Los presidentes en zapatillas (34 page)

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Authors: Mª Ángeles López Decelis

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La idea, ampliamente criticada, de sacar los sofás al espacioso porche es atribuible a los responsables de la revista, que lo propusieron con el fin de aportar al reportaje un toque de sofisticación. Tres maquilladores, cinco estilistas y un fotógrafo participaron en la puesta en escena, y los diseñadores españoles más consagrados se prestaron con sumo gusto para vestir eventualmente a las ministras. Entre ellos, Miguel Palacios, Roberto Torreta, Roberto Verino, Antonio Pernas y Adolfo Domínguez. También participaron firmas internacionales como Valentino y Giorgio Armani.

Hablaron de sus experiencias como mujeres y como profesionales, teniendo en cuenta que se estrenaban en puestos tan destacados de la política y asumían como un desafío personal su nueva etapa, sabiéndose en el punto de mira de ciudadanos y medios de comunicación, con el morbo añadido de ser mujeres.

No pararon de bromear con los reporteros. Carmen Calvo, la más alegre, apuntaba con sorna la dureza de la profesión de modelo y Elena Salgado, la más fotogénica, subrayaba que al menos los sueldos de las top eran bastante más sustanciosos. La más tímida, Elena Espinosa, confesaba, entre foto y foto, haber robado manzanas en alguna ocasión y, para terminar, una constatación: María Teresa Fernández de la Vega posee la personalidad más enérgica, reconocida en todo momento por las demás como la autoridad del grupo. Ante la pregunta de por qué las mujeres se cuelgan menos medallas que los hombres, la vicepresidenta, vestida completamente de blanco, respondió con contundencia que «las mujeres tenemos menos desarrollado el sentido de la vanidad».

Vanidad o no, a todas las mujeres nos gusta la moda y no se entiende que una mujer con un curriculum envidiable, brillante y eficaz en su vida personal y profesional, tenga que justificar la razón por la que se maquilla o por qué le gusta vestirse elegantemente. El poder no aporta belleza a nadie que no la posea de antemano y, en ningún caso, el éxito y el triunfo político o económico han de ser necesariamente excluyentes de la feminidad.

El propio presidente Zapatero participó activamente durante la sesión fotográfica, declarando con convencimiento que «los hombres y las mujeres solo somos iguales en dignidad y derechos; en todo lo demás somos equivalentes», que significa que valemos para lo mismo.

¿Será cierto que cada vez que una mujer destaca en su profesión y además es capaz de manejarse con éxito en terrenos propios de su condición femenina, se levantan las voces implacables de los que se creen en posesión de la moral verdadera?... ¡Ustedes mismos!

A los pocos días, el 20 de mayo, el Pleno del Congreso aprobaba por unanimidad la creación de una Comisión de Investigación de los atentados del 11-M con el objetivo de esclarecer los acontecimientos anteriores y posteriores a los hechos, así como las actuaciones realizadas sobre ellos por los poderes del Estado. Y, lo más importante, la implicación que para la seguridad pública tuvieron y tendrían tales hechos en el futuro.

Pero durante aquellos días, la actualidad tenía también otros protagonistas que, brillando con luz propia, acaparaban la atención de todos los medios de comunicación y, desde luego, de los españoles de cualquier condición y de todos los rincones de España. Por fin, tras varios noviazgos frustrados y conatos de compromiso, Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, contraería matrimonio con doña Letizia Ortiz Rocasolano, una joven periodista sin ascendencia noble ni sangre azul.

Por tratarse del heredero de la Corona, era de obligado cumplimiento, en la agenda previa al enlace, la visita institucional de los futuros esposos a las representaciones de los tres poderes constitucionales del Estado. Así que máxima expectación en La Moncloa el martes, 18 de mayo de 2004, ante la visita de don Felipe y doña Letizia para almorzar con el Ejecutivo.

A pesar de tratarse de un acto institucional, el encuentro discurrió en un ambiente distendido y muy alegre. Hacía una mañana espléndida, más bien calurosa, y todos los funcionarios de La Moncloa pululábamos absolutamente dispersos de nuestras obligaciones y preocupados por no perder detalle de cuanto rodeaba a la visita: trajes y peinados de las señoras, el aspecto de los novios, si aparentarían estar nerviosos o cansados y, sobre todo, ¡si se mostrarían enamorados...! Al paso de la caravana, sonrisas y saludos por parte de los Príncipes y fotos, muchas fotos.

Las muestras de afecto y simpatía fueron constantes, así como los deseos de felicidad para la pareja por parte de todos los miembros del Gobierno que asistieron al almuerzo; solo se perdió tan singular ocasión el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que se encontraba en Bruselas para participar en una reunión comunitaria inexcusable.

El presidente del Gobierno y su esposa recibieron a los visitantes en la escalinata del edificio del Consejo de Ministros, donde posaron alegres y satisfechos para los periodistas gráficos. La Secretaría en pleno y todo el personal del edificio estábamos agazapados en ventanas y balcones para presenciar la llegada en directo.

La futura Princesa escogió para la ocasión —era primera vez que el Gobierno se reunía en su honor—, un traje de chaqueta y falda color vainilla, con zapatos y bolso del mismo color, y el cabello sujeto en un semirrecogido. Por su parte, la anfitriona, doña Sonsoles, haciendo gala de su eterna sencillez, lució un vestido recto y sin mangas color coral, con una fila de botones que recorría el lateral izquierdo, y zapatos beige con escaso tacón.

Tras saludar a los comensales y firmar en el Libro de Honor, se sentaron en la mesa imperial, presidida a ambos lados, por el Príncipe de Asturias y el presidente del Gobierno, flanqueados, el primero por doña Sonsoles y la vicepresidenta primera del Gobierno y, por doña Letizia y la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, el segundo.

El menú del almuerzo consistió en pañuelitos crujientes de bogavante con salsa de carabineros, solomillo de buey al queso picón de Tresviso y espuma de chocolate con fresas de temporada. Vinos: blanco Albariño Terras Gauda, y tinto Rioja Imperial CUNE Gran Reserva 1995.

El presidente, encargado de felicitar a los novios en nombre del Gobierno, se decidió, en el brindis, a recitar unos versos de su poeta favorito, Jorge Luis Borges, entresacados del poema «Los Justos», dedicado a los hombres y mujeres que cada día trabajan para hacer de este mundo un lugar mejor. Dice así:

El hombre que cultiva su jardín,

el que agradece que en la tierra haya música,

el que acaricia a un animal dormido,

el que prefiere que los otros tengan razón,

una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto,

es una imagen de los que aman, porque comparten...

Dicho esto, el presidente del Gobierno levantó su copa y expresó su deseo: «Que los recién casados compartan un camino largo y lleno de venturas. Que su felicidad sea el espejo de la felicidad de todos los españoles». Tras el ceremonial y durante el café, que tomaron de pie, los prometidos conversaron animadamente con todos los invitados.

Días después se celebraba en la catedral de la Almudena de Madrid la boda real, sin sorpresas y pasada por agua. Solo destacar la prevista pero notable ausencia del ex presidente Adolfo Suárez, cuya enfermedad le mantenía apartado de la vida pública y de cualquier acto de tipo social desde hacía tiempo, así como la ingente presencia de los nuevos cargos institucionales socialistas, apenas aterrizados, frente a la escasa representación del Partido Popular, recién salido del Gobierno.

Poco después de alcanzar la Secretaría General del PSOE, Zapatero fue invitado a participar en unos encuentros culturales que tuvieron lugar en la localidad vallisoletana de Serrada. Las jornadas culminaban con una pintada de dibujos en una tapia del pueblo. En el espacio que le habían reservado, Zapatero pintó con una brocha y pintura negra la línea espiral de un círculo sin fin. Cuando le preguntaron por el curioso dibujo, que no tenía nada que ver con los realizados por los otros invitados, respondió que esa espiral representaba su filosofía de la vida. Sin meternos en demasiadas profundidades, la explicación viene a ser que la línea circular significa el movimiento preferido por un hombre que huye del enfrentamiento directo y acostumbra a bordear las dificultades para acometer el problema desde una trayectoria envolvente que le permita acumular fuerzas y aliados. Él mismo y, por ende, los que le rodean son personas sencillas, humildes, sin pretensiones. A Zapatero le repatean los jactanciosos, le estomagan los que alardean de su poderío material o intelectual, le irrita sobremanera la gente que pretende dar lecciones. No hay que olvidar que llegó a la Presidencia del Gobierno sin pagar peaje, con las manos libres de compromisos, con pocas ataduras y con un equipo de amigos y compañeros leales, virtud que aprecia por encima de todas, y relacionados con la vida política y parlamentaria, puesto que esta y no otra ha sido su trayectoria vital desde que comenzó su militancia socialista a los dieciocho años.

José Luis Rodríguez Zapatero nació en 1960 en Valladolid, porque allí tenía su consulta el abuelo materno, un pediatra de prestigio. Pero su familia residía en León, donde ejercía como abogado su padre, Juan Rodríguez, que en su día fue director de los servicios jurídicos del Ayuntamiento leonés y decano del colegio provincial de abogados. Es el segundo y último hijo del matrimonio. De su madre, Purificación Zapatero, heredó el cabello castaño y los ojos azules, además, según dicen, del carácter tranquilo y algo introvertido. Pero, sin duda, el pariente más conocido del presidente, citado en multitud de ocasiones por él y por otros, es su abuelo paterno, Juan Rodríguez Lozano, capitán del Ejército bajo el mando de la República, que fue ejecutado por los nacionales el 18 de agosto de 1936 en el barrio de Puente Castro en León, durante la Guerra Civil, por negarse a participar en la sublevación de la ciudad.

Según el alcalde de La Pola de Gordón, municipio donde vivió Rodríguez Lozano, «El Capitán», como era conocido en su tiempo, fue un hombre muy querido en el pueblo, y los vecinos de más edad le recuerdan como «una buena persona». Zapatero reivindicó su figura desde la tribuna parlamentaria más importante del país, el Congreso, citando un fragmento de su testamento y haciendo suyas «un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes».

Su infancia transcurrió con normalidad, entre el colegio de las Discípulas de Jesús, los veraneos en Luanco o en Gijón, y su gran afición al fútbol, deporte en el que no destacó como jugador. Tras una pasajera frustración, se decantó por el baloncesto. Es aficionado a la pesca y disfruta del contacto directo con la naturaleza.

En agosto de 1976, cuando los partidos políticos aún no eran legales y él contaba solo dieciséis años, asistió a un mitin de Felipe González en Gijón. En ese mismo momento nacieron su vocación política y su admiración por el entonces líder socialista sevillano. Se afilió a las Juventudes Socialistas en 1979, al poco de cumplir la mayoría de edad.

Estudió Derecho en la Universidad de León y en su expediente académico abundan los notables y sobresalientes. En las aulas de la facultad conoció a su esposa, Sonsoles Espinosa. Él estudiaba cuarto curso y ella, segundo, y hablaron por primera vez durante la manifestación de apoyo a la libertad y la democracia que tuvo lugar el 24 de febrero de 1981, tras el intento de golpe de Estado del día anterior. José Luis, entonces delegado de curso y muy popular, había conseguido el aplazamiento de los exámenes cuatrimestrales programados para ese día.

Zapatero se licenció en 1982 con una tesina sobre el Estatuto de Autonomía de Castilla y León, y poco después fue contratado como profesor ayudante de Derecho Constitucional en la misma Universidad. En 1986 ocupó escaño por el PSOE en la circunscripción de León, siendo el diputado más joven de la Cámara.

El noviazgo con Sonsoles, que duró ocho años, fue difícil, debido a su activa militancia. Finalmente, en enero de 1990 se casaron en la ermita de Nuestra Señora de Sonsoles, en Ávila, disfrutando de una corta luna de miel en Sevilla. Como todo el mundo sabe, el matrimonio tiene dos hijas, Laura, nacida en 1993, y Alba, en 1995.

El presidente está en su despacho, porque la puerta está cerrada. El lugar de trabajo tiene mucho que ver con la personalidad y las señas de identidad que conforman el carácter de quien lo ocupa. Está suficientemente comprobado que el despacho del presidente Zapatero causa asombro en cuantos lo visitan, precisamente por su sencillez, sus exiguas dimensiones y la funcionalidad de los muebles y objetos que lo componen.

Estamos en la segunda planta del edificio del Consejo de Ministros y, al abrir la puerta, lo primero que llama la atención es la relajante vista del jardín de que se disfruta desde el único balcón que se abre en la pared que tenemos justamente en frente y cuyo dintel está bordeado por verdes y frescas enredaderas. La estancia, cuadrada, medirá alrededor de setenta metros cuadrados, y de sus paredes, pintadas en tono gris, cuelgan dos Mirós, dos Chillidas y un Clavé i Sanmartí.

Los muebles, muy modernos, mezclan grises y blancos, y sus materiales combinan el acero y el cristal. Solo las librerías son de madera, en perfecta armonía con un gran sofá de cuero color marrón claroscuro. Junto a ellas, un precioso globo terráqueo giratorio, regalo de los miembros del Gabinete al presidente en alguno de sus cumpleaños.

Completan el conjunto un televisor de gran tamaño y una mesita auxiliar con una foto de Sus Majestades los Reyes y otra del presidente con el Príncipe de Asturias. A espaldas del sillón de despacho propiamente dicho está la puerta que comunica con el cuarto de baño, exactamente del mismo tenor que los del resto del edificio. Aparte de teléfonos y objetos de escritorio, completan el conjunto varias fotos familiares; el presidente con su esposa, con sus hijas, y otra, especialmente bonita, de la madre entre las dos niñas con un primer plano de la cara de las tres, alegres y atractivas. Junto a la mesa reposa en el suelo la eterna cartera negra que han utilizado todos los presidentes del Gobierno para transportar documentos. Para completar ese toque personal que aporta calidez al lugar de trabajo, otros dos retratos llaman poderosamente la atención y hacen sonreír a cuantos reparan en ellos. El primero muestra al padre del presidente con un gesto pícaro y el dedo índice sobre la ceja derecha, en actitud de afecto y complicidad con su hijo y, el segundo, una foto entrañable en la que el presidente abraza divertido a su doble, el muñeco de guiñol del programa de televisión Las noticias del Guiñol de Canal+.

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