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Authors: David Brin

Marea estelar (16 page)

Desde el espacio, el Hermano de las Sombras de Ébano observaba cómo el resonador se aproximaba a su jase final, cómo las naves que habían aterrizado alimentaban el resonador con sus energías combinadas. A mil unidades de distancia, pudo sentir cómo se formaba la onda...

—¿Pero qué hacen? ¿Qué están diciendo los soro de los Progenitores?

¡Los instrumentos indicaban que los Hermanos de la Noche no estaban solos en la quinceava banda! Desde la nave soro llegaba una tenue señal, una variación del latido procedente de la pequeña luna. Un eco.

La quinceava banda empezó a latir. Era imposible, pero resonaba con el ritmo soro.

Los Hermanos que se encontraban en la superficie del planeta intentaron amortiguar la señal que se les escapaba, ¡pero ya era demasiado tarde! La pequeña luna retembló y por fin explotó en mil pedazos. Enormes fragmentos de roca derribaban y destrozaban las pequeñas naves que encontraban en su camino.

—¿Cómo han podido saberlo? ¿Cómo han podido ellos...?

Entonces el Hermano de las Sombras de Ébano lo comprendió. Tiempo atrás, cuando comenzó su búsqueda de una nueva arma, hubo un Bibliotecario particularmente servicial... un pila. Aquel pila siempre le ayudó con sus útiles referencias, con sus amables sugerencias. El Hermano había aceptado aquello corno algo normal. Se suponía que los Bibliotecarios eran serviciales, y neutrales, cualquiera que fuese su origen.

Pero los pila son pupilos de los soro, se repetía el Hermano en aquel preciso instante.

Krat estuvo informada desde el principio.

Ordenó que los restos de su flota se escondieran.

—¡Esto es sólo un contratiempo! ¡Todavía podemos ser nosotros quienes capturemos a los terrestres!

A espaldas de los supervivientes en fuga, la pequeña luna seguía disolviéndose.

17
TOM ORLEY

Hannes Suessi yacía postrado junto a Thomas Orley en el pesado trineo de trabajo. El severo y escueto artificiero señaló los restos del naufragio que había frente a ellos.

—Es una nave thenania —dijo el mecánico en jefe—. Está bastante deshecha, pero no cabe la menor duda. ¿Lo ves? No tiene áncoras de objetividad, sólo proyectores de estasis en los alerones principales. Los thenanios se aterrorizan con las alteraciones de realidad. Esta nave no estaba diseñada para la navegación de probabilidad. En definitiva, esta nave es thenania, o de uno de sus pupilos o de sus aliados.

Los delfines trazaban a su alrededor lentos círculos, haciendo turnos para colocarse bajo las cúpulas de aire del trineo, emitiendo excitados chasquidos de sonar mientras contemplaban la gigantesca punta de fecha clavada en las profundidades del océano.

—Creo que tienes razón, Hannes —dijo Tom—. Es realmente monstruosa.

Lo asombroso era que la nave estuviese aún entera. Cuando había caído a una velocidad de Mach cinco, había aplastado por lo menos dos pequeñas islas de la subsuperficie, dejando en ellas importantes destrozos, excavado luego un profundo surco en el fondo oceánico y, finalmente, se había empantanado en un cerro pelágico, lo que impidió que se estrellara contra el acantilado, cuya pared parecía tan quebradiza y precaria que una simple sacudida hubiera provocado su derrumbamiento, ocultando por completo a la nave bajo sus escombros.

Orley sabía que la calidad de los escudos de estasis thenanios era lo que había posibilitado todo aquello. Incluso cuando estaba agonizando, era muy costoso acabar con una nave thenania por los efectos que esto producía. En combate eran lentas, difíciles de maniobrar... y difíciles de aplastar.

Era aún problemática la evaluación de los daños que había sufrido. A aquella profundidad, la luz que llegaba de la superficie no era más que una débil bruma azulada, y los fines no podían encender las luces de arco que llevaban encordadas hasta que Tsh't considerase que no había peligro. Por fortuna, aunque la nave siniestrada era accesible para ellos, estaba lo bastante sumergida para que quedaran a cubierto de la vista de los espías que podían estar orbitando en las proximidades.

Una delfina de sonrosado vientre ascendió nadando hasta el trineo. Su mandíbula se agitaba con meditabundos movimientos circulares.

—¿No es realmente asombroso, Tom? —preguntó—. Debería estar rota en mil pedazosss —a aquella profundidad, la voz de la fin era extrañamente clara. Las ráfagas de aire procedentes de su agujero soplador se mezclaban con los chasquidos de sonar, convirtiendo su alocución en un intrincado malabarismo de funciones corporales. Para un humano de tierra adentro, un neodelfín hablando bajo el agua sonaba más como una orquesta vanguardista afinando sus instrumentos que como alguien que se expresara en un derivado de la lengua inglesa—. ¿Crees que nos será de alguna utilidad?

La mirada de Orley se dirigió de nuevo hacia la nave. Había muchas posibilidades de que, en la confusión de la batalla, ninguno de los contendientes que luchaban sobre Kithrup hubiera tomado datos del lugar en que había caído aquel pajarraco. Él ya tenía varias ideas provisionales, una o dos de ellas lo bastante atrevidas, inesperadas y estúpidas como para que pudieran funcionar.

—Vamos a verlo —asintió—. Sugiero que formemos tres equipos. El equipo uno tendrá por misión llegar hasta cualquier centro de emisiones, de radiaciones psi o neutrinas y desconectarlo. También deberá comprobar si quedan supervivientes, aunque parezca improbable.

Suessi lanzó un bufido mientras mantenía la mirada sobre los destrozados restos de la nave—El equipo dos —prosiguió Orley— se concentrará en la toma de muestras. Irá a las órdenes de Hannes y de Ti-tcha. Debe buscar los metales monopolares y refinados que necesitamos para reparar el Streaker. Con un poco de suerte, lograremos encontrar los recambios que nos hacen falta para las bobinas.

»Con tu permiso, Tsh't, yo dirigiré el equipo tres. Quiero examinar la estructura y hacer un análisis topográfico del área circundante.

Tsh't chasqueó con las mandíbulas en señal de asentimiento.

—Tu organización es buena, Tom. Así es como debemos hacerlo. Dejaré a Lucky Kaa vigilando en el otro trineo. Los demásss formarán los equipos de inmediato.

Orley agarró a Tsh't de la aleta dorsal antes de que empezara a silbar las órdenes.

—¿No sería mejor coger primero los respiradores? El ternario puede no ser eficaz, pero lo prefiero a la precisión de las conversaciones en ánglico antes que arriesgarnos a estar yendo y viniendo para tomar aire del trineo.

Tsh't hizo una mueca, pero dio la orden. La expedición estaba compuesta por disciplinados fines, lo mejor de la tripulación del Streaker, y la reunión junto al trineo sólo ocasionó unos cuantos murmullos de protesta, envueltos en burbujas de indignación, mientras cada delfín se ponía el tubo de aire.

Tom había oído hablar de un prototipo de respirador que podía proporcionar aire a un delfín mediante una corriente laminar, sin producir dificultades a su capacidad parlante. Si alguna vez tenía un momento libre, intentaría construir algo parecido. Hablar en ternario no le planteaba en realidad muchos problemas, pero sabía por experiencia que los fines tenían dificultades para transmitir informaciones técnicas en un lenguaje que no fuese el ánglico.

El viejo Hannes ya estaba gruñendo. Ayudaba a sacar los respiradores con evidente fastidio. El mecánico jefe hablaba el ternario, por supuesto, pero encontraba dificultades en sus tres niveles de lógica. Y para colmo era un desastroso poeta. Resultaba evidente que no tenía intención de adentrarse en discusiones técnicas en rimas silbadas.

Ya estaba el trabajo completamente delimitado. Casi todos los oficiales subalternos y los delfines tripulantes que les acompañaron en el rescate, habían vuelto a la nave escoltando a Toshio, Hikahi y las demás víctimas encalladas por las olas. Sólo unos pocos fines permanecían en la expedición y, si se presentaba algún peligro, no podrían contar más que con ellos mismos. Ninguna ayuda del Streaker llegaría a tiempo.

Sería agradable tener a Gillian aquí, pensó Tom. No porque la inspección de una nave alienígena fuese asunto de su incumbencia, sino porque conocía bien a los fines y podría actuar adecuadamente si las cosas se complicaban.

Pero ella tenía su propio trabajo a bordo del Streaker: intentaba resolver el rompecabezas de aquella momia de un billón de años de antigüedad que nunca debiera haber existido. Además, en caso de emergencia, era la única persona del Streaker, salvo quizás el mismo Creideiki, que conocía la existencia de la máquina Niss y su valor potencial si conseguía tener acceso a los datos correctos.

Tom sonrió al descubrirse otra vez razonando.

Está bien, existe un montón de excelentes y lógicas razones por las que ahora no podemos estar juntos. Tómalas por lo que valen. Intenta hacer aquí un buen trabajo y quizás estés de nuevo con ella dentro de muy pocos días.

Desde el momento en que, siendo adolescentes, se conocieron, nunca se habían cuestionado la posibilidad de no formar una pareja. A veces él se preguntaba si sus planificadores habían conocido con antelación, al elegir los gametos de matrimonios seleccionados, que dos de los zigotos cultivados se adaptarían de forma tan perfecta... hasta la sencilla telempatía que en ocasiones compartían.

Era probable que fuese un feliz accidente. A causa de las leyes y las costumbres, la planificación genética humana era muy limitada. Accidente o no, Tom estaba agradecido.

En sus misiones para el Concejo de Terragens había aprendido que el universo era peligroso y estaba lleno de desilusiones. Muy pocos sofontes, incluso entre los equipados para ello, habían conocido el amor.

Antes de que los respiradores fuesen distribuidos, Tom usó el altavoz del trineo para amplificar su voz.

—Recordadlo: aunque todas las tecnologías galácticas están basadas en la Biblioteca, esos archivos de sabiduría son tan vastos que podéis encontrar cualquier tipo de máquina a bordo de esa nave. Tratadlo todo como si fuera una bomba hasta que lo hayáis identificado y convertido en algo inofensivo.

»El primer objetivo del equipo uno, después de silenciar la nave, será encontrar los principales ordenadores de combate. Puede que contengan un registro de las fases iniciales de la lucha que se desarrolla ahí arriba. Esa información puede ser inestimable para el comandante.

»Y debéis buscar el glifo que marca la situación de la Biblioteca. Si descubrís ese símbolo en cualquier parte, anotad su emplazamiento y avisadme. Me gustaría ver qué tipo de microsección llevaban.

»¿De acuerdo, teniente? —añadió, volviéndose hacia Tsh't.

El cuarto oficial del Streaker hizo sonar sus mandíbulas y asintió. Aunque apreciaba la cortesía de Orley, la fin hubiera preferido morderse su propia cola a discutir las sugerencias que él hacía. El Streaker era la primera expedición importante comandada y administrada por delfines. Estaba claro desde el principio que la presencia de algunos humanos se justificaba por la pátina de tutelaje que daban a sus consejos.

Tsh't habló en ternario:

Equipo Uno, conmigo

Atentos a cualquier señal.

Equipo Dos, con Suessi

Para buscar el tesoro.

Equipo Tres, con Orley

Para ayudar al astuto.

No dejéis aquí nada de la Tierra

Que traicione nuestra visita.

Si tienes que cagar,

Límpialo después.

Pensad antes de actuar

Con lógica clara.

Ahora, Surcadores, en silencio,

¡Adelante!

En el orden preciso, las tres formaciones se separaron unas de otras; un grupo ejecutó un tonel perfectamente sincronizado cuando pasaron ante el trineo de Orley. Respetando las órdenes de Tsh't, el único sonido era el rápido chasquido del sonar cetáceo.

Orley condujo el trineo hasta, aproximadamente, cuarenta metros del pecio. Luego, dando una ligera palmada en el hombro de Hannes, salió del vehículo.

¡Qué magnífico descubrimiento el de aquella nave! Orley utilizó el espectrógrafo de soplete para efectuar un somero análisis del metal del borde de una de las aberturas que laceraban los costados del buque. Cuando determinó las relaciones de varios productos beta-degenerados, lanzó un silbido que hizo girarse a los fines para observarle con curiosidad. Aún debía hacer suposiciones sobre la aleación de origen y la proporción de exposición a los neutrones desde que el metal fuera forjado, pero podía conjeturar razonablemente que aquella nave había sido construida, por lo menos, hacía treinta millones de años.

Tom sacudió la cabeza. Hechos como éste eran los que permitían ver cuánto le faltaba a la Humanidad para igualar a los galácticos.

Nos gusta pensar en las razas que usan la Biblioteca como seres rutinarios incapaces de crear o de adaptarse, se dijo Orley.

Esto parecía ser una gran verdad. Muy a menudo, los galácticos daban la impresión de ser unos palurdos sin imaginación. Pero...

Volvió a mirar la oscura y enorme masa del crucero de combate, y empezó a hacerse preguntas.

La leyenda contaba que los Progenitores, antes de partir rumbo a regiones desconocidas, hacía eones, habían aconsejado a sus sucesores una búsqueda perpetua del conocimiento. Pero en la práctica, muchas de las especies se dirigían a la Biblioteca, y sólo a la Biblioteca, para adquirir conocimientos. Y, en consecuencia, su archivo de datos crecía muy lentamente.

¿Cuál era el objeto de investigar lo que ya había sido descubierto un millar de veces por quienes habían existido antes? Era más sencillo, por ejemplo, escoger en los archivos de la Biblioteca un diseño avanzado de astronave y seguirlo ciegamente, comprendiendo sólo una pequeña parte de lo realizado. La Tierra contaba con varias naves de ese tipo, y eran una maravilla.

El Concejo de Terragens, encargado de las relaciones entre las razas de la Tierra y la comunidad galáctica, casi había sucumbido a esta lógica seductora. Muchos humanos habían presionado para que se adoptaran los modelos galácticos que las razas más antiguas habían también adoptado de otras anteriores. Citaban el ejemplo de Japón, que en el siglo diecinueve se enfrentó a un problema similar: cómo sobrevivir rodeado de naciones mucho más poderosas. El Japón de la Era Meiji concentró todas sus energías en aprender imitando a sus vecinos, y consiguió ser lo que era.

La mayoría del Concejo de Terragens, incluyendo a casi todos sus miembros cetáceos, rechazó la propuesta. Consideraban a la Biblioteca como un tarro de miel: una tentación, y un alimento, pero también una terrible trampa.

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