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He de mencionar también
The Defence of Greece,
490-479
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de J. F. Lazenby, libro publicado en 1993 y muy citado a partir de entonces. Después de buscar mucho he conseguido una reedición de 2007 que acaba de llegar a mis manos en el momento en que estoy corrigiendo las pruebas de la novela. Lazenby es un autor muy respetado como historiador militar, y las tesis básicas de su obra son dos. La primera, que Heródoto, con sus defectos, es casi la única fuente para esta guerra y que las otras —Diodoro, Plutarco, etc.— apenas poseen valor. La segunda, que pese a que los historiadores posteriores suelen atribuir grandes refinamientos tácticos y estratégicos a los militares griegos, en realidad eran básicamente aficionados que apenas habían desarrollado aún el arte de la guerra.
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A José Miguel Pallarés, sin cuyos (buenos) oficios
Salamina
no habría sido posible. Además, le debo atinados consejos sobre los primeros capítulos que espero haber sabido aplicar en el resto de la novela. A León Arsenal, por sus sugerencias como escritor y como marino. En cuanto a estas últimas, por supuesto, es responsabilidad mía cualquier barbaridad que se me haya escapado y que pueda hacer rechinar los dientes de los lobos de mar.A todo el equipo de Espasa. A Miryam Galaz y Ana Rosa Semprún, por sus ánimos y su paciencia. A Fátima Aranzabal y Paz López-Felpeto, por su gran trabajo. A Juan Miguel de Pablos, Paco Solano y Loida Díez. A David Cebrián. A Manuel Calderón. Aparte de los mapas, su portada, clavada en la pared de mi estudio, me ha servido de inspiración para terminar
Salamina
en los momentos de bajón.A mi hermano Jose, por su vídeo y por sus ánimos. A mis compañeros y sin embargo amigos David Moreno y Jesús Centeno, que de nuevo han ejercido de críticos y correctores, y de vez en cuando han puesto en remojo mis neuronas. A Manu, por llevarme a Granada, donde me oxigené un poco el cerebro.
A Hipólito Sánchez, por nuestras conversaciones acerca del arte de la guerra entre los griegos. Lo que más lamento es que, por falta de tiempo, no he podido asistir a sus experimentos prácticos sobre el funcionamiento de una falange hoplítica. ¡Pero prometo hacerlo más adelante! A José Luis, periodista y aficionado a la fantasía y la historia, por sus libros sobre el arte de la guerra.
A mi hija Lydia, por su paciencia con un padre un tanto excéntrico que unas veces vive en la remota Tramórea y otras en la antigua Grecia, y por las relajantes burbujas de lava que me han servido para dejar vagar mis pensamientos por las brumosas tierras de donde se extraen las ideas. A Tere y a Juan.
A mis colegas Juanmi Aguilera y Rafa Marín, por compartir inquietudes literarias, quejas, aventuras y, sobre todo, muchas risas. A David Mateo, alias Tobías Grumm, por su amistad y por contar conmigo para tantos proyectos.
Más que dar las gracias tengo ahora que pedir perdón a todos aquellos a los que he tenido descuidados por culpa de este trabajo tan solitario. Como mi hermano Jorge, y también Yolanda, Bárbara y Tania. Por supuesto, mi madre, que a menudo tiene que escuchar mis monosílabos guturales cuando me pregunta algo y yo estoy enganchado a los auriculares del ordenador mientras aporreo las teclas. Julio, Mari Cruz y Belén, a los que suelo decir: «Hola-adiós-me vuelvo a mi cubil a escribir».
Al Reverendo y a Manolo les he vuelto a chafar no sé cuántas partidas de mus en el Pulido (un saludo para Choni y Santi), aunque de vez en cuando se han vengado apaleándome a conciencia.
También quiero tener un recuerdo para Julián (sí, tú el primero), Cristina, Daniel, María José, Carlos, Bárbara, Carlos, Pepe y Bea. Y para Esther, Víctor e Inés. Para mi tocayo placentino Javi.
Para Sara, que siempre me anima en estas tareas. Para el Nene, Carmen y ahora también para Miguel. Para el gran Juan(ito) Sanguino. Para Conchi, Víctor, Rafa, Laura, Román, y las dos peques, Raquel y Laura. Para Saluqui. Por culpa de
Salamina
y otros libros falto demasiado a menudo a esas comidas campestres en las que nos lo pasamos tan bien. Y para Yolanda, a cuyo cumpleaños no pude ir.Para los lectores de laespadadefuego.com, en la que apenas he podido entrar mientras escribía
Salamina,
y para sus moderadores Takelu, Orion y Alier-mim.Para los Pino: Santi, Isabel, Esther, José Carlos, Joaqui, Julio, Conchi, Juan Antonio, Gema y, por supuesto, Santiago. Y para todos los demás miembros de esa familia tan grande en todos los sentidos.
Para mis alumnos del Gabriel y Galán de los cursos 1-3, 2-1, N1-1 y N2-1, por su paciencia con un profe un tanto despistado.
Y pido una disculpa final a todos esos hombres y mujeres que vivieron hace dos mil quinientos años, que hoy son poco más que nombres para nosotros y cuyas vidas me he atrevido a rememorar y a inventar. Es más que probable que algunos malos fueran buenos, algunos cobardes fueran valientes, y viceversa. A los griegos y a los persas, me escuchen desde donde me escuchen, perdón por mi osadía y, como se dice en griego,