Saga Vanir - El libro de Jade

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LENA VALENTI

El Libro de Jade

1° de la Serie Vanir

El Libro de Jade (2010)

ARGUMENTO:

Del amor al odio no hay más que un mordisco...

Caleb
, es un hombre atormentado. Un Vanirio, un ser inmortal creado por los Dioses Escandinavos para proteger a los humanos de aquellos que no han sabido resistirse a la sangre y al poder. Ahora, ha llegado a Barcelona para dar con la extraña organización que está secuestrando y asesinando a todos aquellos que son como él.

Busca venganza y no dudará en llevarse a
Eileen Ernepo
, la hija del científico loco que está

experimentando con los cuerpos de sus amigos. Ella será la respuesta a toda aquella red de sangre e injustificada violencia hacia los suyos.

Eileen tendrá que pagar. Sin embargo, nunca imaginó que la joven se convertiría en su perdición. Eileen, vivía su vida dentro de una apacible normalidad. Trabajaba en la empresa

“familiar” como Relaciones Públicas, tenía un buen sueldo y quería con locura a su Huskie y a sus dos únicos amigos que mantenía desde la infancia.

Además, se acababa de licenciar como pedagoga y le habían ofrecido un excelente trabajo en Londres en un proyecto de educación. Aquella era la oportunidad perfecta para huir de las garras de su padre Mikhail, un hombre que no la quería y que la culpaba por la muerte de su madre, Elena. Huiría de él, por fin. Lo que no podía imaginarse era que aquella misma noche, un hombre iracundo y terriblemente atractivo, la secuestraría y la introduciría a la fuerza en un mundo lleno de mitología, magia, clanes, sangre y colmillos.

SOBRE LA AUTORA:

Lena Valenti
nació en Barcelona en noviembre de 1979. Lectora profesional y especializada en novela romántica, escribe desde que tiene
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memoria. Trabaja en Prensa y Comunicación en Casa del Libro y es,
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además, creadora y diseñadora de páginas web. El libro de Jade es su
de

primera y prometedora incursión en el género de la novela romántica
orb

paranormal.

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Lena ha devorado libros de romántica de todo tipo como si fuera un

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hábito compulsivo en ella, casi como un tic. Más tarde, lo hizo como Lectora Profesional. Pero un
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día, decidió escribir en serio sus propias historias de romance. Ya lo había hecho con anterioridad.
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Tenía dos o tres manuscritos, guardados en el olvido.

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Y pensó ¿por qué no? Los libros en el cajón sólo los leen las termitas así que, ésta vez, se puso
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de cabeza y lo hizo. Ya sabemos el resultado.

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AGRADECIMIENTOS

QUISIERA DAR las gracias a muchas personas que han hecho posible que hoy
El libro de Jade
sea una realidad. Así que primero agradezco a mi
berserker
particular, Valen, que haya tenido tanta paciencia conmigo mientras me pasaba las horas escribiendo. Gracias por ser mi principal apoyo, por emprender esta aventura conmigo y por darme un punto de vista objetivo y masculino de la saga. Tú eres
mo duine
.

También quisiera agradecer a mi amiga Mónica, la chica de juvenil de la Casa del Libro, el haber leído mi manuscrito con tanta ilusión y dedicación. Fuiste mi primera lectora profesional, la primera que me dio aliento para creer en lo que había escrito.

A Olga Cote por depositar su confianza en mí y ofrecerme el cargo de Prensa y Comunicación. Tú me diste la primera oportunidad para conocer mejor este universo editorial. A todos los compañeros de esta gran librería por apoyarme y hacerme sonreír cada día, y gracias a la cadena en general por todo lo que ha hecho por mí.

A Israel, por no ser únicamente un buenísimo editor, sino por ser también un buen amigo. Y no podría olvidarme jamás de todas esas webs y foros que a ciegas han colaborado en la difusión de este primer libro de la saga
Vanir
. Gracias sobre todo a
Autoras en la Sombra
por el magnífico trabajo que hacen de apoyo a la novela romántica. Gracias a
YO leo RA
, especialmente a Merche, por la excelente reseña que hiciste y por tu predisposición.

No me olvido de ese mundo paralelo que han creado las chicas de
Crónicas
Oscuras
, Val y Lyss, ambas sois fantásticas. Gracias a Teresa Cameselle por tu amabilidad, tu crítica y tu valoración, y gracias a ADARDE por apoyarme desde el principio y por desempeñar un papel tan importante dentro del mundo de la novela romántica. Seguro que entre todos haremos que el género sea respetado como se merece. No podemos olvidar que son los libros que más venden en el mundo.

A mi familia, la de sangre y la política, por recibir la noticia de la publicación

del libro con una sonrisa enorme y un gran abrazo. Nunca podría ser un vampiro
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porque vosotros me dais calor suficiente como para no enfriarme.
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CAPÍTULO 01

NO LE gustaban los días nublados, los detestaba. Desde hacía más de una semana, el clima amenazaba con la llegada de un terrible huracán. Faltaban siete días para luna llena, la noche del solsticio de verano se acercaba y en Cataluña la tradición llamaba a todas las personas que creían en las historias de magia y brujas a que salieran a la calle, encendieran las hogueras y se inventaran todo tipo de hechizos y encantamientos para traer prosperidad y felicidad a sus vidas. Eileen se acercó a la cristalera de su habitación, que dejaba ver unas bellísimas vistas de Barcelona, y alzó la mirada al cielo. Su huskie siberiano blanco de tres meses se acercó a ella y le rascó la pierna con su patita. Eileen lo miró, lo cogió en brazos y sonrió mientras masajeaba digitalmente la coronilla de Brave y volvía a mirar las soberanas nubes. Por el amor de Dios, estaban casi en pleno verano y el tiempo acechaba amenazador como en invierno. Vaya con el cambio climático... Todo el mundo hablaba de ello como si tal cosa, pero nadie entendía muy bien cuáles iban a ser sus consecuencias.

El 23 de junio se celebraría la verbena de San Juan, su fiesta favorita y, de seguir así el clima, iba a estar pasada por agua. Desde pequeña sentía adoración por esa celebración, para ella era realmente especial, y ni siquiera podía explicar de dónde provenía su fascinación. En ese día la gente compraba las tradicionales cocas de San Juan. Algunas eran de piñones, otras de crema o de cabello de ángel. El techo estelar se inundaba de fuegos artificiales, habría música por doquier y la noche más corta del año se convertiría en la más larga para muchos jóvenes y no tan jóvenes que buscaban diversión, música y alguien con quien revolcarse en la arena de las playas del Mediterráneo para luego alcanzar juntos y confundidos —muchos gracias al alcohol— el amanecer.

Estaba más ilusionada por la llegada de esa festividad que por la de su cumpleaños. Faltaban dos días para que ella cumpliera veintidós años. Veintidós años. Un escalofrío recorrió su columna vertebral erizándole los pelos de la nuca y borrando la sonrisa que había aparecido divertida en sus labios. Se abrazó a sí misma, frotándose los brazos y logrando entrar en calor de nuevo. Dio media vuelta para dirigirse a su cama, no sin antes pararse enfrente de su tocador e inspeccionar su cuerpo y su cara. Dejó a Brave en el suelo y él se fue directo a morder un ratón de peluche, su juguete particular.

Eileen llevaba un pijama de short y camiseta de tirantes finos, ambas partes de color blancas. Su piel bronceada vestía un cuerpo sencillamente perfecto. Un cuerpo estilizado, sin ápice de grasa y de largas y moldeadas piernas. Pero no era el cuerpo lo que más llamaba la atención de ella, sino su rostro.

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El rostro que aparecía en el espejo era la reencarnación del embrujo y la atracción. Una larga y
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lisa cabellera azabache caía por debajo de sus esbeltos hombros. Las cejas del mismo color,
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perfectamente arqueadas y sexys. Sus ojos eran de un color azul grisáceo que a veces era
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imposible de definir, enmarcados por unas largas y espesas pestañas negras que de lo extensas y
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rizadas que eran tocaban casi sus pómulos, estos altos y ligeramente tintados de un rosa pálido. Su

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nariz fina y elegante. Sus labios gruesos dibujaban un arco perfecto y volvían locos de deseo a sus
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compañeros de universidad. Más de uno había intentado probarlos, sin mucho éxito. El inferior
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algo más relleno que el superior pedía a gritos que lo mordieran y lo succionaran hasta decir basta.
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Con una sonrisa, recordando a sus amigos, que más de una vez borrachos hasta las cejas le
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habían pedido un beso por compasión, alzó la barbilla y deslizó su dedo índice por el pequeño y

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gracioso hoyuelo que la dividía. Su amiga Ruth le había mencionado que tener un hoyuelo
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dividiéndote la barbilla significaba belleza y armonía física. No sabía si era cierto, pero éxito tenía,
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no había duda.

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Acariciándose ese peculiar rasgo, pensó en su madre. ¿Habría tenido ella esa marca? Puesto que no llegó a conocerla, no lo sabía.

Debió de ser hermosísima, porque a su padre no se parecía en nada, de eso estaba segura. A lo mejor no conseguía encontrar ningún parecido con él porque Mikhail siempre estaba de mal humor, con el ceño fruncido y la mirada ensombrecida. Tal vez si el hombre se relajara más cuando estaba con ella... Imposible. Desechó esa idea al instante. No iba a engañarse, ella debía de ser calcada a su madre. El no tener ninguna foto ni recuerdo de ella le hacía difícil sacar conclusiones, pero su intuición le decía que así debía de ser.

Su madre... Cuánta falta le había hecho durante esos casi veintidós años que estaba a punto de cumplir. Mikhail le había contado que Elena murió dándole a luz. Las cosas se complicaron, perdió

mucha sangre debido a los desgarros.
La hemorragia la dejó seca
, le había dicho sin pizca de tacto su padre. Eileen tardó un tiempo en descubrir el significado de la palabra hemorragia. Con cinco años ya había aprendido a leer perfectamente, así que tomó un diccionario y con sus delicadas manitas buscó por la H lo que eso quería decir. Cuando entendió que al nacer ella su madre sangró

tanto que nadie pudo detenerlo se echó a llorar desconsoladamente y la aflicción le duró meses. Se iba a sentir culpable durante toda su vida y si no era así su padre ya se encargaría de recordárselo.

Tú la mataste. Tú fuiste la culpable.

Eileen ensombreció la mirada recordando las palabras que su padre había tenido más de una vez hacia ella. Inspiró hondo.

—Serás mi padre y todo lo que quieras —susurró mirando fijamente al espejo, —pero eres un cabrón de los grandes.

Tras la muerte de su madre, Mikhail había quemado y eliminado cualquier fotografía, vídeo o imagen que pudiera recordar a su mujer. Ignorando y siendo indiferente a si su hija alguna vez hubiese querido tener un recuerdo de ella.

Por supuesto que ella quería tener uno y no sólo uno, sino miles de recuerdos de la mujer que le dio a luz. Pero él se lo había privado, lo mismo que muchas otras cosas igual de importantes como el cariño, el amor y el calor de una familia. Aunque sólo fuesen dos. Ella y él. Jamás le había demostrado que la apreciaba, jamás escuchó un
te quiero, hija
. Si bien era cierto que no le faltaba de nada materialmente, tenía todo lo que quería. Trabajaba en la empresa de su padre como vínculo de relaciones externas. Tenía un muy buen sueldo con el que permitirse cualquier capricho sin necesidad de pedir nada a nadie. Ella se había pagado la universidad y también su coche, un BMW Z4 descapotable de color azul eléctrico que la tenía fascinada. Sabía hablar varios idiomas, como el español, catalán, inglés, ruso, chino y francés. Su padre
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tenía una empresa de materiales y productos para salas de operaciones y hospitales, así que
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necesitaba a alguien que pudiese comunicarse a nivel comercial con todo el mundo. Lo más
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novedoso, lo más nuevo, Mikhail lo creaba y lo vendía. Tocaba desde instrumentación quirúrgica
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hasta fórmulas de nuevas vacunas. Ella era la encargada, mediante sus enlaces, de recibir y
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distribuir las sustancias y los aparatos.

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En el trabajo se dirigían la palabra lo justo. Por la mañana, en la empresa familiar y por la tarde
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en la universidad. Así era su vida desde hacía cinco años.

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Estaba escasa de vínculo afectivo en su casa, no le había quedado más remedio que aprender a
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vivir con ello y tejer esos vínculos fuera de las paredes de su hogar, desde bien pequeñita.
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En el colegio y en la universidad había hecho grandes amigos. Pero mantenía y mimaba a los de
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siempre, Ruth y Gabriel. Ellos eran sus dos pilares. Pilares no. Hermanos para ella, mejor dicho. Se
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conocían desde la escuela, eran inseparables.

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Y luego estaba su médico, Víctor, que desde hacía cinco años, tras la muerte de su anterior doctor, el señor Francesc, llevaba el control a diario de su diabetes. Venía cada noche, controlaba su azúcar en la sangre y le suministraba insulina. Ella odiaba las agujas y su padre evitaba tener contacto íntimo con ella, así que tenía a su médico particular que la cuidaba, la pinchaba y luego se iba. La intimidad que compartían en su habitación, mientras le hacía la revisión médica les había hecho trabar una buena amistad.

La canción de
Unwritten
empezó a sonar distrayéndola de sus pensamientos. Se dio la vuelta dirigiéndose hacia el bolso
Tous
que había dejado colocado sobre la silla. Tomó el móvil exclusivo Motorola Dolce & Gabanna dorado y lo abrió al ver que ponía
Ruth llamando
. Le encantaban todas esas pijadas.

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