Valiente (23 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

—Comandante Yin, aquí hay cuestiones difíciles de dirimir. No estoy seguro de ordenar la ejecución de una oficial bajo circunstancias en las que podría pensar que sus acciones estaban justificadas. —Todo el mundo escuchaba atento lo que decía—. Sin embargo, usted misma ha admitido que violó las órdenes que le di, no solo en el campo de batalla sino también al consultar al capitán Numos. Solo por eso relevarla de su puesto está más que justificado. Sin embargo, no voy a ordenar unilateralmente la ejecución de un oficial que afirma creer que su comportamiento estaba motivado por el deber. Permanecerá bajo arresto, comandante Yin, hasta que esta flota vuelva al espacio de la Alianza, y allí, en un consejo de guerra, se presentarán las acusaciones pertinentes en su contra. En el consejo podrá defender sus acciones y recibir la justicia que un juzgado formado por sus iguales considere adecuada.

Nadie objetó nada. El capitán Armus frunció el ceño, y luego asintió de mala gana. La comandante Yin volvió a sentarse, aunque más bien pareció dejarse caer en el sitio al fallarle finalmente las piernas.

Geary se giró hacia el capitán Casia.

—Capitán Casia, ¿fueron sus acciones al mando de la
Conquistadora
durante la última batalla el resultado de las órdenes emitidas por alguien distinto al comandante de la flota?

Casia vaciló, pero finalmente negó bruscamente con la cabeza.

—Soy el único responsable de mis actos.

¿Por qué tenía que mostrar un comportamiento admirable precisamente en aquellos momentos?

—Está bien. Coronel Carabali, informe a sus infantes de marina a bordo de la
Conquistadora
y la
Orión
de que deben arrestar al capitán Casia y a la comandante Yin y prepararlos para que sean transferidos a la
Ilustre
. Capitán Casia, comandante Yin, por favor, abandonen la reunión.

Casia miró a la mesa durante un momento con expresión desafiante, tocó los controles de su panel y desapareció. La comandante Yin, cuya mano temblaba claramente, hizo lo mismo rápidamente.

Después de aquello, discutir los movimientos de la flota parecía mucho menos interesante. Geary hizo aparecer en el visor estelar una imagen en tres dimensiones del espacio cercano que emergía sobre la mesa.

—Vamos a sacar partido de la ventaja que hemos cosechado aquí para avanzar hacia el espacio de la Alianza. Nuestro siguiente objetivo será Branwyn. No espero que encontremos resistencia, pero debemos estar preparados para enfrentarnos a minas colocadas en el punto de salto o a una posible fuerza síndica que intente entorpecer nuestro paso. —Señaló hacia delante, hacia una tenue estrella roja situada a unos cuantos años luz de Branwyn—. Después, nos dirigiremos a Wendig. Se supone que ese sistema está totalmente abandonado. A menos que suceda algo inesperado allí, seguiremos en dirección a Cavalos.

—¿Por qué no a Sortes? —pregunto el capitán Armus.

Geary señaló el sistema estelar en cuestión.

—Porque tienen una puerta hipernética síndica. Hemos causado muchas bajas en los síndicos desde lo de Kaliban, pero ahora andamos escasos de suministros, y muchas de nuestras naves están dañadas. Prefiero evitar combates importantes hasta que nuestras auxiliares tengan tiempo para fabricar todas las células de combustible, munición y piezas de repuesto que puedan con las materias primas que hemos conseguido aquí, y hasta que los navíos de combate hayan tenido tiempo para reparar tantos desperfectos como sea posible.

—Pero aun así podríamos intentar usar la puerta hipernética para volver a casa —dijo Armus. Parecía que el elogio que acababa de recibir no era suficiente como para que aceptase sin rechistar los planes de Geary.

—Creo, capitán Armus —comenzó a decir Geary pacientemente—, que los síndicos se asegurarán de tener los medios suficientes disponibles como para destruir la puerta hipernética antes de que la alcancemos.

—Pero merece la pena intentarlo, ¿no? —Nadie respondió, por lo que Armus frunció el ceño y miró a su alrededor, impaciente—. Hemos sobrevivido sin problemas al colapso de la puerta hipernética de este sistema.

—Hemos tenido muchísima suerte —afirmó la capitana Crésida—. Es posible que la próxima vez todas y cada una de las naves de la flota sean destruidas.

Duellos asintió.

—Y eso sin mencionar lo que el colapso de la puerta le ha hecho a este sistema. Hablo por mí y solo por mí, pero lo sucedido aquí es más que suficiente para mi conciencia.

—¿Cree que los síndicos seguirán las órdenes de destruir más puertas después de lo que ha pasado en este sistema? —preguntó el comandante Neeson.

—Diría que depende de lo que sepan de lo que pasó en Lakota —dijo Duellos—. Y si se lo creen o no. Algunas naves civiles síndicas que sobrevivieron ya se dirigen a los puntos de salto para extender la noticia y buscar ayuda, pero debemos asumir que los líderes síndicos van a intentar minimizar el desastre que acaba de tener lugar, censurar las noticias tanto como sea posible, y que aunque lleguen al punto de admitir que algo ha pasado, nos culparían a nosotros.

—Nos han enseñado un arma —dijo la capitana Kila, tomando la palabra de nuevo—. Podemos utilizarla. Si enviamos destacamentos para destruir las puertas hipernéticas de cada sistema estelar síndico por el que pasemos cerca, podríamos...

—Podríamos morir —dijo el capitán Tulev, interrumpiéndola—. Ya ha visto lo que le ha sucedido a los navíos de combate síndicos que destruyeron la puerta hipernética de este sistema. ¿Cuántas misiones suicidas debemos mandar hasta acabar con los síndicos?

—Podemos buscar voluntarios —dijo con tranquilidad—. Esta es una oportunidad sin precedentes de infligir un daño incalculable a los Mundos Síndicos.

—¿Daño? —El comandante Landis, de la
Valiente
, sacudió la cabeza—. Quiero tanto como cualquiera de nosotros que esos cabrones síndicos sufran, pero eliminar un sistema estelar de golpe...

—Usted ya ha bombardeado planetas síndicos —señaló el capitán Armus.

—Sí, es cierto —asintió Landis—, pero esta vez es distinto. Me he sentido mal viendo lo que ha sucedido, y no me avergüenzo de admitirlo. He luchado al máximo por la Alianza, y les aseguro que lo seguiré haciendo mientras sea necesario, pero no quiero ver cómo le sucede algo así a otro planeta habitado, sea nuestro o suyo.

Los labios de Kila se arquearon hasta dibujar una pequeña sonrisa.

—Está bien, comandante. De todos modos estoy segura de que no tendremos problemas para encontrar voluntarios suficientes.

—Aunque pudiésemos encontrar voluntarios —dijo Geary cortando la conversación—, no aprobaré ni permitiré que se realicen misiones suicidas mientras esté al mando de esta flota.

Entonces Vendig, al mando de la
Ejemplar
, habló rápidamente.

—Podríamos usar naves robóticas, tripuladas por inteligencias artificiales. Sacaríamos a las tripulaciones y...

Un coro de protestas ahogó la voz de Vendig. Una de esas protestas se escuchó por encima de las demás.

—¿Lanzar inteligencias artificiales armadas para destruir sistemas estelares ocupados por humanos? ¿Usted escucha lo que está diciendo?

El capitán Badaya negó con la cabeza y tomó la palabra durante el silencio que siguió a aquel alboroto repentino.

—El comandante Landis ha puesto sobre la mesa una verdad desagradable. Lo que le ha pasado a Lakota podría pasar en cualquier sistema estelar de la Alianza que posea una puerta hipernética. Si nuestra gente ve los registros de lo que pasó en este sistema estelar, exigirán que se apague nuestro propio sistema hipernético. ¿Quién querría una bomba como esa delante de casa?

—La hipernet no puede apagarse sin más —terció la capitana Crésida—. Es una red de energía estabilizada con mucha delicadeza. No se puede apagar así por las buenas.

—¿Por qué coño la habremos construido? —se preguntaron algunos.

Por alguna razón todos miraron a Geary. Él les devolvió la mirada.

—A mí no me pregunten. Yo me he hecho esa misma pregunta, y tampoco andaba por aquí cuando la construyeron. No obstante, tenemos que enfrentarnos a ese hecho, al igual que los síndicos.

—Tiene que haber una salida —insistió el comandante Neeson—. Mientras esas puertas sigan operativas, son un arma potencial. Si descubriésemos un modo de utilizarlas como armas sin que a la vez sean una amenaza para nosotros, los síndicos no se atreverían a... —Hizo una pausa, dubitativo, y miró a su alrededor—. Ellos también podrían descubrirlo. El potencial destructivo de las puertas hipernéticas está muy por encima de cualquier arma que nosotros o los síndicos hayamos tenido en nuestro poder hasta ahora. Tanto ellos como nosotros podríamos exterminarnos mutuamente.

Al final, las cartas se habían dispuesto sobre la mesa. Geary asintió con la cabeza.

—Sí, también lo he pensado. ¿Quién querría empezar una guerra que conduciría a una extinción de la especie? ¿Capitana Kila?

Kila miró fijamente a Geary pero no dijo nada.

El capitán Tulev señaló con un dedo el visor estelar.

—Enséñenoslo, por favor, capitán Geary. Cargue la grabación de lo que sucedió después de que la puerta hipernética colapsase.

No quería volver a verlo, ni siquiera una representación, pero Geary acabó cargando la grabación y reproduciéndola a cámara rápida de modo que la onda expansiva atravesase la imagen del sistema estelar Lakota en unos treinta segundos.

Todo estaba en silencio cuando terminó la grabación. Entonces Tulev señaló la imagen en la que se acababa de ver el sistema estelar hecho trizas.

—Podríamos enviárselo a los síndicos. No tienen nada parecido puesto que sus sensores quedaron destruidos por el pulso de energía. Enviémoselo a las naves que están abandonando el sistema en busca de ayuda y a todas las demás que podamos, y asegurémonos de que puedan hacer lo mismo.

—¿Para que sepan todavía antes lo que pueden hacer las puertas hipernéticas? —preguntó Armus sarcásticamente.

—No necesitan que se lo digamos —respondió Crésida—. Ya tienen datos de lo que sucedió en Sancere, e incluso la persona menos brillante puede comprobar el daño que ha sufrido Lakota Tres, calcular la energía necesaria para producir ese efecto, y analizar la órbita y la rotación del planeta para confirmar que el impacto procedía del lugar en el que estaba la puerta hipernética. Sin embargo, si les enviamos ahora la información que tenemos, de la cual podemos omitir cualquier dato sobre el colapso de la puerta que queramos intentar ocultarles, quedará demostrado que no somos los causantes de la destrucción. —Echó un vistazo a la mesa—. Mi reputación, como en el caso del comandante Landis, habla por sí misma. No quiero que me culpen de lo que ha sucedido aquí. Ha sido pasarse de la raya. Mataré tantos síndicos como sea necesario para ganar la guerra, pero no quiero acabar con sistemas estelares enteros.

—Exacto —dijo Tulev en la misma dirección—. Es importante que los síndicos sepan que no hemos sido nosotros para que la población no exija represalias de ningún tipo. Y también es importante el impacto que tendrá en su población. —Señaló de nuevo el visor estelar—. Acabarán viéndolo, por todas partes, hagan lo que hagan sus líderes para intentar ocultarlo. Verán lo que le puede pasar a un planeta con una puerta hipernética en casa. ¿Qué les dirán entonces los líderes síndicos? Intentarán echarnos la culpa, y la gente de los sistemas estelares con puertas hipernéticas tendrán miedo de que les hagamos lo mismo a sus planetas. Si sus líderes intentan convencerlos de que pueden detenernos, la gente querrá saber por qué no lo hicieron en Lakota. Si le dicen a los suyos que no tienen que temer ataques de este tipo llevados a cabo por la Alianza porque ella no ha sido, querrán saber cuál fue entonces la causa.

Todos reflexionaron sobre aquello a la vez que comenzaban a aparecer sonrisas sombrías en muchas de las caras.

—Estarán en una posición de la que no podrán escapar —dijo Badaya, de acuerdo con lo expuesto—. Es una sugerencia realmente brillante, capitán Tulev. Provocará una preocupación importante en la población de todo el espacio síndico y pondrá en graves aprietos a sus líderes, que tendrán que lidiar con un miedo en masa a las puertas hipernéticas.

El comandante Neeson, que parecía preocupado, negó con la cabeza.

—¿Y qué pasará cuando nuestra gente se entere? No podemos evitar que la noticia cruce la frontera hacia el espacio de la Alianza. Tendremos que enfrentarnos a los mismos problemas.

—Nuestros líderes tienen que saber que existe este problema —afirmó el capitán Badaya, echando una mirada llena de significado a Geary. En lo que respectaba a aquel oficial, Geary debería ser el único líder de la Alianza, un dictador apoyado por gran parte de aquella flota. Las obsesiones de Yin no eran tan infundadas después de todo, aunque Geary no quisiese saber nada de aquella idea.

—También tenemos que decidir qué hacer —continuó Badaya— antes de que los síndicos decidan atacar nuestras puertas.

Geary frunció el ceño, preocupado de nuevo por lo que los líderes electos de la Alianza podrían decidir. Entonces vio a la capitana Crésida asintiendo.

—Creo que podemos aplacar la amenaza —afirmó—. He estado pensando... Tenemos dos resultados experimentales en los que basarnos, los únicos casos conocidos de colapso de una puerta hipernética. Esta flota es la única que tiene en su poder todos los datos resultantes de la observación de ambos incidentes. Con esos datos, podría perfeccionar el algoritmo de selección que usamos en Sancere, y hacerlo más fiable y preciso a la hora de minimizar la emisión de energía resultante del colapso de las puertas.

—¿Y eso qué tiene de bueno? —preguntó Badaya—. No podemos acercarnos lo suficiente a una puerta síndica como para detenerlos a tiempo, y tampoco queremos destruir las nuestras.

—Pero si los síndicos intentan hacer colapsar una de las nuestras —le respondió Crésida—, y hemos puesto cargas que se autodestruyan en todos los ronzales de las puertas, unidas a un programa automático de colapso controlado que se activaría si la puerta sufre el suficiente daño...

Una onda de alivio se hizo casi palpable.

—¡Podríamos asegurarnos de que ninguna de nuestras puertas destruya su sistema!

—Es posible —dijo Geary, cauteloso—, pero no sabemos lo fiable que sería el algoritmo puesto que solo disponemos de dos colapsos en los que basar los cálculos. Si al final no es tan fiable como esperamos, seguro que no nos gustará comprobarlo de la manera más dura. Además, llevará tiempo tener el diseño terminado, aprobado e instalado en todas las puertas hipernéticas al alcance de los síndicos.

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