Read Marea estelar Online

Authors: David Brin

Marea estelar (19 page)

Debatirse sólo le sirvió para quedar aún más aprisionada, y recordó con toda claridad la historia de Toshio y la hierba asesina. El pánico la dominaba, pero hizo un esfuerzo por dejar de patalear, respiró profundamente y examinó la trampa.

Se trataba tan sólo de una liana muerta enrollada alrededor de su pierna. Fácilmente, la partió con el cuchillo. Continuó su descenso con más cautela y llegó por fin a 1a amplia caverna que se abría bajo la colina de metal.

Keepiru y Sah'ot la esperaban allí. Los respiradores en forma de manguera se enroscaban alrededor de sus torsos y les cubría el agujero soplador. Los faros de los dos trineos se reflectaban a través de millares de pequeños filamentos que parecían llenar la cámara con una niebla temblorosa. Una débil luz penetraba en el interior de la gruta procedente de la abertura que les había dado acceso a ella.

Ecos sonando, en esta jaula de piedra,

No producidos por peces felices.

Dennie miró a Sah'ot, sin la certeza de haber comprendido el imaginativo ternario del poeta.

—¡Ah, sí! Cuando Toshio coloque el minutero del detonador, tendremos que salir. La explosión repercutirá en esta cámara. Y supongo que no será muy saludable.

Keepiru asintió con una inclinación de cabeza. El responsable militar de la expedición había guardado silencio casi absoluto desde que salieron de la nave.

Dennie recorrió con la vista la caverna submarina. Los microscópicos animales coralinos habían construido su castillo sobre el sustrato silíceo de un montículo oceánico.

La estructura se desarrolló con lentitud, pero cuando la colina rompió por fin la superficie del océano, se hizo posible la vida superior. Entre la vegetación que brotó estaba el árbol taladrador.

Esta planta conseguía de algún modo atravesar la masa metálica y que sus raíces penetraran en la capa orgánicamente asimilable que yacía bajo ella. Los minerales eran drenados hacia la superficie y depositados allí. Debajo, se formaba una cavidad en la que se desarrollaban las raíces que al fin lograrían insertar la colina de metal en la corteza planetaria.

La ecóloga que había en Dennie se sorprendía ante este extraño proceso. Y también se extrañaba de que la microsección de la Biblioteca que había a bordo del Streaker no mencionase para nada las colinas metálicas.

Era difícil de creer que un árbol taladrador pudiera desarrollarse en su nicho gradualmente. Para el árbol, tener éxito era una cuestión de vida o muerte, que requería una gran fuerza y perseverancia. ¿Cómo lo habría conseguido?, se preguntaba Dennie.

¿Y qué sucedía con las colinas cuando se hundían en las cavidades que los árboles taladradores producían? Había visto algunos de los hoyos que ya habían absorbido sus colinas. Sus profundidades eran brumosas y oscuras, y más hondas de lo que ella hubiera imaginado.

Enfocó la lámpara frontal sobre el techo de la caverna, esperando verlo desgarrado, pero descubrió que estaba lleno de brillantes depresiones cóncavas de diversa profundidad.

Nadó hacia una de las más profundas, sacando la cámara. A Charlie Dart le gustaría tener pruebas tangibles de lo encontrado por la expedición, aunque sabía que no iba a agradecérselo. Lo más probable era que cada foto, y cada muestra, hiciera suspirar exasperadamente al planetólogo por la incapacidad de su colega para proporcionarle material realmente utilizable.

En las profundidades de una depresión se movía alguna cosa, retorciéndose y girando con lentitud. Dennie modificó la orientación del rayo de luz y se acercó para ver mejor. Se trataba de algún tipo de raíz. Observó los pequeños filamentos oscilantes que flotaban cerca de ésta. La joven le arrebató unos cuantos para su bolsa de muestras.

—¡Vamos, Dennie! —oyó que gritaba Toshio mientras un trineo pasaba rugiendo justo debajo de ella—. ¡Deprisa! ¡Faltan sólo cinco minutos para la explosión!

—Vale, vale —contestó—. Espera un minuto.

La curiosidad profesional se impuso momentáneamente a cualquier otro pensamiento.

Dennie no encontraba ninguna razón de por qué un organismo viviente eligiera enterrarse bajo la oscuridad de una masa de metal prácticamente puro. Metió la mano aún más en el hoyo y la cerró alrededor de la raíz que se retorcía. Luego, tiró con todas sus fuerzas apoyándose en el techo de la caverna.

Al principio, la planta se resistió, e incluso pareció que tiraba en sentido contrario. A Dennie se le ocurrió que podía estar metiéndose en una trampa.

De repente, la raíz se soltó. Mientras la metía en su bolsa de muestras, Dennie vislumbró una dura punta brillante. Acto seguido, se alejó de la superficie metálica con toda rapidez.

Keepiru la miró con reprobación cuando se agarró al trineo. Lanzó el vehículo a toda velocidad hacia la boca de la cueva y salieron a la luz del día donde los esperaban Toshio y Sah'ot. Instantes más tarde, una fuerte explosión retumbó en las profundidades.

Esperaron una hora antes de entrar en la gruta.

Los explosivos habían roto el tronco del árbol taladrador por el lugar donde se encastraba en la masa metálica. Desde el agujero producido, caía una lluvia de cascotes.

La cámara estaba llena de trozos de vegetación.

Se acercaron a la entrada con cautela.

—Lo mejor será enviar primero a un robot —dijo Toshio—. Puede que haya restos inestables en el tronco.

Yo lo haré, Trepador de Escaleras.

A los robots les gusta mi neuro-toma.

—Sí, tienes razón —asintió Toshio—. Encárgate de eso.

El piloto, con su interfaz neuro-electrónico directo, podría controlar la sonda mejor que Toshio. De los humanos de a bordo, sólo Emerson d'Anite y Thomas Orley estaban provistos de aquellas uniones ciborg. Pasaría mucho tiempo antes de que los humanos pudieran adaptarse tan bien como los delfines a los efectos secundarios de la implantación de tomas. Las neuro-tomas eran, además, indispensables para los fines que habían sido genéticamente preparados para recibirlas.

Siguiendo las órdenes de Keepiru, la pequeña sonda se desenganchó por sí misma de la parte posterior del trineo. Se proyectó hacia el agujero y desapareció en su interior.

Toshio nunca hubiera esperado que le hicieran volver en compañía de Keepiru a un lugar donde, en su opinión, ninguno de los dos había tenido un buen comportamiento. La importancia de su misión, asistir y proteger a dos importantes científicos, aún le confundía más. ¿Por qué Creideiki no había designado a otro? ¿A alguien más digno de confianza?

El comandante, por supuesto, también podía haberles hecho salir de la nave a los cuatro para sacárselos de encima. Pero aquello tampoco tenía sentido.

Toshio decidió no intentar comprender la lógica de Creideiki, puesto que le resultaba tan inescrutable como el propio carácter de éste. ¿Era quizás una condición inherente al cargo? Toshio sólo sabía que Keepiru y él estaban decididos a realizar un buen trabajo en aquella misión.

Como guardiamarina, oficialmente, superaba en grado a Keepiru. Pero la tradición decía que los contramaestres y los pilotos tenían mando sobre los guardiamarinas, a menos que las autoridades superiores decidiesen otra cosa. Toshio debía ayudar a Sah'ot y a Dennie en sus investigaciones. Keepiru era el responsable de la seguridad.

Al joven le sorprendía que los otros escucharan sus sugerencias; y, sobre todo, que le pidieran su opinión. Le iba a costar trabajo acostumbrarse a aquello.

La imagen transmitida por el robot apareció en la pantalla: un cilindro hueco excavado en el esponjoso metal. Unas destrozadas raíces era todo lo que quedaba del anclaje que mantenía en su sitio el tronco del árbol taladrador. Nubes de partículas flotaban ante la cámara mientras observaban el ascenso de la sonda. Después, la imagen se fue aclarando a causa de la luz del día que un ligero velo de burbujas hacía centellear.

—¿Crees que tendrá la suficiente amplitud para el paso de un trineo? —preguntó Toshio.

Keepiru silbó que le parecía que sí.

El robot emergió en una charca de varios metros de ancho. Su cámara ofrecía una panorámica de la orilla y transmitía imágenes de un cielo azul recortándose contra el verde follaje. El gigantesco tronco del árbol taladrador había caído sobre el bosque.

Aunque la pronunciada pendiente del cráter impedía ver los daños causados por su caída, Toshio estaba seguro de que ésta no se había producido en dirección a la aldea aborigen.

Les había preocupado que, al abrir un camino hacia el interior de la isla con explosivos, se desatase el pánico entre los cazadores-recolectores. A pesar de todo, decidieron correr el riesgo, puesto que intentar llegar de forma normal, subiendo por sus escarpadas orillas batidas por las olas, era demasiado peligroso; y una locura exponerse a ser vistos por los satélites espías galácticos. La caída, en apariencia accidental, de un árbol en una isla, difícilmente despertaría sospechas en los eventuales observadores de las alturas.

—Ahí —dijo Toshio, señalando un punto en la pantalla.

—¿Qué pasa, Tosh? —preguntó Dennie, acercándose para mirar—. ¿Algún problema?

Keepiru detuvo la cámara cuando estaba a punto de finalizar su reconocimiento.

—Ahí —dijo Toshio—. Ese desgarrado bloque de coral que cuelga sobre la charca.

Parece que esté a punto de caer.

—¿No puede el robot apuntalarlo por debajo con cualquier cosa?

—No lo sé. ¿Tú qué crees, Keepiru?

Algún plan puede funcionar

Si el destino lo acepta.

Podemos apostar

Y simplemente intentarlo.

Keepiru miró las pantallas gemelas y se concentró. Toshio sabía que el piloto estaba a la escucha de la compleja estructura de sonido-imágenes que recibía por medio de su conexión neural. Bajo la dirección de Keepiru, el robot se desplazó hacia el borde de la charca. Sus pinzas se agarraron al esponjoso metal de la orilla y tiraron hacia arriba. Una fina lluvia de guijarros cayó sobre él.

—¡Atención! —gritó Toshio.

El bloque desgarrado se inclinó hacia adelante. La cámara lo mostró oscilando peligrosamente. Dennie se apartó de un salto de la pantalla. Entonces la roca cayó y aplastó al robot.

Siguió un torbellino de imágenes. Dennie continuaba mirando a la pantalla, pero Toshio y Keepiru dirigieron la mirada hacia el orificio producido por el tronco. De pronto, una lluvia de cascotes cayó por la abertura, desapareciendo en las tinieblas del abismo lanzando un último destello al pasar ante los faros del trineo. Después de un largo silencio, Keepiru dijo:

En el fondo yace la sonda. Sus pulmones están vacíos.

Pero una pseudo-muerte se me ha escatimado

Pues todavía silba con ecos desamparados.

Keepiru quería decir que la sonda aún le enviaba mensajes desde la oscura cornisa donde finalmente se había detenido. Su pequeño cerebro y su transmisor no habían resultado destruidos, y Keepiru no había sufrido la sacudida que una repentina interrupción podía enviar a la conexión de su sistema nervioso.

Pero los tanques de flotación del robot estaban destrozados. Eso lo condenaba a permanecer allí abajo.

Debía ser éste el último obstáculo.

Voy a ir

con cuidado

a comprobar.

Toma el trineo, Dennie, y ¡observa!

Antes de que Toshio o Keepiru pudieran detenerle, Sah'ot salió del trineo y se alejó rápidamente. Aleteó con fuerza y desapareció en el agujero. Keepiru y Toshio se miraron, compartiendo un mal pensamiento sobre aquellos locos civiles.

Al menos, se dijo Toshio, podía haberse llevado una cámara. Pero entonces, si Sah'ot hubiese esperado, Toshio habría tenido la oportunidad de reclamar el dudoso privilegio de explorar el pasaje.

Miró a Dennie. Ella observaba la pantalla de la sonda robot, como si ésta pudiese enviar alguna señal de lo que le estaba ocurriendo a Sah'ot. Hubo que sacudirla para que saliera de su ensueño y nadase hasta el otro trineo para tomar los mandos.

Toshio siempre había considerado a Dennie Sudman como una científica adulta, amigable pero enigmática. Ahora veía que ella no era mucho más madura que él mismo.

Y aunque poseía el prestigio de su estatus profesional, carecía del eclecticismo de que él estaba dotado gracias a su entrenamiento de oficial. Ella nunca se enfrentaría con la cantidad de personas, cosas y situaciones que le esperaban a él a lo largo de su carrera.

Miró de nuevo hacia el agujero del techo de la caverna mientras Keepiru lanzaba nerviosas burbujas. Si Sah'ot no reaparecía, pronto debería decidir qué hacer.

Evidentemente, Sah'ot era un experimento genético, en el que los investigadores habían implantado un juego de rasgos para conseguir un calculado grado óptimo. Si lo consideraban un éxito, los rasgos podrían injertarse al conjunto genético básico de la especie. Aquel proceso representaba, aunque considerablemente acelerado, la segregación y las combinaciones que se operaban en la naturaleza.

Sin embargo, tales experimentos, a veces, daban resultados inesperados.

Toshio no estaba seguro de poder confiar en Sah'ot. El misterio de que se rodeaba el etnólogo no era producto de una personalidad rica y reflexiva como la de Creideiki. El hermetismo de Sah'ot era crispante y artificial, similar a las apariencias que adoptaban algunos humanos que había conocido.

Además, estaban las pretensiones amorosas de Sah'ot respecto a Dennie. No era que él fuese un puritano. Tales pasatiempos no estaban estrictamente prohibidos, pero todos sabían que causaban problemas.

En apariencia, Dennie no era consciente de los sutiles detalles con los que encandilaba a Sah'ot. El joven guardiamarina se preguntaba si sería capaz de decírselo, o incluso, si era asunto de su incumbencia.

Pasó otro tenso minuto. Entonces, en el preciso instante en que Toshio se disponía a seguir el camino emprendido por Sah'ot, éste salió del agujero y se dirigió hacia ellos.

El camino está libre.

Por él os conduciré.

Keepiru lanzó su trineo al encuentro del etnólogo y silbó algo en un tono tan agudo que Toshio, a pesar de su oído calafiano, no pudo entenderlo.

La boca de Sah'ot se retorció, para cerrarse luego con una desganada actitud de sumisión. Sin embargo, había algo desafiante en sus ojos. Volvió su mirada a Dennie, incluso mientras giraba para ofrecer una de sus aletas ventrales a los dientes de Keepiru.

El piloto la pellizcó simbólicamente y se volvió hacia los demás.

Other books

Broken Souls by Beth Ashworth
The Masuda Affair by I. J. Parker
Invaders from the Outer Rim by Eric Coyote, Walt Morton
Blood Trail by Nancy Springer
Raven's Rest by Stephen Osborne
Violet Ink by Rebecca Westcott
The Blonde Theory by Kristin Harmel
The Boss and His Cowgirl by Silver James