Muerto Para El Mundo (33 page)

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Authors: Charlaine Harris

Lo agarré por el brazo y tiré de él para levantarlo. Él me respondió con un intento de puñetazo, naturalmente. Pero yo no pensaba recibir, nadie iba a pegarme, de modo que pasé el puño entre sus vacilantes brazos y le di justo en la nariz. Gritó, añadiendo una capa más de sonido a la tremenda cacofonía de la estancia, y lo conduje hacia el mismo rincón donde había dejado previamente a Jane. Entonces vi que la anciana y el joven estaban brillando. Estupendo, los wiccanos habían conseguido emitir su hechizo y funcionaba, aunque con un poco de retraso. Ahora me faltaba encontrar a la tercera, una joven de pelo rojo teñido.

Pero mi racha de suerte se había acabado. La joven brillaba también, pero estaba muerta. Uno de los zorros le había destrozado la garganta: uno de los nuestros o uno de los suyos, daba lo mismo.

Avancé entre aquella melé hasta la esquina y agarré por el brazo a los dos wiccanos supervivientes. Debbie Pelt llegó entonces corriendo.

—Salid de aquí —les dije—. Encontrad a los demás wiccanos que están ahí fuera o marchaos a casa. Andando, en taxi, como sea.

—Ese barrio de ahí fuera es muy peligroso —dijo temblorosa Jane.

Me quedé mirándola.

—¿Acaso no lo es estar aquí dentro? —Lo último que vi de ellos fue que Debbie estaba dándoles indicaciones para salir de allí. Había salido hasta la puerta para acompañarlos. A punto estaba de largarme de allí después de ellos, ya que supuestamente no debía quedarme, cuando uno de los hombres lobo del bando de los brujos me agarró por la pierna. No consiguió morderme, pero sí rasgarme la pernera del pantalón, y eso fue suficiente para detenerme. Perdí el equilibrio y casi caigo al suelo, pero conseguí sujetarme a tiempo a la jamba de la puerta para mantenerme en pie. En aquel momento, la segunda oleada de hombres lobos y vampiros irrumpió por la puerta trasera y el lobo salió corriendo para enfrentarse a ellos.

La sala estaba llena de cuerpos volando por los aires, sangre salpicando por todos lados y gritos.

Los brujos luchaban con todas sus fuerzas y los que tenían capacidad para transformarse ya lo habían hecho. Hallow se había convertido en un amasijo de gruñidos y dientes. Su hermano estaba intentando ejercer algún tipo de magia, lo que le exigía mantenerse en forma humana, y trataba de alejarse de los hombres lobo y los vampiros para completar el hechizo.

Junto con el hombre de mejillas hundidas, entonaba una especie de cántico, que no dejó de canturrear mientras lanzaba un puñetazo contra el estómago de Eric.

La estancia empezó a llenarse de una neblina espesa. Los brujos, que luchaban con sus cuchillos o sus dientes de lobo, pillaron la idea y los que pudieron se sumaron a los cánticos de Mark con sus palabras. La neblina era cada vez más espesa, hasta que llegó un momento en que resultó imposible distinguir amigo de enemigo.

Me arrastré hacia la puerta para escapar de aquella nube sofocante. Costaba mucho respirar. Era como tratar de inhalar y exhalar bolas de algodón. Extendí la mano, pero en el trozo de pared que alcancé a tocar no había ninguna puerta. ¡Pero si estaba allí! Sentí una oleada de pánico en el estómago cuando me di cuenta de que palpaba por todos lados frenéticamente y no encontraba la salida.

No sólo no encontraba la puerta, sino que tampoco encontraba ya la pared. Tropecé con el cuerpo de un lobo. No veía ninguna herida, de modo que lo agarré y tiré de él, intentando rescatarlo de aquella espesa humareda.

El lobo empezó a contorsionarse y a transformase en mis manos, lo cual resultó bastante desconcertante. Fue incluso peor cuando vi que se transformaba en una desnuda Hallow. No conocía a nadie capaz de mutar a aquella velocidad. Aterrorizada, la solté de inmediato y volví a adentrarme en la nube. Había intentado ejercer de buena samaritana con la víctima que no correspondía. Una mujer a la que no conocía, una de las brujas, me cogió por detrás con una fuerza sobrehumana. Intentó agarrarme por el cuello con una mano mientras me sujetaba por el brazo con la otra, pero no lo consiguió y aproveché para morderla con todas mis fuerzas. Tal vez fuera una bruja, y tal vez fuera una mujer lobo, y tal vez se hubiera bebido un litro de sangre de vampiro, pero no era una buena guerrera. Gritó y me soltó.

Estaba completamente desorientada. ¿Dónde estaba la salida? Tosía y me lloraban los ojos. Sólo estaba segura de mi sentido de la gravedad. La vista, el oído y el tacto estaban afectados por espesas nubes blancas, cada vez más densas. Los vampiros tenían cierta ventaja en esa situación: no necesitaban respirar. Pero el resto de nosotros, sí. En comparación con la atmósfera cargada de la antigua panadería, el aire contaminado de la ciudad era una pura delicia.

Respirando con dificultad y llorando, extendí los brazos por delante de mí e intenté encontrar una pared o una puerta, un punto de referencia para orientarme. La habitación, que de entrada no me había parecido muy grande, me resultaba ahora gigantesca. Tenía la sensación de estar avanzando a trompicones por metros y metros de vacío, algo que era imposible a menos que los brujos hubiesen cambiado las dimensiones de la sala, y mi prosaica mente se negaba a aceptar aquella posibilidad. A mi alrededor oía gritos y sonidos amortiguados por la nube, pero no por ello menos aterradores. Delante de mi abrigo apareció de repente un montón de sangre. Noté que me salpicaba la cara. Emití un sonido angustiado que no pude transformar en palabras. Sabía que la sangre no era mía, y sabía que no estaba herida, pero me costaba creerlo.

Entonces algo cayó sobre mí, y mientras caía hacia el suelo vi de refilón su cara. Era la de Mark Stonebrook, y estaba muriendo. El humo lo envolvió al instante.

Y ¿si me agachaba yo también? Era posible que el aire fuera más respirable cerca del suelo. Pero allí estaba el cuerpo de Mark, y también otras cosas. Y eso que Mark era quien tenía que deshacer el hechizo de Eric. Ahora necesitaríamos a Hallow. Pero las cosas no siempre salen como uno espera. Me tropecé con Gerald, que se abría paso persiguiendo algo que no conseguí ver.

Me dije que era una chica valiente y con muchos recursos, pero me sonó a hueco. Seguí adelante, tratando de no tropezar con los restos que había en el suelo. Por todos lados encontraba parafernalia de los brujos, recipientes, cuchillos y pedazos de huesos y plantas que no conseguía identificar. Inesperadamente se abrió ante mí una zona despejada y vi a mis pies un recipiente volcado y un cuchillo. Cogí el cuchillo justo antes de que la nube lo cubriera. Estaba segura de que aquel cuchillo era para ser utilizado en algún ritual, pero yo no era bruja y lo necesitaba para defenderme. Me sentí mejor con el cuchillo en la mano, un cuchillo bellísimo y muy afilado.

Me pregunté qué estarían haciendo los wiccanos. ¿Serían los responsables de aquella nube?

Nuestros brujos, resultó, estaban disfrutando de una visión en directo de la pelea gracias a una de sus hermanas, una vidente. (Posteriormente me enteré de que aun estando físicamente con ellos, podía ver lo que sucedía mirando la superficie del agua en el interior de un recipiente). Podía resolver más cosas utilizando su método que nosotros, aunque no sé si en esa agua sólo vería una nube de humo blanco.

Fuera como fuera, nuestros brujos provocaron la lluvia... en el interior del edificio. La lluvia empezó a recortar lentamente la capa de nubes y, aunque me sentía mojada y tenía mucho frío, descubrí que estaba cerca de una puerta interior, la que conducía a la segunda habitación, la más grande. Poco a poco fui dándome cuenta de que podía ver; la habitación había empezado a llenarse de luz y podía discernir las formas. Una de ellas avanzaba hacia mí sobre unas piernas que no parecían muy humanas y me encontré delante de la cara de Debbie Pelt, gruñéndome. ¿Qué hacía aquí? Había salido para acompañar a los wiccanos y estaba de vuelta.

No sé si no pudo evitarlo, o si se había visto arrastrada por la locura de la batalla, pero la realidad era que Debbie se había transformado parcialmente. Le estaba saliendo pelo en la cara y sus dientes habían empezado a alargarse y afilarse. Se lanzó sobre mi garganta, pero no consiguió alcanzarme por la convulsión causada por la transformación. Intenté retroceder, pero tropecé con algo que había en el suelo y tardé un par de preciosos segundos en recuperar la estabilidad. Embistió de nuevo, con intenciones inconfundibles, y recordé entonces que yo llevaba un cuchillo en la mano. Se lo clavé y ella se quedó dudando, gruñendo.

Debbie había decidido aprovechar la confusión reinante para saldar cuentas conmigo. Yo no era lo bastante fuerte como para pelearme con un cambiante. Tendría que utilizar el cuchillo, aunque algo en mi interior se encogía de miedo ante la idea.

Entonces, entre lo que quedaba de neblina, apareció una mano grande manchada de sangre, y aquella mano grande agarró a Debbie Pelt por el cuello y se lo estrujó. Y siguió estrujándolo. Y antes de que me diera tiempo a recorrer con la vista el brazo, prolongación de aquella mano, y de llegar a la cara de su propietario, saltó sobre mí un lobo y me derribó.

Y me olisqueó la cara.

Luego, el lobo que tenía encima de mí fue golpeado y derribado también al suelo, donde empezó a gruñir y a pelearse con otro lobo. Yo no podía hacer nada, pues los dos se movían a tal velocidad que no estaba segura de ser capaz de ayudar a quien pretendía.

La neblina empezaba a dispersarse con rapidez y, aun habiendo zonas cubiertas por niebla espesa, ya veía la totalidad de la sala. Aunque había rezado desesperadamente para que llegara aquel momento, casi lo lamenté cuando por fin se produjo. El suelo estaba cubierto de toda la parafernalia de los brujos y de cuerpos, tanto muertos como heridos, y las paredes estaban salpicadas de sangre. Portugal, el atractivo joven lobo de la base aérea, estaba tendido en el suelo delante de mí. Muerto. Culpepper, agazapada a su lado, lamentaba su pérdida. Aquello había sido una guerra, algo que yo odiaba.

Hallow seguía en pie y en su forma completamente humana, desnuda y cubierta de sangre. En el momento en que yo miré, estaba estampando un lobo contra la pared. Era imponente y horrible. Pam, despeinada y sucia, se arrastraba detrás de ella. Jamás había visto un vampiro en tan mal estado, me costaba reconocerla. Pam se abalanzó sobre Hallow, agarrándola por las caderas y derribándola. Un placaje estupendo, y si Pam hubiese agarrado a Hallow un poco más arriba, todo se habría acabado. Pero Hallow, con la humedad de la lluvia y la sangre que cubría su cuerpo, estaba resbaladiza y tenía los brazos libres. Se revolvió, agarró a Pam por el pelo con las dos manos y tiró. De allí saltaron mechones de pelo, junto con un buen pedazo de cuero cabelludo.

Pam chilló como una tetera gigante al alcanzar el punto de ebullición. Nunca en mi vida había oído un sonido tan potente saliendo de una garganta —si bien no humana, una garganta, al fin y al cabo—. Pam era miembro de la escuela vengativa, de modo que sujetó a Hallow contra el suelo, agarrándola por los antebrazos y presionando con fuerza, presionándola hasta que ésta quedó inmovilizada. Debido a la fortaleza de la bruja, aquélla fue una lucha terrible, y a Pam le perjudicaba además la sangre que le caía por la cara. Pero Hallow era humana, y Pam no. Así que ésta iba ganando... hasta que uno de los dos brujos, el hombre de las mejillas hundidas, llegó a rastras a donde se encontraban las dos mujeres y mordió a Pam en el cuello. Pam tenía las dos manos ocupadas y no pudo impedírselo. Pero el hombre no sólo mordió, sino que bebió su sangre, y a medida que iba bebiendo, su fuerza fue aumentando, como si se le cargaran las pilas. Nadie parecía estar viéndolo excepto yo. Me arrastré por encima del cuerpo exánime de un lobo y de uno de los vampiros para aporrear al hombre de las mejillas hundidas, que se limitó a ignorarme.

Tendría que utilizar el cuchillo. Nunca había hecho una cosa así; cuando me había defendido de alguien, siempre había sido en una situación a vida o muerte, y la vida o la muerte había sido la mía. Esto era distinto. Dudé, pero tenía que hacer algo, y rápidamente. Pam estaba debilitándose ante mis ojos y no podría seguir sujetando a Hallow mucho más tiempo. Cogí el puñal de hoja negra por su mango negro, lo acerqué a la garganta del hombre, y se lo clavé un poco.

—Suéltala —dije. Siguió ignorándome.

Se lo clavé con más fuerza, y apareció un hilillo de sangre que empezó a descender cuello abajo. Entonces soltó a Pam. Pero antes de que pudiera alegrarme de que la había soltado, se volvió y se abalanzó contra mí con ojos de loco y la boca abierta, dispuesto a morderme. Sentí el deseo en su cerebro, ese "quiero, quiero, quiero". Volví a acercarle el cuchillo al cuello, y justo cuando estaba armándome de valor para clavárselo, se abalanzó sobre mí y empujó la hoja contra su propio cuello.

Se quedó con los ojos en blanco casi al instante.

Se había matado solo. No creo que llegara a darse cuenta de que el cuchillo estaba ahí.

Presencié esa muerte desde muy cerca, fue una muerte delante de mis narices, y yo había sido el instrumento de ella, aun inconscientemente.

Cuando conseguí levantar la vista, Pam estaba sentada sobre el pecho de Hallow, inmovilizándole los brazos con sus rodillas, y estaba sonriendo. Aquello resultaba tan extraño que miré a mi alrededor para descubrir el motivo, y vi que la batalla parecía haber tocado a su fin. No tenía ni idea de cuánto había durado aquella lucha invisible bajo la espesa niebla, pero los resultados se veían ahora con claridad.

Los vampiros no matan limpio, matan formando un caos. Podría decirse que tampoco los lobos son famosos por sus modales en la mesa. Los brujos al parecer no derramaban tanta sangre, pero el resultado final era realmente horrible, como una película nefasta, de esas que sientes vergüenza de haber pagado por verla.

Al parecer, habíamos ganado.

En aquel momento, la verdad es que apenas me importaba. Estaba agotada, mental y físicamente, y eso significaba que todos los pensamientos de los humanos, y algunos pensamientos de los hombres lobo, daban vueltas en mi cerebro como la ropa dentro de una secadora. No podía hacer nada para impedirlo, de modo que dejé que los cabos sueltos siguieran girando en mi cabeza mientras, con las últimas fuerzas que me quedaban, me quitaba de encima el cadáver. Me quedé tendida en el suelo boca arriba, mirando el techo. Aun sin pensar nada, tenía la cabeza llena de pensamientos de los demás. Prácticamente todo el mundo estaba pensando lo mismo que yo: que estaban agotados, que había sangre por todas partes, que parecía increíble haber vivido una lucha como aquélla y haberla sobrevivido. El chico con el cabello de punta había recuperado su forma humana y estaba pensando ahora en que lo había disfrutado mucho más de lo que se imaginaba. De hecho, su cuerpo desnudo era una prueba visible de lo mucho que lo había disfrutado, e intentaba disimularlo. Lo que quería, en el fondo, era seguir a aquella preciosa y joven wiccana y encontrar un rincón tranquilo. Hallow estaba odiando a Pam, odiándome a mí, odiando a Eric, odiando a todo el mundo. Trataba de murmurar un maleficio para ponernos a todos enfermos, pero Pam le dio un codazo en el cuello y la calló de golpe.

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