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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

Ritos de Madurez (22 page)

—¿Por qué?

—¿Por qué se atacan los humanos los unos a los otros?

De repente se oyó un griterío en el exterior.

—Bueno —dijo Tate—, ya se han dado cuenta de que las niñas se han marchado. Estarán aquí en un momento…

Casi antes de que hubiese acabado de hablar, Macy Wilton y Neci Roybal aparecieron en la puerta, fisgoneando por la habitación.

—¿Has visto a las niñas? —preguntaron.

Tate negó con la cabeza.

—No, no hemos salido de aquí.

—¿No las habéis visto en toda la mañana?

—No.

—¿Akin?

—No. —Si Tate pensaba que era mejor mentir, entonces mentiría…, aunque ninguno de los dos había empezado aún a mentir.

—He oído que estabas enfermo, Akin —comentó Neci.

—Ahora ya estoy bien.

—¿Qué te pasó?

La miró con silenciosa animosidad, preguntándose si sería seguro el decírselo.

Tate habló por él, con una suavidad nada común en ella:

—Tuvo un sueño que le asustó. Un sueño sobre su madre…

Neci alzó una ceja, escéptica:

—No sabía que soñasen.

Tate agitó la cabeza y sonrió levemente.

—¿Por qué no, Neci? Por lo menos es tan humano como tú.

La mujer se echó hacia atrás.

—¡Deberías estar ahí fuera, ayudando a buscar a las niñas! —exclamó—. ¡Quién sabe qué les puede haber pasado!

—Quizá alguien haya decidido seguir tu consejo, las haya agarrado y les haya cortado los tentáculos sensoriales.

—¿Cómo? —quiso saber Macy. Había entrado en la habitación en la que había dormido con su esposa y las niñas. Ahora salió de ella y se quedó mirando a Tate.

—Tiene un obsceno sentido del humor —murmuró Neci.

Tate produjo un sonido sin palabras.

—Estos días no tengo ningún sentido del humor, en lo que a ti se refiere. —Miró a Macy—. Aún sigue conspirando para hacer que les amputen los tentáculos a las niñas. Ha estado hablando de ello con los del equipo de recuperación.

Ahora miró cara a cara a Neci:

—¡Atrévete a negarlo!

—¿Y por qué iba a hacerlo? ¡Estarían mejor sin ellos…, serían más humanas!

—¡Tan bien como podrías estarlo tú sin tus ojos! Vamos a buscarlas, Macy…, y por Dios que espero que ellas nunca oigan las cosas que Neci ha estado diciendo…

Asombrado, Akin la siguió. Tate había echado la culpa de la huida de las niñas justamente sobre la espalda a la que correspondía, sin mezclarlo a él para nada. Lo dejó con uno del equipo de trabajo, que se había herido en una rodilla, y se unió a la búsqueda, como si estuviera totalmente convencida de que iban a hallar en seguida a las niñas.

19

Amma y Shkaht no fueron halladas. Simplemente, habían desaparecido…, quizá las hubiesen hallado otros resistentes, tal vez estuvieran a salvo en algún pueblo comercial. La mayor parte de los resistentes parecían creer que tenían que estar muertas: ya fuese devoradas por los caimanes o las serpientes anacondas, ya picadas por serpientes o insectos venenosos. La idea de que unas niñas tan pequeñas pudiesen haber hallado el camino hasta un lugar seguro les parecía algo totalmente inconcebible.

Y la mayor parte de los resistentes culpaban a Neci de esas muertes. Esto parecía satisfacer a Tate, pero a Akin no le importaba. Lo único que quería de Neci era que le dejase en paz. Y lo dejó en paz…, pero después de hacer circular la idea de que debía ser vigilado más de cerca. No era ella la única que creía esto, pero sí había sido la única en sugerir que lo mantuviesen apartado del pozo y del río, y que le colocasen un arnés y lo dejasen atado al exterior de las cabañas cuando todos estaban demasiado ocupados como para poderlo controlar.

Eso era algo que él no hubiera soportado: hubiera aguijoneado la cuerda o cadena con la que le hubiesen asegurado hasta que se hubiese podrido u oxidado y roto, y entonces se habría escapado, no montaña abajo, sino hacia arriba. Quizá, más arriba, no lo hubiesen hallado. Probablemente no habría logrado hacer todo el camino que le separaba de Lo: estaba demasiado lejos de su pueblo, y había demasiados poblados de resistentes por el camino, por lo que lo más probable era que lo hubiesen atrapado en cuanto hubiera bajado de las montañas. Pero nunca se hubiese quedado con una gente que lo atase.

Y no lo ataron; lo controlaban más que antes, pero parecía que los resistentes tenían tanta aversión a atar o encerrar a la gente como la pudiera tener él.

Finalmente, Neci se marchó con un grupo de miembros del equipo de recuperación que volvían a casa: hombres y mujeres con sus tesoros a cuestas. Se llevaron con ellos dos de las armas de fuego. Había habido discusiones, tanto entre los componentes del equipo recién llegados como de los salientes, acerca de la conveniencia de que Fénix empezara a fabricar armas de fuego. Tate estaba en contra, y Yori se oponía de un modo tan obsesivo que amenazó con marcharse a otro poblado de resistentes. En cualquier caso, las armas serían fabricadas.

—Tenemos que protegernos —dijo Gabe—. Demasiados bandoleros tienen ya armas de fuego, y Fénix es un pueblo rico. Más pronto o más tarde decidirán que es más descansado robarnos a nosotros que tener que andar comerciando por esos caminos de Dios.

Una vez tomada la decisión, Tate durmió varias noches sola, o con Akin. A veces no dormía en toda la noche. Akin hubiera deseado poder consolarla, del mismo modo que Amma y Shkaht lo habían consolado a él. El sueño habría sido un verdadero regalo para ella, pero sólo se lo podría haber ofrecido con la ayuda de una compañera de camada, nacida de oankali.

—¿Es que los bandoleros van a empezar a atacaros, del mismo modo que nos atacan a nosotros?

—Probablemente.

—¿Y por qué no lo han hecho antes?

—Lo han hecho, esporádicamente…, tratando de robarnos metal o mujeres. Pero Fénix es una ciudad fuerte…, con mucha gente dispuesta a luchar por ella, caso de ser preciso. Hay asentamientos más pequeños, más débiles, que son huesos más fáciles de roer.

—Entonces no es tan mala idea tener armas de fuego, ¿no?

Trató de observarlo en la oscuridad. No podía verlo…, pese a que él la veía perfectamente.

—¿Eso crees?

—No lo sé. Me cae muy bien un montón de gente de Fénix. Y recuerdo lo que le hicieron a Tino los bandoleros. No tenían por qué hacerlo, pero lo hicieron. Y, sin embargo, luego, cuando estuve con ellos, no parecían…, no sé. Durante la mayor parte del tiempo eran como la gente de Fénix.

—Probablemente eran de algún lugar parecido a Fénix…, algún pueblo o poblado. Se hartaron de una existencia aburrida desprovista de objetivos, y eligieron otra.

—¿Desprovista de objetivos porque los resistentes no pueden tener hijos?

—Así es. Eso significa mucho más de lo que jamás lograré explicarte. No nos hacemos viejos, no tenemos hijos, y nada de lo que hacemos vale una maldita mierda.

—¿Qué representaría… el que tuvieseis un chico como yo?

—Tenemos un chico como tú: tú.

—Ya sabes lo que quiero decir.

—Duérmete, Akin.

—¿Por qué les tienes miedo a las armas de fuego?

—Porque hacen que el matar sea una cosa demasiado fácil. Demasiado impersonal. ¿Sabes lo que eso significa?

—Sí. Si dices algo que no entiendo, ya te lo preguntaré.

—Cuando las tengamos, nos mataremos entre nosotros aún más de lo que ya lo estamos haciendo. Y aprenderemos a hacer más y mejores armas. Algún día, nos meteremos con los oankali, y eso será nuestro fin.

—Lo sería. ¿Y qué es lo que, en cambio, querrías que sucediera?

Silencio.

—¿Lo sabes?

—Que no nos llegase la extinción —susurró ella—. Que de ningún modo nos llegase la extinción. Mientras estemos vivos, tenemos esperanzas.

Akin frunció el ceño, tratando de comprender.

—Si tuvieras niños a la manera antigua, en la forma de antes de la guerra, si tuvieras hijos con Gabe…, ¿seguirías creyendo que os vais a extinguir?

—Al contrario, entonces creería que ya no íbamos a extinguirnos: nuestros hijos serían humanos como nosotros.

—Yo soy humano como tú…, y oankali, como Ahajas y Dichaan.

—No lo entiendes.

—Lo estoy intentando.

—¿De veras? —Ella le acarició la cara—. ¿Por qué?

—Necesito hacerlo, es parte de mí. También a mí me concierne.

—La verdad es que no.

De repente, se sintió irritado. Odiaba su suave condescendencia.

—Entonces, ¿por qué estoy aquí? ¿Para qué estás tú aquí? Si no me concerniese, tú y Gabe estaríais abajo, en Fénix. Y yo estaría de vuelta en Lo. Los oankali y los humanos han hecho lo que antes hacían los machos y las hembras humanos, Y me han hecho a mí, y han hecho a Amma y Shkaht…, ¡y están tan poco extintos como lo estaríais vosotros si tú tuvieras hijos con Gabe!

Ella se giró un poco…, dándole la espalda tanto como podía hacerlo en una hamaca.

—Duérmete, Akin.

Pero no se durmió. Era su turno de quedarse despierto, pensando. Comprendía más de lo que ella pensaba. Recordaba su discusión con Amma y Shkaht acerca de que a los humanos se les debía permitir tener su propio grupo Akjai…, su propio seguro contra un desastre y la auténtica extinción. ¿Por qué aquello tenía que ser tan difícil? Según Lilith, había extensiones de tierras rodeadas por tremendas cantidades de agua. Podía aislarse a los humanos y devolvérseles la habilidad de reproducirse a su manera. Pero, entonces, ¿qué pasaría cuando los construidos se dispersasen por las estrellas, dejando la Tierra convertida en una despojada ruina? Las esperanzas de Tate eran vanas.

¿O no lo eran?

¿Quién estaba hablando, entre los oankali, en nombre de los intereses de los humanos resistentes? ¿Quién había considerado seriamente que quizá no fuese bastante el dejar que los humanos eligiesen entre la unión con los oankali o unas vidas estériles, en libertad de los oankali? Los humanos de los poblados comerciales lo decían, pero estaban tan tarados, eran tan contradictorios genéticamente, que a menudo no se les escuchaba.

Él no tenía su tara. Él había sido elaborado dentro del cuerpo de un ooloi. Él era lo bastante oankali como para ser escuchado por otros oankali, y lo bastante humano como para saber que los humanos resistentes estaban siendo tratados con crueldad y condescendencia.

Y, no obstante, no había sido capaz de hacer que Amma y Shkaht le comprendiesen. Y él mismo aún no sabía lo bastante. Aquellos resistentes tenían que ayudarle a aprender más.

20

Akin estuvo con la gente de Fénix durante casi un año. Pasó la mayor parte de este tiempo en las colinas, viendo las operaciones de rescate y tomando parte en ellas cuando el equipo encargado le dejaba. Uno de los hombres lo puso a limpiar pequeños artículos decorativos: joyería, botellitas, jarras, cubertería. Sabía que en realidad le habían dado este trabajo para sacárselo de en medio, pero le gustaba. Lo probaba todo antes y después de limpiarlo. A menudo hallaba restos humanos, protegidos dentro de recipientes: trozos de piel, cabellos, uñas. De algunos de ellos recuperaba tramas genéticas perdidas, que los ooloi podrían recrear si necesitaban la diversidad genética humana. Sólo un ooloi podía decirle lo que era útil y lo que no. Él lo memorizaba todo para, algún día, dárselo a Nikanj.

En una ocasión Sabina lo encontró probando el interior de una botellita pequeña. Trató de quitarle la botella de un manotazo pero, afortunadamente, él pudo fintar y retirar los delgados filamentos de búsqueda de su lengua antes de que ella los rompiese. Sabina debería haberse ido de vuelta a Fénix cuando su grupo se marchó: había hecho su parte de lo que ella llamaba remover la tierra; pero se había quedado. Akin creía que se había quedado por él. No había olvidado que ella había estado dispuesta a tomar parte en la amputación de los tentáculos de Amina y Shkaht. Pero parecía más lista que Neci, más capacitada, más dispuesta a aprender.

—¿Cómo se llamaba esta cosa? —le preguntó, cuando ya no hubo posibilidad de que le hiciese daño.

—Era una botella de perfume. No te la metas en la boca.

—¿Ibas a alguna parte? —le preguntó.

—¿Cómo?

—Es que, si tienes tiempo, te explicaré por qué me llevo las cosas a la boca.

—Todos los niños pequeños se llevan las cosas a la boca…, y de vez en cuando se envenenan.

—Yo debo ponerme las cosas en la boca, si es que quiero comprenderlas. Y debo tratar de comprenderlas. Si no lo intentase, sería como tener ojos y manos y estar siempre vendado y maniatado. Me haría volverme… loco.

—¡Oh, pero…!

—Y ya soy demasiado mayor para envenenarme yo mismo. Podría beberme el líquido que antes hubo en esta botella sin que me ocurriese nada. Pasaría a través de mí rápidamente, apenas sin cambiar, porque no es muy peligroso. Si fuera muy peligroso, o bien mi cuerpo cambiaría su estructura y lo neutralizaría, o… lo sellaría dentro de una especie de botella cerrada de carne y lo expulsaría. ¿Entiendes?

—Com…comprendo lo que dices, pero no estoy segura de creerte.

—Es importante que lo entiendas; tú, sobre todo…

—¿Por qué?

—Porque, justo ahora, estuviste a punto de hacerme muchísimo daño. Podrías haberme dañado mucho más de lo que podría dañarme ningún veneno. Y podrías haberme hecho aguijonearte. Y, si yo hiciese tal cosa, morirías…, por eso es importante.

Sabina se apartó de él y su rostro cambió un poco.

—Siempre pareces tan normal, que a veces lo olvido.

—No lo olvides. Pero tampoco me odies: nunca he aguijoneado a nadie, y no quiero tener que hacerlo nunca.

Algo de la suspicacia abandonó los ojos de ella.

—Ayúdame a aprender —dijo Akin—. Quiero conocer mejor mi parte humana.

—¿Qué es lo que te puedo enseñar?

Sonrió.

—Dime por qué los niños humanos se ponían cosas en la boca. Nunca lo he sabido.

21

Hizo de todos ellos sus maestros. Sólo a Tate le explicó lo que intentaba conseguir. Cuando ella le hubo escuchado, le miró y agitó tristemente la cabeza.

—Adelante —dijo—: aprende todo lo que puedas acerca de nosotros. Eso no te puede hacer ningún daño. Pero creo que luego verás que también tienes algunas cosas que aprender aún de los oankali.

Esto le preocupó; ningún otro resistente podría haberle hecho preocuparse respecto a los oankali. Pero Tate casi era pariente suya: si se hubiese quedado con Kahguyaht y sus familiares, hubieran sido parientes de ooloi. Y, ahora, casi la notaba como de la familia. Se fiaba de ella y, no obstante, no podía abandonar su propia convicción de que, algún día, él podría hablar en nombre de los resistentes.

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