—Entonces alguien debería informarlos —sugirió Casey.
—¡Por Dios! —exclamó Marder—. Lo saben perfectamente. Los representantes del sindicato han participado en todas las reuniones de gerencia. Por lo general, asiste Brull en persona.
—Pero no participó en las negociaciones de la venta a China.
—Hablaré con él —dijo Marder.
—Me gustaría ver el acuerdo de contraprestaciones —solicitó Casey.
—Lo verás en cuanto se haya concretado.
—¿Qué les damos?
—Parte del morro y de la cola —respondió Marder—. Como hicimos con Francia. Por Dios, no podemos darles nada más. No están capacitados para fabricar otra cosa.
—Brull ha insinuado que podrían dificultar las tareas de la CEI. Para impedir la venta a China.
—¿Dificultar? ¿Cómo? —preguntó Marder, ceñudo—. ¿Te ha amenazado? ¿Qué dijo exactamente?
Casey se encogió de hombros.
—Me ha recomendado que me tome una semana de vacaciones.
—¡Por el amor de Dios! —exclamó Marder levantando las manos—. Esto es ridículo. Hablaré con él mañana; lo meteré en cintura. No te preocupes por este asunto. Concéntrate en tu trabajo, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—Gracias por la advertencia. Yo me ocuparé de todo.
Casey bajó en el ascensor desde la novena planta hasta la cuarta, donde estaba su despacho. Repasó mentalmente la conversación con Marder y llegó a la conclusión de que no mentía. Su furia era sincera. Y tenía razón, en la fábrica corrían falsos rumores continuamente. Hacía un par de años casi todos los muchachos del gremio en un momento u otro se habían acercado con cara de preocupación a preguntarle cómo se encontraba. Varios días después, Casey averiguó que corría el rumor de que tenía cáncer.
No era más que un rumor. Otro rumor.
Recorrió el pasillo, pasando frente a las fotografías de antiguos aviones Norton, con alguna celebridad posando delante: Franklin Delano Roosevelt junto al B-22 que lo llevó a Yalta; Errol Flynn, acompañado de un grupo de risueñas muchachas del trópico, delante de un N-5; Henry Kissinger en el N-12 que lo llevó a China en 1972. Las fotografías habían sido tintadas en sepia, para darles un aire antiguo y destacar así la estabilidad de la empresa.
Casey abrió la puerta de su departamento, de cristal opaco con letras doradas en relieve: DEPARTAMENTO DE CONTROL DE CALIDAD. Entró en una sala amplia. Las secretarias trabajaban en la salita central y los despachos de los ejecutivos se alineaban contra las paredes.
Sentada junto a la puerta se hallaba Norma, una mujer rolliza, de edad indeterminada, con reflejos azules en el cabello y un cigarrillo colgando permanentemente entre los labios. Estaba prohibido fumar en el edificio, pero Norma hacía lo que le daba la gana. Trabajaba en la compañía desde tiempos inmemoriales; se rumoreaba que había sido una de las chicas de la fotografía de Errol Flynn y que había vivido una apasionada aventura con Charley Norton en los años cincuenta. Fuera o no verdad, era evidente que conocía los trapos sucios de la compañía. Se la trataba con una deferencia que rayaba en el miedo. Hasta Marder se mostraba cauteloso cuando ella andaba cerca.
—¿Qué novedades tenemos, Norma? —preguntó Casey.
—La habitual reacción de pánico —respondió la secretaria—. No dejan de entrar mensajes por télex. —Le pasó una pila a Casey—. Nuestro representante en Hong Kong te ha telefoneado tres veces, pero ahora se ha marchado a casa. El de Vancouver ha llamado hace media hora. Puede que aún lo pilles.
Casey asintió con la cabeza. No era de extrañar que los representantes del servicio de vuelos de las principales ciudades quisieran ponerse en contacto con ella. Eran empleados de la Norton asignados a las líneas aéreas, y éstas estarían preocupadas por el incidente.
—Y veamos… —prosiguió Norma—. En la oficina de Washington están todos histéricos. Han oído que la JAA va a explotar este incidente en beneficio de Airbus. Vaya novedad. Nuestro representante en Düsseldorf quiere confirmación de que se ha debido a un error del piloto. El de Milán quiere información. El de Bombay ha oído algo sobre un fallo en el motor. Lo he puesto en su sitio. Y tu hija me ha pedido que te avise que no ha necesitado la chaqueta del chándal para nada.
—Estupendo.
Casey se llevó los papeles a su despacho, donde encontró a Richman sentado a su mesa. El muchacho alzó la vista, sorprendido, y se levantó de inmediato de la silla de Casey.
—Lo siento —dijo.
—¿Norma no ha encontrado un despacho para ti?
—Sí; ya tengo uno —respondió Richman mientras rodeaba el escritorio—. Sólo me… bueno, me preguntaba qué querías que hiciera con esto. —Levantó una bolsa de plástico con la videocámara que Casey había encontrado en el avión.
—Dámela.
Él se la entregó.
—Bien. ¿Y ahora qué pasa?
Casey dejó la pila de mensajes en el escritorio.
—Yo diría que por hoy has terminado —dijo Casey—. Preséntate aquí mañana a las siete.
Richman se marchó y Casey se sentó en su silla. Todo parecía estar tal como lo había dejado, pero notó que el segundo cajón de la izquierda estaba entreabierto. ¿Acaso Richman había registrado sus cosas?
Casey abrió el cajón, que contenía disquettes, papel, un par de tijeras y algunos rotuladores en un estuche. Todo parecía en orden. Sin embargo…
Cuando oyó que Richman salía del departamento, volvió a la salita central y se acercó al escritorio de Norma.
—Ese crío estaba sentado a mi escritorio —dijo.
—Cuéntamelo a mí —respondió Norma—. Ese tipejo ha tenido la desfachatez de pedirme que le llevara un café.
—Me sorprende que en marketing no lo hayan metido en cintura —comentó Casey—. Estuvo allí un par de meses.
—A propósito, he estado hablando con Jean, y me ha dicho que rara vez lo veían por allí. Estaba siempre de viaje.
—¿De viaje? ¿Un empleado joven y novato? ¿Un pariente de los Norton? El Departamento de Marketing nunca lo enviaría de viaje. ¿Adónde iba a ir?
Norma sacudió la cabeza.
—Jean no lo sabía. ¿Quieres que llame a Viajes y haga averiguaciones?
—Sí —respondió Casey—. Hazlo.
Una vez en su despacho, cogió la bolsa de plástico que había dejado en el escritorio, la abrió y sacó la cinta de la destartalada cámara. La apartó a un lado. Luego marcó el número de Jim, esperando hablar con Allison, pero le respondió el contestador automático. Colgó sin dejar mensaje.
Hojeó los mensajes. Sólo le interesaba el del representante en Hong Kong. Como de costumbre, estaba mal informado.
DE: RICK RAKOSI, REPR HK
A: CASEY SINGLETON, CC/CEI NORTON BBK
TRANSPACIFIC AIRLINES INFORMA DE QUE EL VUELO 545, UN N-22, FUSELAJE 271, REGISTRO PARA EL EXTRANJERO 098/443/HBO9, EN RUTA DE HK A DENVER, ENCONTRÓ TURBULENCIAS EN VELOCIDAD DE CRUCERO, FL370 APROXIMADAMENTE 0524 UTC, POSICIÓN 39 NORTE/170 ESTE. ALGUNOS PASAJEROS Y MIEMBROS DE LA TRIPULACIÓN SUFRIERON HERIDAS LEVES. EL AVIÓN HIZO UN ATERRIZAJE DE EMERGENCIA EN EL AEROPUERTO DE LOS ÁNGELES.
SE ADJUNTA PLAN DE VUELO, LISTA DE TRIPULACIÓN Y PASAJEROS. ESPERAMOS INSTRUCCIONES A LA MAYOR BREVEDAD.
Seguían cuatro páginas adicionales, con la lista de pasajeros y tripulación. Casey echó un vistazo a la de tripulación:
JOHN ZHEN CHANG, COMANDANTE LEU ZAN PING, PRIMER OFICIAL RICHARD YONG, PRIMER OFICIAL GERHARD REIMANN, PRIMER OFICIAL HENRI MARCHAND, MECÁNICO DE VUELO THOMAS CHANG, MECÁNICO DE VUELO ROBERT SHENK, MECÁNICO DE VUELO HARRIET CHANG, AUXILIAR DE VUELO LINDA CHING, AUXILIAR DE VUELO NANCY MORLEY, AUXILIAR DE VUELO KAY LIANG, AUXILIAR DE VUELO JOHN WHITE, AUXILIAR DE VUELO M. V. CHANG, AUXILIAR DE VUELO SHA YAN HAO, AUXILIAR DE VUELO YEE JIAO, AUXILIAR DE VUELO HARRIET KING, AUXILIAR DE VUELO B. CHOI, AUXILIAR DE VUELO YEE CHANG, AUXILIAR DE VUELO | 07-05-51 11-03-59 09-09-61 23-07-49 25-04-69 29-06-70 13-06-62 12-05-77 18-05-76 19-07-75 04-06-69 30-01-70 01-04-77 13-03-73 18-11-76 10-10-75 18-11-76 08-01-74 |
Era una tripulación internacional, típica de las compañías de vuelos chárter. Muchos de los pilotos de Hong Kong habían volado para las fuerzas aéreas y estaban muy bien preparados.
Contó los nombres, dieciocho en total, incluyendo siete miembros de la tripulación de vuelo. No era estrictamente necesario que hubiera una tripulación de vuelo tan numerosa. El N-22 estaba diseñado para ser pilotado por dos personas, un comandante y un copiloto. Pero las líneas aéreas asiáticas crecían rápidamente, y solían llevar tripulación adicional para proporcionarles más horas de práctica.
Casey continuó. El mensaje siguiente procedía del representante en Vancouver.
DE: S. NIETO, REP VANC
A: C. SINGLETON, CC/CEI
PARA SU INFORMACIÓN, TRIPULACIÓN TPA 545 VOLÓ DE LOS ÁNGELES A VANCOUVER EN TPA 832. EMERGENCIA MÉDICA CON EL PRIMER OFICIAL LEU ZAN PING, RETIRADO DEL AVIÓN EN AMBULANCIA DEBIDO A LESIÓN CEREBRAL NO OBSERVADA CON ANTERIORIDAD. EL PRIMER OFICIAL SE ENCUENTRA EN ESTADO DE COMA EN EL HOSPITAL GENERAL DE VANCOUVER. SEGUIRÁN DETALLES. LA TRIPULACIÓN RESTANTE DEL TPA 545, EN TRÁNSITO, REGRESA HOY A HONG KONG.
De modo que el primer oficial había sufrido una lesión grave. Debía de estar en la cola cuando se produjo el incidente. Sin duda era el propietario de la gorra que habían encontrado.
Casey grabó en el dictáfono un mensaje para el representante en Vancouver, pidiéndole que entrevistara al primer oficial lo antes posible. Grabó otro para el representante en Hong Kong, sugiriendo que interrogara al capitán Chang en cuanto regresara allí.
Norma la llamó por el intercomunicador.
—No he tenido suerte con lo del crío —dijo.
—¿Por qué no?
—He hablado con María, del Departamento de Viajes. Ellos no se ocuparon de Richman. Sus escapadas se cargaron a una cuenta especial de la compañía, reservada para viajes al extranjero fuera de programa. Pero María ha oído decir que el crío gastó un pastón en dietas.
—¿Cuánto? —preguntó Casey.
—No lo sabía. —Norma suspiró—. Pero mañana iré a comer con Evelyn, de Contabilidad. Me pasará toda la información que necesitamos.
—De acuerdo. Gracias, Norma.
Casey volvió a los mensajes que había encima del escritorio. Todos estaban relacionados con otros asuntos.
Steve Young, de la Oficina de Certificación de la FAA, solicitaba información sobre los resultados de una prueba con un producto retardador de incendios para los asientos llevada a cabo el pasado diciembre.
Una consulta de Mitsubishi sobre fusibles fundidos en los indicadores de primera clase en los N-22 de fuselaje ancho. Una lista de correcciones del Manual de Mantenimiento del N-20 (MP. 06-62-02). Una nota sobre la actualización de las nuevas unidades de presentación virtual de datos, que llegarían en los dos días siguientes. Un memorándum de Honeywell, recomendando que se reemplazara la barra colectora eléctrica D-2 en todas las unidades FDAU comprendidas entre los números A-505/9 y A-609/8. Casey suspiró y puso manos a la obra.
Cuando volvió a casa, estaba agotada. La casa parecía vacía sin la animada charla de Allison. Demasiado cansada para cocinar, Casey entró en la cocina y se comió un yogur. La puerta del frigorífico estaba cubierta con los dibujos de vivos colores de Allison. Casey pensó en telefonearla, pero era casi la hora de acostarse de la niña y no quería interrumpir los preparativos de Jim.
Tampoco quería que Jim pensara que lo estaba vigilando. Ése era un punto conflictivo entre los dos. Él siempre creía que Casey lo vigilaba.
Entró en el cuarto de baño y abrió el grifo de la ducha. Oyó el timbre del teléfono y volvió a la cocina para contestar. Quizá fuera Jim. Levantó el auricular.
—Hola, Jim…
—No seas idiota, zorra —dijo una voz—. Si buscas problemas, los tendrás. Los accidentes pasan. Te estamos vigilando
ahora mismo
.
Clic.
Casey permaneció paralizada en la cocina, con el teléfono en la mano. Siempre se había considerado una persona sensata, pero en ese instante su corazón latía desbocado. Se obligó a respirar hondo y colgó el auricular. Sabía que cualquiera podía recibir esa clase de llamadas. Había oído decir que otros vicepresidentes de la compañía recibían llamadas amenazadoras por las noches. Pero a ella no le había ocurrido nunca, y se sorprendió de la intensidad de su miedo. Volvió a respirar hondo e intentó quitarse la llamada de la cabeza. Cogió el yogur, lo miró fijamente y lo dejó. Acababa de darse cuenta de que estaba sola en la casa, con todas las cortinas abiertas.
Recorrió el salón cerrando las cortinas. Cuando llegó a las ventanas de la fachada principal, miró a la calle. A la luz de las farolas, vio un sedán azul aparcado a pocos metros de su casa. Había dos hombres dentro.
Veía sus caras con claridad a través del parabrisas. Cuando se asomó a la ventana, los hombres la miraron con curiosidad. Mierda.
Fue a la puerta delantera, puso el pestillo y la cadena de seguridad. Conectó la alarma antirrobo, marcando los números del código secreto con dedos torpes y temblorosos. Luego apagó las luces del salón, pegó el cuerpo a la pared, y espió por la ventana.
Los hombres seguían en el coche. Estaban conversando. Mientras los miraba, uno de ellos señaló hacia la casa.
Casey volvió a la cocina, rebuscó en el bolso, encontró el aerosol de defensa. Le quitó el seguro. Con la otra mano cogió el auricular y tiró del largo cable hasta el salón. Sin dejar de mirar a los hombres, llamó a la policía.
—Policía de Glendale.
Dio su nombre y dirección.
—Ante la puerta de mi casa hay dos hombres en un coche. Están allí desde la mañana. Y alguien acaba de amenazarme por teléfono.
—Muy bien, señora. ¿Hay alguien más en la casa?
—No. Estoy sola.
—Bien. Cierre la puerta con llave, y si tiene alarma, conéctela. Hay un coche en camino.
—Dense prisa —rogó ella.
En la calle, los hombres salían del coche. Y echaban a andar hacia la casa.
Llevaban ropa informal, jerséis y pantalones holgados, pero tenían un aspecto duro y siniestro. A mitad de camino se separaron: uno cruzó el jardín y el otro se dirigió a la parte trasera de la casa. El corazón de Casey dio un vuelco. ¿Había cerrado la puerta trasera? Apretó el aerosol en la mano y volvió a la cocina. Apagó la luz y cruzó el dormitorio hasta la puerta trasera. Miró por la ventana de la puerta y vio a uno de los hombres en el jardín de atrás. Echó una ojeada alrededor y luego su vista se posó en la puerta trasera. Casey se agachó y echó la cadena de seguridad.