3001. Odisea final (14 page)

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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #ciencia ficción

Muy a su pesar, nunca había estado en Egipto, así que quedó encantado al poder descansar debajo de la mirada penetrante de la Esfinge, tal como era antes de la controvertida "restauración", y mirar turistas trepando por los inmensos bloques de la Gran Pirámide. La ilusión era perfecta, aparte de la tierra de nadie en la que el desierto chocaba con la (levemente gastada) alfombra de la Suite Bowman.

Sin embargo, el cielo era el que ningún ojo humano había visto hasta cinco mil años después que se colocó la última piedra en Giza. Pero no era una ilusión: era la realidad compleja y siempre cambiante de Ganimedes.

Debido a que a ese mundo, al igual que a sus compañeros, hacía ya eones el arrastre de flujo de Júpiter les había arrebatado su movimiento de rotación, el nuevo sol nacido del gigantesco planeta colgaba inmóvil en su cielo. Un lado de Ganimedes estaba perpetuamente expuesto a la luz de Lucifer y, aunque al otro hemisferio frecuentemente se lo denominaba "Tierra de la Noche", esa designación era engañosa como la frase, muy anterior, de "lado oscuro de la Luna". Al igual que el Lado Lejano lunar, la "Tierra de la Noche" ganimedeana tenía la brillante luz del antiguo Sol durante la mitad de su largo día.

Por una coincidencia más confusa que útil, Ganimedes empleaba casi una semana exacta —siete días, tres horas— para describir una órbita en torno de su primario. Los intentos por crear un almanaque basado sobre "Un día de Ganimedes = una semana de la Tierra" generaron tanto caos que se lo había abandonado hacía siglos. Al igual que todos los demás residentes del Sistema Solar, los nativos utilizaban la Hora Universal, identificando sus días normales de veinticuatro horas con números, en vez de nombres.

Puesto que la recién nacida atmósfera de Ganimedes seguía siendo extremadamente tenue y casi carecía de nubes, el desfile de cuerpos celestes brindaba un espectáculo que nunca terminaba. Cuando estaban más próximas, tanto lo como Calisto aparecían con un tamaño cercano al de la mitad de la Luna, vista desde la Tierra... pero eso era lo único que tenían en común. lo estaba tan cerca de Lucifer que tardaba menos de dos días en pasar a la carrera por su órbita, y exhibía un desplazamiento visible, aun en cuestión de minutos. Calisto, a una distancia que era el cuádruplo de la de lo, necesitaba dos días ganimedeanos, o dieciséis de la Tierra, para completar su pausado circuito.

El contraste físico entre los dos mundos era todavía más notable. Calisto, congelado por completo, casi no había sido modificado por la transformación de Júpiter en un minisol: seguía siendo un páramo de cráteres de hielo poco profundos, tan apiñados que en todo el satélite no quedaba un solo sitio que hubiera escapado a los múltiples impactos, en los días en que el enorme campo gravitatorio de Júpiter competía con el de Saturno para reunir los escombros del Sistema Solar exterior. Desde ese entonces, aparte de algunos disparos perdidos, nada había ocurrido durante varios miles de millones de años.

En lo, algo ocurría todas las semanas. Tal como había señalado un gracioso local, antes de la creación de Lucifer, Io era el infierno... ahora era el infierno entibiado.

A menudo, Poole hacía un acercamiento de imagen del interior de ese paisaje quemante, y observaba las sulfurosas gargantas de volcanes que continuamente estaban dándole nuevas formas a una zona más grande que África. En ocasiones, fuentes incandescentes se elevaban cientos de kilómetros en el espacio durante poco tiempo, como si fueran gigantescos árboles de fuego que crecían en un mundo sin vida.

Cuando las inundaciones de azufre fundido se diseminaban desde los volcanes y respiraderos, el versátil elemento cambiaba pasando por un estrecho espectro de rojos, anaranjados y amarillos y, como si fuera un camaleón, se convertía en sus alótropos multicolores. Antes del amanecer de la Era Espacial, nadie imaginaba siquiera que un mundo así existiera. Fascinante como era observarlo desde su confortable posición ideal, Poole encontraba difícil creer que los hombres se hubieran arriesgado a descender ahí, donde incluso los robots temían posar su planta...

No obstante, su interés principal era Europa que, cuando estaba más próxima, parecía tener exactamente el mismo tamaño, casi, que la solitaria Luna de la Tierra, pero que pasaba velozmente por sus fases en sólo cuatro días. Aunque Poole había estado por completo inconsciente del simbolismo cuando eligió su paisaje privado, ahora parecía completamente adecuado que Europa pendiera en el cielo por encima de otro gran enigma, la Esfinge.

Incluso sin aumento, cuando solicitaba mirar a simple vista, Poole podía ver cuánto había cambiado Europa en los mil años transcurridos desde que la
Discovery
partió hacia Júpiter: la telaraña de bandas y líneas estrechas que otrora envolvían por completo al más pequeño de los satélites galileanos había desaparecido, salvo alrededor de los polos. Allí, la corteza global, con un espesor de kilómetros, había permanecido sin fundirse por el calor del nuevo sol de Europa. En todos los demás sitios, océanos vírgenes bullían y hervían en la tenue atmósfera, en lo que habría sido una agradable temperatura ambiente en la Tierra.

También era una temperatura agradable para los seres que habían salido a la superficie después de la fusión del escudo de hielo no fundido que, al mismo tiempo, los había atrapado y protegido. Satélites espía en órbita, que mostraban detalles de un tamaño de centímetros, habían observado una de las especies europanas que empezaba a evolucionar hacia la etapa anfibia y, aunque todavía pasaban mucho de su tiempo debajo del agua, los "europos" hasta habían empezado la construcción de edificios simples.

Que eso pudiera ocurrir en nada más que mil años ya era sorprendente, pero nadie dudaba de que la explicación se encontraba en el último, y más grandioso, de los Monolitos: el "Gran Muralla", de muchos kilómetros de largo, que se erguía en la costa del mar de Galilea.

Y nadie dudó de que, en su propia manera misteriosa, estaba observando el experimento que había empezado en este mundo... y que había llevado a cabo en la Tierra cuatro millones de años antes.

19. La locura de la humanidad

SEÑORITA PRINGLE

ARCHIVO — INDRA

—Mi estimada Indra... lamento que ni siquiera te mandé un correo verbal antes... la excusa de siempre, claro, así que no me molestaré en darla.

"En respuesta a tu pregunta: sí, ahora me estoy sintiendo muy como en casa en el Granomedes, pero cada vez paso menos tiempo ahí, aunque estuve disfrutando de la exhibición del cielo que hice enviar a mi habitación. Anoche, el tubo de flujo brindó una hermosa representación —una especie de descarga de relámpagos entre Io y Júpiter... quiero decir, Lucifer. Algo así como la aurora boreal de la Tierra, pero mucho más espectacular. Lo descubrieron los astrónomos aun antes que yo naciera.

"Y hablando de tiempos antiguos: ¿sabías que Anubis tiene un
sheriff?
Creo que eso es llevar el espíritu de la frontera un poco demasiado lejos. Me hace recordar los relatos que mi abuelo me contaba sobre Arizona... Debo tratar de contar alguno en Medes...

"Esto puede sonar tonto, pero todavía no me acostumbro a estar en la Suite Bowman. Sigo mirando por encima del hombro...

"¿Cómo paso el tiempo? De manera muy parecida a como lo hacía en la torre África: me reúno con los intelectuales locales aunque, como ya te imaginarás, sus conocimientos distan de ser enciclopédicos (espero que nadie haya puesto micrófonos ocultos). E interactué, real y virtualmente, con el sistema educativo: parece muy bueno, aunque con más orientación técnica de la que tú aprobarías. Eso es inevitable, claro, en este ambiente hostil...

"Pero me ayudó a entender por qué la gente vive acá: hay un desafío, un sentido de propósito, si prefieres, que pocas veces encontré en la Tierra.

"Es cierto que la mayoría de los medeanos nació aquí, así que no conocen otros hogares. Aunque son, por lo común, demasiado corteses como para decirlo, creen que el planeta natal se está volviendo decadente. ¿Es así? Y, de serlo, ¿qué es lo que ustedes, territos —como los llaman los nativos—, harán al respecto? Una de las clases de adolescentes que conocí tiene la esperanza de despertarlos: están trazando complejos planes ultrasecretos para la invasión a la Tierra. Después no digan que no les advertí...

"Hice un viaje fuera de Anubis, a la así llamada Tierra de la Noche, donde nunca ven a Lucifer. Diez de nosotros —Chandler, dos miembros de la tripulación de la
Goliath
, seis medeanos— fuimos al Lado Lejano y perseguimos el Sol hasta que se hundió en el horizonte, así que realmente fue la noche. Pavoroso: muy parecido a los inviernos polares de la Tierra, pero con el cielo completamente negro... casi sentí que estaba en el espacio.

"Tuvimos una vista hermosa de todos los galileanos y miramos a Europa eclipsar... perdón, ocultar... a Io. Por supuesto, se sincronizó el viaje para que pudiéramos observar esto...

"Varios de los satélites más pequeños también eran apenas visibles, pero la estrella doble Tierra-Luna era mucho más llamativa. ¿Si sentí nostalgia? Con franqueza, no... aunque extraño a mis amigos de allá...

"Y lo siento: todavía no me encontré con el doctor Khan, aunque dejó varios mensajes para mí. Prometo hacerlo en los próximos días... ¡días de la Tierra, no de Medes!

"Los mejores deseos para Joe... saludos para Danil, si es que sabes qué ocurrió con él. (¿Es una persona real otra vez?)... y mi cariño para ti...

ALMACENAR

TRASMITIR

Allá en el siglo de Poole, el nombre de una persona a menudo brindaba un indicio sobre la apariencia de esa persona, pero eso ya no fue cierto treinta generaciones después: el doctor Theodore Khan resultó ser un rubio nórdico que podría haber estado más a tono en una barca vikinga que devastando las estepas del Asia central. Sin embargo, no habría sido demasiado impresionante en cualquiera de esos papeles, porque tenía menos de ciento cincuenta centímetros de altura. Poole no pudo resistir un poco de psicoanálisis de aficionado: la gente de baja estatura a menudo lograba ir más allá de sus objetivos en forma agresiva, lo que, a juzgar por las pistas de Indra Wallace, parecía ser una buena descripción del único filósofo residente de Ganimedes. Era probable que Khan necesitara esas características para sobrevivir en una sociedad de mentalidad tan práctica.

La Ciudad Anubis era demasiado pequeña como para ufanarse de tener una ciudad universitaria, lujo que todavía existía en los demás mundos, aunque muchos estaban convencidos de que la revolución de las telecomunicaciones la había vuelto obsoleta. En vez de eso, contaba con algo mucho más adecuado, así como siglos más antiguo: una academia, a la que ni le faltaba un bosquecillo de olivos que habría engañado al propio Platón... hasta que intentara caminar a través de él. El chiste de Indra respecto de departamentos de filosofía que no precisaban más equipo que un pizarrón evidentemente no tenía aplicación en ese complejo ambiente.

—Se la construyó para albergar a siete personas —informó el doctor Khan con orgullo, una vez que se acomodaron en sillas evidentemente diseñadas para que no fueran demasiado cómodas—, porque ésa es la cantidad máxima con la que se puede interactuar de manera eficiente. Y, si se cuenta el fantasma de Sócrates, ése fue el número de presentes cuando Fedón pronunció su famosa alocución...

—¿Aquella sobre la inmortalidad del alma? Fue tan evidente que Khan estaba sorprendido, que Poole no pudo evitar reír:

—Hice un curso relámpago en filosofía justo antes de graduarme: cuando el programa ya estaba planeado, alguien decidió que nosotros, ingenieros trogloditas, debíamos recibir algo de cultura general.

—Me encanta oír eso, ya que facilita mucho las cosas. Sabe, todavía no puedo creer en mi suerte. ¡Su llegada aquí casi me tienta a creer en los milagros! Hasta había pensado en ir a la Tierra para conocerlo... ¿La querida Indra ya le habló sobre mi... eh... obsesión?

—No —respondió Poole, aunque no con total veracidad.

El doctor Khan parecía muy complacido: era más que evidente que le encantaba haber hallado un público nuevo.

—Puede ser que haya oído que se me llama ateo, pero eso no es absolutamente cierto. El ateísmo no se puede probar; es algo tan carente de interés. No importa cuán poco factible sea, nunca podemos estar seguros de que Dios no haya existido... y que ahora se haya lanzado hacia el infinito, donde nadie puede encontrarlo siquiera... Al igual que Gautama Buda, no tomo posición en este tema. Mi campo de interés es la psicopatología a la que se conoce como Religión.

—¿Psicopatología? Ese es un juicio duro.

—Ampliamente justificado por la historia. Imagine que usted es un extraterrestre inteligente, al que sólo le interesan las verdades comprobables. Descubre una especie que se autodividió en miles... no, para este momento, millones... de grupos tribales que sostienen una increíble variedad de creencias sobre el origen del universo y el modo de comportarse en él. Aunque muchos de ellos tienen ideas en común, aun cuando existe una superposición del noventa por ciento, el uno por ciento restante es suficiente para que se dediquen a matarse y torturarse los unos a los otros por cuestiones doctrinarias triviales, por completo desprovistas de significado para los de afuera.

"¿Cómo explicar una conducta tan irracional? Lucrecio dio en el clavo cuando dijo que la religión era el subproducto del miedo, la reacción ante un universo misterioso y, a menudo, hostil. Durante mucho de la prehistoria humana puede haber sido un mal necesario, ¿pero por qué era tanto más mal que necesario, y por qué sobrevivió cuando ya no era necesario?

"Dije "mal", y es exactamente lo que quiero decir, porque el miedo lleva a la crueldad. El conocimiento más escaso que se tenga de la Inquisición hace que uno se sienta avergonzado de pertenecer a la especie humana... Uno de los libros más repulsivos que se haya publicado jamás fue
El martillo de las brujas
, escrito por un par de pervertidos sádicos y que describe las torturas que autorizó la Iglesia... ¡que alentó!... para arrancar "confesiones" de miles de viejas inofensivas, antes de quemarlas vivas... ¡el Papa mismo escribió un prólogo aprobatorio!

"Pero la mayoría de las demás religiones, con unas pocas excepciones honorables, fue tan mala como el cristianismo... Incluso en el siglo de usted, se mantenía encadenados a niñitos y se los flagelaba hasta que recordaran de memoria volúmenes enteros de monserga mojigata, y se los privaba de su niñez y adultez para convertirlos en monjes...

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