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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (43 page)

—Gracias, capitana Tyrosian.

Geary se recostó en cuanto la imagen de Tyrosian desapareció, reflexionando sobre el hecho de que, de entre los cuatro cruceros de batalla que le había mencionado, tres estaban comandados por capitanes veteranos que también estaban al cargo de divisiones de cruceros de batalla. Estaba claro que el viejo espíritu de «que le den a la metralla, carguen a toda velocidad» seguía vigente, y bien vigente, incluso entre las personas que creía que conocía mejor. Por lo menos el que la flota de la Alianza hubiese mantenido el control del campo de batalla les había permitido recuperar las naves. Si se hubiese visto obligada a retirarse, también habría perdido aquellos cruceros.

Se escuchó un aviso en la escotilla de su camarote y al rato entró la capitana Desjani, que parecía cansada pero también triunfante. Geary tuvo que recordar que, para los estándares de combate de las últimas décadas, incluso una victoria como aquella, que él consideraba demasiado cara, había costado muy poco.

—Tenemos a un director general síndico, capitán Geary —le informó Desjani—. No es el que estaba al mando de todo, que murió cuando uno de los cruceros de batalla explotó, pero sí su segundo de abordo.

—Supongo que deberíamos estar agradecidos de que un comandante síndico que ha cometido tan pocos errores ya no esté disponible para luchar —dijo Geary—. ¿Qué daños ha sufrido el
Intrépido
?

La actitud triunfante de Desjani desapareció, y en su lugar se manifestó el dolor.

—Veinticinco muertos y otros tres con lesiones muy graves, aunque esperamos poder salvarlos. Hemos perdido una batería de lanzas infernales al completo, y, por mucha cinta adhesiva que usemos o por mucho que recemos, no estoy seguro de que podamos volver a ponerla en funcionamiento.

Geary asintió, algo aturdido.

—Si quiere transferir a alguien de la
Oportuna
para cubrir las pérdidas del
Intrépido
, hágamelo saber.

Desjani puso mala cara.

—¿No se puede hacer nada con la
Oportuna
? Mierda. Ya vi que su capitán había muerto.

—Gracias por seguir el ejemplo de los capitanes Cáligo y Kila, de la
Radiante
y la
Inspiradora
—dijo Geary, afligido.

—Si me permite la pregunta, señor, ¿qué piensa hacer con respecto a eso?

Él la miró inquisitoriamente. Parecía que Desjani había escogido cuidadosamente la pregunta.

—Tengo la desagradable sensación de que me va a decir que la flota cree que lo que hicieron fue admirable.

Desjani vaciló, y luego asintió.

—Sí, señor. Lanzarse contra el enemigo sin importar las posibilidades que se tengan, ese tipo de cosas, ya sabe. A ojos de la flota, estaba justificado que ignorasen sus órdenes.

—Lo cual significa que la flota se sentiría consternada si tomase medidas disciplinarias contra ellos. —Geary sacudió la cabeza—. Pensé...

—¿Que habíamos aprendido? —dijo Desjani—. Estamos en ello, señor. Pero también necesitamos el espíritu de seguir peleando y luchar sin importar las posibilidades. Y sabe lo complicado que puede ser cambiar las creencias. Esto es lo contrario de lo que hicieron Casia y Yin. Desobedecieron sus órdenes para evitar el combate, pero Cáligo y Kila lo desobedecieron para poder luchar. Todo el mundo condenó a los primeros, pero si pretende tratar a Cáligo y a Kila como si hubiesen hecho lo mismo, muy pocos van a ponerse de su parte. Le sugiero, con todo el respeto, que tenga cuidado cuando trate este tema, señor.

—Sí, gracias por el consejo. —Había sido una acción de combate bastante destacable, llevada a cabo con la idea de ganarse la admiración de toda la flota, que había llevado a una nave de la Alianza a la destrucción como pago por aquella admiración. No le gustaba adónde conducían aquellos pensamientos. El comportamiento de Cáligo y Kila se asemejaba perturbadoramente a la forma de pensar de los que habían infiltrado los gusanos en la flota. No obstante, aquello estaba lejos de ser una evidencia que los involucrase en el sabotaje. Tenía que reflexionar al respecto, discutirlo con Rione—. Tampoco es que yo no haya cometido errores esta vez, precisamente.

Desjani frunció el ceño.

—La primera pasada no salió perfecta, pero luego fue todo bien. —Geary no respondió, y ella acusó todavía más el gesto—. Señor, usted me dice continuamente que no es perfecto. Sin embargo, ahora se está condenando a sí mismo por no serlo. Con el debido respeto, está siendo incoherente y extremadamente duro consigo mismo.

Geary se dio cuenta de que, por alguna razón, se había dibujado una sonrisa torcida en su boca.

—¿Con el debido respeto? ¿Y cómo lo diría si no fuese con el debido respeto?

—Le diría que se está comportando como un idiota y que no debe permitir que un paso en falso le haga perder la confianza, señor. Aunque, por supuesto, no es lo que estoy diciendo, señor.

—¿Porque no sería respetuoso? —le preguntó Geary—. Tiene toda la pinta de ser algo a lo que debería hacerle caso. Gracias. ¿Dónde está el director general síndico?

—Fue la Kukuri la que recogió la cápsula de escape en la que iba. Lo está transportando al
Intrépido
.

—Bien. Por favor, dígale al teniente Íger que me avise cuando el visitante esté preparado para hablar conmigo. Me gustaría que también estuviese presente. —Desjani asintió—. Y la copresidenta Rione.

La expresión de Desjani cambió diametralmente.

—Sí, señor.

Había aprendido que cuando Desjani le decía «sí, señor», podía significar un montón de cosas, y el estar de acuerdo no era una de ellas.

—Tanya, es una aliada importante. Comprende cosas que a nosotros se nos escapan. Es una política, y el síndico con el que vamos a tratar también lo es.

—Por lo que hablan el mismo lenguaje —afirmó Desjani de forma que dejaba claro que creía que Rione y el director general síndico compartían muchas otras cualidades—. Entiendo por qué podría ser útil. Informaré al teniente Íger de lo que me acaba de decir, señor.

El director general síndico, que ya estaba en la sala de interrogatorios, estaba haciendo todo lo posible para tener buen aspecto. Quedaba claro que le preocupaba que un posible vídeo sobre él se emitiese en los Mundos Síndicos por razones propagandísticas. El impecable uniforme hecho a medida del director general síndico presentaba indicios de la huida de su última nave, y su aspecto era desarreglado pese a que su corte de pelo seguía teniendo la apariencia de valer tanto como un destructor. Geary miró al teniente Íger.

—¿Ha encontrado algo?

Este sonrió levemente.

—Sí, señor. No ha dicho nada, claro está, pero hemos registrado sus reacciones, incluidos escáneres cerebrales mientras escuchaba mis preguntas. Niega saber cualquier cosa sobre una inteligencia alienígena, pero he observado picos de miedo cuando se lo he preguntado.

—¿Miedo?

—Así es, señor —repitió Íger con firmeza—. No hay lugar a dudas. Al menos, a este director general le dan miedo esas cuestiones.

—¿Está seguro de que no es la pregunta lo que lo ha asustado? —le preguntó Rione—. ¿La posibilidad de que pudiese escapársele información secreta?

—O que sabemos lo suficiente como para hacer esa pregunta —añadió Desjani.

Íger asintió con la cabeza hacia las dos mujeres.

—Le he hecho la pregunta de varias formas, señora copresidenta, y he observado que se iluminaban exactamente las mismas zonas cerebrales. Capitana Desjani, su nerviosismo aumentó de forma notable cuando empecé a preguntarle sobre ese tema, pero se registraron respuestas distintas en su supuesta preocupación porque lo sepamos. ¿Ven los informes? —El teniente manipuló unos controles y al momento aparecieron imágenes del cerebro del director general síndico flotando ante ellos—. ¿Ven esto? Esa es el área del cerebro relacionada con la seguridad personal. Esta es la que reacciona ante la planificación de engaños, es decir, cuando está preparando una mentira. Observen cómo, al introducir variaciones en las preguntas, las reacciones difieren. —Las imágenes se iluminaron y se apagaron en áreas distintas—. Experimenta un miedo bastante arraigado cuando se sacan esos temas, algo que activa una de las partes más antiguas del cerebro humano.

—¿El miedo a lo desconocido, a lo extraño? —preguntó Geary.

—Sí, ese tipo de cosas, señor —respondió Íger.

—Pero de puertas afuera afirma no saber nada.

—Así es, señor.

Geary miró a Rione y a Desjani.

—Creo que debería entrar a hablar con él. El teniente Íger puede monitorizar sus reacciones. ¿Quiere alguna de ustedes, o las dos, entrar conmigo?

Desjani negó con la cabeza.

—Es mejor que lo vea desde aquí, señor. Ya me cuesta bastante no atravesar la pared y ponerle las manos encima a ese gusano síndico.

Rione frunció el ceño, aunque más mentalmente que evidenciando la expresión ante Desjani.

—Creo que debería ir usted primero, capitán Geary. Cara a cara, a lo mejor se muestra más propenso a hablar. Si parece ir bien, siempre puedo acudir para apoyarlo y ejercer la presión que una política de la Alianza puede ejercer.

—Vale. —Íger se acercó a él y, después de pedirle disculpas entre murmullos, le colocó algo diminuto detrás de una oreja—. ¿Qué es eso?

—Un comunicador de corto alcance que opera en una frecuencia que no interfiere con el equipamiento de interrogatorios —le explicó Íger—. Así le pasaremos la información que nos muestre el equipamiento con relación a las reacciones que tenga el síndico mientras habla con él. A efectos prácticos es invisible, aunque si ese director general tiene alguna idea sobre interrogatorios, supondrá que tiene comunicación con quien quiera que lo esté monitorizando.

Unos segundos después, Geary entró en la sala de interrogatorios y selló la escotilla tras de sí. El síndico estaba sentado en una de las dos sillas que había en la sala, ambas sujetas a la cubierta por motivos de seguridad. Cuando Geary avanzó hacia él, el director general se levantó bruscamente, debido al miedo.

—Soy un oficial de los Mundos Síndicos, y...

Geary levantó una mano con la palma abierta, haciendo un gesto para silenciarlo. El director general dejó de hablar pero permaneció de pie.

—He escuchado variantes de eso un montón de veces —le dijo Geary al síndico—. Parece que no ha cambiado demasiado en el último siglo.

Aquello hizo que el síndico se estremeciese levemente contra su voluntad.

—Estoy al tanto de que se ha identificado como el capitán John Geary, pero...

—Pero nada —lo interrumpió Geary—. Sé que sus superiores ya me han identificado y han confirmado quién soy. —Se sentó, intentando tener absoluta confianza, y le hizo un gesto al síndico para que también se sentase. Después de un momento, el hombre tomó asiento, con el cuerpo rígido—. Este tipo de juegos son cosas del pasado, director general Cáfiro. De hecho, ya le han costado demasiadas vidas y recursos tanto a la Alianza como a los Mundos Síndicos, que se han desperdiciado en una guerra que no pueden esperar ganar.

—Los Mundos Síndicos no van a ceder —insistió el director general enemigo.

—Y la Alianza tampoco. Después de casi un siglo supongo que ya todos se han dado cuenta de eso. Por lo tanto, ¿qué sentido tiene? ¿Por qué lucha usted, director general Cáfiro?

Este miró a Geary, inquieto.

—Por los Mundos Síndicos.

—¿De verdad? —Geary se inclinó ligeramente hacia delante—. ¿Entonces por qué actúa según los deseos de la inteligencia alienígena que está al otro lado de su territorio?

El director general miró fijamente a Geary.

—No existe tal cosa.

Miente. La voz del teniente Íger llegó a la oreja de Geary en forma de susurro.

En realidad no habría necesitado que se lo dijese para saber que no estaba diciendo la verdad.

—No me voy a molestar en mostrar todas las pruebas que hemos conseguido. Probablemente los Mundos Síndicos no están al tanto de algunas de ellas. —Que se preocupe el director general síndico—. Pero sabemos que están ahí, que el Consejo Ejecutivo de los Mundos Síndicos hizo un trato con ellos para atacar a la Alianza, y que los alienígenas se la jugaron para que se enfrentasen contra nosotros a solas. —Todo aquello eran más bien conjeturas con cierta base que hechos comprobados, pero Geary no iba a admitir no estar seguro en aquel punto.

El síndico lo miró. Entonces incluso Geary pudo observar los signos externos de la tensión que sentía el síndico sin la ayuda del equipamiento de Íger.

—No sé de qué me está hablando.

Miente parcialmente, aunque pareció sorprenderse cuando le mencioné que los alienígenas los habían traicionado. Es posible que no lo supiese.

Geary miró al director general síndico inquisitoriamente y sacudió la cabeza.

—Tengo entendido que su nombre es Niko Cáfiro. Nivel segundo del rango ejecutivo. Es un grado bastante alto. —El director general, claramente inquieto, se quedó mirando a Geary sin decir nada—. Suficientemente alto como ser el segundo en la línea de mando de la flotilla que acabamos de destruir en este sistema estelar. —Entonces los ojos del director síndico reflejaron ira y miedo—. Hemos nivelado la situación de forma más que notable, director general Cáfiro —afirmó Geary—. Los Mundos Síndicos ya no pueden enfrentarse a nosotros con una superioridad apabullante. Hemos destruido demasiadas naves síndicas en los últimos meses.

«Está ocultando algo», le susurró la voz de Íger. «Cuando habló de las naves que tenían los síndicos, se activó una cascada de reacciones mentales.»

¿Qué significaba aquello? ¿Que había más síndicos de los que esperaban? ¿O que el director general estaba pensando en las batallas en las que su bando había perdido todas aquellas naves, evitando evidenciar reacciones que pudiesen confirmar la afirmación de Geary?

—Estamos cerca de la frontera con la Alianza —continuó Geary—. Unos cuantos saltos más, y estaremos en un sistema fronterizo de los Mundos Síndicos. Y desde ahí iremos a casa.

Entonces reaccionó abiertamente.

—Su flota será destruida.

—Voy a llegar con ella a casa —repitió Geary con tranquilidad.

—En alguno de los sistemas estelares fronterizos se topará con todo lo que le queda a los Mundos Síndicos, y lo detendrán —insistió Cáfiro, pese a la falta de convicción en su voz—. Esta flota no va a volver al espacio de la Alianza.

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