora Stick musitó algo entre dientes y miró a Julián como si estuviera dispuesta a asesinarle. Luego volvió al pasillo. Por el ruido de cacharros que se percibía de la cocina estaba claro que la señora Stick estaba preparando una especie de cena para ellos, y Julián sonrió para sus adentros mientras repartía las cartas.

La cena no era tan buena como la noche anterior, pero no era mala del todo. Consistía en un poco de jamón caliente, queso y los restos de un pudín de leche. También en un plato de carne asada para
Tim.

Jorge
miró la carne, suspicaz.

—Llévese eso —dijo—. Apuesto a que usted la ha envenenado otra vez. ¡Lléveselo!

—No; por el contrario, es mejor que lo deje aquí —dijo Julián—. Yo lo llevaré al químico del pueblo mañana para que lo analice. Si, como
Jorge
piensa, está envenenado, el químico tendrá cosas muy interesantes que contarnos.

La señora Stick recogió el plato de carne sin pronunciar palabra.

—¡Horrible mujer! —exclamó
Jorge
atrayendo hacia sí a
Tim
—. Estoy muy asustada por
Tim.

Por fin llegó la noche. Con la oscuridad empezaron los chicos a sentir sueño.

—¡Son las diez! —anunció Julián—. Será mejor que vayamos a la cama. Ana debe de estar pasándolo muy mal, porque no es tan mayor como para estar despierta a estas horas.

—¡Vaya! —empezó Ana, indignada—. Yo soy casi tan mayor como
Jorge,
¿no es así? ¡Yo no tengo la culpa de ser la más pequeña de todos!

—Está bien, está bien —dijo Julián riendo—. No te enfades, que no voy a obligarte a ir a la cama. Tenemos que estar todos muy unidos mientras estén aquí los Stick. ¿Vámonos ya a dormir?

Los chicos estaban cansados. Habían nadado, paseado y remado aquel día. Julián intentó estar un rato despierto todavía, pero pronto se durmió.

Se despertó de un salto, creyendo haber oído un ruido. Pero todo estaba en silencio. ¿Qué podía haber sido aquel ruido? ¿Sería alguno de los Stick? No, no podían ser ellos, porque en ese caso
Tim
hubiera hundido la casa con sus ladridos. Entonces, ¿de qué se trataba? Alguna cosa lo había despertado, desde luego.

«Supongo que no se tratará de
Jorge
llevando a cabo su plan», pensó Julián de pronto. Se incorporó. Cogió la bata y se la puso. Sin despertar a Dick se dirigió al dormitorio de las chicas y encendió su linterna para comprobar que todo iba bien.

Ana estaba en su cama, durmiendo apaciblemente. Pero la cama de
Jorge
estaba vacía. ¡Los vestidos de
Jorge
habían desaparecido!

—¡Caramba! —musitó Julián entre dientes—. ¿Dónde habrá ido? Apuesto a que se ha escapado para ir a encontrarse con su madre.

Su linterna iluminó de pronto un sobre blanco que estaba prendido con un alfiler en la almohada de
Jorge.
Lo cogió.

Tenía su nombre puesto con letra de imprenta. «¡JULIÁN!»

Julián lo abrió y lo leyó.

QUERIDO JULIÁN
—decía la nota—.
No te enfades conmigo, por favor. No me atrevo a estar en "Villa Kirrin" más tiempo por miedo a que envenenen a
Tim.
Sabes bien que eso me rompería el corazón. Por eso me he marchado a nuestra isla, para vivir sola hasta que papá y mamá regresen. Haz el favor de dejar una nota a mi padre para que le diga a Jim que venga hasta la isla en su bote y me avise de su regreso cuando vuelvan. Entonces iré a casa. Tú, Dick y Ana podéis iros con vuestros padres, porque sería tonto quedaros en la casa ahora que yo no estoy.

Os quiere,

Jorge.

Julián terminó de leer la nota.

—Bien, ya decía yo que se trataba de su plan —se dijo a sí mismo—. Ya veo por qué decía que nosotros no pintábamos nada en él. Ella determinó irse sola a la isla con
Tim.
No puedo dejar que haga eso. Ella no puede vivir mucho tiempo sola en la isla Kirrin. Puede ponerse enferma. Puede caer entre las rocas y hacerse daño y nadie se enteraría.

El muchacho estaba realmente preocupado con la determinación que había tomado
Jorge.
Empezó a pensar qué podría hacer. Ese ruido que oyó seguramente lo había producido su prima. Realmente no podía encontrarse muy lejos. Si echara a correr hacia la playa podría alcanzarla.

Echó a correr en bata, atravesando el jardín y la puerta principal. Cogió luego el camino de la playa. Había dejado de llover y se veían las estrellas, pero ninguna otra luz.

«¿Cómo puede
Jorge
pensar que puede atravesar el mar por entre las rocas con esta oscuridad? —pensó—. Está loca. Embarrancará el bote y se hundirá.» Siguió corriendo por la oscuridad hablándose a sí mismo.

—Ya sé para qué quería la pila de la linterna y las cerillas, y supongo que el alcohol metílico lo habrá comprado para utilizarlo en una improvisada hornilla. ¿Por qué no nos habrá dicho nada de nada? Hubiera sido muy divertido ir con ella.

Llegó a la playa. Vio la luz de una linterna y a
Jorge
dentro de su bote. Corrió hacia allá, hundiendo los pies en la húmeda arena.

—¡
Jorge
! ¡Idiota! No debes irte sola en mitad de la noche —gritó Julián.

Jorge
iba adentrando el bote en el agua. Dio un salto cuando oyó la voz de Julián.

—¡No puedes impedírmelo! —exclamó—. ¡Estoy decidida a marcharme!

Pero Julián agarró el barco metiéndose en el agua hasta la cintura.


Jorge,
escúchame! No puedes irte así como así. Te vas a estrellar contra una roca. ¡Vuelve!

—No —dijo
Jorge,
muy contrariada—. Tú puedes volver a tu casa con tus padres, Julián. Yo estaré bien sola. ¡Suelta mi bote!


Jorge,
¿por qué no me contaste tu plan? —dijo Julián, casi perdiendo el equilibrio por causa de una ola—. ¡Fíjate qué olas! No tengo más remedio que meterme en el bote.

Se metió en el bote. De momento no pudo ver a
Jorge,
pero seguro que estaba enfurecida con él.
Tim
le lamía las húmedas piernas.

—Lo estás estropeando todo —dijo
Jorge
con la voz quebrada, cosa que indicaba que estaba muy contrariada.

—No soy ningún tonto —dijo Julián con voz suave—. ¡Escucha! Ahora volverás conmigo a "Villa Kirrin". Y te prometo formalmente una cosa. Mañana iremos todos a la isla contigo. Todos nosotros. ¿Por qué no hemos de hacerlo? Tu madre dijo que nos dejaría pasar una semana en la isla, ¿verdad? Estaremos libres de esos horribles Stick. Lo pasaremos en grande. Ahora, vuelve,
Jorge,
y deja que mañana vayamos todos.

Capitulo IX

UNA NOCHE EMOCIONANTE

Hubo un silencio sólo interrumpido por las olas que se abatían contra la embarcación.

Entonces se oyó la voz de
Jorge
en la oscuridad, repentinamente alegre.

—Oh, Julián, ¿de verdad quieres eso? ¿De verdad queréis venir conmigo? Yo estaba asustada porque me iba a llevar una regañina haciendo esto, porque papá dijo que yo debía permanecer en "Villa Kirrin" hasta que él regresase, y ya sabes cómo odia que lo desobedezcan. Pero yo pensé que si me quedaba allí vosotros lo haríais también, y yo no quiero que seáis desgraciados con esos horribles Stick; por eso decidí marcharme. Y no os dije que vinieseis conmigo para que no os riñeran también a vosotros. Nunca pensé en pedíroslo.

—A veces eres un poco tontuela, ¿sabes,
Jorge?
—dijo Julián—. Si te has de llevar una bronca, nos la llevaremos todos nosotros. Estamos unidos en todo. Por supuesto que iremos contigo; yo tomaré toda la responsabilidad de nuestra escapada y le diré a tu padre que lo hicimos por mi culpa.

—Oh, no, no hagas eso —repuso
Jorge
rápidamente—. Yo le diré que fue idea mía. Si hago mal no me importa cargármelas luego. Ya lo sabes.

—Bueno, no vamos a discutir eso ahora —dijo Julián—. Al fin y al cabo, vamos a estar una semana o diez días en la isla Kirrin y tendremos todo el tiempo que queramos para hablar del asunto. Lo que hay que hacer ahora es volver a casa, despertar a los demás y hablar tranquilamente sobre tu plan. ¡Puedo decirte que has tenido una idea excelente!

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