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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (22 page)

Capítulo 6

Geary entró con paso seguro en la sala de conferencias, aunque en realidad era un compartimento de tamaño normal dentro del
Intrépido
, con una mesa poco destacable fijada en uno de los laterales, el software de conferencias creaba la ilusión de que era una habitación lo bastante grande como para albergar a los oficiales al mando de cada una de las naves de la flota, dispuestos a lo largo de la mesa virtual, extendida para que entrasen todos.

Pese a que la mesa estaba rodeada de cientos de oficiales, la única persona presente físicamente en la habitación era la capitana Desjani. Los demás eran imágenes, lo que les permitía permanecer en sus naves y asistir a la reunión al mismo tiempo. Si se exceptuaba el retardo de algunos segundos que afectaba a las reacciones de los oficiales situados en las naves más alejadas, las imágenes actuaban como si los oficiales estuviesen allí realmente.

Nunca le habían gustado aquellas conferencias, y parte de lo que tenía que tratar ese día era lo suficientemente desagradable como para que aquella incluso le gustase menos de lo normal. Decidió comenzar con tono optimista y saludó con la cabeza a los oficiales reunidos.

—Me gustaría comenzar la reunión dándoles la enhorabuena a los oficiales y a los reclutas de la flota por esta gran victoria. No solo hemos vengado las pérdidas de la última vez que la flota estuvo en el sistema estelar Lakota, sino que desde los combates de Kaliban hasta aquí hemos conseguido igualar el marcador de naves perdidas por la flota desde que llegó al sistema estelar síndico. Por esa razón tienen derecho a sentirse orgullosos por los grandiosos logros alcanzados, conseguidos con el coraje y el espíritu de lucha que poseen las gentes de esta flota.

Casi todo el mundo sonrió. Geary se percató de que Casia fruncía el ceño desde la distancia, y de que la comandante Yin observaba, nerviosa, la superficie de la mesa.

—Por desgracia —continuó Geary—, no todas las personas de esta flota pueden sentirse honestamente partícipes de esta alabanza. Durante la última batalla, dos naves evitaron el combate. O mejor dicho, dos oficiales al mando evitaron el combate.

El ambiente de la sala se volvió de repente extremadamente tenso. El silencio se hizo tan intenso que parecía que el más mínimo sonido los dejaría sordos. El capitán Casia se había sonrojado. La comandante Yin, por su parte, había palidecido. Nadie más los miraba. Si alguna vez habían tenido apoyo, lo habían perdido.

Geary miró a Casia.

—Capitán Casia, desde este momento queda relevado del mando de la
Conquistadora
. Su oficial ejecutivo actual asumirá el mando en funciones. Comandante Yin, queda relevada del puesto de oficial al mando en funciones de la
Orión
. El oficial de operaciones de la
Orión
asumirá el cargo de oficial al mando en funciones desde este mismo instante. Ambos serán transferidos a la
Ilustre
, donde les asignarán las tareas que el capitán Badaya considere
Oportuna
s.

Había reflexionado sobre lo mejor que podía hacer con Casia y Yin, que se habían mostrado abiertamente en contra de él en las reuniones, y la idea de reunirlos en la misma nave que Badaya, que apoyaba a Geary por razones equivocadas, era lo más simple.

La comandante Yin hizo una mueca, pero al final no dijo nada. Sin embargo el capitán Casia se puso en pie y habló en voz alta.

—¡No puede relevar a un oficial de alto rango sin una buena razón!

Geary consiguió mantener un tono de voz calmado.

—Sus naves evitaron el combate. Tenían órdenes de proteger a las naves auxiliares de la flota, y en lugar de hacerlo se mantuvieron demasiado lejos como para poder protegerlas, y solo entraron en combate cuando los navíos enemigos se acercaron lo suficiente a ustedes como para constituir una amenaza para sus propias naves. Renunciaron a entablar combate con las unidades enemigas cuando, tanto por deber como por honor, deberían haberlo hecho.

—¿Me acusa de cobardía? —dijo Casia, casi gritando.

—Sí.

Aquella palabra cortó el aire y atravesó la sala. En una flota tan obsesionada con el honor, acusar a alguien de algo así abiertamente era casi impensable.

Entonces el capitán Tulev rompió el silencio que siguió a la respuesta de Geary.

—Siento verme obligado a afirmar que los informes del combate respaldan totalmente la acusación del capitán Geary.

—Si es así —dijo el capitán Armus, a la vez que se inclinaba hacia delante, tanto con el tono de voz como con la expresión severa—, y estoy de acuerdo con el capitán Tulev en que efectivamente lo es, relevar de sus cargos, sin más, al capitán Casia y a la comandante Yin, a la vista de sus acciones, es un castigo que se queda corto.

—Ejecute a los cobardes —murmuró alguien.

De repente todo el mundo comenzó a gritar, muchos secundando aquella sugerencia, y otros protestando. Geary presionó el control que le permitía silenciar a todo el mundo. En su opinión, aquella era una de las funciones más útiles del software de conferencias. Luego esperó un momento para captar de nuevo la atención.

—Estoy al tanto de que el reglamento de la flota me otorga la posibilidad de ordenar el fusilamiento de cualquier oficial que demuestre claramente cobardía ante el enemigo. —Miró de nuevo a Casia y se sorprendió al ver que no apartaba la mirada pese a que el miedo en su cara era evidente. Aunque a regañadientes, Geary sintió cierto respeto por Casia, que, a pesar de todo, no se había derrumbado.

—El reglamento de la flota exige su fusilamiento —dijo la capitana Kila, la oficial al mando de la
Inspiradora
. ¿Por qué habría decidido hablar finalmente en una reunión de la flota?

Fuese cual fuese la razón, lo había desafiado, con la intención de que actuase de un modo que no quería. Geary negó con la cabeza.

—Eso es incorrecto.

Aparentemente, Kila no se enfadó sino que se sorprendió.

—El reglamento al respecto es claro y no presenta excepciones. —Los oficiales asintieron a lo largo de la mesa. La comandante Yin parecía a punto de desmayarse.

Geary volvió a negar con la cabeza.

—Seguramente todos los oficiales de la flota están al tanto de la norma en vigor número treinta y dos, ¿verdad? «En cualquier situación, el comandante de la flota puede ejercer su derecho a tomar una decisión propia y adoptar las medidas necesarias y pertinentes haciendo caso omiso de las regulaciones precedentes, siempre y cuando dichas medidas no violen las leyes de la Alianza ni el juramento realizado por el comandante de la flota de defender a la Alianza contra todo enemigo interno o externo.»

—Pero ¿se pretendía que pudiese aplicarse a un caso como este? —quiso saber el capitán Armus.

—Le aseguro que sí. —Geary volvió a mirar a lo largo de la mesa—. El reglamento de la flota se adoptó hace unos cien años. Por aquel entonces yo era teniente, y tuve que asistir a reuniones de los oficiales que redactaron ese nuevo reglamento.

La capitana Kila se disponía a hablar pero cambió rápidamente de idea.

Para sorpresa de Geary, fue Crésida quien tomó la palabra.

—Señor, admito que tiene derecho a apartarse de la regulación en este caso, pero no entiendo por qué iba hacerlo. ¿Por qué ser misericordioso con oficiales cuyos errores han contribuido a perder otras naves? Si hubiesen apoyado a la
Guerrera
y a la
Majestuosa
, podrían haber sobrevivido a la batalla, y eso sin tener en cuenta a los cruceros y a los destructores que se perdieron defendiendo a las auxiliares.

Era una pregunta bastante acertada.

—Voy a ser claro, capitana Crésida. He decidido no ordenar el fusilamiento de esos dos oficiales porque no he querido ser misericordioso.

Aquellas palabras produjeron sorpresa y desconcierto en las personas que había en la sala, incluyendo a Crésida.

—¿Cómo que no ha querido ser misericordioso?

—No. —Geary miró a Casia y a Yin—. Enviar a estos dos oficiales a los brazos de sus antepasados sería acabar con su sufrimiento en este mundo. Sin embargo, mientras vivan, tendrán que verse las caras con algunos de los oficiales y los tripulantes a los que les fallaron. Oficiales y tripulantes que saben lo que hicieron. Durante lo que les queda de vida, tendrán que verse las caras con los que saben que decidieron actuar como unos cobardes.

Después de aquellas palabras se hizo un largo silencio, hasta que Tulev volvió a hablar.

—Capitán Geary, ¿está seguro de que esos dos oficiales sentirán el desprecio y la reprobación con tanta severidad como lo haríamos usted o yo? ¿O por el contrario se sentirán simplemente agradecidos porque sus vidas no se hayan puesto a disposición del cumplimiento del deber o del castigo por los errores cometidos?

Otra buena pregunta. Geary volvió a mirar al lugar que ocupaba Casia, que lo observaba con ojos de angustia, y a Yin, que casi temblaba mientras evitaba las miradas de los demás.

—¿Le parece que estén agradecidos, capitán Tulev?

Armus frunció el ceño al mirarlos.

—Sugiero que se les permita defenderse, capitán Geary. Me gustaría oír qué es lo que ellos quieren.

—Su petición es razonable, capitán Armus, y a la vista del servicio que ha prestado, no tengo inconveniente en conceder lo que pide. —Armus había sido como una piedra en el zapato de Geary más de una vez, pero durante el combate lo había hecho bien, y con honor. Armus no pudo ocultar su satisfacción ante la respuesta de Geary mientras este se giraba hacia Casia.

—¿Y bien? —dijo—. ¿Qué castigo considera adecuado?

Casia miró a lo largo de la mesa, reunió fuerzas y volvió a mirar a Geary.

—Solicito la ejecución del oficial de la flota. Me acusa de cobardía, y veo en los ojos de muchos de mis compañeros que están a favor. Les demostraré que no tienen razón cuando me enfrente al pelotón de fusilamiento.

Otro hecho sorprendente. Geary analizó las expresiones de los demás oficiales, y vio en sus caras que estaban de acuerdo. Era lo que querían.

Bajó la mirada un momento, preguntándose por qué le resultaba tan difícil tomar una decisión que tanto la normativa como el honor y los oficiales de la flota apoyaban. Le había dado muchas órdenes a la flota, y había mandado muchas veces a las naves a batallas en las que constantemente la muerte era uno de los resultados posibles. Solo en el último combate habían muerto doce tripulantes a bordo del
Intrépido
por las órdenes que había dado. Sin embargo, aquello era distinto. Aquello era ordenar deliberadamente que un oficial muriese.

Geary volvió a alzar la mirada. Casia esperaba la decisión, con unos ojos que suplicaban: déjeme morir con honor.

—Muy bien. —Geary asintió lentamente con la cabeza—. Acepto su petición, capitán Casia. Apruebo su ejecución mediante fusilamiento.

En la boca de Casia se formó una sonrisa siniestra.

—En Lakota. Quiero que sea antes de que la flota abandone Lakota.

—Muy bien —repitió Geary—. Coronel Carabali, por favor, busque voluntarios entre sus infantes de marina para formar el pelotón de fusilamiento. —Entonces suspiró profundamente y clavó su mirada en la comandante Yin—. ¿Comandante, también quiere defenderse?

Geary pensó que acabaría por derrumbarse, pero de repente se puso en pie de un salto.

—¡Seguía órdenes! —dijo gritando.

Aquellas palabras dejaron perpleja a la sala, y se hizo el silencio.

—No las mías —dijo finalmente Geary.

—¡Usted no está capacitado para comandar a la flota! —dijo Yin, con los ojos como platos—. ¡Solo es la cabeza visible de los que lo usan en contra de la Alianza! ¡Quieren llevarlo a casa con el crédito que le otorgan todas estas victorias y ponerlo de dictador! A usted y a su... a su compañera.

No había pasado mucho tiempo desde la última vez que atacaron a la copresidenta Rione, por lo que a Geary no le extrañó que Yin volviese sobre el tema. Luego se dio cuenta de que todos los presentes en la reunión miraban o intentaban claramente evitar mirar a la capitana Desjani. Ella, por su parte, tenía la mirada fijada en Yin. Si los ojos de Desjani fuesen baterías de lanzas infernales, de la comandante Yin no habrían quedado más que cenizas a la deriva.

Estaba claro que los rumores de que mantenía una relación con Desjani no habían desaparecido. De todos modos, tampoco había ninguna manera aceptable de ocuparse de ello en aquel momento. Por lo tanto, Geary se centró en el resto de la acusación de Yin. Pensaba que el principal motivo que tenían los que se oponían a que estuviese al mando de la flota era que simplemente no les gustaba, o que no creían en él. Sin embargo, si lo que decía Yin era cierto, algunos de ellos temían que Geary, o los que lo apoyaban, pretendiesen derrocar el gobierno de la Alianza. Era posible que sus enemigos actuasen en contra de él por razones que respetaba.

Todavía estaba reflexionando sobre aquello cuando, de repente, el capitán Duellos comenzó a hablar.

—Comandante Yin, ¿quién le dio las órdenes si no fue el capitán Geary?

Ella se estremeció, tragó saliva y respondió, vacilante.

—El capitán Numos.

—El capitán Numos está arrestado —dijo Duellos—. No puede dar órdenes, ya lo sabe.

—¡Sé que tanto el arresto como las órdenes dadas en relación con él fueron ilícitas!

El comandante Neeson, de la
Implacable
, tomó la palabra, desconcertado.

—¿Sigue aplicándose la acusación de cobardía ante el enemigo si la comandante Yin afirma que seguía órdenes que consideraba legítimas?

—Sabía que no lo eran —respondió el capitán Badaya, de la
Ilustre
—. La comandante Yin tenía que ser consciente de ello.

—Pero si dice que evitó actuar por esa razón, no es lo mismo que cobardía, ¿no? —Neeson parecía estar frustrado.

Geary dio un puñetazo en la mesa para captar de nuevo la atención de Yin.

—Comandante, entiendo que afirma haber evitado entablar combate con el enemigo siguiendo las órdenes del capitán Numos. ¿Rechaza entonces la acusación de cobardía?

Yin estaba temblando, pero aun así consiguió decir una palabra.

—Sí.

Tulev sacudió con la cabeza.

—Eso sigue siendo desobediencia ante el enemigo, lo cual constituye un delito penado con la ejecución.

Entonces comenzaron a escucharse conversaciones en voz baja a lo largo de toda la mesa. Eran los oficiales discutiendo sobre el tema. Geary reflexionó al respecto durante un momento.

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