Órbita Inestable (41 page)

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Authors: John Brunner

Tags: #Ciencia ficción

—Esa es una ilustración. La destrucción de Blackbury, Chicago, Detroit, Blackmanchester, y un cierto número de otras ciudades más pequeñas controladas por los nigs a principios de los 2020, puede explicarse sobre estas bases. Sin embargo, durante la década de los 2030 el fenómeno estaba extendiéndose a nivel individual.

—¿Cómo? —preguntó Flamen.

Claramente, el hurgón se había sentido atrapado por la discusión sin proponérselo; su voz era ronca y reluctante.

—El conocimiento de la existencia en la inmediata vecindad de uno de una persona lo suficientemente rica como para invertir en una unidad del sistema C motivaba frecuentemente el asesinato de tal persona. En algunas zonas, notablemente en California y en el estado de Nueva York, la incidencia alcanzó más de un setenta por ciento.

—¿Quiere decir que el setenta por ciento de la gente rica que resultó muerta lo fue porque sus vecinos tenían miedo de que adquirieran esas armas? —preguntó Conroy.

—No. El setenta por ciento de las personas lo suficientemente ricas como para comprar esas armas fueron muertas antes de que pudieran siquiera pensar en ello.

Hubo un terrible y mortal silencio en el cual el débil zumbido de los ordenadores que les rodeaban era como el tañido de una campana de funeral.

—¿Cuánto… costaban? —Las palabras rezumaron de la boca de Flamen como rezumaría el zumo de una naranja.

—Inicialmente, cien mil dólares. La inflación hizo subir el precio hasta que la clase V y última fue tasada en 155.000 $.

Una vez más hubo una pausa. Una vez más Lyla la rompió, como si dudara en hablar a menos que estuviera segura de que nadie más estaba ansioso por decir algo.

—Pero no veo lo que se espera que hagamos —dijo—. Es peor saber que algo terrible está a punto de ocurrir. Quiero decir, que podría ocurrir fácilmente. Todo el mundo alzando barricadas… Cuando usted y yo salimos la pasada noche sólo para intentar comer algo…

La frase vaciló y murió.

—Puedo ver varias cosas que valdría la pena intentar —dijo Conroy—. Por ejemplo, la emisión de Flamen del lunes podría presentar detalles precisos de las propuestas armas integradas del sistema C, presentando incluso su precio de mercado, y si tengo alguna noción de cómo funcionan las mentes de los Gottschalk eso hará que un buen montón de los seguidores de Anthony se separen de él pensando que si no es capaz de guardar un secreto jamás podrá ser un buen líder. ¿Qué le parece, Flamen?

El hurgón estaba componiendo una respuesta que, por el aspecto de su rostro, pretendía ser irónica, cuando la comred zumbó y una voz dijo:

—Llamada prioritaria… Tiene que estar aquí.

—¿Qué demonios? —Flamen giró sobre sus talones para enfrentarse a la cámara—. ¿Se puede saber quién está intentando localizarme en pleno fin de semana?

En la pantalla tomó forma el rostro de Prior, revelando alivio.

—¡Gracias al cielo que te encuentro, Matthew! —exclamó—. He estado buscándote por todas partes…, en casa, en el Ginsberg, en el hotel donde alojaste a Conroy… —Sus ojos se clavaron más allá de Flamen, registró a los demás que estaban presentes, y su tono cambió—. ¿Pero qué demonios estás haciendo aquí? Oh, no importa, no puede ser tan trascendente. ¡Matthew, hemos sido echados a la calle!

—¿Qué?

—Acabo de recibir una llamada de Eugene Voigt. Ya sabes que la CPC siempre controla los cambios de accionariado en el campo de las comunicaciones a fin de estar al corriente por si alguien pretende hacer una jugada. Bien, pues alguien la ha hecho, y rápido, y ese alguien son los Gottschalk. Hace apenas cuarenta minutos han registrado el cincuenta y uno por ciento de las acciones de la Holocosmic a su nombre… Aparentemente han estado comprándoselas a todo el mundo al que podían localizar, aproximadamente al doble de su precio de mercado…, y su primera decisión ahora que controlan la cadena ha sido eliminar el programa de Matthew Flamen.

—¡Pero yo tengo un contrato!

—Una cantidad global como indemnización más una compensación por probable no renovación. Voigt dijo que sus ordenadores estimaban una cifra un poco por debajo de los dos millones. Te aconseja que no hagas nada, porque ellos podrían salirse del asunto incluso con medio millón menos.

—¿Y qué infiernos van a poner en mi lugar?

Prior se alzó de hombros.

—¿Y a quién le importa? ¡Deja que sean atrapados por excederse del límite de publicidad fijado por la CPC!

—Ellos no pueden hacer esto a… —Estúpidamente, Flamen dejó caer las manos a sus costados. Podían, por supuesto, hacérselo, y no servía de nada intentar luchar contra ello. Optó por—: ¿Pero por qué desearían hacerme esto?

—Para impedir la divulgación prematura de detalles relativos al sistema C de armas integradas —dijo Madison/Gottschalk—. Recuerdo haber emitido esa recomendación.

Calló, frunciendo terriblemente el ceño.

Prior lo miró parpadeando, asombrado, pero siguió aferrado a su tema.

—Matthew, ¿has ido más lejos de lo tolerado? ¿Has estado preparando algo sobre los Gottschalk?

—Yo… —Flamen agitó la cabeza—. No lo sé. Ya no sé nada. —Dudó—. ¿Qué voy a hacer? —estalló.

—Aquí hay una pitonisa que se ha quedado sin mackero —dijo Conroy alzándose de hombros—. ¡Oh, por el amor de Dios, hombre! ¿No puede pensar en nadie más que en usted mismo en estos momentos? Para mí éste es el hecho decisivo; seguiré creyendo a pies juntillas en la loca historia de Madison hasta que me vea obligado a no creer en ella. Esta maldita especie nuestra ha perdido ya sus sesos colectivos, así que, ¿porqué no…?

Detrás de Prior, en la pantalla, apareció un nuevo rostro, mirando por encima de su hombro: el de Celia.

—Oh, estás llamando a Matthew —dijo alegremente. Parecía haberse librado de la mayor parte del efecto adormecedor de las drogas que le habían estado administrando en el Ginsberg, y se mostraba de nuevo casi vivaz—. Y esa es su oficina. ¡Hummm! Debe de tener algo importante entre manos si está trabajando un sábado por la tarde. ¡Hola, Matthew!

—¡Oh, cállate! —gruñó Flamen—. No estoy de un humor sociable. Aparentemente, acabo de perder mi trabajo.

—¿Qué? ¿Cómo puede haber ocurrido? Creí que tu contrato…

—Lionel dice que los Gottschalk han comprado la Holocosmic, y parece como si lo hubieran hecho específicamente para librarse de mi emisión.

—Pero eso es horrible —dijo Celia lentamente—. Quiero decir, sé lo importante que es tu trabajo para ti. Incluso hizo que te olvidaras de mí, ¿recuerdas?

—Bien, si lo que pretendes es iniciar una discusión doméstica, te advierto que puedes…

—No, no, por supuesto que no —interrumpió Celia, apaciguadora—. No estoy reprochándote nada, tú eres así, simplemente. Supongo que yo me resentí de ello, de una forma tal vez subconsciente, porque a una mujer le gusta que se ocupen de ella, pero no es una reacción racional, y después de todo tú has estado realizando un trabajo maravilloso con tu emisión durante todos estos años. —Sonaba perfectamente sincera, aunque la reacción de Flamen fue de suspicacia—. ¿No hay nada que puedas hacer al respecto, como demandarlos por incumplimiento de contrato?

—Han ofrecido una compensación —dijo Prior antes de que Flamen pudiera responder—. Celia, querida, márchate, ¿quieres? ¡Tenemos problemas!

—Sí. Sí, por supuesto.

Su agradable rostro se frunció ligeramente, y desapareció del campo de la cámara.

—Ahora, ¿dónde estábamos? —dijo Prior, con tono irritado—. Oh, sí: Matthew, estaba preguntándote si has hecho algo que haya podido alarmar a los Gottschalk, y si es así, entonces…

Fue interrumpido por una exclamación de Diablo, que había saltado en pie y señalado con un brazo a Madison.

—¿Qué es lo que ha ocurrido de pronto? —exclamó.

Todas las cabezas se volvieron. Madison se había derrumbado en su silla, y su hasta entonces firme rostro había adoptado una expresión idiota, los labios tan colgantes que un hilillo de baba empezaba a resbalar por su mentón. Tras un momento alzó su mano izquierda con ayuda de la derecha y la examinó curiosamente, pareciendo contar los dedos. Cuando Conroy le habló, su única reacción fue una blanda y estúpida sonrisa.

—Doctor Reedeth —dijo Diablo nerviosamente—, creo que debería echarle usted una mirada.

El psicólogo se acercó cautelosamente, observando al nig de la cabeza a los pies. Dijo:

—¿Madison? —Y luego, más fuertemente—: ¡Madison!

El nig se alzó torpemente, como si tuviera dificultad en controlar sus miembros, y permaneció de pie en una tambaleante actitud de tío Tom.

—Aquí, capitán, señor —dijo como en un lamento—. Señor, no me siento bien, de veras. ¡Por favor, no me envíe de nuevo a la empalizada!

Mientras Reedeth y los demás seguían aún petrificados por el asombro, Flamen se volvió en redondo hacia Conroy.

—¡Bien! Sólo soy un lego, por supuesto, pero eso no me suena excesivamente racional. ¿Qué era lo que estaba diciendo hace un momento acerca de creer a pies juntillas su historia hasta que se viera obligado a dejar de creer en ella?

Conroy parecía desconcertado, la boca ligeramente entreabierta. Intentó decir algo, y fracasó.

Al mando de la situación por primera vez desde que él y Conroy se habían encontrado en el aeropuerto por la mañana, Flamen se alzó triunfante.

—Yo ya he tenido bastante —anunció—. Lárguense, todos ustedes. Usted vuelva al Canadá, profesor…, márchese. Aparentemente no voy a tener ninguna necesidad de sus servicios a partir de ahora, puesto que ya no va a haber ningún programa de Matthew Flamen para atacar a Mogshack, ni tampoco para seguir adelante con ese otro proyecto. Lo mismo le digo a usted, Diablo; tendrá que encontrar a alguna otra persona que pueda cumplir con el contrato Washington-Blackbury. Usted vuelva a su hospital, doctor, y lléveselo con usted. —Señaló con la cabeza a Madison, aún jugueteando con sus propios dedos y pareciendo encontrar algo divertido en su número, puesto que a cada pocos segundos reprimía una risita—. ¡Y usted, señorita Clay! No tengo absolutamente ninguna intención de presentarme voluntario como mackero suyo, pese a lo que ese cabezahueca pueda pensar. ¡Fuera todos!

Silenciosamente, como máquinas, obedecieron; entre Diablo y Reedeth cogieron a Madison por las manos, y él les siguió dócilmente, con Lyla cerrando la marcha. En el momento en que la puerta se hubo cerrado tras ellos, Prior estalló en la pantalla de la comred:

—Matthew, ¿qué demonios está pasando ahí?

—Por lo que puedo imaginar, creo que ninguna especie de locura contagiosa —gruñó Flamen—. Estuve a punto de compartirla. Por culpa de Conroy. Vamos, cuéntame toda la historia acerca de lo de Gottschalk.

—Te he dicho todo lo que supe a través de Voigt —murmuró Prior.

—¿Pero no podemos echar marcha atrás? ¿Retrasar la ejecución de la decisión tal vez? ¿Qué te parece si…?

Flamen se interrumpió en seco, dándose cuenta ante su propia sorpresa de que de hecho todos los temas a los que había dado tanta importancia hacía unos momentos, la noticia acerca de las nuevas armas de los Gottschalk y el ataque contra Mogshack tal como había sido derivado hacia el excesivo internamiento de Madison en vez del tratamiento de Celia, todo aquello había quedado anulado, y aunque quisiera no podía poner ningún entusiasmo en la otra gran historia que le quedaba, la relativa a que Lares y Penates Inc no era más que una filial de la Conjuh Man.

Prior aguardó a que terminara; dándose cuenta de que no iba a hacerlo, dijo:

—Lo intenté, Matthew, créelo. Lo he tenido en mi pantalla durante todo un cuarto de hora, examinando todo lo que se me llegaba a ocurrir…, la Ley de Monopolios, La Carta de Comunicaciones Planetarias, toda la lista. Voigt dijo que no valía la pena el esfuerzo. Aparentemente los Gottschalk han construido por sí mismos una nueva instalación superavan-zada de proceso de datos, y está por delante incluso del equipo federal, de modo que cualquier intento de atacarles legalmente será… ¡Eh, Matthew! ¡Estás muy pálido! ¡Pareces enfermo! Quiero decir, esto es un shock, de acuerdo, ¡pero no es el fin del mundo!

Flamen permaneció allí sin decir nada, pero en lo más profundo de su mente su pequeño demonio carcajeante dijo en silencio:

—¿De veras?

95
Por aquí hacia la digresión

El cálido y seco verano del desierto y las actuales amantes, ambas muy jóvenes y hermosas. Las ventas ascendiendo en vertical. Riendo y tambaleándose ligeramente, Anthony Gottschalk cruzó la alfombra de pelo largo hasta los tobillos, chorreando agua de la piscina, desde su sala de estar hasta la consola de licores, y oyó un sonido charloteante procedente del panel de oro martelé que ocultaba la impresora de Robert Gottschalk.

Enfriándose instantáneamente, y no por la evaporación del agua sobre su piel desnuda, gritó a las chicas que desaparecieran, y lo hicieron rápidamente. Una palabra, las inflexiones de su voz siendo reconocidas, el panel retirándose, y allí estaba la masa, una loca y bullente masa de agitado papel facs, saliendo continuamente de la ranura de la impresora, lleno de palabras…, o de caracteres impresos al menos.

Un enorme y terrible miedo aferró su corazón mientras lo recogía y luchaba por leer el primero, el quinto, el quincuagésimo de los embrollados mensajes. Las letras danzaron ante sus ojos como espejismos.

CANCELAR INSTRUCCIÓN DE COMPRAR ACCIONES HOLOCOSMIC ?§1/s!£ REVENDER ACCIONES HOLOCOSMIC REANUDAR MISIÓN MATCHEW FAMEN*/£$) DESEABILIDAD ESTIMADA DE RMMENTO SSTEM C 000000000

—Oh, Dios mío —dijo—. ¡Oh, Dios mío!

Tomó trozos, fajos, guirnaldas de papel facs, y leyó frenéticamente, al azar, con cada nuevo descubrimiento haciendo las cosas peores que todo lo anterior.

PUNTO TEMPORAL 2048 ÍNDICE VENTAS CERO DEUDAS IRRECUPERABLES EXCEDIENTO LOS 30.000.000 $ INCREMENTÁNDOSE 3/8'-%: + *£&)HRRRRRRR

No, no podía haber ocurrido así. Tenía que tratarse de una pesadilla. El papel seguía brotando de la ranura. Adelantó la mano hacia el más reciente y lo leyó.

MERCADO POTENCIAL 2% POBLACIÓN DISMINUYENDO 1'923 1'915 1'898 1'880

Arrojó el papel a un lado, junto con el vaso que había pretendido llenar con una nueva bebida; se estrelló, pero nuevas cosas seguían brotando de la impresora. Luchando desesperadamente por teclear códigos en la consola de instrucciones con dedos que parecían haber sido extirpados de su cerebro, aislado por el alcohol y el terror, ordenó STOP IMPRESORA.

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