Rama Revelada (43 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

Por acto reflejo, los cinco seres humanos se pusieron de pie como un solo hombre. Archie presentó a la Optimizadora Principal, al Suboptimizador Principal para la Ciudad Esmeralda y al Optimizador Jefe de Seguridad. Las tres
octos
extendieron sendos tentáculos hacia los seres humanos y hubo mutuos apretones de mano. Con un gesto, Archie les indicó a los humanos que se sentaran, y la Optimizadora Principal empezó a hablar de inmediato.

—Tenemos conocimiento —dijo— de que ustedes solicitaron, por medio de nuestro representante, que se les permita retornar a Nuevo Edén para reunirse con los demás miembros de su especie que están en Rama. No nos sorprendió del todo esta solicitud, pues nuestros datos históricos indican que la mayor parte de las especies inteligentes con emociones intensas, después de un tiempo de vivir en una comunidad alienígena, desarrollan una sensación de desconexión y anhelan regresar a un mundo con el que están más familiarizados… Lo que querríamos hacer la mañana de hoy es brindarles algo de información adicional, que podría influir sobre su solicitud de que les permitamos regresar a Nuevo Edén.

Archie les pidió a todos los seres humanos que siguieran a la Optimizadora Principal. El grupo pasó por una sala similar a las dos en las que habían estado sentados y, después, ingresaron en una zona rectangular que tenía una docena de pantallas murales diseminadas por los costados, en el nivel de los ojos de las octoarañas.

—Hemos estado vigilando de cerca los acontecimientos que se producían en su hábitat —dijo la Optimizadora Principal cuando estuvieron todos juntos—, aun desde mucho antes de su fuga. Esta mañana quiero compartir con ustedes algunos de los sucesos que hemos observado recientemente.

Un instante después, todas las pantallas murales se encendieron. Cada una contenía un segmento de película sobre la vida cotidiana entre los seres humanos que permanecían en Nuevo Edén. La calidad de las videocintas no era perfecta, y ningún segmento era continuo durante más que unos pocos nillets, pero no había la menor posibilidad de error respecto de lo que se estaba presentando en las pantallas.

Durante varios segundos, todos los seres humanos quedaron sin palabras. Permanecieron inmóviles, pegados a las imágenes que aparecían en la pared. En una de las pantallas, Nakamura, vestido como un shogun japonés, estaba pronunciando un discurso ante una gran multitud, en la plaza de Ciudad Central. Sostenía en alto una ilustración grande, dibujada a mano, de una octoaraña. Aunque las cintas no tenían sonido, por los gestos de Nakamura y por las imágenes de la multitud, resultaba evidente que Nakamura estaba exhortando a todos para tomar acción contra las octoarañas.

—Bueno, bueno, quién lo diría… —apuntó Max, llevando los ojos de una pantalla a otra.

—Miren por aquí —intervino Nicole—, es El Mercado, en San Miguel.

En la más pobre de las cuatro aldeas de Nuevo Edén, una docena de matones blancos y amarillos, con vinchas de karate alrededor de la cabeza, estaban golpeando a cuatro jóvenes negros y morenos a la vista de una pareja de policías de Nuevo Edén y de un acongojado grupo de unos veinte pobladores de la aldea. Biots Tiasso y Lincoln recogieron los cuerpos quebrados y ensangrentados después de los golpes y los pusieron en un gran transporte de tres ruedas.

En otra pantalla, un segmento mostraba una multitud bien vestida, de blancos y orientales principalmente, que llegaba para una fiesta o un festival en Las Vegas de Nakamura. Luces brillantes los atraían hacia el casino, sobre el cual un enorme letrero proclamaba “Día de Valoración del Ciudadano” y anunciaba que cada asistente a la fiesta iba a recibir una docena de billetes gratuitos de lotería para celebrar la ocasión. Dos grandes carteles de Nakamura, fotos tomadas a la altura del busto que lo mostraban sonriendo y usando camisa blanca y corbata, flanqueaban el letrero.

Un monitor colocado en la pared ubicada detrás de la Optimizadora Principal mostraba el interior de la cárcel de la Ciudad Central. A una nueva delincuente, una mujer con peinado multicolor, se la estaba metiendo en una celda que ya contenía otros dos convictos. Parecía como si la recién llegada se hubiera estado quejando por las condiciones de apiñamiento, pero el policía se limitó a empujarla adentro de la celda y rió. Cuando el policía volvió a su escritorio, la videocinta reveló dos fotografías pegadas en la pared que estaba detrás de él, una de Richard y la otra de Nicole, debajo de las cuales la palabra “RECOMPENSA” estaba escrita con grandes caracteres destacados de imprenta.

Las octoarañas esperaron pacientemente a que la mirada de los humanos se desplazara de pantalla en pantalla.

—¿
Cómo
demonios…? —preguntaba Richard, meneando la cabeza. Después, las pantallas se apagaron súbitamente.

—Hemos juntado un total de cuarenta y ocho segmentos para mostrarles hoy —dijo la Optimizadora Principal—, todos tomados de observaciones hechas en Nuevo Edén durante los últimos ocho días. El optimizador al que ustedes llaman Archie va a tener un catálogo de los segmentos, a los que se clasificó según ubicación geográfica, hora y descripción del suceso. Pueden pasar aquí tanto tiempo como deseen, mirando los segmentos, conversando entre ustedes y haciéndoles preguntas a las dos octoarañas que los acompañaron hasta aquí. Yo, desafortunadamente, tengo otras tareas para hacer… Si, al final de su observación, desean comunicarse conmigo otra vez, estaré a disposición de ustedes.

La Optimizadora Principal partió, seguida por sus dos asistentes.

Nicole se sentó en una de las sillas. Se la veía pálida y débil. Ellie se acercó.

—¿Estás bien, mamá?

—Creo que sí —contestó Nicole—. Inmediatamente después que empezaron a pasar las videocintas, sentí un agudo dolor en el pecho, probablemente debido a la sorpresa y la agitación, pero ahora se calmó.

—¿Deseas ir a casa y descansar? —preguntó Richard.

—¿Estás bromeando? —dijo Nicole con su característica sonrisa—. No me perdería este espectáculo aun cuando existiera la posibilidad de que me muriera en la mitad.

Miraron las películas mudas durante casi tres horas. Por las videocintas resultaba claro que ya no existía libertad individual alguna en Nuevo Edén y que la mayoría de los colonos luchaba denodadamente para llevar una magra existencia, aunque más no fuera. Nakamura había consolidado su dominio sobre la colonia y aplastado toda la oposición… pero la colonia que gobernaba estaba poblada, fundamentalmente, por ciudadanos abatidos y desdichados.

Al principio, todos los seres humanos miraban juntos el mismo segmento, pero, después que se hubieron pasado tres o cuatro, Richard sugirió que les resultaba tremendamente ineficaz observar los segmentos a razón de uno por vez.

—Ha hablado como un verdadero optimizador —dijo Max que, de todos modos, estuvo de acuerdo con Richard.

Había un segmento en el que aparecía brevemente Katie. Era una escena en Vegas, muy avanzada la noche. Las trotacalles estaban haciendo diligentemente su trabajo afuera de uno de los clubes. Katie se acercó a una de las mujeres, tuvo una breve conversación sobre algún asunto desconocido y, después, desapareció de la vista. Richard y Nicole comentaron entre sí que parecía estar muy delgada, hasta podría decirse que demacrada. Le pidieron a Archie que volviera a pasar el segmento varias veces.

Otra secuencia estaba íntegramente dedicada al hospital de Ciudad Central. No se necesitaron palabras para que los espectadores entendieran que había escasez de medicamentos críticos, faltaba personal y había problemas con equipos que se estaban deteriorando. Una escena particularmente conmovedora mostraba a una joven de origen mediterráneo, posiblemente griega, que moría después de un doloroso parto con desgarramiento. Su sala de partos estaba iluminada con velas, en tanto que el aparato de inspección que pudo haber identificado las dificultades que padecía la mujer, y salvado su vida, se hallaba inexplicablemente apagado al lado de la cama.

Robert Turner aparecía todo el tiempo en el segmento sobre el hospital. La primera vez que Ellie lo vio caminando por las salas, prorrumpió en llanto. Sollozó durante todo el segmento y, después, solicitó de inmediato que se lo volviera a pasar. Fue sólo cuando lo miraba por tercera vez que hizo un comentario.

—Se lo ve consumido —señaló— y agotado por el exceso de trabajo. Nunca aprendió a cuidarse.

Cuando todos estuvieron emocionalmente exhaustos y nadie pidió la repetición de otro segmento, Archie preguntó a los humanos si deseaban hablar otra vez con la Optimizadora Principal.

—Ahora no —contestó Nicole, reflejando la opinión de todos.

No hemos tenido tiempo de digerir lo que acabamos de ver.

Nai preguntó si, quizá, podrían llevarse algunos de los segmentos de vuelta a sus hogares en la Ciudad Esmeralda.

—Me gustaría verlos de nuevo —declaró—, a un ritmo más pausado. Y sería grandioso si se los pudiéramos mostrar a Patrick y Eponine.

Archie contestó que lo lamentaba, pero que los segmentos sólo se podían mirar en uno de los centros de comunicación octoarácnidos.

En el viaje de vuelta a su zona, Richard estuvo conversando con Archie y mostrándole a la octoaraña lo bien que funcionaba el traductor. Richard había terminado sus ensayos finales precisamente el día anterior a la reunión con la Optimizadora Principal. El aparato tanto Podía traducir el dialecto natural de las octoarañas como el lenguaje específicamente adaptado a la parte del espectro que podían ver los seres humanos. Archie reconoció que estaba impresionado.

—A propósito —añadió Richard, hablando en voz más alta, de modo que todos sus compatriotas pudieran oírlo—, supongo que no hay muchas posibilidades de que nos digas
cómo
se las arreglaron ustedes para obtener todos esos segmentos de videocinta de Nuevo Edén, ¿no?

Archie no vaciló para responder.

—Cuadroides voladores para imágenes —dijo—. Un género más avanzado. Mucho más pequeños.

Nicole tradujo para Max y Nai.

—Me cagaron —refunfuñó Max por lo bajo. Se paró y fue hasta el otro extremo del transporte, meneando la cabeza vigorosamente.

—Nunca vi a Max tan solemne ni tan tenso —le confió Richard a Nicole.

—Ni yo —respondió ella. Estaban dando un paseo para hacer ejercicio, una hora después de haber terminado de cenar, junto con su familia y amigos. Una solitaria luciérnaga seguía el ritmo de marcha por encima de Richard y Nicole, mientras ellos repetían muchas veces la caminata desde el fondo de su callejón hasta la plaza situada en la otra punta de la calle.

—¿Crees que Max va a cambiar de opinión respecto de irse? —preguntó Richard mientras daban otra vuelta a la fuente.

—No sé —contestó Nicole—. Creo que todavía está conmocionado, en cierto sentido… Detesta el hecho de que las octoarañas puedan observar todo lo que hacemos. Ese es el motivo de que insista en que él y su familia van a regresar a Nuevo Edén, aun si todos los demás nos quedamos aquí.

—¿Tuviste oportunidad de hablar con Eponine a solas?

—Anteayer trajo a Marius inmediatamente después de la hora de la siesta. Mientras yo ponía un medicamento por la escaldadura de los pañales, Eponine me preguntó si yo le había mencionado a Archie que ellos se querían ir… Parecía asustada.

Entraron en la plaza a paso vivo. Sin detenerse, Richard extrajo un trozo pequeño de tela y se enjugó la transpiración de la frente.

—Todo cambió —dijo, tanto para sí como para Nicole.

—Estoy segura de que todo es parte del plan de las octoarañas —contestó ella—. No nos mostraron esas videocintas nada más que para demostrar que todo no anda bien en Nuevo Edén.
Sabían
cómo íbamos a reaccionar después que hubiéramos tenido tiempo para evaluar el significado
real
de lo que habíamos visto.

La pareja hizo en silencio el camino de vuelta a su hogar temporal. Al dar la siguiente vuelta en tomo de la fuente, Richard dijo:

—¿Así que observan todo lo que hacemos, esta conversación inclusive?

—Por supuesto —contestó Nicole—. Ese fue el mensaje primordial que las octoarañas nos trasmitieron al permitimos ver las videocintas. No podemos tener secretos. La fuga es algo impensable. Estamos por completo en su poder… Puede que yo sea la única, pero sigo sin creer que intenten hacemos daño… Y hasta podrían permitirnos regresar a Nuevo Edén… con el tiempo.

—Eso nunca pasará, pues entonces habrían desperdiciado muchos recursos sin que haya una retribución mensurable, lo que, indudablemente, es una situación no óptima… No, estoy seguro de que las octoarañas todavía están tratando de decidir nuestra ubicación adecuada en su sistema total.

Richard y Nicole caminaron a máxima velocidad en el tramo final. Terminaron en la fuente y ambos bebieron agua.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Richard.

—Muy bien, no hay dolores ni me quedo sin aliento. Cuando Doctora Azul me examinó ayer no descubrió patología nueva alguna. Sencillamente, mi corazón es viejo y débil… Es lógico esperar que yo tenga problemas intermitentes.

—Me pregunto qué nicho ocuparemos en el mundo octoarácnido —continuó Richard instantes después, cuando se estaban lavando la cara.

Nicole echó un vistazo a su marido.

—¿No eras tú —dijo— el que se reía de mí hace algunos meses, por hacer inferencias respecto de los motivos de las octoarañas…? ¿Cómo puedes estar tan seguro ahora de que entiendes lo que están tratando de conseguir?

—No lo estoy —dijo Richard. Sonrió de oreja a oreja—. Pero es natural suponer que una especie superior sea lógica, por lo menos.

Richard despertó a Nicole en mitad de la noche.

—Lamento molestarte, querida, pero tengo un problema.

—¿De qué se trata? —preguntó Nicole, sentándose en la cama.

—Es embarazoso. Por eso no te lo mencioné antes… Empezó justamente después del Día de la Munificencia… Creí que se iría, pero la semana pasada el dolor se volvió insoportable…

—Vamos, Richard —dijo Nicole, un tanto irritada porque se le hubiera interrumpido el sueño—, ve al grano… ¿De qué dolor estás hablando?

—Cada vez que orino, tengo esta sensación de ardor…

Nicole trató de ahogar un bostezo mientras pensaba.

—¿Y estuviste orinando con mayor frecuencia? —preguntó.

—Sí… ¿Cómo lo supiste?

—Cuando se lo sumergió en la laguna Estigia, a Aquiles lo debieron de haber sostenido por la próstata; no hay duda de que es la parte más débil de la anatomía masculina… Ponte boca abajo y déjame examinarte.

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