Valiente (24 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

La capitana Crésida hizo una mueca, aunque acabó asintiendo.

—Es cierto, señor.

—Pero es mejor que nada —añadió Tulev.

—Mucho mejor —dijo Geary, de acuerdo—. Capitana Crésida, por favor, continúe trabajando en la idea. Si podemos ofrecer esa solución cuando volvamos al espacio de la Alianza, seremos capaces de proteger nuestros hogares de lo que ha sucedido aquí. —Sus ojos volvieron al visor estelar y se percataron de todo el camino que les quedaba. La flota todavía andaba escasa de suministros, seguía siendo perseguida por fuerzas síndicas que podrían acabar con ella si la cogían en mala posición, y le quedaba mucho espacio por recorrer para salir de territorio enemigo.

No pareció preocuparle a nadie. Nadie cuestionó que Geary utilizase la expresión «cuando» volvieran en lugar de «si» volvían. Estaba nervioso, pues temía el hecho de que su flota, o al menos la mayoría de ella, estuviese dispuesta a hacer lo que le pidiese en aquel momento, segura de que lo que Geary ordenase llegaría a buen puerto. Aquello estaría bien si fuese algún tipo de genio, pero ya había cometido un montón de errores. Antepasados, quiero que confíen en mí, no que tengan fe ciega. Lamentablemente, sentían por él las dos cosas, tanto si lo quería como si no, y eso se sumaba a la angustia que le producía ordenar la ejecución de Casia.

—Gracias —dijo Geary—. Les doy las gracias de nuevo a ustedes y a sus tripulaciones por haber conseguido el tipo de victoria que se recordará mientras dure la Alianza. —Vio a Duellos y a Badaya mirándolo, lo cual significaba que tenían intención de quedarse después de que terminase la reunión para hablar en privado. Sin embargo, en aquel momento no estaba preparado y negó con la cabeza hacia cada uno de ellos para indicarles que hablarían más tarde—. Nos vemos en el sistema estelar Branwyn.

Las imágenes desaparecieron y la sala pareció encogerse a una velocidad increíble. Geary se dejó caer pesadamente en cuanto desapareció la última imagen, con los ojos clavados en el visor estelar, preguntándose durante cuánto tiempo más podría evitar cometer un error fatal para toda la flota; preguntándose si realmente sería capaz de desactivar aquellas puertas hipernéticas bomba con las que los misteriosos alienígenas habían conseguido engañar a los humanos para que las colocasen en las partes del espacio que ocupaban.

—Lo conseguiremos.

Geary se había olvidado de que Desjani estaba presente físicamente, por lo que no se dio cuenta de que estaba en la misma sala, mirándolo.

—Sé que es duro, señor, pero ha conseguido traernos hasta aquí —señaló el visor.

—No puedo hacer milagros —dijo con un tono de voz apagado.

—Si usted nos guía de la forma adecuada, será la flota la que haga los milagros. Ya lo ha visto en Lakota.

Él se rió durante un instante.

—¡Ojalá pudiese creérmelo! Aunque es verdad que la flota hizo un trabajo extraordinario. No tengo nada que discutir ahí. —Luego la sonrisa desapareció y se giró hacia las estrellas.

—Casi cometo errores letales la primera vez que estuvimos en Lakota. No puedo permitirme cometer más, y eso me asusta, Tanya.

—No tiene que ser perfecto.

—¿No es lo que esperan las estrellas del firmamento de mí? —preguntó Geary a la vez que sentía que se tensaba su tono de voz.

Ella frunció el ceño.

—No soy lo suficientemente sabia como para saber lo que esperan, pero sí lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que no habrían elegido a un humano si quisiesen la perfección. Señor, normalmente ganar consiste en cometer menos errores que el enemigo, o levantarse más veces cuando lo derriban. Y usted hace ambas cosas.

Él la miró con ojos inquisitorios.

—Gracias. Soy consciente de que me ha dicho algunas veces que sabe que soy humano, pero otras sigo pensando que espera que sea alguna especie de deidad perfecta.

Desjani frunció todavía más el ceño.

—Eso sería blasfemia, señor, además de injusto para usted.

—¿Y aun así cree que puedo hacerlo? —Una cosa era que Desjani dijese eso creyendo que era perfecto, y otra que supiese que no lo era y pese a todo creyese en él. Si era así, significaba mucho más.

—Sí, señor. —Miró hacia abajo durante unos instantes—. Mis antepasados me dijeron que confiase en usted, que nuestro destino era... servir juntos.

Tardó un momento en responder, intentando asegurarse de decir lo correcto.

—Me alegro de que sirvamos juntos. Ha sido valiosísima.

—Gracias, señor.

No sabía por qué, pero de repente sintió la necesidad de cambiar de tema.

—La Avanbrazo fue destruida en combate, pero he comprobado que el teniente Riva pudo escapar. Ahora mismo está a bordo de la
Inspiradora
.

—Seguro que allí será feliz —respondió Desjani, con un tono de voz mucho más frío—. Hay algunas oficiales atractivas en esa nave, y eso suponiendo que esta vez no lo intente con una recluta. —Vio la reacción de Geary y se encogió de hombros con total indiferencia—. El teniente Riva cortó todos los lazos que lo unían a mí hace una década, señor, aunque no me di cuenta de verdad hasta hace poco. Lamento cualquier pérdida de un miembro de la flota de la Alianza, pero en lo personal, no me importaría no volver a escuchar su nombre.

—Perdón —dijo Geary—. Por sacar el tema, quiero decir.

—No pasa nada. He aprendido mucho sobre los hombres desde que tuve una relación con él, mucho sobre cómo deben ser. —Miró hacia abajo y se mordió un labio—. Pero estábamos hablando de volver a casa, sobre si sería capaz de hacerlo.

—Sí.

Ella debió de notar la falta de entusiasmo en el tono de Geary, y de algún modo supo a qué se debía.

—Sigue siendo su hogar, señor.

—¿Seguro? —Geary se quedó en silencio de nuevo, pero sabía que Desjani esperaba que añadiese algo más, como si supiese que tenía más que decir—. ¿Cuánto ha cambiado en un siglo? La gente que conocía ya no está. Saludaré a sus hijos ancianos y a sus nietos. Los edificios que vi nuevos, serán viejos. Los que vi viejos habrán sido derribados, y en su lugar habrá otra cosa. En esta nave me gusta fingir que no ha pasado tanto tiempo, pero cuando vuelva al espacio de la Alianza, vaya a donde vaya, habrá cosas que me recuerden que mi hogar ya no está.

Desjani suspiró.

—No le faltarán amigos.

—Sí, sí que me faltarán. Lo que no me faltará es gente que quiera estar cerca de Black Jack Geary —dijo, dejando que la amargura que sentía se notase en su tono de voz—. No estarán interesados en mí, sino en el gran héroe que creen que soy. ¿Cómo puedo evitarlo? ¿Cómo puedo llegar a conocer a alguien si eso me va a perseguir vaya adonde vaya?

—No será fácil —dijo Desjani, admitiéndolo—, pero la gente acabará conociéndolo. Tal y como han hecho las personas de esta flota. Verán quién está más allá del héroe, y veo cómo reacciona cuando se lo digo, y lo siento, pero es un héroe. Todos los de esta flota estarían muertos o en campos de trabajo síndicos desde hace tiempo si no fuese por usted. Es algo que tiene que admitir.

—Todavía puedo cometer un error tan grave como para que pase algo así —dijo Geary—. Mire, ojalá no me llamase héroe.

—La flota sabe...

—No, la flota no. Tú.

Desjani permaneció en silencio durante un momento, luego asintió con la cabeza.

—Necesita poder huir de eso a veces, lo entiendo. Pero creo que será feliz cuando vuelva a casa. Conocerá a gente, y la gente acabará conociéndolo a usted —repitió Desjani—. De igual forma que algunos lo conocen ahora.

—Ya. Hay gente en la flota que me conoce. Gente de la que me tendré que separar. —Esta vez, ella no contestó, y Geary alzó la vista para ver a Desjani observando la cubierta, con expresión firme, ocultando los sentimientos. Era la primera vez que pensaba en serio sobre el hecho de dejarla, o no verla todos los días, y eso le hacía sentir como si le diesen un puñetazo en la boca del estómago. Geary se preguntó cuál sería su expresión cuando se dio cuenta de eso—. Tanya...

—No, por favor. Solo lo haría más difícil.

No estaba seguro de lo que había querido decir, pero sabía que tenía razón.

—Está bien.

—Tendrá a la copresidenta Rione —dijo Desjani de repente.

—No, ya no la tengo ahora. No de ese modo. —Hizo una mueca, esperando no haber parecido insensible—. Nos utilizamos. Yo necesito a alguien que mantenga una posición escéptica con respecto a mí, y que esté dispuesta a contarme abiertamente sus dudas; y ella necesita... bueno, no sé lo que necesita.

Desjani habló muy bajo.

—Parece que le ha dado lo que quiere.

A Geary le costó bastante no estremecerse. Desjani había dado en el clavo. De pleno. ¿Por qué tenía sexo con una mujer si ni siquiera estaba remotamente seguro de cuáles eran sus sentimientos hacia él?

—Últimamente no. Aunque a lo mejor debería dejarlo del todo.

—Si la flota lo necesita...

—Esa es una buena justificación, ¿no? Justo el tipo de abuso de poder que se supone que evito.

Ella sonrió brevemente.

—Sí.

—Tampoco es que a Rione y a mí nos vaya tan bien. Sobre todo cuando... —Geary dejó de hablar al darse cuenta de lo que estaba a punto de decir: «Cuando se pone celosa por tu culpa».

Sin embargo, Desjani en aquel momento parecía más distante, como si hubiese escuchado cómo terminaba la frase.

—No le he dado razones para eso. Ni usted.

—Parece que ella no piensa lo mismo —dijo, frustrado—. Y el resto de la flota igual, aparentemente. ¿Qué vamos a hacer, Tanya?

Desjani era consciente de que en aquel momento no se refería a los síndicos ni a la flota. Miró hacia una esquina de la sala durante un rato antes de responder con un tono de voz tranquilo y controlado.

—No podemos hacer nada, señor.

—No, no podemos. —Aquel «señor» claramente marcado ponía de manifiesto sus posiciones. Ella era su subordinada, y él su comandante, y no había nada que hacer al respecto. Geary miró hacia abajo, intentando entender lo que sentía, y deseando que Desjani no hubiese caído en los juegos políticos que lo rodeaban.

—Lo siento.

—Gracias —respondió ella—. Yo también lo siento.

Solo después de que Desjani se hubiese ido se preguntó por qué lo sentía ella exactamente, y lo hizo solo entonces porque no estaba totalmente seguro de haberlo dicho del modo que creía haberlo dicho.

—Capitán Geary, al habla la capitana Desjani. Ha habido algunos problemas con el recuento de los prisioneros liberados de la Audaz debido al combate posterior y a las pérdidas de algunas de las naves que participaban en el rescate, pero ya hay disponible una lista preliminar. Actualmente se está trabajando en su comprobación y se espera que esté terminada antes de que alcancemos el punto de salto a Branwyn.

Geary sintió cierta liberación al escuchar aquella noticia, que le recordaba que había conseguido rescatar a algunos de los tripulantes de la Alianza que habían sido capturados durante los primeros combates en el sistema estelar Lakota, todo aquello a la vez que alcanzaba el control de comunicaciones de su camarote.

—Gracias, capitana Desjani. No era necesario que me mantuviese al tanto de eso. No es mi oficial adjunto. —Tampoco tenía un oficial adjunto, claro estaba. Las costumbres del almirante Bloch habían muerto con él en el sistema nativo síndico, y Geary no quería sacar a ningún oficial de sus importantes tareas al cargo de las naves. Además, los sistemas automáticos de los que disponían podían hacer prácticamente todo el trabajo de los adjuntos.

—Me alegra poder ayudar en lo que pueda, señor.

Geary sonrió y cortó la conexión. Luego se giró para ver a Victoria Rione, que lo miraba con expresión inquisitoria. Había ido al camarote para hablar sobre la reunión de la flota que había observado sin asistir, pero fueron interrumpidos por el aviso de Desjani.

—¿Y bien? —preguntó—. Eran buenas noticias.

—Sí —asintió Rione con una voz gélida—, que te ha dado con gran alegría tu querida asistente.

Geary notó cómo se caldeaba, en contraposición a la frialdad de Rione.

—¿Te refieres a la capitana Desjani?

—¿A quién si no? Toda la gente de la flota sabe lo que siente por ti. No tienes que restregármelo.

—¡Eso son rumores, y lo sabes! Nunca ha actuado de forma que diese pie a ello, ni yo tampoco —dijo Geary—. Nadie de los que me encuentro en los pasillos del
Intrépido
me mira con gesto de desaprobación. Si la tripulación de la nave creyera que la capitana Desjani y yo pensásemos siquiera en eso, habría...

—¡En absoluto! —Rione le echó una mirada de ira y exasperación—. ¡Si tú y esa mujer os liaseis en el puente de mando de la nave, los consultores mirarían para otra parte educadamente y aprobarían con regocijo que su respetada capitana y su héroe legendario hayan encontrado la felicidad juntos! ¿Cómo es posible que no te des cuenta?

—Eso es ridículo. Saben que tú y yo estamos juntos.

—¡Puede que a veces andemos juntos, pero cualquiera puede ver que estamos tan emocionalmente unidos como el día en que te despertaron de la hibernación!

Iba a protestar, pero se lo pensó mejor. Rione tenía razón. Aunque sus cuerpos estuviesen juntos, su espíritus estaban separados. Lujuria y amor era cosas totalmente distintas. Era consciente de cuál era la razón del deseo que sentía por Victoria Rione, y tampoco podía hacerlo pasar por otra cosa.

—Pero en público seguimos actuando como una pareja. Si te dejase por Desjani...

—¡Lo aplaudirían! ¡Soy una civil, y una política! ¡No confían en mí, no me consideran una de ellos, y no lo soy!

—Eso no significa que...

—¡Sí, sí que lo significa! ¡Si se hiciese una votación en la flota mañana, los oficiales y los tripulantes votarían en masa por meterme en una cápsula de escape y mandarme en dirección al campo de trabajo síndico más cercano, y porque ella viniese a tu camarote para calentar tu cama y tu cuerpo desde ese momento, y que le den a los reglamentos! ¡Y ella lo sabe! ¿Por qué crees que se siente tan incómoda cuando alguien saca el tema?

—¡Tiene todo el derecho del mundo a sentirse incómoda! —respondió Geary rápidamente y con malas maneras—. Nunca ha hecho nada que justifique que la gente tenga la impresión de que quiere eso.

Rione clavó los ojos en él durante un rato largo.

—¡Claro que no ha hecho nada, y tú tampoco!

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