—¡Hola! —dijo con voz chillona—, soy Adie.
¡
Estoy
encantada de conocerla!
Me agarró la mano y me repitió varias veces el honor
fantástico
que representaba.
—No quiero molestarla ni nada parecido —dijo con timidez— pero, ¿Edward Rochester era
de veras
espectacularmente guapo para morirse?
—No era guapo —respondí mientras miraba cómo Flakk recorría el pasillo—, pero era atractivo. Alto, de voz profunda y mirada penetrante, si sabes a qué me refiero.
Adie se ruborizó mucho.
—¡Cielos!
Me llevaron a maquillaje, donde me acicalaron y me prepararon, me hablaron incesantemente y me hicieron firmar ejemplares del
Femole
en el que había salido. Me sentí muy aliviada cuando, treinta minutos más tarde, Adié vino a rescatarme. Anunció por su micro inalámbrico que «entrábamos» y, después de guiarme por un pasillo y atravesar unas puertas giratorias, me preguntó:
—¿Cómo es lo de trabajar en OpEspec? Eso de perseguir a los malos, moverse por la parte exterior de las naves aéreas, desactivar bombas a los tres segundos de que estallen, esas cosas.
—Me gustaría que fuese así —respondí de buen humor—, pero en realidad consiste en un setenta por ciento de llenar impresos, un veintisiete por ciento de tedio destructivo y un dos por ciento de terror absoluto.
—¿Y el uno por ciento restante?
Sonreí.
—Eso es lo que nos impide dimitir.
Recorrimos los aparentemente interminables pasillos, dejando atrás grandes fotografías sonrientes de Adrian Lush y otras celebridades de Network Toad.
—Le caerá bien Adrian —me dijo feliz—, y a él le caerá bien usted. Simplemente, no intente ser más graciosa que él; no se ajusta al formato del programa.
—¿Qué significa eso?
Se encogió de hombros.
—No lo sé. Se supone que debo decírselo a todos los invitados.
—¿Incluso a los cómicos?
—
Sobre todo
a los cómicos.
Le aseguré que ser graciosa era lo último que tenía en mente y enseguida me llevó hasta el estudio. Sintiéndome extrañamente nerviosa y deseando tener a Landen conmigo, atravesé el decorado familiar de
El programa de Adrian Lush.
Pero el señor Lush no estaba allí, y tampoco estaba el «público» que normalmente aparecía en el programa de Lush. En su lugar había un grupito de funcionarios; los «otros» a los que Flakk se había referido. El alma se me cayó a los pies al darme cuenta de quiénes eran.
—¡Ah, ahí está, Next! —exclamó el comandante Braxton Hicks, con bonhomía forzada—. Tiene buen aspecto, saludable y, eh, vigoroso. —Era mi jefe de división en Swindon y, a pesar de ser a todos los efectos el jefe de los detectives literarios, no se le daban bien las palabras.
—¿Qué hace aquí, señor? —le pregunté, haciendo lo posible para disimular mi decepción—. Cordelia me dijo que la entrevista para Lush no estaría censurada en absoluto.
—Oh, así
es
, querida… hasta cierto punto —dijo, acariciándose el enorme bigote—. Sin una benévola intervención el público podría confundir mucho las cosas. Nos pareció que era mejor que escuchásemos la entrevista y quizás, en caso necesario, que ofreciéramos algún
consejo
práctico sobre cómo debía desarrollarse el, eh, desarrollo.
Suspiré. Parecía que mi historia incontada iba a permanecer sin contar. Adrian Lush, supuesto paladín de la libertad de expresión, el hombre que se había atrevido a difundir las quejas de los neandertales, el primero en sugerir públicamente que la Corporación Goliath «tenía defectos», estaba a punto de ver cómo le cortaban las garras.
—Ya conoce al coronel Flanker —añadió Braxton sin tomar aliento.
Miré al tipo con suspicacia. Le conocía de sobra. Pertenecía a OpEspec 1, la división de policía de la propia OpEspec. Me había entrevistado a propósito de la noche en la que yo había intentado por primera vez capturar al criminal Acheron Hades… la noche en que Snood y Tamworth habían muerto. Intentó sonreír varias veces pero al final se rindió y se limitó a tenderme la mano.
—Ésta es la coronel Rabone —continuó Braxton—. Es la jefa de enlace de las fuerzas combinadas.
Estreché la mano de la coronel.
—Siempre es un honor conocer a alguien que ha recibido la Cruz de Crimea —dijo, sonriendo.
—Y aquí tenemos —siguió diciendo Braxton jovial, con el evidente propósito de tranquilizarme… una estratagema que fracasó espectacularmente— al señor Schitt-Hawse de la Corporación Goliath.
Schitt-Hawse era un hombre alto y delgado, cuyos rasgos cansados competían por ocupar el centro de su cara. Inclinaba a la izquierda la cabeza de tal forma que me recordaba un periquito inquisitivo y llevaba el pelo oscuro peinado hacia atrás. Me ofreció la mano.
—¿Le disgustaría si no la acepto? —le pregunté.
—Pues la verdad, sí —respondió, intentando ser afable.
—Bien.
Cualquiera perteneciente a la vasta multinacional conocida como Goliath me resultaba tan agradable como una plaga de lombrices. El control pernicioso que la Corporación ejercía sobre el país no era universalmente apreciado y yo tenía una razón mucho más importante para tenerle antipatía: el último individuo de Goliath con el que había tenido que lidiar había sido un personaje odioso llamado Jack Schitt, que no sólo intentó matarme, y también a mi compañero, sino que además había planeado prolongar e intensificar la guerra de Crimea para crear demanda del arma más nueva de Goliath. Habíamos conseguido engañarle para dejarlo atrapado en un ejemplar de «El cuervo» de Edgar Allan Poe, lugar donde esperaba que no pudiese causar ningún daño.
—Schitt-Hawse, ¿eh? —dije—. ¿Algún parentesco con Jack?
—Era…
es…
mi hermanastro —dijo Schitt-Hawse lentamente—, y créame, señorita Next, él no trabajaba para Goliath cuando tuvo que ver con Hades y el rifle de plasma.
—De haber trabajado para Goliath, ¿lo admitiría usted?
Schitt-Hawse frunció el ceño y no dijo nada. Braxton tosió educadamente y siguió hablando.
—Y éste es el señor Chesterman, de la Federación Brontë.
Chesterman parpadeó inseguro al mirarme. Los cambios provocados
en Jane Eyre
habían dividido a la Federación. Esperaba que fuese uno de los que preferían el final feliz.
—Aquí detrás tenemos al capitán Marat, de la CronoGuardia —añadió Braxton. Marat me miró con interés. La CronoGuardia era la división de OpEspec encargada de resolver las anomalías temporales… Mi padre
era
miembro, o es
miembro, o será
miembro de ella, dependiendo de cómo se mire.
—¿Nos hemos visto antes? —le pregunté.
—Todavía no —respondió.
—¡Bien! —dijo Braxton, dando una palmada—. Creo que ya está. Next, quiero que se comporte como
si no estuviéramos aquí.
—
Observadores,
¿no?
—Totalmente. Yo…
Un pequeño revuelo fuera del plató interrumpió a Braxton.
—¡Vaya
cabrones!
—aulló una voz aguda—. ¡Si la Network se atreve a sustituir mi espacio del lunes por reposiciones de
Bonzo el perro maravilla
los demandaré por todo lo que tienen!
Un hombre alto, de unos cincuenta años, había entrado en el estudio acompañado de un grupito de colaboradores. Poseía unos hermosos rasgos cincelados y un abundante remolino de pelo blanco que parecía esculpido en poliestireno. Vestía un traje de corte impecable y llevaba los dedos cargados de anillos de oro. Se detuvo de inmediato al
—¡Ah! —dijo Adrian Lush desdeñoso—. ¡OpEspec!
Su séquito revoloteaba a su alrededor demostrando mucha energía pero más bien poco propósito. Parecían prestar atención a todas sus palabras y gestos y, de pronto, sentí un tremendo alivio de no estar en el negocio del espectáculo.
—Me he relacionado mucho con vosotros en el pasado —comentó Lush mientras se ponía cómodo en su característico sofá verde, lugar que claramente consideraba territorio seguro—. Fui yo quien acuñó la expresión «OpLosiento» para cuando cometéis un error… lo siento, «imprevisto operativo», ¿no los llaman así?
Pero Hicks pasó de las pullas de Lush y me presentó como si yo fuese una hija única a la que ofreciera en matrimonio.
—Señor Lush, ésta es la agente especial Thursday Next.
Lush se puso en pie de un salto para darme la mano de forma efusiva y enérgica. Flanker y los demás se sentaron; parecían muy pequeñitos, allí en medio del estudio vacío. No se irían, y Lush no iba a pedirles que se fuesen… Yo sabía que Goliath era la propietaria de Network Toad y empezaba a preguntarme si realmente Lush tenía algún control sobre aquella entrevista.
—¡Hola, Thursday! —dijo Lush emocionado—. Bienvenida a mi programa del lunes. Es el segundo programa más visto de Inglaterra… ¡mi programa del miércoles es el más visto!
Tenía una risa contagiosa y yo sonreí, incómoda.
—Entonces, éste será su programa del
jueves
[1]
—respondí, intentando quitar hierro a la situación.
Silencio mortal.
—¿Lo vas a hacer a menudo? —preguntó Lush.
—¿Hacer qué?
—Chistes. Verás… siéntate, cariño. Verás,
generalmente
soy yo quien se encarga de los chistes de este programa, y aunque es
perfectamente
razonable que los hagas, si los haces voy a tener que pagarle a alguien para que me escriba chistes mejores, y nuestro presupuesto, al igual que los escrúpulos de Goliath, está bajo mínimos.
—¿Puedo añadir algo? —dijo una voz proveniente de nuestro reducido público. Era Flanker, que siguió hablando sin esperar respuesta—. OpEspec es una organización muy seria y así debería quedar claro en la entrevista. Next, creo que debería dejar que el señor Lush cuente los chistes.
—¿Estás de acuerdo? —preguntó Lush, sonriente.
—Claro —respondí—. ¿Hay algo más que no deba hacer?
Lush me miró y, a continuación, miró al grupo de primera fila.
—¿Lo hay?
Murmuraron entre sí unos segundos.
—Creo que nosotros… —dijo Flanker—, lo siento, que
ustedes…
deberían llevar adelante la entrevista. Más tarde la comentaremos. La señorita Next puede decir lo que desee siempre que no vaya en contra de ninguna norma corporativa de OpEspec o de Goliath.
—O militar —añadió la coronel Rabone, ansiosa de que no la dejasen de lado.
—¿De acuerdo? —preguntó Lush.
—Lo que sea —respondí, deseosa de acabar de una vez.
—¡Excelente! Yo haré la presentación. Aunque estarás fuera de plano, el encargado de plató te hará una señal y entrarás. Saluda hacia donde debería estar el público y, cuando estés cómodamente sentada, te haré unas cuantas preguntas. Puede que en algún momento te ofrezca una tostada, ya que a nuestra empresa patrocinadora, la Toast Marketing Board, le gusta aparecer de vez en cuando. ¿Hay algo que no entiendas?
—No.
—Bien. Adelante.
Le arreglaron el pelo hasta el último folículo, le ajustaron el traje y le quitaron las toallitas de papel del cuello. A mí me llevaron fuera y, tras lo que pareció una era geológica de inactividad, el regidor empezó la cuenta atrás. Cuando terminó, Lush se volvió hacia la cámara 1 e hizo uso de su mejor sonrisa.
—La de esta noche es una ocasión muy especial, con una invitada muy especial. Es una heroína condecorada, una detective literaria cuya intervención no sólo restauró la novela
Jane Eyre
sino que mejoró su final. Ella sola derrotó a Acheron Hades, puso fin a la guerra de Crimea y, audazmente, tomó el pelo a la Corporación Goliath. Damas y caballeros, una entrevista sin precedentes a una agente en activo de OpEspec. Por favor, reciban con un fuerte aplauso a… ¡Thursday Next, de la oficina de detectives literarios de Swindon!
Una luz brillante se encendió sobre mi puerta de entrada y Adié sonrió y me tocó el brazo. Salí para reunirme con Lush, quien se puso en pie para recibirme con entusiasmo.
—Disculpen —dijo una voz desde primera fila. Era Schitt-Hawse, el representante de Goliath.
—¿Sí? —dijo Lush con voz gélida.
—Va a tener que eliminar la referencia a la Corporación Goliath —dijo Schitt-Hawse en un tono que no admitía réplica—. No tiene otra intención que avergonzar innecesariamente a una gran empresa que hace todo lo posible por mejorar la vida de todos nosotros.
—Estoy de acuerdo —dijo Flanker—, y habrá que evitar todas las referencias a Hades. Sigue constando como «desaparecido, esperamos fervientemente que muerto», así que cualquier disquisición desautorizada podría tener consecuencias peligrosas.
—Vale —murmuró Lush, apuntándolo—. ¿Algo más?
—Cualquier referencia a la guerra de Crimea y al rifle de plasma se considera
inapropiada
—dijo la coronel. Las conversaciones de paz en Budapest se encuentran todavía en una fase delicada; los rusos aprovecharán cualquier excusa para abandonar la mesa de negociaciones. Sabemos que su programa es muy popular en Moscú.
—La Federación Brontë no celebra que califique de
mejorado
el nuevo final —dijo el pequeño y con gafas Chesterman—. Además, hablar de cualquier personaje que conoció
en Jane Eyre
podría causar xplkqulkiccasia a algunos espectadores. Es un desorden tan grave que el consejo médico inglés se vio en la necesidad de inventar una palabra especialmente impronunciable para designarlo.
Lush los miró, me miró a mí y luego miró el guión.
—¿Qué tal si digo su nombre?
—Excelente —entonó Flanker—, aunque quizá debería garantizar a los espectadores que esta entrevista no ha sido censurada. ¿Estamos todos de acuerdo?
Todos los demás apoyaron con entusiasmo la propuesta de Flanker. Yo ya tenía claro que iba a ser una velada larga y tediosa.
El séquito de Lush regresó e hizo unos mínimos retoques. Volví a mi posición anterior y, tras esperar lo que me pareció una década, Lush volvió a hablar.
—Damas y caballeros, en una entrevista sincera y abierta, Thursday Next habla sin tapujos sobre su trabajo en OpEspec.
Nadie dijo nada, así que entré, le di la mano a Lush y me senté en el sofá.
—Bienvenida al programa, Thursday.
—Gracias.
—Dentro de un momento hablaremos acerca de tu carrera en Crimea, pero primero quisiera empezar preguntándote… —Haciendo con la mano una floritura propia de un mago, hizo aparecer un plato—. ¿Te apetece una tostada?