—Porque me necesitarás cerca de ti cuando volvamos a casa. No como una amenaza, sino como una aliada. Sé cómo van a reaccionar los líderes de la Alianza ante ti. Black Jack, el salvador de la flota y de la Alianza, ha vuelto. No vas a aceptar lo que algunos te van a ofrecer a cambio de más poder para ellos mismos. Tampoco vas a hacer lo que otros temen, que es acaparar todo el poder. No, John Geary —insistió Rione—, te mantendrás en lo alto del bastión de la Alianza y la defenderás de todos sus enemigos, tanto los internos como los externos, porque así es como eres, alguien salido de un pasado más simple. Y yo te ayudaré a luchar contra los que, desde dentro, intenten manipularte o actuar contra ti por miedo.
—¿Contra mí? ¿Crees que los líderes de la Alianza son un peligro para mí?
—Si estuviese en el Consejo de Gobierno cuando volvieses, pediría que te arrestasen de inmediato y te aislasen acusándote falsamente en público de estar cumpliendo algún tipo de misión secreta, porque pensaría que eres el mismo tipo de persona que el almirante Bloch o el capitán Falco. No obstante, he aprendido que no es así, y es lo que le diré a los senadores que conozco. Créeme, me necesitarás —afirmó Rione—. Incluso los políticos a los que no les gusto, y de esos hay bastantes, saben que no traicionaría a la Alianza. Todos tendrán en cuenta lo que les diga.
Geary miró en otra dirección, y se acarició el cuello con una mano, intentando pensar. No importaba lo difícil que fuese llevar a la flota de una pieza a casa, ya que, una vez lo hiciese, la vida sería más fácil. Renunciaría al cargo y se marcharía a alguna parte donde no lo reconociesen, intentando ocultarse de la leyenda de Black Jack y de las irreales y devotas expectativas de aquellos que creían que había sido enviado por las mismísimas estrellas del firmamento para salvar a la Alianza. Era algo que había tenido en mente para evitar que todo aquello lo superase, incluso aunque la idea de abandonar la flota y a su gente le resultase cada vez más difícil. Sin embargo, en aquel momento tenía que admitir que, como poco, se vería obligado a enfrentarse a más problemas antes de poder dejar atrás aquellas responsabilidades.
—Gracias, Victoria. Estoy seguro de que tu ayuda será más que importante.
Ella negó con la cabeza.
—No me des las gracias. No lo hago por ti.
—Gracias de todos modos. ¿Quieres hablar sobre el combate en ciernes?
—Lo harás bien. Siempre lo haces.
Geary estaba a punto de explotar.
—¡Joder, lo último que yo o cualquier otra persona de esta flota necesita es que me confíe demasiado! ¡Voy a intentar reducir al máximo las pérdidas, pero este combate será doloroso, complicado y difícil!
Rione sonrió de modo irritante.
—¿Ves? Ya eres consciente de ello. No necesitas que te lo diga. ¿Algo más?
—Sí —dijo Geary con los dientes apretados—. ¿Qué opinas de lo de ir después a Anahalt o a Dilawa?
Rione extendió las manos con un gesto de desdén.
—Haz lo que te diga tu instinto, capitán Geary. Es mucho mejor que el mío, por lo menos mientras sigamos en el espacio síndico.
—Aun así me gustaría saber qué opinas, si deberíamos confiar o no en la directora general síndica.
—Por supuesto que no. No obstante, eso no significa que esta vez no esté siendo sincera. Comprueba si lo que dijo sobre Dilawa coincide con los informes de los sistemas estelares síndicos que hemos conseguido. —Rione se dio la vuelta para marcharse, pero luego habló por encima del hombro—. Ese es mi consejo político. Si quieres un consejo militar, pregúntaselo a tu compañera. Así tendréis más oportunidades profesionales de pasar tiempo juntos.
Geary observó cómo se alejaba, sin decir nada; así no habría oportunidad para una última réplica.
Cuatro horas para establecer contacto con los síndicos. La flota de la Alianza y la flotilla síndica estaban a menos de cincuenta minutos luz la una de la otra, desplazándose a cero con uno c, a una velocidad combinada de encuentro de cero con dos c, la máxima en la que los sistemas de puntería eran efectivos. Podía ver lo que las naves síndicas habían estado haciendo hacía poco menos de una hora, y lo mismo podían hacer estos con respecto al estado de la flota de la Alianza. Todavía era demasiado pronto para establecer la formación de combate, para permitirle al comandante síndico saber cómo había planeado Geary el encuentro con el enemigo.
—¿Capitán Geary? Tenemos que enseñarle algo.
Aceptó el mensaje de la capitana Desjani y se dirigió al compartimento desde el que lo había llamado, intentando no parecer inquieto mientras se cruzaba con los miembros de la tripulación del
Intrépido
. Pese a que tenía que concentrarse en el combate inminente, lo habían distraído constantemente con preocupaciones sobre lo que los enemigos internos podrían hacer. Parecía que habían intentado atacar de nuevo.
El compartimento resultó ser una de las estaciones de control de los sistemas principales, lo que en principio confirmaba sus temores. Mientras se sellaba la escotilla detrás de Geary, pudo ver a Desjani, al capitán de corbeta que ocupaba el puesto de oficial de seguridad del sistema del
Intrépido
, y a la presencia virtual de la capitana Crésida.
—¿Qué pasa ahora?
Desjani y el capitán de corbeta miraron a Crésida, que hizo un gesto hacia algunos de los módulos del sistema que había tras ella.
—He estado pensando, señor —comenzó a decir Crésida—, intentando averiguar cómo podían estar los alienígenas controlándonos. El asunto de los gusanos me hizo reflexionar sobre nuestros sistemas, sobre si habría algo más escondido en ellos.
Geary frunció el ceño.
—¿Los alienígenas? ¿No se trata de otro gusano generado desde alguna parte de la flota?
—No, señor. Hemos encontrado algo que no puede proceder de fuentes internas. Tuvimos que meter en esto al oficial de seguridad del sistema de la capitana Desjani.
—¿No pudo proceder de dentro? —Geary miró desconcertado a Desjani y al capitán de corbeta—. Pero ¿encontraron algo más?
Crésida asintió con la cabeza.
—Sí, señor. Lo que me preguntaba era: si había algo más ahí, algo que les permitía a los alienígenas controlar nuestros movimientos, ¿cómo podía seguir oculto? Puesto que los análisis de seguridad lo habían pasado por alto, tenía que ser algo que no hubiésemos utilizado o intentado utilizar, así que busqué algo diferente, algo fuera de lo normal, intentando atisbar cualquier cosa inusual o imprevista en alguna parte de nuestros sistemas.
El oficial de seguridad del sistema de Desjani pulsó un control y a su lado apareció un visor virtual, que mostraba una extraña imagen de lo que parecían ser ondas superpuestas con límites fluctuantes.
—Eso muestra órdenes transmitidas a través de los sistemas de navegación —comenzó a explicar el oficial—. No el código, sino la propagación de la señal electrónica. Es una representación, claro está, realizada de forma que podamos entenderla. Lo que la capitana Crésida descubrió es que los comandos llevan algo anexo. —Señaló las fluctuaciones superiores y laterales.
Crésida también hizo un gesto hacia ellas.
—No sé cómo lo hacen, pero, de algún modo, están codificando un gusano utilizando modulación de probabilidad autosostenida a nivel cuántico. Cada una de las partículas que forman la señal tienen propiedades cuánticas, claro está. Pues bien, los alienígenas han grabado algún tipo de programa en estas propiedades. Sé que no es natural porque debería haber variaciones probabilísticas en el modo en que tienen lugar los límites cuánticos de las partículas que forman la señal. Pues no hay. Sigue patrones. No sabemos qué hacen estos patrones, ni cómo actúan, pero está claro que no deberían estar ahí.
Desjani asintió sin quitar los ojos de la pantalla.
—Creemos que hemos encontrado al espía alienígena, capitán Geary.
—No me fastidies. ¿Está en los sistemas de navegación?
—Y en los de comunicación. Estamos monitorizando los demás sistemas pero no hemos encontrado nada, todavía.
Geary contempló el visor, anonadado.
—Está configurado para saber a dónde nos dirigimos y comunicárselo a alguien. ¿Puede esta cosa enviar mensajes a velocidades superiores a la de la luz?
Crésida hizo un gesto de frustración.
—¡No lo sé! No tengo ni idea de cómo funciona, y menos todavía de lo que hace. Lo único que sé es que se supone que no debería estar ahí.
El capitán de corbeta tomó la palabra.
—Obviamente, ninguno de los programas de seguridad y los cortafuegos podían haberlo detectado. Para ellos es algo... desconocido, se podría decir que alienígena, si me permite usar ese término.
—¿Y no podemos hacer nada al respecto? —preguntó Geary—. ¿Lo único que podemos hacer es dejar que infecte nuestros sistemas?
Aquello hizo que se dibujase una intensa sonrisa en la boca de Crésida.
—No, señor. Puede que no sepamos cómo funciona, pero sí sabemos cómo acabar con él.
—Es la primera vez que la escucho hablar como un infante de marina, capitana Crésida. ¿Cómo acabamos con él?
Crésida volvió a señalar los límites fluctuantes.
—Estoy segura de que podemos generar un patrón de ondas cuánticas con las propiedades opuestas. Es decir, utilizando interferencias destructivas para anular las superposiciones moduladas. No hace falta que sepamos lo que hace el patrón o cómo se autosostiene para crear una breve imagen negativa de él. Cuando las superposiciones alcancen el estado de probabilidad cero, no deberían reaparecer salvo en intervalos aleatorios y poco frecuentes que posiblemente no funcionen.
Geary frunció el ceño, sorprendido.
—¿Cómo es que pueden aparecer intervalos si se han reducido a probabilidad cero?
—Es... algo cuántico, señor. Para nosotros no tiene sentido, pero a ese nivel las cosas funcionan así.
El oficial de seguridad del sistema asintió.
—Efectivamente, señor, la capitana Crésida ha sugerido que se cree un programa antiviral utilizando barridos y anulaciones de los patrones de probabilidad cuántica. Es un concepto totalmente nuevo, pero lo cierto es que crearlo está dentro de nuestras posibilidades.
—Gracias, capitana Crésida. Creo que no exagero si digo que la humanidad está en deuda con usted. Quiero que también se informe de esto al teniente de Inteligencia Íger. ¿Alguna idea de cómo ha llegado a nuestros sistemas?
Los demás intercambiaron miradas. Finalmente respondió Desjani.
—He estado reflexionando bastante sobre esto desde que la capitana Crésida me lo enseñó. Usted sospecha que las puertas hipernéticas son producto de la tecnología alienígena, señor. El
Intrépido
, al igual que el resto de las naves de la flota, tiene una llave hipernética a bordo que contiene su propio sistema operativo.
Crésida abrió los ojos de par en par.
—Que interactúa con los sistemas de navegación de la nave. Puede que tenga razón. Buscaremos en las llaves a ver qué encontramos.
Entonces el oficial de seguridad del sistema frunció el ceño.
—Pero si procede de la llave hipernética, ¿vamos a atrevernos a desinfectar la llave? Eso podría hacer que dejase de funcionar correctamente.
—Tiene razón —dijo Crésida—. Tenemos que actuar con mucho cuidado. No obstante, podemos establecer una pantalla antiviral entre la llave y el resto de los sistemas de la nave cuando tengamos el programa a punto.
—Háganlo ahora —ordenó Geary—. Si necesitan algo, y no disponen de ello todavía, avísenme.
—Sí, señor, pero preferiría esperar a que empiece la batalla.
—¿La batalla? —Geary casi se lleva las manos a la cabeza. Entre la preocupación por los enemigos internos y los alienígenas hostiles, se le había olvidado durante un momento el combate que todavía tenía pendiente—. Sí, claro, después de la batalla. Y si descubren algo relacionado con esto que pueda esperar hasta después, díganmelo luego. —No puedo arriesgarme a estar tan distraído otra vez. Si no estoy concentrado en la amenaza más inmediata podrían desaparecer muchas naves de la flota. Lo que Crésida había descubierto no debería afectar al desenlace del enfrentamiento, pero podría ser algo realmente importante a largo plazo en lo que respectaba a la capacidad de los alienígenas para intervenir del lado de los síndicos. Estamos descubriendo vuestros trucos, cabrones. Cuando sepamos lo suficiente, vamos a hablar seriamente de esta guerra con vosotros y de lo que les hacen los humanos a los no humanos que intentan manipularlos.
Una hora para llegar al área de combate si ambas fuerzas mantenían su curso y sus vectores de velocidad. En aquel momento, Geary podía ver la disposición de la formación síndica de hacía doce minutos, todavía con su forma de caja rectangular, y con uno de los lados cortos orientado hacia la flota de la Alianza, como la cabeza de un martillo preparándose para golpear.
—¿Está lista? —le preguntó a Desjani.
—¿Ahora? —Sus ojos estaban ya centrados en la formación enemiga.
—Sí. No pude hacerlo antes sin que pareciese atípico, y necesito darle tiempo al director general síndico al mando de esa flotilla para que vea lo que estoy haciendo, y así tener tiempo para ver cómo reacciona. —Geary manipuló los controles—. A todas las unidades de la flota de la Alianza, dispónganse en formación Eco Cuatro en tres cero, tomando como referencia el buque insignia
Intrépido
.
En tres cero, la gran formación Delta en la que hasta el momento se había dispuesto la flota se rompió, y los navíos de combate comenzaron a serpentear por todas partes realizando una compleja danza mientas se organizaban en cinco subformaciones.
—Es como la formación que utilizó en Lakota la primera vez —dijo Rione cuando la forma se hizo evidente.
—Algo así —asintió Geary—. Las subformaciones en forma de moneda son muy flexibles. Puedo hacer que cada una de ellas pivote con facilidad dada su forma y su pequeño tamaño. No obstante, esta vez van a disponerse de forma distinta a la Eco Cinco que utilizamos en Lakota.
Se estaban configurando cuatro monedas en disposición de rombo, con los cantos orientados hacia el enemigo. En la zona abierta del centro del rombo, pero algo retrasada, estaba situada la moneda de mayor tamaño, centrada en el
Intrépido
, también enfocada hacia los síndicos.
—¿Van a volver a hacer de cebo las auxiliares?
—No. Intento protegerlas. Están situadas detrás de mi parte de la formación porque tengo que hacer algo con ellas, y si los síndicos intentar alcanzarlas, tendrán que aguantar un bombardeo bastante desagradable para aproximarse.