Por qué fracasan los países (52 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Otro fue John D. Rockefeller, que creó la Standard Oil Company en 1870. Rápidamente eliminó a los rivales de Cleveland e intentó monopolizar el transporte y la venta al detalle de petróleo y productos petrolíferos. En 1882, había creado un gran monopolio, como se decía entonces, un trust. En 1890, la Standard Oil Company controlaba el 88 por ciento de los flujos de petróleo refinado de Estados Unidos, y Rockefeller se convirtió en el primer multimillonario del mundo en 1916. Las tiras cómicas contemporáneas representan a la Standard Oil Company como un pulpo que envuelve no solamente la industria petrolífera, sino también el Capitolio.

Otro hombre casi tan famoso como Rockefeller fue John Pierpont Morgan, fundador del conglomerado bancario moderno J. P. Morgan, que, más adelante, tras muchas fusiones durante décadas, finalmente se convirtió en JPMorgan Chase. Junto con Andrew Carnegie, Morgan fundó la U. S. Steel Company en 1901, la primera corporación con un valor capitalizado de más de mil millones de dólares y, con diferencia, la mayor empresa de acero del mundo. A partir de 1890, los grandes trust empezaron a fusionarse en prácticamente todos los sectores de la economía y muchos de ellos controlaban más del 70 por ciento del mercado en su sector. Estos incluían varios nombres muy conocidos, como Du Pont, Eastman Kodak e International Harvester. Históricamente, como mínimo la parte norte y el Medio Oeste de Estados Unidos tenían mercados relativamente competitivos y habían sido más igualitarios que otras partes del país, sobre todo el Sur. Sin embargo, durante este período, la competencia dio paso al monopolio, y la desigualdad respecto a la riqueza aumentó rápidamente.

El sistema político pluralista estadounidense ya había conferido poder a un amplio segmento de la sociedad que podía alzarse contra aquellas usurpaciones. Aquellos que fueron víctimas de las prácticas monopolistas de los barones ladrones, o que se opusieron al dominio sin escrúpulos de sus industrias, empezaron a organizarse contra ellos. Formaron el movimiento populista y, posteriormente, el progresista.

El movimiento populista apareció a partir de una crisis agrícola prolongada que afectó al Medio Oeste entre 1865 y 1870. El National Grange of the Order of Patrons of Husbandry, conocido como los Grangers, fue fundado en 1867 y empezó a movilizar a los agricultores contra prácticas empresariales injustas y discriminatorias. En 1873 y 1874, los Grangers se hicieron con el control de once legislaturas de estados del Medio Oeste y el descontento rural culminó en la formación del People's Party en 1892, que consiguió el 8,5 por ciento del voto popular en las elecciones presidenciales de 1892. En las dos elecciones siguientes, los populistas cayeron tras las dos campañas sin éxito del demócrata William Jennings Bryan, quien había hecho suyos muchos de los problemas de los agricultores. La oposición de las bases a la expansión de los trust se había organizado en aquel momento para contrarrestar la influencia que Rockefeller y otros barones ladrones ejercían sobre la política nacional.

Poco a poco, aquellos movimientos políticos empezaron a tener un impacto en las actitudes políticas y, posteriormente, en la legislación, sobre todo respecto al papel del Estado en la regulación de los monopolios. La primera ley importante fue la Ley de Comercio Interestatal de 1887, que creó la Comisión de Comercio Interestatal y comenzó el desarrollo de la regulación federal de la industria. Esto fue seguido rápidamente por la Ley Antitrust Sherman de 1890. Esta ley, que todavía es una parte principal de la regulación antitrust de Estados Unidos, se convertiría en la base de los ataques a los trust de los barones ladrones. La acción principal contra los trust llegó tras las elecciones de los presidentes comprometidos con la reforma y con la limitación del poder de los barones ladrones: Theodore Roosevelt, 1901-1909; William Taft, 1909-1913, y Woodrow Wilson, 1913-1921.

Una fuerza política clave tras el antitrust y el movimiento para imponer una regulación federal a la industria fue, de nuevo, el voto de los agricultores. Los intentos iniciales por parte de algunos estados, entre 1870 y 1880, para regular el ferrocarril procedieron de las organizaciones agrícolas. De hecho, casi todas las cincuenta y nueve peticiones relativas a los trust enviadas al Congreso de Estados Unidos antes de la promulgación de la Ley Sherman procedían de estados agrícolas y de organizaciones como la Farmers' Union, Farmers' Alliance, Farmers' Mutual Benefit Association y la Patrons of Animal Husbandry. Los agricultores encontraron un interés colectivo en oponerse a las prácticas monopolistas de la industria.

De las cenizas de los populistas, que se redujeron seriamente tras apoyar a los demócratas, llegaron los progresistas, un movimiento de reforma heterogéneo preocupado por muchas de las mismas cuestiones. El movimiento progresista inicialmente cobró forma en la figura de Teddy Roosevelt, el vicepresidente de William McKinley que asumió la presidencia tras el asesinato de éste en 1901. Antes de ocupar el cargo, Roosevelt había sido un gobernador inflexible en Nueva York y se había esforzado por eliminar la corrupción política y el clientelismo. En su primer discurso en el Congreso, Roosevelt dirigió su atención a los trust. Defendió que la prosperidad de Estados Unidos se basaba en la economía de mercado y el ingenio de los hombres de negocios, pero, al mismo tiempo, afirmó:

 

Existen males graves y reales [y] una convicción generalizada en la mente de los estadounidenses de que las grandes corporaciones conocidas como trust tienen rasgos y tendencias perjudiciales para el bienestar general. Esto no surge de ningún espíritu de envidia o falta de caridad, ni de la falta de orgullo por los grandes logros industriales que han situado a este país a la cabeza de las naciones que luchan por la supremacía comercial. No descansa en la falta de una apreciación inteligente de la necesidad de cumplir con condiciones cambiantes y cambiadas de comercio con métodos nuevos, ni en la ignorancia del hecho de que la combinación de capital en el esfuerzo por cumplir grandes cosas sea necesaria cuando el progreso del mundo exija que se hagan grandes cosas. Se basa en la convicción sincera de que la combinación y la concentración no se deberían prohibir, sino ser supervisadas y controladas dentro de límites razonables; y, en mi opinión, esta convicción es correcta.

 

Continuó: «Debería ser el objetivo de los que buscan la mejora social salvar tanto al mundo de los negocios de los delitos de astucia como a toda la entidad política de los delitos violentos». Su conclusión fue:

 

En interés de toda la población, la nación debería, sin interferir con el poder de los estados en el asunto en sí, asumir también el poder de supervisión y regulación sobre todas las corporaciones que hacen negocios interestatales. Esto es especialmente cierto en los casos en que la corporación obtiene parte de su riqueza de la existencia de algún elemento o tendencia monopolista en su negocio.

 

Roosevelt propuso que el Congreso estableciera un organismo federal con poder para investigar los asuntos de las grandes corporaciones y, si era necesario, que se pudiera utilizar una enmienda constitucional para crearlo. En 1902, Roosevelt había utilizado la Ley Sherman para deshacer la Northern Securities Company, lo que afectó a los intereses de J. P. Morgan, y las demandas posteriores presentadas contra Du Pont, la American Tobacco Company y la Standard Oil Company. Roosevelt reforzó la Ley de Comercio Interestatal con la Ley Hepburn de 1906, que aumentó los poderes de la Comisión de Comercio Interestatal, sobre todo al permitirle inspeccionar las cuentas financieras de los ferrocarriles y ampliar su autoridad a nuevos ámbitos. El sucesor de Roosevelt, William Taft, procesó a varios trust incluso más asiduamente. El punto culminante fue la desintegración de la Standard Oil Company en 1911. Taft también promovió otras reformas importantes, como la introducción de un impuesto sobre la renta federal, que llegó con la ratificación de la Decimosexta Enmienda en 1913.

El apogeo de las reformas progresistas llegó con la elección de Woodrow Wilson en 1912. Wilson escribió en su libro de 1913,
The New Freedom:
«Si el monopolio persiste, siempre querrá sentarse en el timón del gobierno. No espero ver que el monopolio se limite a sí mismo. Si hay hombres en este país lo suficientemente grandes para poseer el gobierno de Estados Unidos, lo van a poseer».

Wilson trabajó para aprobar la Ley Antitrust Clayton en 1914, que reforzaba la Ley Sherman, y creó la Comisión de Comercio Federal, que obligó a cumplir la Ley Clayton. Además, bajo el impulso de la investigación del Comité Pujo, dirigida por el miembro del Congreso de Luisiana Arsene Pujo, sobre el
money trust
, la expansión del monopolio en la industria financiera, Wilson pasó a aumentar la regulación del sector financiero. En 1913, creó el Consejo de la Reserva Federal, que regularía las actividades monopolistas del sector financiero.

La aparición de los barones ladrones y sus trust de monopolio a finales del siglo
XIX
y principios del
XX
subraya que, como ya recalcamos en el capítulo 3, la presencia de mercados no es en sí misma una garantía de instituciones inclusivas. Los mercados pueden estar dominados por unas cuantas empresas que cobran precios desorbitados y bloquean la entrada de nuevas tecnologías y rivales más eficientes. Si se permite que los mercados actúen como quieran, existe la posibilidad de que dejen de ser inclusivos y que cada vez estén más dominados por los que tienen el poder económico y político. Las instituciones económicas inclusivas exigen no solamente mercados, sino mercados inclusivos que creen unas reglas de juego más equitativas y oportunidades económicas para la mayoría de la gente. El monopolio generalizado, respaldado por el poder político de la élite, contradice esta posibilidad. Sin embargo, la reacción a los trust de monopolio también ilustra que, cuando las instituciones políticas son inclusivas, crean una fuerza que contrarresta los movimientos que se alejan de los mercados inclusivos. Es el círculo virtuoso en acción. Las instituciones económicas inclusivas proporcionan las bases para que florezcan las instituciones políticas inclusivas, y las instituciones políticas inclusivas restringen las desviaciones que se apartan de las instituciones económicas inclusivas. La destrucción de los trust en Estados Unidos (capítulo 1), a diferencia de lo que vimos en el caso de México, ilustra esta faceta del círculo virtuoso. En México no existe ningún organismo político que limite el monopolio de Carlos Slim, en cambio las leyes Sherman y Clayton se han utilizado repetidamente en Estados Unidos durante el último siglo para limitar trust, monopolios y cárteles, y garantizar que los mercados continúen siendo inclusivos.

La experiencia estadounidense en la primera mitad del siglo
XX
también hace hincapié en el importante papel de los medios de comunicación libres para investir de poder a segmentos amplios de la sociedad. En consecuencia, dichos medios son cruciales también para el círculo virtuoso. En 1906, Roosevelt acuñó el término
muckraker,
basado en un personaje literario de la obra
El progreso del peregrino,
de Bunyan, para describir lo que consideraba periodismo intrusivo. El término cuajó y llegó a simbolizar a los periodistas que exponían, de forma intrusiva, pero también efectiva, los excesos de los barones ladrones y la corrupción en la política local y federal. Quizá el
muckraker
más famoso fuera Ida Tarbell, cuyo libro de 1904,
History of the Standard Oil Company,
tuvo un papel clave para que la opinión pública se pusiera en contra de Rockefeller y sus intereses empresariales, lo que culminó en la desintegración de la Standard Oil en 1911. Otro
muckraker
clave fue el abogado y autor Louis Brandeis, que posteriormente sería nombrado juez del Tribunal Supremo por el presidente Wilson. Brandeis esbozó una serie de escándalos financieros en su libro
El dinero de los demás y cómo lo utilizan los banqueros,
y fue muy influyente en el Comité Pujo. El magnate de la prensa William Randolph Hearst también tuvo un papel destacado como
muckraker
. En 1906, publicó en su revista
The Cosmopolitan
«La traición del Senado», una serie de artículos por entregas de David Graham Phillips que impulsó la campaña para introducir elecciones directas para el Senado, otra reforma progresista clave que se llevó a cabo con la promulgación de la Decimoséptima Enmienda a la Constitución de Estados Unidos en 1913.

Los
muckrakers
fueron cruciales para inducir a los políticos a tomar acciones contra los trust. Los barones ladrones odiaban a los
muckrakers
, pero las instituciones políticas de Estados Unidos hicieron imposible que los eliminaran y los silenciaran. Las instituciones políticas inclusivas permiten que florezcan medios de comunicación libres, y dichos medios, a su vez, hacen que sea más probable que las amenazas contra instituciones políticas y económicas inclusivas sean ampliamente conocidas y resistidas. En cambio, esa libertad es imposible bajo instituciones políticas extractivas, el absolutismo o la dictadura, lo que ayuda a los regímenes extractivos a impedir incluso la formación de una oposición seria. La información que proporcionaban los medios de comunicación libres evidentemente fue clave durante la primera mitad del siglo
XX
en Estados Unidos. Sin esta información, la ciudadanía estadounidense no habría conocido el verdadero alcance del poder y los abusos de los barones ladrones ni se habría movilizado contra sus trust.

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