Los Pilares de la Tierra (129 page)

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Authors: Ken Follett

Tags: #Novela Histórica

—Porque soy tu madre —le contestó ella.

—No lo es —gritó Aliena y Jack detectó también una nota de pánico en su voz—. ¡Conozco a su madre y no eres tú! ¿Qué está pasando?

—Magia demoníaca —sentenció el sacerdote.

—Esperad un minuto —pidió Reynold—. Es posible que Jack estuviera emparentado con el hombre que murió. ¿Tenía hijos?

—No —respondió con firmeza el hombre de la barba canosa.

—¿Estás seguro?

—Nunca llegó a casarse.

—No es necesario.

Una o dos personas rieron. El sacerdote las miró con severidad.

—Murió a los veinticuatro años y este Jack dice que sólo tiene veinte —dijo el hombre de la barba gris.

—¿Cómo murió? —preguntó Reynold.

—Ahogado.

—¿Visteis el cuerpo?

Se hizo el silencio.

—No, jamás vi su cuerpo —aseguró el hombre de la barba gris.

—¿Alguien lo vio? —insistió Reynold, alzando la voz ante el atisbo de la victoria.

Nadie contestó.

—¿Vive tu padre? —preguntó Reynold dirigiéndose a Jack.

—Murió antes de que yo naciera.

—¿Qué hacía?

—Era juglar.

Corrió un murmullo entre la multitud.

—Mi Jack era juglar —dijo la mujer del pelo blanco.

—Pero este Jack es cantero —afirmó Reynold—. Yo mismo he visto su trabajo. Sin embargo sí que puede ser hijo del trovador. —Se volvió hacia Jack—. ¿Cómo se llamaba tu padre? Supongo que Jack Jongleur.

—No. Le llamaban Jack Shareburg.

El sacerdote repitió el nombre, pronunciándolo de manera ligeramente diferente.

—¿Jacques Cherbourg?

Jack estaba estupefacto. Nunca había entendido el nombre de su padre, pero ahora estaba claro. Como a tantos hombres viajeros, se le llamaba por el nombre de la ciudad de la que era originario.

—Sí —repitió Jack asombrado—. Claro. Jacques Cherbourg.

Al fin había encontrado las huellas de su padre, mucho tiempo después de haber renunciado a seguir buscando. Había recorrido todo el camino de Normandía. Por fin había hallado respuesta al interrogante. Sentía una satisfacción fatigada, como si acabara de dejar en el suelo un pesado fardo, después de haberlo cargado durante un largo camino.

—Entonces todo ha quedado claro —afirmó Reynold, mirando triunfalmente a todo aquel gentío—. Jacques Cherbourg no se ahogó, sobrevivió. Fue a Inglaterra, vivió allí durante un tiempo, dejó encinta a una muchacha y murió. La joven dio a luz a un niño al que puso el nombre del padre. Jack tiene ahora veinte años, y es idéntico a su padre cuando vivía aquí hace veinticuatro. —Reynold miró al sacerdote—. No son necesarios los exorcismos, padre. Es sólo una reunión de familia.

Aliena pasó el brazo por el de Jack y le apretó la mano. Estaba estupefacto. Tenía un centenar de preguntas por hacer; pero no sabía por dónde empezar. Lanzó una al azar.

—¿Por qué estáis tan seguros de que murió?

—Todos los que iban a bordo del White Ship murieron.

—¿El White Ship?

—Recuerdo lo del White Ship —intervino Edward—. Fue un desastre de grandes repercusiones. En él murió ahogado el heredero del trono. Luego, Maud se convirtió en la heredera y ése es el motivo de que ahora tengamos a Stephen.

—¿Pero por qué iba él en ese barco? —preguntó Jack.

Le contestó la anciana que había hablado antes.

—Tenía que entretener a los nobles durante el viaje —miró a Jack—. Entonces tú debes de ser su hijo. Mi nieto. Siento haber creído que eras un espíritu. ¡Te pareces tanto a él!

—Tu padre era mi hermano —explicó el hombre de la barba gris—. Soy tu tío Guillaume.

Jack comprendió entonces, con una sensación cálida, que aquella era la familia que tanto había anhelado, los parientes de su padre. Ya no estaba solo en el mundo. Al fin había encontrado sus raíces.

—Bueno, éste es mi hijo Tommy —dijo—. Mirad su pelo rojo.

La mujer del cabello blanco miró con cariño al chiquillo.

—¡Por las ánimas benditas! —exclamó luego en tono sobresaltado—. ¡Si soy bisabuela!

Todos rieron.

—Me pregunto cómo llegaría mi padre a Inglaterra.

Capítulo Trece
1

—Así que dios dijo a Satanás: "Mira a mi hombre Job. Míralo. Ahí tienes a un hombre bueno como jamás vi otro." —Philip hizo una pausa para causar más efecto; naturalmente aquello no era una traducción, era una versión libre de la historia—. "Dime si no es un hombre perfecto y recto que tiene el temor de Dios y no comete pecado." Y Satanás dijo: "Es natural que te adore. Le has dado todo cuanto puede desear. Siete hijos y tres hijas. Siete mil ovejas y tres mil camellos así como quinientas parejas de bueyes y quinientos asnos. Ésa es la razón de que sea un hombre bueno." Así que Dios dijo: "Muy bien. Despójale de todo ello y observa lo que pasa." Y eso fue precisamente lo que hizo Satanás.

Mientras Philip predicaba, su mente volvía sin cesar a una misteriosa carta que había recibido aquella misma mañana del arzobispo de Canterbury. Empezaba felicitándole por haber entrado en posesión de la Madonna de las Lágrimas. Philip ignoraba qué podía ser una Madonna de las Lágrimas pero de lo que sí estaba seguro era de que él no tenía ninguna. El arzobispo se congratulaba de que Philip hubiera reanudado la construcción de la nueva catedral. Philip no había hecho tal cosa. Esperaba una señal de Dios antes de empezar a hacer nada y, entretanto, celebraba los oficios del domingo en la nueva iglesia parroquial, más bien pequeña. Por último, el arzobispo Theobald alababa su agudeza al designar a un maestro de obras que había trabajado en el nuevo presbiterio de Saint-Denis. Claro que Philip había oído hablar de la abadía de Saint-Denis y del famoso abad Suger, el eclesiástico más poderoso del reino de Francia; pero nada sabía del nuevo presbiterio que habían construido allí, y tampoco había designado maestro de obras alguno, de ninguna parte. A Philip se le ocurrió que acaso la carta estuviera en un principio destinada a otra persona y que se la hubieran enviado por error.

—Ahora bien, ¿qué dijo Job al perder todas sus riquezas y morir sus hijos? ¿Maldijo a Dios? ¿Adoró a Satanás? ¡No! Dijo: "Nací desnudo y desnudo moriré. El Señor lo da y el Señor lo quita. ¡Bendito sea el Nombre del Señor!" Esto es lo que dijo Job. Y entonces Dios dijo a Satanás: "Ya te lo dije." Y Satanás dijo: "Muy bien, pero sigue teniendo salud, ¿no? Y un hombre es capaz de cualquier cosa siempre que tenga buena salud." Y Dios vio que habría que hacer sufrir más aún a Job para demostrar cómo era, así que dijo: "Entonces despójale de su salud y observa qué pasa." Y Satanás hizo que Job cayera enfermo, quedando cubierto de pústulas desde la cabeza hasta las plantas de los pies.

En las iglesias empezaban a hacerse más frecuentes los sermones. Durante la juventud de Philip solían ser raros. El abad Peter era contrario a ellos, pues afirmaba que predisponían al sacerdote a sentirse pagado de sí mismo. El punto de vista anticuado sostenía que los fieles debían de ser meros espectadores, siendo testigos silenciosos de los misteriosos ritos sagrados, escuchando las palabras en latín sin entenderlas, confiando a ciegas en la eficacia de la intercesión del sacerdote. Pero las ideas habían cambiado. En los tiempos que corrían, los pensadores progresistas ya no veían a los fieles como observadores mudos de una ceremonia mística. Se consideraba a la Iglesia como formando parte integral de su vida cotidiana. Marcaba los hitos de su existencia, desde el bautismo, a través del matrimonio y del nacimiento de los hijos, hasta la extremaunción y la sepultura en tierra sagrada. Podía ser el señor, el juez, el empleado o el cliente.

Cada vez se esperaba más de los cristianos que lo fueran todos los días, no sólo los domingos. Desde el punto de vista moderno necesitaban algo más que los ritos. Necesitaban explicaciones, gobierno, aliento y exhortación.

—Y ahora he de deciros que creo que Satanás tuvo una conversación con Dios sobre Kingsbridge —dijo Philip—. Creo que Dios dijo a Satanás: "Mira a mi gente de Kingsbridge. ¿Acaso no son buenos cristianos? Míralos trabajar con ahínco durante toda la semana en sus campos y talleres y luego pasar todo el domingo construyendo una nueva catedral para mí. ¡Dime, si puedes, que no es buena gente!" Y Satanás dijo: "Son buenos porque les va bien. Les has dado buenas cosechas y un hermoso tiempo, clientes para sus tiendas y protección frente a los malvados condes. Pero quítales todo eso y ellos se vendrán conmigo." Así que Dios dijo: "¿Qué quieres hacer?" Y Satanás dijo: "Incendiar la ciudad." Y Dios dijo: "Muy bien, incéndiala y veamos qué pasa." Así que Satanás envió a William Hamleigh para que prendiera fuego a nuestra feria del vellón.

A Philip le proporcionaba inmenso consuelo la historia de Job. Al igual que él, Philip había trabajado duro durante toda su vida para cumplir la voluntad de Dios lo mejor que sabía. Y, al igual que Job, sólo había recibido a cambio mala suerte, fracaso e ignorancia. Pero la finalidad del sermón era levantar el espíritu de la gente de la ciudad, y Philip podía darse cuenta de que no lo estaba logrando. Sin embargo la historia todavía no había terminado.

—Y entonces Dios dijo a Satanás: "¡Y ahora mira! Has hecho arder toda la ciudad hasta los cimientos y todavía siguen construyendo una catedral nueva para mí. ¡Ahora dime que no es buena gente!" Pero Satanás dijo: "Fui demasiado indulgente con ellos. La mayoría escaparon al incendio y pronto construyeron de nuevo sus pequeñas casas de madera. Déjame que les envíe un auténtico desastre y entonces veremos qué pasa." Dios suspiró y dijo: "Así pues, ¿qué te propones hacer ahora?" Y Satanás dijo: "Voy a hacer que el techo de la iglesia se desplome sobre sus cabezas." Y así lo hizo... como todos sabemos.

Al recorrer con la mirada a los fieles allí reunidos, Philip vio que eran muy pocos los que no habían perdido algún pariente en aquel espantoso derrumbamiento. Allí estaba la viuda Meg, que tuvo un buen marido y tres mocetones de hijos, todos muertos en la catástrofe. Desde entonces no había hablado una sola palabra y el pelo se le había vuelto blanco. Otros sufrieron mutilaciones. A Peter Pony le había aplastado la pierna y cojeaba. Antes fue un excelente capturador de caballos; pero, desde el accidente, trabajaba con su hermano haciendo sillas de montar. Apenas había una familia en la ciudad que no hubiera sufrido las consecuencias del derrumbamiento. Sentado en el suelo, en primera fila, se encontraba un hombre que había perdido el uso de las piernas. Philip frunció el ceño. ¿Quién era aquel hombre? No había quedado inválido al desplomarse la bóveda. Philip nunca lo había visto hasta entonces. Luego, recordó que le habían dicho que por la ciudad mendigaba un tullido que dormía en las ruinas de la catedral. Philip había ordenado que le dieran una cama en la casa de huéspedes.

Su mente empezaba a vagar de nuevo. Volvió a tomar el hilo del sermón.

—¿Y qué hizo entonces Job? Su mujer le dijo: "¡Maldice a Dios y muere!" Pero ¿lo hizo él? No lo hizo. ¿Perdió su fe? No la perdió. Job había decepcionado a Satanás. Y yo os digo... —Philip alzó la mano con gesto dramático para subrayar sus palabras—. Y yo os digo que ¡Satanás va a sentirse decepcionado con la gente de Kingsbridge! Porque nosotros seguiremos adorando al Dios verdadero al igual que lo adoró Job a pesar de todas sus tribulaciones.

Hizo una nueva pausa para dejarles que digirieran aquello; pero se dio cuenta de que había fracasado en su empeño por conmoverlos.

Los rostros que le miraban estaban interesados, pero no estimulados.

De hecho él no era un predicador capaz de despertar entusiasmo. Era un hombre con los pies en la tierra. No podía atraer a una congregación sólo con su personalidad. Era verdad que la gente llegaba a mostrarle intensa lealtad; pero no de inmediato. Era algo que se producía con lentitud, al paso del tiempo, cuando llegaban a comprender cómo era su vida y todo cuanto había logrado. A veces su trabajo inspiraba a las gentes, o lo había hecho en los viejos tiempos; pero sus palabras nunca.

Sin embargo todavía estaba por llegar la mejor parte de la historia.

—¿Qué le pasó a Job después de que Satanás le hubiera hecho pasar por las peores vicisitudes? Dios le dio más de lo que tuvo en un principio. ¡Le dio el doble! Donde habían pastado siete mil ovejas, lo hicieron catorce mil. Los tres mil camellos que había perdido fueron sustituidos por seis mil. Y fue padre de otros siete varones y de tres hijas más.

Todos parecían indiferentes. Philip prosiguió con la siembra.

—Y llegará día en que la prosperidad vuelva a Kingsbridge. Las viudas se casarán de nuevo y los viudos encontrarán esposa. Y aquéllas cuyos hijos murieron volverán a concebir. Y nuestras calles estarán rebosantes de gentes y en nuestras tiendas abundarán el pan y el vino, el cuero y el latón, las hebillas y los zapatos. Y un día reconstruiremos nuestra catedral.

La dificultad estribaba en que no estaba seguro de creerlo él mismo, y quizás por ello no podía decirlo con convicción. No era de extrañar que los fieles allí congregados permanecieran impasibles.

Bajó la vista al grueso libro que tenía delante y que había sido traducido del latín al inglés.

—"Y Job vivió después de esto ciento cuarenta años más, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos hasta la cuarta generación. Y murió anciano y colmado de días."

Hubo cierta confusión al fondo de la pequeña iglesia. Philip levantó la vista irritado. Se daba cuenta de que su sermón no había producido el efecto que esperaba. Sin embargo, quería que se guardaran unos momentos de silencio una vez que lo hubo terminado. La puerta de la iglesia estaba abierta y los que se encontraban al final miraban hacia fuera. El prior pudo apreciar que había un gentío. Se dijo que allí debería encontrarse todo habitante de Kingsbridge que no estuviera en la iglesia. ¿Qué estaba pasando?

Se le ocurrieron varias posibilidades, que había habido una pelea, un incendio, que alguien se estaba muriendo, que se acercaba una gran tropa de jinetes... Pero estaba desprevenido en absoluto para lo que en realidad ocurrió. Primero llegaron dos sacerdotes portando la estatua de una mujer sobre una tabla cubierta con una sabanilla de altar bordada. Su porte solemne daba a entender que la estatuilla representaba a una santa, con toda posibilidad a la Virgen. Detrás de los sacerdotes avanzaban otras dos personas. Y fueron ellas las que le proporcionaron la mayor sorpresa. Una era Aliena y la otra Jack.

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