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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (39 page)

Entonces Rione llegó al puente de mando y se paró ante del visor antes de ocupar su puesto y dirigirse a Geary.

—¿Qué piensa hacer?

Geary señaló su propia pantalla, en la que se podía ver proyectado, a partir de su velocidad y su curso, el amplio arco que dibujaba la formación síndica virando con decisión hasta formar un vector que interceptaría el arco de curso de la flota de la Alianza, como dos líneas curvas aproximándose desde horas luz de distancia para acabar uniéndose igual que dos sables gemelos chocando.

—Tengo intención de plantar cara al enemigo, señora copresidenta, en algo menos de día y medio.

Rione observó en su visor el informe de la flota enemiga, luego miró a Geary y sacudió la cabeza.

—Es como luchar contra una hidra. No importa cuántos navíos de combate destruyamos, siempre hay más.

—Siguen construyéndolas y, al contrario que nosotros, pueden conseguir refuerzos —señaló Geary.

—Recomendaría que se intentase capturar vivo al director general síndico, capitán Geary. Es posible que pueda ofrecernos algunas respuestas.

—Haré lo que pueda, señora copresidenta.

—Capitana, estamos recibiendo una transmisión muy reducida procedente del principal planeta habitado. Va dirigida al capitán Geary.

Desjani lo miró con recelo. Estaban todavía a casi ocho horas luz de establecer contacto con la flotilla síndica, y aún no habían adoptado su formación de combate.

—Yo la atiendo —dijo Geary—. Deje que Desjani la vea.

La ventana que apareció ante él mostraba a una mujer mayor sentada sobre un escritorio, con un uniforme de director general síndico de rango medio.

—Supongo que estará preguntándose por qué la oficial síndica de mayor rango de este sistema estelar se está comunicando con usted, capitán Geary, y además está haciéndolo de forma que se minimicen las posibilidades de que alguien lo descubra.

La mujer señaló hacia una foto que había sobre el escritorio, en la que se veía a un hombre joven que Geary no era capaz de reconocer.

—Tenía un hermano, murió en un accidente. O eso pensaba yo. Ahora tengo un hermano, y sé que lo que pasó en realidad fue que una compañía relacionada con un líder bastante importante de los Mundos Síndicos desestimó evacuarlo a él y al resto de sus compañeros de Wendig, porque eso les permitía reducir levemente las cifras de la columna de gastos del informe anual de dicha compañía. También tengo una cuñada, alguna sobrina y un sobrino de los que nunca había tenido noticia y que están vivos gracias a usted.

Entonces, de repente, Geary se dio cuenta de a quién pertenecía la cara de la imagen. Era el alcalde de Alfa, décadas más joven.

La directora general del planeta síndico agitó la cabeza.

—Eso sin contar todas las vidas que se habrían perdido en este sistema estelar si hubiese decidido bombardear este planeta. Pero ha llegado a mis oídos lo que dice la gente procedente de lugares como Corvus, Suthah e incluso Sancere, así que soy consciente de que se ha comportado del mismo modo en todos lados, de que solo ha atacado objetivos militares e industriales como respuesta a ataques dirigidos contra usted. No sé cuántos millones o incluso cuántos miles de millones de ciudadanos de los Mundos Síndicos podría haber matado con facilidad, pero sí sé que no lo hizo.

Entonces la directora general planetaria síndica sonrió adustamente.

—Y ahora me encuentro dándole gracias a la flota de la Alianza por todas esas vidas pese a que tengo órdenes de hacer lo necesario para que pierdan naves, sea cual sea el precio, o para retrasarlos, sin importar las bajas potenciales de civiles que pueda sufrir este sistema estelar. Estoy al tanto de la situación en la que se encuentra. Nos han dicho media docena de veces que su flota estaba atrapada y que sería destruida en poco tiempo. Cómo ha conseguido llegar hasta aquí es algo que solo saben las estrellas del firmamento. El hecho de que esté al mando, capitán Geary, y de que el proceso de identificación llevado a cabo por los Mundos Síndicos arroje resultados positivos, me hace preguntarme si no será cierto que las estrellas del firmamento han intervenido en esta guerra. Que disponga de una fuerza diseñada para la guerra y que la haya usado para salvar las vidas de sus enemigos hace que me sienta agradecida de que lo hayan hecho.

»Se lo debo, capitán Geary, y creo firmemente en que se deben pagar las deudas. Su flota va a enfrentarse con una fuerza de los Mundos Síndicos notable, pero a la que superan en número considerablemente. Aunque nuestros líderes intentan mantener clasificada al más alto nivel la información sobre usted y su flota, circulan por ahí muchos informes no oficiales verosímiles. Basándome en ellos, espero que esa fuerza síndica no venza, teniendo en cuenta lo que ha hecho hasta ahora, no es algo que me haga tener miedo. En lo que respecta a la gente de aquí, su flota constituye una amenaza menor que la que responde ante el Consejo Ejecutivo de los Mundos Síndicos.

La directora general síndica volvió a sacudir la cabeza.

—No olvidaré lo que ha hecho, capitán Geary. Muchos de nosotros hemos acabado entendiendo que esta guerra dejó de tener sentido el mismo día que comenzó. Estamos cansados de intentar mantenernos unidos en nuestros sistemas estelares mientras nuestros líderes dilapidan los recursos de los Mundos Síndicos en una guerra que no se puede ganar. Cuando vuelva a su hogar, dígales a sus líderes que aquí hay gente cansada de luchar y que quiere hablar.

La directora general hizo una pausa.

—Cuando se abandonaron las instalaciones de Dilawa hará unos veinte años, se consideró que no era rentable llevarse las reservas de materiales que todavía quedaban en los almacenes mineros, por lo que se dejaron allí muchas cosas. Lo digo por si necesita suministros cuando se marche de aquí.

La ventana se quedó en blanco, y Geary se recostó, pensativo.

—¿Podemos confiar en ella? —preguntó Desjani.

—No lo sé. ¿Dónde está la copresidenta?

—En su camarote, creo.

—Envíele una copia de esto y pregúntenle qué opina. —Desjani hizo una mueca y vaciló lo suficiente como para que Geary lo notase—. No importa, ya lo hago yo.

Cinco minutos después Rione estaba en el puente de mando.

—Creo que está siendo sincera.

—Quiere hablar de paz, espera que derrotemos a esa flotilla síndica y nos ha dicho dónde podemos encontrar materias primas para reabastecer a la auxiliares —dijo Geary—. Si los líderes síndicos se enterasen, le cortarían la cabeza en un abrir y cerrar de ojos.

Rione asintió mirando a Geary, con expresión pensativa.

—Esto implica que la jerarquía síndica está más podrida de lo que pensábamos. Una directora general de un sistema estelar síndico nos ha dicho directamente que no apoya la guerra.

—Incluso nos respalda a nosotros en lugar de a sus propias fuerzas —le comentó Desjani a Geary, aparentemente dividida entre un sentimiento de gratitud y otro de repulsa.

En lugar de responder a lo que había dicho Desjani, Rione se dirigió a Geary.

—La flota síndica ha sido uno de los mecanismos más importantes con los que han contado los líderes de los Mundos Síndicos para mantener el control sobre su territorio. Cualquiera que intentase mostrar cierta independencia se encontraría con navíos de combate preparados para reforzar la voluntad del Consejo Ejecutivo. Cuánto más daño infliges a su flota, más posibilidades tienen líderes locales como la directora general de hacer lo que les parezca.

—No obstante, esa flota está formada por sus propias gentes —le dijo Desjani a Geary—. El hecho de que aparentemente esté dispuesta a apoyarnos incluso en su contra debería ser relevante a la hora de juzgarla.

Rione sacudió la cabeza al dirigirse de nuevo a Geary.

—Un sistema estelar olvidado por la hipernet seguramente tiene proporcionalmente menos ciudadanos sirviendo en la flota y, según pasa el tiempo, siente cada vez menos que forma parte de los Mundos Síndicos.

Geary miró a Desjani, y fue entonces cuando se dio cuenta de que ambas mujeres estaban hablando con él e ignorándose mutuamente, como si estuviesen en habitaciones separadas y solo se pudiesen comunicar directamente con él.

Desjani se encogió ligeramente de hombros.

—La directora general síndica que vimos era una política, y supongo que como tal sentirá menos reparos al sacrificar personal militar.

Aquello hizo que Rione apretase visiblemente los dientes, pero siguió sin mirar a Desjani.

—Ya tiene mi valoración, capitán Geary. Ahora, si me disculpa, tengo que ocuparme de otros asuntos. —Se dio la vuelta bruscamente y se marchó del puente.

Geary apoyó los dedos de una mano sobre la frente durante un momento, intentando calmar un incipiente dolor de cabeza.

—Capitana Desjani —dijo en voz baja, de forma que solo ella pudiese escucharlo—, me gustaría que se abstuviese de enfrentarse abiertamente a la copresidenta Rione.

—¿Abiertamente? —respondió Desjani en un tono de voz semejante—. No entiendo, señor.

Geary dirigió hacia ella una mirada incisiva, mientras Desjani lo observaba con una mirada de desconcierto a todas luces fingida.

—No quiero entrar en detalles.

—Me temo que tendrá que hacerlo, señor.

Puede que Desjani creyese que, en lo que se refería al mando de la flota, lo guiaban las estrellas del firmamento, pero estaba claro que en lo que respectaba a tratar con Rione tenía una opinión distinta.

—Bastaría con que actuase como si estuviesen en la misma sala.

—Pero no está, señor. Se ha marchado del puente.

—¿Se está burlando de mí, capitana Desjani?

—No, señor. Nunca haría eso, señor —dijo totalmente seria, o al menos eso le parecía a él.

Estaba claro que era el momento de retirarse. No podía entrar en detalles ni enfadarse sin llamar la atención de los consultores que había en el puente de mando, y tampoco lo necesitaba.

—Gracias, capitana Desjani. Me alegro mucho de oírlo. Ya tengo suficientes cosas de las que preocuparme.

Por lo menos, Desjani pareció arrepentirse un poco cuando Geary se marchó del puente de mando, intentando alcanzar a Rione. Sospechaba que tenía alguna otra impresión que compartir con él, y además quería preguntarle algo.

Rione avanzaba con rapidez, por lo que la alcanzó al pasar la mitad del corredor.

—Dime la verdad —le dijo Geary—, ¿está la Alianza igual de mal?, ¿también está a punto de romperse?

—¿Por qué me lo pregunta? —El tono de voz de Rione era tan inexpresivo como siempre.

—Porque no parecías estar muy contenta ante la evidencia de lo mal que le van las cosas a los síndicos. Me has dicho que los militares de la Alianza están descontentos con nuestro gobierno, que todo el mundo está cansado de la guerra, pero ¿está la cosa tan mal como en el espacio síndico? ¿Corre la Alianza el riesgo de descomponerse?

Rione se paró, clavó sus ojos en la cubierta, y asintió con la cabeza lentamente sin dirigirle la mirada.

—Un siglo de guerra, John Geary. No pueden derrotarnos, y nosotros a ellos tampoco, pero podemos seguir hasta que nos rompamos.

—¿Por eso viniste en esta expedición? No era solamente porque tuvieses miedo de que Bloch pudiese convertirse en dictador, sino porque estabas segura de que lo conseguiría, de que los ciudadanos de la Alianza, cansados de esta guerra, lo seguirían dado que han perdido su fe en la Alianza.

—Bloch no lo habría conseguido —dijo Rione con tranquilidad—. Habría muerto.

—Lo habrías matado. —Ella asintió—. Bloch seguramente sabía lo que pretendías, y es más que posible que tomase medidas contra ti.

—Lo hizo. —Durante un instante se dibujó una pequeña sonrisa en la cara de Rione—. No habría sido suficiente.

Geary se quedó mirándola.

—¿Y qué te habría pasado?

—No estoy segura. Tampoco habría importado. Lo importante era pararle los pies al dictador.

Geary no atisbó el más mínimo rastro de burla o mentira en Rione. Hablaba en serio.

—Estabas dispuesta a morir para asegurarte de que estuviese muerto. Victoria, a veces me das miedo.

—A veces yo misma me doy miedo. —Seguía totalmente seria—. Ya te lo dije, John Geary. Creía que el hombre al que amaba había muerto en esta guerra. No tenía ninguna otra razón para vivir salvo mi devoción por la Alianza. Si esta se derrumbaba, entonces no me quedaría nada. Mi marido murió por ella, y si fuese necesario, yo haría lo mismo.

—¿Por qué no me dijiste esto desde el principio?

Rione lo observó durante un rato antes de responder.

—Porque si habías salido del mismo patrón que el almirante Bloch, no necesitarías que te animasen. Pero si al final eras realmente como Black Jack, no me creerías, puesto que la idea de que la Alianza se estaba desmoronando sería demasiado dura para ti como para aceptarlo. Tenías que ver la situación por ti mismo para entender lo mal que están las cosas. Yo ya te dije cosas, pero no siempre te diste cuenta. —Rione sacudió la cabeza—. Te tanteé, te vigilé, e hice lo necesario para influir en tus actitudes hacia la situación actual.

—¿Qué tuviste que hacer? —La frase sonó fría incluso para Rione—. Una vez me dijiste que no habías dormido conmigo solo para influir en mí.

Los ojos de Rione siguieron fijos en él.

—No era la única razón, es cierto, pero era una parte. ¿Contento? Tuviste mi cuerpo, y yo el tuyo, y en aquellos oscuros encuentros nocturnos te susurré que tenías que proteger a la Alianza de aquellos que estaban dispuestos a destruirla, según ellos, para salvarla. Ah, y me encantó el sexo. No tengo inconveniente en admitirlo. Entonces llegó el día en que ya no te tuve miedo, y en el que supe que mis sentimientos empezaban a traicionar al hombre que todavía amaba y podía seguir vivo. No es que te entregase a ella porque fuese noble, John Geary, lo hice por mí misma, y porque ya había hecho lo que tenía que hacer.

No se creía todo aquello. La postura y la expresión de Rione no habían cambiado, pero le recordaba a las palabras que había pronunciado una vez estando borracha. Geary se dio cuenta de aquello al ver que, pese a estar justificando todo con total tranquilidad, no había mencionado el nombre de Tanya Desjani.

—No me entregaste a nadie, y menos a la capitana Desjani.

—Puede que te hayas mentido a ti mismo, John Geary, pero hazme caso.

—¿Entonces por qué sigues en el
Intrépido
? Todavía quedan un montón de naves de la República Callas a las que podrías ser transferida.

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