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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

Ritos de Madurez (28 page)

—Sí —dijo—. Hazlo. Hace daño y no te gustará, pero hay en ello algo más que dolor, algo que no hallarás hasta después. Creo que quizá…, quizá sea una sombra del modo en que serán las cosas cuando seamos adultos y capaces de percibirlo directamente. Vale lo que cuesta. Vale la pena probarlo.

5

Akin y Tiikuchahk estaban dormidos cuando el transbordador llegó a Chkahichdahk. Dichaan los despertó con un toque y los llevó hacia la salida por un pseudopasillo que era exactamente del mismo color que el interior del transbordador. El pseudopasillo era bajo y estrecho…, justo lo bastante grande como para que los tres pudieran recorrerlo en fila india. Se cerró tras ellos. Akin, que era el que iba detrás, podía notar cómo las paredes iban haciendo esfínter para unirse a sus espaldas. El movimiento lo fascinaba. Ninguna estructura en Lo era lo suficientemente masiva como para moverse de este modo, creando un pasillo temporal, para guiarlos a través de una gruesa capa de tejido vivo. Y la carne debía de estar abriéndose ante ellos. Trató de mirar más allá de Tiikuchahk y Dichaan, para ver el movimiento. Sólo lo divisaba de vez en cuando: ése era el problema de ser pequeño. No era débil, pero casi todo el mundo que conocía era más alto y robusto que él…, y siempre sería así. Después de la metamorfosis, si es que se convertía en hembra, Tiikuchahk casi le doblaría en tamaño. Pero él sería macho, y la metamorfosis alteraba poco el tamaño de los machos.

Poco después de su nacimiento, Nikanj le había vaticinado que sería pequeño y solitario. Y que no querría permanecer en un lugar y ser padre de sus hijos. Que no querría tener nada que ver con otros machos.

No podía imaginar una vida así. No era ni humano ni oankali. ¿Cómo iba a poder ayudar a los resistentes, si era tan solitario?

Nikanj sabía mucho, pero no lo sabía todo. Sus hijos siempre eran saludables e inteligentes. Pero no siempre hacían lo que él deseaba, ni lo que se esperaba de ellos. A veces tenía más éxito prediciendo lo que harían los humanos bajo una serie determinada de circunstancias. Desde luego, no sabía tanto como creía de lo que Akin haría cuando fuese adulto.

—Éste no es un buen modo en que meter dentro de Chkahichdahk a los humanos —dijo Dichaan mientras caminaban—. A la mayoría de ellos les perturba el estar tan encerrados. Si alguna vez tienes que traer a humanos, haz que el transbordador te acerque tanto como le sea posible a uno de los pasillos de verdad, y mételos en él tan pronto como puedas. Tampoco les gustan los movimientos de la carne, así que trata de impedir que los vean.

—Los ven en casa —dijo Tiikuchahk.

—Pero no este tipo de movimiento, tan impresionante. Lilith dice que se siente como si la estuviera tragando un gran animal. El caso es que no puede soportarlo. Algunos humanos pierden por completo el control y tratan de hacerse daño sí mismos…, o hacérnoslo a nosotros.

Hizo una pausa.

—Aquí ya hay un verdadero pasillo. Ahora iremos montados.

Dichaan los llevó a una estación de alimentación de tilios y escogió uno de los grandes animales planos. Se subieron los tres, y Dichaan lo tocó con varios tentáculos de la cabeza. El animal era curioso y alzó pseudotentáculos para investigarles.

—Éste no ha llevado nunca a un construido nacido de humana —le dijo Dichaan a Akin—. Pruébalo y deja que él te pruebe. Es inofensivo.

A Akin le recordaba un agutí o una foca, aunque era más listo que aquellos animales. Los llevó por entre el tráfico de otros tilios y caminantes: oankali, construidos y humanos. Dichaan le había dicho a dónde quería ir, y el animal encontró el camino sin dificultad. Y disfrutaba conociendo a viajeros con sabor extraño.

—¿Tendremos algún día estos animales en la Tierra? —preguntó Tiikuchahk.

—Los tendremos cuando los necesitemos —contestó Dichaan—. Todos nuestros ooloi saben cómo montarlos.

Montar era la palabra adecuada, pensó Akin. El tilio había sido confeccionado a partir de los genes combinados de varios animales. Los humanos metían a sus animales en jaulas o los ataban para impedirles que vagasen sueltos. Los oankali se limitaban a criar animales que no deseaban vagar por ahí y que, además, disfrutaban haciendo aquello que se esperaba de ellos. Por otra parte, les regocijaba ser recompensados con sensaciones nuevas o con otras, placenteras, ya conocidas. Éste parecía especialmente interesado en Akin, y se pasó el viaje contándole cosas sobre la Tierra y sobre sí mismo, a base de darle impresiones sensoriales simples. El disfrute de las mismas le daba a él tanto placer como él se lo daba al tilio. Cuando llegaron al final del viaje, a Akin le supo mal abandonar al animal. Dichaan y Tiikuchahk esperaron pacientemente, mientras Akin se desconectaba del tilio y le daba una última palmada de despedida.

—Me ha gustado —dijo innecesariamente, mientras seguía a Dichaan a través de una pared y subiendo por una rampa hacia otro nivel.

Sin volverse, Dichaan enfocó un cono de tentáculos de la cabeza hacia él:

—Te prestó mucha atención…, muchísima más que a nosotros dos. Los animales terrestres también te prestan mucha atención, ¿no?

—A veces me dejan tocarlos, incluso probarlos. Pero si hay alguien conmigo, escapan a la carrera.

—Aquí puedes entrenarte para cuidar animales…, para comprender sus cuerpos y mantenerlos sanos.

—¿Trabajo de ooloi?

—Se te puede enseñar a hacerlo. Todo menos controlar su descendencia. Sus crías las ha de mezclar un ooloi.

Naturalmente. Uno tenía sujetos tanto a los animales como a la gente a base de controlar su reproducción…, controlarla absolutamente. Pero quizás Akin pudiera aprender algo que fuera de utilidad para los resistentes. Y le gustaban los animales.

—¿Podré trabajar con los transbordadores o con Chkahichdahk? —preguntó.

—Si eso es lo que quieres…, pero será después de tu cambio. Habrá necesidad de gente que haga ese tipo de trabajo durante tu generación.

—En una ocasión me dijiste que la gente que trabajaba con la nave tenía que tener un aspecto distinto…, realmente distinto.

—Ese cambio no será necesario en la Tierra durante varias generaciones.

—¿El trabajar con animales no afectará en absoluto a mi aspecto?

—En absoluto.

—Entonces, quiero hacerlo. —Al cabo de unos pocos pasos miró hacia atrás, a Tiikuchahk—. Y tú, ¿qué harás?

—Buscar un ooloi subadulto para nosotros.

Si hubiera sabido cuál era el camino, hubiera andado más deprisa. Quería alejarse de Tiikuchahk. La idea de hallar a un ooloi, aunque fuese uno inmaduro, para que los uniese a los dos, aunque fuese brevemente, le resultaba molesta, casi repugnante.

—Lo que quiero decir es si sabes qué trabajo vas a hacer.

—Recoger conocimientos. Recoger información acerca de cambios que hayan tenido los Toath y los Akjai, desde que los Dinso se han establecido en la Tierra. No creo que se me permita hacer mucho más. Tú sabes cuál será tu sexo. Es como si nunca hubieses sido eka. Pero yo lo soy.

—No se te impedirá realizar un trabajo de estudio —le dijo Dichaan—. No serás tomada en serio, pero nadie te impedirá hacer lo que elijas. Y, si quieres que te ayuden, la gente te ayudará.

—Recogeré conocimientos —insistió Tiikuchahk—. Quizá, mientras esté haciendo esto, pueda llevar a cabo algún trabajo que deseo realizar.

—Esto es Lo aj Toaht —les informó Dichaan, llevándoles a una de las amplias zonas de vivienda. Allí crecían grandes estructuras con forma de árbol, mucho mayores que cualquier árbol que Akin hubiese visto en la Tierra. Lilith le había dicho que eran tan altos como rascacielos, pero esto no le decía nada a Akin. Eran lugares de vivienda, almacenes, estructuras internas de refuerzo de la nave, y suministradores de alimentos, vestidos y otros artículos deseados tales como papel, coberturas impermeables y materiales de construcción. En realidad no eran árboles, sino que formaban parte de la nave, y su carne era la misma que el resto de la carne de la nave.

Cuando Dichaan tocó con sus tentáculos craneales lo que parecía ser la corteza de uno de ellos, ésta se abrió tal como se abrían las paredes en casa, y dentro había una habitación que le resultó familiar, vacía de mobiliario de estilo resistente, pero conteniendo varias plataformas, alzadas para sentarse o para sostener recipientes con alimentos. Todas las paredes y las plataformas eran de un pálido color amarillo marrón.

Mientras entraban, se abrió la pared del lado opuesto de la habitación, y entraron tres oankali a los que Akin jamás había visto.

Akin hizo pasar aire sobre su lengua, y su sentido del olfato le dijo que el macho y la hembra de los recién llegados eran Lo…, de hecho, parientes cercanos. El ooloi debía de ser su trío. En el neutro no notaba olor de familiaridad, de relación por la parentela, como se hubiese dado si hubiese sido ooan Dichaan. Entonces, aquellos no eran progenitores, pero sí eran parientes… quizás el hermano y la hermana de Dichaan, y su compañero ooloi.

Los adultos se reunieron en silencio, con sus tentáculos corporales y craneales entrelazados, uniéndose en una intensa sensación. Tras un tiempo, probablemente cuando disminuyeron los sentimientos y las comunicaciones, enfriándose hasta un nivel que podía tolerar un niño, introdujeron a Tiikuchahk, examinándola con gran curiosidad. Akin le envidió sus tentáculos craneales. Cuando los adultos la soltaron y le atrajeron al centro de su grupo, sólo pudo probarlos de uno en uno, y no hubo tiempo para saborearlos a todos con la profundidad que le habría gustado. Era más fácil hacerlo con los niños y los resistentes.

Y, sin embargo, aquella gente le daba la bienvenida: podían verse en él y captar su alienígena humanidad. Esta última les fascinaba, y decidieron tomarse el tiempo necesario para percibirse a sí mismos a través de los sentidos de él.

En especial, el ooloi estaba fascinado por Akin. Se llamaba Taishokaht… Jahtaishokahtlo leí Surohahwahj aj Toaht. Akin no había tocado nunca antes a un ooloi Jah. Era más bajo y robusto que un ooloi de los Kaal o Lo. De hecho, tenía una constitución parecida a la del propio Akin, aunque era algo más alto. Todo el mundo era más alto que Akin. En el ooloi había una sensación de dedicación y confianza, y también de algo que casi era humor…, como si él le divirtiese mucho, pero, eso sí, teniéndole mucho aprecio.

—No sabes qué mezcla tan intrincada eres —le dijo en silencio—. Si tú eres el prototipo para los machos nacidos de humana, va a haber muchos de nosotros que nos decidamos a tener únicamente hembras de nuestras compañeras humanas. Claro que, si hacemos esto, será una gran pérdida.

—Ahora hay otros varios —dijo en voz alta Dichaan—. Estúdialo. Quizá tú mezcles el primero para los Toaht de Lo.

—No sé si querré hacerlo.

Akin, aún en contacto con él, rompió la conexión y se echó hacia atrás para mirarlo. Claro que quería. Lo quería, y mucho.

—Estúdiame tanto como quieras —le dijo—. Pero comparte lo que aprendas conmigo tanto como puedas.

—Comercio, Eka —dijo, divertido—. Me interesará ver cuánto puedes percibir.

Akin no estaba seguro de que le gustase aquel ooloi. Tenía una voz suave, seca como el papel, y una actitud que le irritaba. Al ooloi no le importaba el que, claramente, Akin fuese a ser macho y ya estuviera cerca de la metamorfosis. Para él era un eka, un niño sin sexo. Un niño tratando de hacer intercambios de adulto. Divertido. Pero aquello era lo que Dichaan le había prometido a Tiikuchahk: les ayudarían y les enseñarían, con una cierta falta de seriedad. En cierto modo, les seguirían la corriente. Los niños que vivían en la seguridad de la nave no tenían que crecer tan rápidamente como los de la Tierra. Exceptuando a los jóvenes ooloi, que experimentaban dos transformaciones, con sus años de subadultos de por medio, a todos los demás se les permitía tener una larga y fácil niñez. Incluso a los ooloi no se les presentaban retos serios hasta que no demostraban que iban a serlo…, hasta que llegaban al estadio de subadultos. Nadie los secuestraba cuando aún eran bebés, ni los llevaba de aquí para allá agarrados por un brazo o una pierna. Nadie los amenazaba. No tenían que intentar mantenerse en vida entre bienintencionados pero ignorantes resistentes.

Akin miró a Dichaan.

—¿Cómo puede ser bueno para mí el que me traten como si fuera más pequeño de lo que soy? —le preguntó—. ¿Qué se supone que me va a enseñar la condescendencia acerca de este grupo de mi pueblo?

No habría hablado tan irrespetuosamente si Lilith hubiese estado con él. Ella insistía en que tuviese respeto a los adultos. En cambio, Dichaan se limitó a contestarle sus preguntas, tal como había imaginado:

—Enséñales quién eres. Ahora, sólo saben lo que eres. Los dos —enfocó por un instante en Tiikuchahk— estáis aquí tanto para enseñar como para aprender.

Que era, más o menos, lo que había dicho Taishokaht, pero éste lo había dicho como si estuviese hablando con un niño mucho más pequeño.

En este momento, y sin que pudiera entender el motivo para ello, Tiikuchahk le tocó, y cayeron en aquella chirriante y disonante casi sincronización.

—También esto es lo que somos —le dijo a Taishokaht…, sólo para escuchar las mismas palabras de boca de Tiikuchahk—. ¡En esto es en lo que necesitamos ayuda!

Los tres oankali los probaron y luego se echaron hacia atrás. La hembra, Suroh, apretó sus tentáculos con fuerza contra su cuerpo, y pareció hablar por todos:

—Oímos hablar de ese problema. Es peor de lo que me imaginé.

—Fue un error separarlos —dijo en voz baja Dichaan.

Silencio. ¿Qué más cabía decir? Aquello había sido decidido, por consenso, años antes. Los adultos de la Tierra y Chkahichdahk habían tomado la decisión.

—Conozco una familia Tiej con un niño ooloi —dijo Suroh. Entre los oankali no podía haber ni niños ni niñas, pero a menudo se referían a los ooloi subadultos como niños ooloi. Akin había oído aquellos términos toda su vida. Ahora, los adultos buscarían a un niño ooloi para Tiikuchahk y para él. La idea le hacía estremecerse.

—Mis compañeros de camada tienen un niño ooloi —dijo Taishokaht—. No obstante, es demasiado pequeño. Justo acaba de pasar su primera metamorfosis.

—Demasiado pequeño —intervino Dichaan—. Necesitamos a uno que se comprenda a sí mismo. ¿Debo quedarme y ayudaros a elegir?

—Nosotros escogeremos —dijo el macho, aplastando sus tentáculos muy planos contra su piel—. Aquí hay que resolver más de un problema. Nos has traído algo muy interesante.

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