Marea estelar (63 page)

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Authors: David Brin

En el todavía inundado puente, Gillian contemplaba la aniquilación de dos de sus naves perseguidoras. La tripulación lanzó gritos de alegría cuando el tercer crucero, que había empezado correctamente la maniobra, sufrió un fallo mecánico y colisionó con la nube gaseosa. Se disolvió en una bola aplastada de plasma.

—El resto de nuestros perseguidores están aún ocultos tras el planeta gaseoso —dijo Gillian—. Después de seguirnos desde Kithrup, creen que conocen nuestra dinámica, ¡y nunca esperarían que pudiéramos girar de esta forma!

—Tal vez —Tsh't no parecía tan segura—. Hemos lanzado una falsa sonda de señuelo en nuestra trayectoria anterior, imitando nuestra radiación. Quizá la sigan. Al menos, sospecho que van a rodear el planeta con una rápida curva hiperbólic-cca.

—¡Y así sólo tendremos que esperar a que vayan apareciendo! —Gillian se sentía un poco mareada. Tenían sólo una oportunidad muy clara, tan clara que podrían esperar un poco más a Hikahi y a Creideiki. Sería otro milagro.

El Streaker crujió al cambiar de rumbo.

—Suessi dice que los refuerzos de las paredes sufren una fuerte tensión —informó Lucky Kaa—. Quiere saber si vais a desconectar de nuevo el estasis o se realizará una de esas «disparatadas, locas y femeninas maniobras» tal como él las llama. Son sus palabras exactas, señor.

Gillian no respondió. En realidad, Suessi no esperaba que lo hiciera.

El Streaker completó su pronunciado giro y volvió sobre sus pasos en el momento exacto en que aparecían dos nuevas naves de combate en un extremo visible del planeta gigante.

—A por ellos, Tsh't —dijo Gillian a la oficial delfín, mostrando una cólera en su voz que no había permitido que se hiciera patente durante muchas semanas de frustración—.

¡Usa tus propias tácticas, pero cárgatelos!

—Sssí —Tsh't percibió que Gillian tenía los puños crispados. A ella le ocurría algo parecido. Se giró y avisó a la tripulación.

Con paciencia

Hemos soportado los insultos,

Con paciencia

Las maniobras malignas.

Ahora nos detenemos

Olvidada la paciencia.

El sueño y la lógica

¡Reunidos en el combate!

La tripulación del puente estalló en vítores. El Streaker se abalanzó sobre su desconcertado enemigo.

116
GALÁCTICOS

La voz de la matriarca SOTO rugía a través de la red de comunicaciones.

—¿Entonces estamos de acuerdo en dejar esta cacería y unir nuestras fuerzas?

El Acechador tandu prometió que se cortaría las dos piernas, no sólo una, por la vergüenza de llegar a ese acuerdo.

—Sí —replicó—. Si continuamos de este modo, lo único que haremos será malgastar nuestras fuerzas para nada. Vosotros, los soro, a pesar de ser unos parásitos, sois buenos luchadores. Unámonos de una vez y acabemos con todo.

Krat quiso dejar las cosas claras.

—Juramos por el Pacto Número Uno, el más antiguo e irrevocable que existe en la Biblioteca, que vamos a capturar juntos a los terrestres, que vamos a conseguir juntos la información y que vamos a descubrir juntos a los emisarios de nuestros ancestros, para que sean jueces en nuestras querellas.

—De acuerdo —asintió el tandu—. Ahora que ya hemos terminado con esto, vayamos juntos a buscar nuestro premio.

117
TAKKATA-JIM

Ahora sabía lo que entendían los humanos por un «paseo en trineo de Nantucket».

Takkata-Jim estaba cansado. Tenía la sensación de haber estado huyendo durante muchas horas. Cada vez que intentaba dirigir la lancha hacia un lado, para poder rendirse a uno de los grupos, el otro bando empezaba a disparar entre él y su objetivo, haciéndole retroceder.

Hacía un rato que había detectado una larga fila de naves despegando de Kitrup en dirección opuesta. No le costó mucho imaginar que el Streaker estaba haciendo su maniobra.

Esto se acabó, pensó. He intentado cumplir con mi deber tal como yo lo veía, y a la vez salvar mi vida. Ahora la muerte está cerca. Mi plan está perdido.

Yo estoy perdido. No puedo hacer nada, salvo, quizá, comprar unos minutos para el Streaker.

Hacía cierto tiempo que las dos flotas habían dejado de dispararse entre sí mientras lo perseguían. Takkata-Jim se dio cuenta de que habían llegado a un acuerdo.

De repente, su receptor emitió un código básico de contacto en Galáctico Uno. El mensaje era sencillo... parar y rendirse a la flota combinada tandu-soro.

Takkata-Jim batió las mandíbulas. No tenía transmisor, por lo tanto, no podía responder. Pero si se quedaba inmóvil en el espacio, considerarían que se había rendido.

Esperó hasta que el mensaje fue repetido tres veces.

Luego empezó a disminuir su velocidad, pero sin precipitarse. Sin prisa, alargando el tiempo.

Cuando los galácticos estuvieron cerca, y sus amenazas empezaron a plasmarse en un desenlace final, Takka-ta-Jim suspiró y volvió a conectar los controles de disparo de la lancha.

La nave dio un bandazo cuando unos pequeños misiles pasaron muy cerca de ella.

Takkata-Jim aplicó de nuevo la potencia máxima.

Cuando las dos flotillas descargaron simultáneamente contra él una ráfaga de misiles, trató de escapar, por supuesto. Otra actitud hubiera sido indigna.

Pero ya no tenía corazón para un mayor esfuerzo. En cambio, mientras tanto, compuso un poema.

La más triste de las cosas

Para un delfín, incluso para mí,

Es morir solo...

118
STREAKER

La emboscada en el gigante de gas fue inesperada. El enemigo se aproximó, utilizando la gravedad del planeta para girar sobre una pronunciada hipérbole. Ellos no estaban preparados para recibir un ataque por los flancos.

Comparado con sus rápidas maniobras, el Streaker estaba casi inmóvil. Se abalanzó sobre un par de cruceros que pasaban, lanzando una especie de red de antimateria en sus trayectorias.

Uno de ellos explotó, convirtiéndose en una bola de fuego antes de que los ordenadores del Streaker pudieran identificarlo. Sus pantallas probablemente estaban deterioradas después de semanas de combate.

La otra nave de guerra estaba en mejor estado. Sus pantallas destellaron una luz violácea, y en su casco brillaron unas finas líneas de metal en explosión. Pero consiguió escapar de la emboscada y aminoró la velocidad.

—Mala suerte. Va a librarse de nuestras minas —anunció Tsh't—. No teníamos tiempo para colocarlas a la perfección.

—No se puede tener todo —replicó Gillian—. Lo has hecho muy bien. Tardará algún tiempo en regresar. Tsh't observó la pantalla y escuchó su enlace neural.

—Puede incluso que tarde demasiado, si los motores continúan fallándole. Va a caer en espiral sobre el planeta.

—Adiós. Olvidémonos de ella y pensemos en las otras.

La trayectoria del Streaker lo estaba alejando del planeta gigante, hacia otro grupo de cinco cruceros dispuestos a embestir. Éstos, que habían presenciado la emboscada, estaban ajustando sus rumbos a toda prisa.

—Ahora podremos ver lo bien que funciona el «Caballo Marino de Troya» —dijo Gillian—. El primer grupo se acercó lo suficiente para reconocer el sonido de nuestros motores y saber que son de fabricación terrestre. Pero esos tipos iban demasiado retrasados. ¿Ha alterado Suessi nuestro circuito de salida a través de las líneas thenanias como estaba previsto?

—Lo ha hecho —silbó Wattaceti en señal de confirmación—. Suessi dice que se ha realizado de un modo muy eficiente. Pero te recuerda que nuestros motores no son thenanios.

—Dale las gracias de mi parte. Y ahora, nuestras vidas dependen de que todos estos tipos tengan muy poca imaginación, tal como Tom suponía.

—¡Máxima potencia a los escudos psi!

—De acuerdo, señor.

Los detectores de energía se iluminaron cuando los navíos que se aproximaban barrían con haces-sonda. El abigarrado grupo de naves alienígenas pareció dudar, y luego se dispersó.

—Los números uno, cuatro y cinco están acelerando para evitarnos —anunció Tsh't.

El puente se llenó de alegres parloteos y aplausos delfinianos.

—¿Y qué pasa con los otros?

—Desaceleran y se preparan para el combate —dijo Tsh't señalando dos puntos con su brazo manipulador—. ¡Estamos recibiendo una emisión en Galáctico Diez! ¡Es un desafío ritual! Creen que somos thenanios —Tsh't sacudió la cabeza—. ¡Quieren acabar con nosotros!

—¿Quiénes son?

—¡Los Hermanos de la Noche!

Las pantallas de aumento mostraban dos acorazados que se aproximaban, oscuros y siniestros.

¿Qué hacer? Gillian mantenía su rostro impasible. Sabía que los fines la estaban observando.

No podemos correr más que ellos, especialmente mientras estemos fingiendo utilizar motores thenanios o mientras llevemos este pesado caparazón thenanio. Pero sólo un demente se les enfrentaría en un combate directo.

Un luchador loco como Tom, pensó con ironía. O Creideiki. Si cualquiera de ellos estuviera al mando, yo estaría preparando las cartas de pésame para los Hermanos de la Noche.

—¿Gillian? —preguntó Tsh't con nerviosismo. Gillian volvió en sí. ¡Decídete! ¡Decídete ahora mismo! Vio cómo se aproximaban las máquinas mortíferas.

—Que se fastidien —dijo—. Dirígete hacia Kithrup.

119
GALÁCTICOS

—Debemos dejar a la mitad de nuestra flota reunida sobre el planeta. Ninguno de los otros se atreverá a regresar, ahora que hemos consolidado nuestra alianza. Nosotros debemos enviar también escuadrones para limpiar las lunas de enemigos escondidos, e investigar lo que ocurre más allá del gigante gaseoso.

El Acechador tandu tenía ahora cuatro piernas sola mente, en lugar de las seis que le eran propias. Krat, la soro, se preguntaba qué accidente habría sufrido el líder de sus desagradables aliados.

No era que le importase demasiado. Krat soñaba con el día en que pudiera arrancarle personalmente al Acechador los miembros que le quedaban, así como todos sus brotes encefálicos.

—¿Es posible que todo ese caos en él planeta exterior sea causado por nuestros adversarios? —preguntó Krat.

El proverbio tandu resultaba ilegible en el visor de la pantalla.

—Todo es posible, o imposible. Pero nuestra presa no podrá escapar ni siquiera de los rezagados. Si son capturados por éstos, los ejércitos restantes lucharán por ella. Cuando lleguen nuestras fuerzas de intervención, se la arrebataremos. Es muy fácil.

Krat asintió. Sonaba muy elegante.

Pronto, pensó. Pronto les arrancaremos a los terrestres toda su información o la encontraremos en los despojos de su nave. Y después podremos presentarnos ante nuestros ancestros.

Debo intentar asegurarme de que algunos humanos y delfines queden con vida, para que nos digan dónde está la flota del Progenitor. A mis pupilos no les gusta que los utilice para divertirme. Me ahorraría problemas si encontrara con qué divertirme fuera de la familia.

Con nostalgia, anheló a un macho de su propia especie mientras un destacamento de trece naves de la alianza soro-tandu se dirigía a toda velocidad hacia el gaseoso planeta gigante.

120
STREAKER

—¡Dañados los alerones de estasis del flanco de babor! —anunció Wattaceti—. ¡Todas las rampas lanzamisiles han sido inutilizadas!

—¿Ha sufrido algún daño el casco interno? —preguntó Gillian con ansiedad.

—No. Hasssta ahora, el cascarón thenanio está encajando todos los golpes. ¡Pero Suessi dice que las brazas se están debilitando!

—Ellos intentarán concentrar el fuego sobre nuestro flanco de babor —dijo Tsh't—. Y esperarán que demos la vuelta y escapemos. ¡Batería de misiles de estribor! ¡Lanzad minas a cuarenta grados acimut por cien grados sur! ¡Reducid la velocidad y ocultad los impulsores!

—¡Pero no hay nadie allí!

—¡Ellos estarán! ¡Fuego! ¡Timón a dos radianes por minuto y luego estabilizar a uno por minuto!

El Streaker se estremeció y crujió mientras viraba lentamente en el espacio. Sus pantallas brillaron peligrosamente bajo los intensos destellos de la batalla. Sus adversarios estaban indemnes, sin un solo golpe.

Del cuadrante no iluminado del Streaker salieron perezosamente seis pequeños misiles, que acabaron con su potencia. Después; viró intentando proteger su lado más débil, un poco más despacio de lo que en realidad era capaz.

Captando aquella gran debilidad, las naves de guerra enemigas viraron en la misma dirección, disparando a lo que los Hermanos de la Noche creían que era el casco de sus verdaderos enemigos.

El Streaker temblaba cada vez que un rayo atravesaba sus escudos protectores y golpeaba el caparazón thenanio. Los estasis centelleaban, dando a los tripulantes una misteriosa e intensa sensación de haber vivido aquello anteriormente. Incluso en el puente lleno de agua, los impactos arrancaban a la tripulación de sus puestos. El control de localización de daños anunciaba humo y fuego de metal en fusión y paredes abolladas.

Los cruceros entraron confiadamente en la zona minada, y los misiles explotaron.

Gillian se agarró con fuerza a una barandilla. Los sensores que no se habían deteriorado por el vapor mostraban que el enemigo estaba oculto tras una nube de gas.

—¡Potencia al máximo, veinte grados por dos setenta! —grito Tsh't—. ¡Alto, disparen!

Los forzados motores se agitaron. Las brazas que sujetaban el Streaker a su caparazón gimieron cuando aceleró en una nueva dirección.

—Bendito sea este maldito casco thenanio —comentó uno de los delfines—. ¡Esos rayos nos hubieran achicharrado!

Gillian examinó uno de los pocos holo que aún funcionaban, haciendo un esfuerzo para distinguir algo entre el humo y los fragmentos de metal. Por fin divisó al enemigo.

—¡Tocado! ¡Un golpe importante! —exclamó exultante.

Uno de los cruceros tenía un agujero en uno de sus flancos; en la cavidad, el metal seguía ardiendo y otras explosiones secundarias hacían tambalearse a la nave.

La otra parecía no haber sufrido daños; pero era más cautelosa ahora.

Seguid dudando así, les urgió Gillian en silencio. Dejadnos tomar ventaja.

—¿Alguien más a la vista? —le preguntó a Tsh't—. Si esas dos naves eran las únicas que quedaban, se podría poner de nuevo los motores a la máxima potencia y hacerles saber incluso que pertenecen a una nave de la Tierra.

—Sí, Gillian —parpadeó la teniente—. Hay seis más Se acercan muy deprisa —Tsh't sacudió la cabeza—. No hay forma de escapar de este nuevo grupo. Avanzan con demasiada rapidez. Lo siento, Gillian.

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