Marea estelar (50 page)

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Authors: David Brin

Keepiru miró la espuma rosada alrededor de las poderosas y aceradas mandíbulas del gigante. El cadáver de Akki derivaba lentamente, arrastrado por la marea.

—Sé lo que eres, K'tha-Jon. Keepiru cambió al ternario.

Hierven las aguas frías

Cuando gritas.

Tus hambrientas mandíbulas rojas

Satisfacen tu sueño.

Los arpones mataban

A las ballenas,

Las redes de Iki

Nos atrapaban,

Sin embargo, sólo tú

Nos asustas en la noche,

Tú solo

...Orca.

Las mandíbulas de K'tha-Jon se abrieron de satisfacción, como si acabaran de hacerle un cumplido. Subió a tomar aire y retornó situándose a pocos metros de Kee-piru, sonriendo.

—Hace tiempo que sssabía la verdad. Soy uno de los experimentos clave de nuestro querido tutor humano Ignacio Metz. Essse necio ha hecho una gran cosa, a pesar de toda sssu estupidez. Algunos de los que consiguió introducir en el Streaker han sufrido una regresión o se han vuelto locos, en efecto. Pero yo sssoy un éxito...

—¡Tú eres una calamidad! —farfulló Keepiru, cuyo respirador le impedía utilizar otras palabras más adecuadas.

K'tha-Jon se dejó llevar por la corriente un poco más cerca de Keepiru, quien retrocedió involuntariamente, alejándose. El gigante se detuvo de nuevo; un chasquido de satisfacción emanaba desde su frente.

—¿Eso crees, piloto? ¿Piensas que tú, un simple devorador de peces, puedes comprender a los que son superiores a ti? ¿Estás capacitado para juzgar a uno cuyos ancestros estaban en la c-cima de la cadena alimenticia oceánica? ¿Y juzgar también a todosss los de tu especie?

Keepiru apenas le escuchaba, incómodo por la menguante distancia que había entre él y el monstruo.

—Presumes demasiado. Sólo tienes algunos genes injertados de...

—¡Soy una ORCA! —aulló K'tha-Jon. El grito resonó como un agudo toque de cornetas—. ¡La apariencia física no significa nada! Lo importante es el cerebro y la sangre. Escúchame, ¡y atrévete a negar lo que soy!

El chasquido de las mandíbulas de K'tha-Jon fue como un pistoletazo. A continuación, aulló de nuevo el grito de caza y Keepiru, bajo su foco directo, sintió aflorar un instinto profundo, un deseo de cobijarse a sí mismo, de ocultarse o morir.

Keepiru lo resistió. Se obligó a adoptar una postura corporal dominante y escupió palabras de desafío.

—¡Tú eres una degeneración, K'tha-Jon! Peor aún, eres una cosa mutante, desprovista de herencia. Un mal injerto de Metz. ¿Crees que una orca auténtica haría lo que tú acabas de hacer? En la Tierra, los delfines naturales siguen cazando, ¡pero nunca cuando ya están saciadosss! ¡El verdadero asesino de ballenas es el que mata gratuitamente!

Keepiru defecó y dirigió los excrementos con las aletas hacia el gigante.

—¡Eres un experimento fracasado, K'tha-Jon! Dices que utilizas la lógica, pero no tienes futuro. ¡Y cuando mi informe llegue a la Tierra, tus plasma-genes serán arrojados a una papelera! Tu linaje, como el de todos los monstruos, se extinguirá.

Los ojos de K'tha-Jon relampagueaban. Barrió a Keepiru con el sonar, como si memorizara cada rasgo de una presa segura.

—¿Y qué te hace pensar que podrás enviar un informe? —siseó.

Keepiru sonrió con la boca abierta.

—El simple hecho de que eres un lisiado y demente monstruo cuyo hocico despuntado no puede siquiera romper el cartón, cuya virilidad sólo satisface a las nadadoras de charcas, que no dan a luz pero ensucian el agua...

El gigante lanzó un nuevo aullido, esta vez de rabia. Cuando K'tha-Jon cargó, Keepiru se dio la vuelta y se introdujo en un canal lateral, escapando sólo por una cabeza de las poderosas mandíbulas.

Atravesando un espeso cortinaje de hierbas colgantes, Keepiru se felicitó a sí mismo.

Provocando en K'tha-Jon una venganza personal, había conseguido que la criatura olvidara por completo su arnés... y el rifle láser. Era obvio que K'tha-Jon deseaba asesinar a Keepiru en la misma forma que lo había hecho con Akki.

Keepiru sólo aventajaba en un cuerpo al mutante.

Tan lejos como pueda, pensó mientras pasaba junto a los centelleantes acantilados metálicos.

Pero era muy difícil librarse de su perseguidor. Y las amenazantes mandíbulas conseguían que Keepiru se preguntara si su estrategia, después de todo, había sido juiciosa. La caza prosiguió sin descanso durante toda la tarde. Cuando el sol se puso, aún continuaba.

En la oscuridad, la caza se convirtió en una batalla de ingenio y de sonido.

Los habitantes nocturnos del archipiélago, dominados por el pánico, abandonaron su territorio a los dos monstruos extranjeros que surcaban el laberinto de islotes dejando a sus espaldas nubes de burbujas. A su paso, llenaban los abismos y bajíos con complejos y confusos esquemas sonoros, componiendo imágenes y vividas ilusiones de ecos. Los peces del lugar abandonaron el área, permitiendo que batallaran los aliens.

Era un terrorífico juego de imágenes y sombras, de decepciones y repentinas emboscadas.

Keepiru se deslizó fuera del estrecho canal enlodado, y escuchó. Hacía una hora que no oía el grito de caza, pero eso no quería decir que K'tha-Jon estuviese en silencio.

Keepiru elaboró un mapa mental del área circundante a partir de las reflexiones que recibía, y supo que algunas de las imágenes sólo eran sutiles artificios construidos. El gigante estaba cerca, y usaba sus órganos sonoros excepcionalmente habilidosos para fijar una cubierta de falsedad sobre los ecos de aquel sitio.

Keepiru deseaba poder utilizar la vista. Pero las nubes de medianoche lo sumían todo en las tinieblas. Sólo la débil fosforescencia de las plantas iluminaba el paisaje marino.

Subió a la superficie para respirar, y contempló el oscuro paisaje exterior. Bajo una sombría y lóbrega llovizna, la vegetación de las grandes colinas metálicas se balanceaba y crujía.

Keepiru tomó siete bocanadas de aire y descendió de nuevo. Abajo sería donde se desarrollara la batalla.

Sombras irreales nadaban a través de los abiertos canales. Un falso eco parecía presentar una salida directa hacia el norte, la dirección en que Keepiru intentara orientar la cacería, pero un cuidadoso examen le permitió deducir que se trataba de una ilusión.

Un poco antes, otro falso pasaje similar le había confundido hasta que, en el último momento, pudo virar y alejarse, aunque demasiado tarde para evitar arañarse con las cepas que cubrían la ladera de una colina metálica a causa del impulso. Medio atontado, pudo liberarse de la maraña justo a tiempo para escapar del ataque. El hocico gigante de K'tha-Jon falló por centímetros. Pero mientras se alejaba, Keepiru fue alcanzado por un ávido rayo del rifle láser. Había sentido un calor repentino y terrible en su flanco izquierdo.

Era como estar en el infierno.

Sólo su mayor maniobrabilidad le permitió huir esta vez, y encontrar un refugio donde esperar que pasasen las oleadas de dolor.

Con tiempo, era probable que pudiese eludir al pseudo-orca. Pero el tiempo no estaba de su parte. K'tha-Jon se había concentrado en aquella caza ritual y no se preocupaba en pensar qué sucedería después. No tenía planeado regresar a la civilización. Todo lo que debía hacer era impedir que Keepiru informara, y confiar en que Ignacio Metz protegiera sus derechos de descendencia en la Tierra.

Keepiru tenía responsabilidades. Y el Streaker no iba a esperarlo si se le presentaba la ocasión de escapar.

Sin embargo, pensó, ¿estoy en realidad esforzándome todo lo posible para huir?

Frunció el ceño y sacudió la cabeza. Dos horas antes, estaba casi seguro de haber perdido a K'tha-Jon. Pero en lugar de aprovechar la oportunidad para alejarse, se puso a virar en redondo, llevado por un razonamiento que ahora ni podía recordar, hasta que captó de nuevo el rastro sonoro del gigante. Su enemigo, a la vez, también localizó a Keepiru. Instantes más tarde, el grito de caza resonó a su alrededor, y el mutante recomenzó la persecución.

¿Por qué hice aquello?

Una idea pasó por su mente... la verdad... Pero debió dejarla a un lado. K'tha-Jon se aproximaba. Apenas notó la descarga de adrenalina sobreponiéndose al dolor de sus heridas y arañazos.

Las ilusiones se desvanecieron como un banco de niebla, disolviéndose en la serie de chasquidos y susurros que las constituían. En un remolino provocado por sus poderosos aletazos, el gigante penetró en el canal que estaba debajo de Keepiru. K'tha-Jon le mostró el blanco sombreado de su vientre, recortado contra las tinieblas, cuando subió en busca de aire. Luego pasó nadando ante la cavidad en la que se escondía Keepiru, proyectando frente a él las pulsaciones de un sonar de búsqueda.

Keepiru esperó hasta que el monstruo hubo pasado, y luego ascendió a la superficie.

Respiró cinco veces con suavidad, y se dejó caer sin un solo movimiento de aleta.

El monstruo estaba diez metros más adelante. Keepiru no hizo ningún ruido mientras el otro subía de nuevo para respirar. Pero cuando el stenos descendía, emitió una cerrada ráfaga de chasquidos que rebotó en dos colinas metálicas al otro lado del canal.

El semi-orca giró bruscamente y, pasando a la izquierda de Keepiru, se lanzó a la caza de una ilusión.

Keepiru se dejó caer en picado, como un misil, de frente, sobre su enemigo.

Los sentidos del cazador eran increíbles, pues, a pesar de que no había producido ruido alguno, oyó algo a sus espaldas y giró como una peonza hasta casi situarse de cara a Keepiru.

En consecuencia, el ángulo ya no era el correcto para una carga frontal. El rifle láser se volvió hacia él... y las mandíbulas gigantes. Renunciar al ataque y huir era una clara invitación a que disparase.

Keepiru tuvo un súbito destello de memoria. Recordó a su instructor táctico de la academia, leyendo acerca de las ventajas de la sorpresa.

—...Es la única arma de nuestro arsenal exclusiva de terrestres sensitivos, que nadie ha podido reproducir...

Keepiru aceleró, y se detuvo justo enfrente de K'tha-Jon, pegando su vientre contra el vientre de la atónita criatura. Sonrió.

¿Quién puede rechazar

A un atento pretendiente...?

¡Bailemos!

El arnés de Keepiru gimió, y los tres brazos manipuladores se desplegaron para agarrar los de K'tha-Jon y mantenerlos inmóviles.

Aturdido, el gigante lanzó un grito de rabia y adelantó las mandíbulas hacia Keepiru, pero no pudo alcanzarlo. Intentó liberarse con golpes de sus sólidas aletas, pero Keepiru flexionó la cola adelante y atrás perfectamente sincronizada con la de su adversario.

Keepiru sintió que empezaba a tener una erección, y aquello le envalentonó. En los juegos eróticos de adolescentes que los jóvenes delfines machos practicaban, era el dominante quien por norma general adoptaba el papel del macho.

El gigante se retorció y sacudió. Saltó y rodó; y después nadó rápidamente en una impensada dirección, llenando el agua con sus aullidos. Keepiru se aferró a él fuertemente, sabiendo cuál sería el próximo movimiento táctico de K'tha-Jon.

El semi-orca se lanzó de costado hacia la abrupta ladera de una masa de metal.

Keepiru siguió sujetándose hasta que K'tha-Jon estuvo a punto de embestir contra el muro, con él en medio. De repente, se arqueó y desplazó su peso hacia un lado con una salvaje sacudida.

Puede que sea un gigante, pero K'tha-Jon no es una orca verdadera. El movimiento basculante de Keepiru bastó para desequilibrarlo justo antes de la colisión. K'tha-Jon golpeó con el flanco contra la pared de coral metálico, y dejó en ella jirones de carne sanguinolenta.

K'tha-Jon se apartó, sacudió la cabeza aturdido, dejando tras él una nube de sangre.

Por un instante, el monstruo pareció perder interés en todo lo que no fuera aire. Subió a la superficie y jadeó.

Yo también necesitaré aire muy pronto, constató Keepiru. ¡Pero ahora es el momento de golpear!

Trató de retroceder para poner en funcionamiento el soplete de corto alcance.

¡Estaba enganchado! ¡Atrapado en el cierre del arnés de K'tha-Jon! Keepiru tiraba de él pero no conseguía soltarlo.

K'tha-Jon no le quitaba el ojo de encima.

—¡Ahora es tu turno, desgraciado! —dijo con una carcajada—. ¡Me hasss hecho perder la paciencia! Todo lo que tengo que hacer es mantenerte bajo el agua. ¡Será interesssante ver cómo suplicas que te deje respirar!

Keepiru quería soltar una maldición, pero tenía que ahorrar todas sus energías. Se esforzaba por tumbar a K'tha-Jon sobre su espalda, para que le fuera posible alcanzar la superficie que se hallaba a un metro de distancia, pero el medio-orca estaba preparado e impidió todos sus movimientos.

Piensa, se dijo Keepiru. Tengo que pensar. Si supiera un poco más de Keneenk. Si pudiera...

Le quemaban los pulmones. Casi dejó escapar un grito de desesperación en primal.

Recordó la última vez que se sintió tentado por el primal. Recordó la voz de Toshio que le reprendía, que le gritaba. Y recordó su promesa personal de morir ahogado antes que volver de nuevo al nivel animal.

¡Claro! ¡Soy un idiota, un pez que tiene demasiado buen concepto de sí mismo! ¿Por qué no pienso?

Primero mandó una orden neural que soltase el soplete, pero fue inútil. Luego puso en movimiento los brazos de su arnés.

Aquellos que escogen

Modelos regresivos

No necesitan el espacio

Ni las herramientas de los espacionautas.

Con una garra se apoderó del enlace neural situado en uno de los laterales de la cabeza de K'tha-Jon. Los ojos del monstruo se ensancharon, pero antes de que pudiese hacer nada, Keepiru dejó el enchufe suelto asegurándose de causar el mayor dolor y deterioro posible. Mientras su enemigo chillaba, acabó de arrancar el cable de su sitio, dejando el arnés inutilizado para siempre.

Los brazos del arnés de K'tha-Jon se quedaron inermes. El pequeño silbido del rifle láser se apagó. K'tha-Jon aullaba y se debatía.

Keepiru aprovechó para respirar cuando el imitante, cobrando ánimos, le agarró y saltaron juntos fuera del agua. Volvieron a estrellarse contra la superficie mientras Keepiru se asía al arnés de K'tha-Jon. Se sujetó a él con dos de los brazos manipuladores.

KootchieKoo, canturreó mientras ponía el otro brazo en movimiento, preparado para atacar a su enemigo.

Con un giro repentino de su cuerpo, K'tha-Jon se las arregló para desprenderse de él.

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