Valiente (34 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Entonces fue el capitán Duellos quien respondió:

—Usted mismo ha expuesto la razón. Los responsables de esto no pueden esperar ser capaces de convencer a los capitanes de la flota para desbancar a Geary de su puesto. Su única opción para conseguirlo es eliminándolo.

—¡Pero incluso cualquier sospechoso de intentar asesinarlo a él y a las tripulaciones de las otra naves...!

—Tenga en cuenta lo que habría pasado si no hubiésemos encontrado los gusanos. El
Intrépido
, la
Furiosa
, y la
Ilustre
habrían desaparecido en el salto, ya que sus sistemas habrían funcionado con normalidad. El resto habríamos encontrado los gusanos bloqueando los sistemas de salto, y hubiésemos saltado en cuanto estos hubiesen vuelto a estar operativos. Todo esto nos llevaría unas cuantas horas como mínimo. Por lo tanto, hubiéramos supuesto que, por alguna razón, los gusanos que encontramos en nuestros sistemas no funcionaron en el caso de las tres naves que realizaron el salto según lo previsto. Cuando finalmente llegásemos a Wendig, las otras tres naves no estarían aguardándonos, tal y como esperábamos. No encontraríamos indicios de lo que pasó con ellas, ni evidencias de que sus sistemas de salto fueron infectados por gusanos distintos de los que había en el resto de naves.

El comandante Neeson asintió, con cara seria.

—No habría evidencias de la destrucción intencionada de las tres naves. Muy ingenioso. La mayoría estaríamos más que apenados y conmocionados por la pérdida de las tres naves y del capitán Geary, pero tendríamos que elegir a un nuevo comandante de la flota. Me pegunto quién se habría presentado para el puesto.

—¿Numos? —preguntó el capitán Armus.

Geary negó con la cabeza.

—En vista de la seriedad de este intento de sabotaje contra la flota, he ordenado que se interrogue al capitán Numos para saber si tiene algún conocimiento sobre quién está detrás de esto. No obstante, sospecho que no va a decir nada.

—¿Por qué? —preguntó Badaya.

—Porque la
Orión
no tenía el mismo tipo de gusano que el
Intrépido
, la
Furiosa
y la
Ilustre
. Numos no tiene la más mínima posibilidad de que lo acepten como comandante de la flota, pero si supiese quién está detrás de las pérdidas de esas tres naves, podría chantajear a los responsables. Así que habrían intentado ocuparse de él.

Rione lo miró sorprendida, y luego asintió con una leve sonrisa de satisfacción, como la de una profesora cuyo alumno demuestra inesperadamente que ha estado atento a la lección.

—Numos intentó dejar colgado al capitán Falco —dijo el capitán del
Vengativo
en la misma dirección—. ¿Piensa que no está relacionado con quien planeó lo de los gusanos?

—Creo que habrían estado dispuestos a utilizar a Numos —explicó Geary—, pero no podían haber confiado en él. —Volvió a recorrer con la mirada la mesa de conferencias virtual—. Todas las naves están realizando análisis adicionales en sus sistemas para asegurarse de que no hay más peligros escondidos. Cuando los resultados den el visto bueno a todas las naves, saltaremos a Wendig. Antes de saltar, le ruego enérgicamente a cualquiera que sepa algo sobre este asunto que me informe a mí o a cualquier otra persona que esté al mando en la que confíe. Nuestro enemigo son los síndicos, no nosotros mismos. Algunas personas de esta flota lo han olvidado, y ahora están del lado de aquellos contra los que luchamos.

El capitán Badaya asintió con decisión.

—Cualquier decisión que tome el capitán Geary gozará del respaldo de esta flota.

Un destello de incomodidad atravesó la cara de Duellos, pero no dijo nada.

Por su parte, Geary era consciente de que no podía permitirse ofender en aquel momento a la poderosa facción de Badaya, no cuando había un peligro interno con el que la flota tenía que lidiar.

—Que nuestras acciones sean del agrado de nuestros antepasados —dijo Geary detenidamente—. Cuando quede poco para saltar a Wendig, informaré a todas las naves sobre si el salto se realiza según lo previsto.

Las imágenes de los oficiales al mando se desvanecieron en un instante. Por su parte, el teniente Íger, agradecido, salió rápidamente de la sala, seguido de la copresidenta Rione, con gesto altivo. La capitana Desjani, que tenía los ojos clavados en la espalda de Rione, también se marchó.

Sin embargo, se quedó una inesperada figura. Geary comprobó su identidad. Era el capitán de corbeta Moltri, oficial al mando del destructor Taru.

—¿Sí, capitán? —le dijo Geary.

Moltri tragó saliva y apartó la mirada al hablar.

—Señor, creo que sé cómo se propagaron los gusanos a través de la flota sin que los detectasen los sistemas de seguridad.

—¿Está usted involucrado? —A Geary le costó mantener un tono de voz tranquilo. Moltri parecía estar no solo asustado, sino también tremendamente avergonzado, lo cual no tenía mucho sentido.

El capitán de corbeta negó con la cabeza rápidamente.

—No, señor. No... a sabiendas. —Cerró los ojos, visiblemente nervioso. Luego miró fijamente a Geary y comenzó a hablar con decisión—. Hay... un tipo de programas que se pasan entre aquellos... que están interesados en ellos. Dada su naturaleza, hay que pasarlos de manera que se salten la seguridad. Hay toda una subred en la flota para pasarse esos programas de forma encubierta.

Moltri sacó su tableta y manipuló algunos controles, con expresión sombría y las manos temblando.

—Le he mandado una muestra, señor. Su personal de seguridad será capaz de utilizarlo para averiguar los medios por lo que se pasa. Le juro, señor, que no tenía ni idea de que alguien podría utilizar este método para propagar un gusano peligroso, pero creo que es así como se hizo.

—Gracias, comandante Moltri —dijo Geary—. Le echaré un vistazo. Puede que haya prestado un gran servicio para la flota.

Moltri apretó los dientes como si sintiese dolor.

—Por favor, no le diga a nadie que estoy relacionado con el contenido que le acabo de mandar, señor. No estoy orgulloso de ello. En absoluto. Nunca le haría daño a nadie. Lo juro.

—Entiendo.

—Soy consciente de que tomará acciones disciplinarias, señor. Por favor, que no aparezca la verdadera razón en el informe.

Geary, cada vez más desconcertado por la angustia de Moltri y por lo que decía, le respondió con tranquilidad.

—Si no guarda relación con ese asunto, no aparecerá. Gracias, comandante.

La imagen de Moltri desapareció como si estuviese escapando. Geary comprobó la bandeja de mensajes y encontró lo que Moltri le acababa de enviar. Luego ejecutó el programa que contenía y observó las imágenes mientras se le revolvía el estómago. Estaba claro por qué Moltri y los demás interesados en aquel tipo de material lo habían distribuido de forma encubierta. Geary cerró rápidamente el programa y llamó a la capitana Desjani y a su oficial de seguridad del sistema.

Desjani no se había alejado todavía demasiado, por lo que volvió rápido. Sin embargo, al oficial de seguridad le llevó algunos minutos llegar. Geary les ofreció su unidad informática.

—Échenle un vistazo.

Al principio el oficial de seguridad pareció indignarse, pero luego ambos pusieron mala cara y se resignaron.

—Veo que siguen encontrando nuevos medios para distribuir este tipo de material. ¿Me permite enviármela a mi dirección? —Geary asintió—. Con este mensaje podré localizar y monitorizar la subred desde la que se envió originalmente —le explicó el oficial de seguridad.

—¿Podrá decirnos si fue este el método que utilizaron para distribuir los gusanos?

—Si esta subred es como las que he visto antes, lo más probable que no pueda demostrarse, señor. Sin embargo, apostaría a que fue lo que usaron. Esta subred podría estar configurada para acceder a todas las naves de la flota.

La reacción de Geary seguramente se hizo evidente.

—¿Hay alguien en cada una de las naves a quien le gusta este tipo de material?

—No, señor —se apresuró a decir el oficial de seguridad—. Las subredes que se usan para distribuir este tipo de cosas están diseñadas para no dejar huellas cuando se descarga o se sube el material. Y se distribuye automáticamente a cada nodo de la red, es decir, a cada nave. Cualquier persona de cualquier nave lo tendría al alcance si lo desease, pero identificar a quien lo ha hecho, o incluso en qué nave está, es casi imposible.

Las implicaciones de aquello estaban claras.

—Entonces las posibilidades de averiguar quién metió los gusanos en la subred son bastante pocas.

El oficial de seguridad hizo un gesto de impotencia.

—«Pocas» es seguramente una palabra demasiado optimista en este caso, señor. Ahora que tenemos sus propiedades, podemos monitorizar la subred, por lo que no podrán volver a hacer lo mismo.

—¿Monitorizarla? Desactívela. ¿Estamos seguros de que no hay otras subredes activas? —preguntó Desjani.

El oficial de seguridad pareció sorprenderse ante aquella pregunta.

—Sabemos que hay otras subredes activas, capitana. Mientras sepamos dónde están, podemos monitorizarlas y saber qué es lo que hacen con ellas. Si desactivamos una, acabará apareciendo de nuevo y tendremos que volver a encontrarla, y hasta que lo hagamos, no sabemos para qué la utilizan. Como con esta. Si hubiésemos tenido constancia de ella, habríamos detectado al gusano en cuanto lo metieron en la subred, así que el que usó esta en particular lo hizo seguramente por esa razón. —El capitán de corbeta levantó la unidad informática de Geary—. Pero me ha ordenado que la desactive, así que es lo que haré. La gente a la que le gusta esto tendrá que buscar un reemplazo, y eso lleva tiempo.

Geary reflexionó sobre la diferencia moral que había entre permitir que un material como aquel se distribuyese entre la flota a cambio de poder controlar otros usos menos deseables, y desactivarla corriendo el riesgo de que su sustituta también se utilizase para el sabotaje.

—¿Cuánto tiempo?

—¿Para crear una subred que la sustituya, señor? ¿En las condiciones actuales? —Los ojos del oficial de seguridad parecieron perderse en la distancia—. Medio día.

—¿Medio día? —Geary intercambió con Desjani una mirada de irritación. No había opción, dado el tipo de amenaza que un gusano como aquel constituía para la flota—. Déjela activa y asegúrese de que la monitoricen.

La capitana Desjani hizo un gesto hacia el oficial de seguridad.

—Adelante, pero primero enséñeme eso. —El oficial de seguridad vaciló, miró a Geary, que también dudó, y luego, rápidamente y a regañadientes, le hizo un gesto de aprobación.

—¿Este? —Desjani abrió el archivo de la unidad informática de Geary, lo observó con indiferencia durante unos segundos, y luego lo cerró—. ¿Lo que se ve es real?

El oficial de seguridad negó con la cabeza.

—Normalmente, no. Producir este tipo de material es ya suficientemente malo, y si utilizasen a personas reales, los productores acabarían pasando la eternidad en la cárcel. Son imágenes generadas por ordenador pero muy realistas.

—Parece de verdad —dijo Geary, a la vez que se sentía sucio por haberlo visto.

—Sí, señor. Eh... de eso se trata.

—Gracias. Ocúpese de eso. —Geary se estremeció una vez que el oficial de seguridad se hubo marchado.

Desjani parecía haber tragado algo asqueroso.

—Sé por qué ha aceptado dejar activa la subred, pero también soy consciente de cómo se debe de sentir. ¿De dónde sacó eso?

—De alguien del que, a juzgar por su aspecto, nunca esperaría que le gustasen ese tipo de cosas.

—Sea quien sea, necesita que le realicen una evaluación psiquiátrica.

—Sí. —Geary tamborileó con los dedos sobre la superficie de la mesa—. ¿Puedo ordenar que le realicen la evaluación confidencialmente?

Ella asintió.

—Sí, aunque no entiendo por qué iba a protegerlo, sea quien sea. El mero hecho de tener esto en su poder supone una violación seria del reglamento.

—Porque esa persona estuvo dispuesta a que supiese eso de él a cambio de que pudiese proteger a la flota —respondió Geary.

Desjani hizo una mueca.

—Seguro que no ha sido fácil. No le voy a preguntar quién fue.

—¿Había visto algo de este estilo antes?

Desjani negó con la cabeza.

—Había oído hablar de ello, pero nunca lo había visto.

—Yo tampoco. —Geary se frotó la cara con las dos manos—. Discúlpeme, Tanya. Tengo que llamar a los psiquiatras y a un oficial de la flota, y luego voy a darme una ducha. Infórmeme sobre lo que averigüe su oficial de seguridad.

—Sí, señor. —Desjani se paró en la puerta y se giró para mirarlo—. Me gustaría pedir perdón por no haber confiado en su juicio sobre la copresidenta Rione, señor.

—No pasa nada, capitana Desjani. Tener a alguien que es sincero contigo nunca hace daño. Y por lo menos usted dice su nombre.

—¿Perdón, señor?

—Nada. Por favor, avíseme cuando completen el barrido de los sistemas del
Intrépido
.

Tres horas después, una vez que todos los sistemas de la flota se analizaron por triplicado y los oficiales de seguridad, que eran conscientes de que sus vidas podían depender de haberlo encontrado todo o no, acreditaron que estaban libres de malware, Geary ordenó que la flota saltase a Wendig. Pese al nudo que se le formó en la garganta cuando el
Intrépido
entró en el espacio de salto, todo transcurrió a la perfección.

Capítulo 9

No era difícil adivinar por qué Wendig no había tenido una puerta hipernética síndica, ni por qué los informes enemigos indicaban que el sistema estelar se había abandonado cuando se construyó su hipernet. El único misterio era por qué seguía habiendo gente allí. Solo había tres planetas orbitando la estrella, además de un montón de asteroides. Dos de los planetas tenían órbitas distantes. Eran bolas de roca congelada que daban vueltas a más de cinco horas luz del débil calor de una también débil estrella roja. El planeta situado a nueve minutos luz de la estrella tenía muy poca atmósfera, e incluso por encima era venenosa para los humanos, pero una vez había albergado a por lo menos dos ciudades cubiertas. Al volver a echar un vistazo a los datos, Geary decidió que aun en el mejor de los casos, «pueblo» sería una mejor descripción que «ciudad» para ambos asentamientos.

Dejando aquello a un lado, no quedaba ningún otro rastro de la humanidad en todo el sistema estelar Wendig. Por aquel entonces, uno de los pueblos presentaba un aspecto oscuro y frío, aunque el otro seguía estando habitado pese a que muchas de sus zonas parecían inactivas.

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