3001. Odisea final (21 page)

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Authors: Arthur C. Clarke

Tags: #ciencia ficción

No fue una buena idea; quizá debió haberlo intentado en un clima más frío. Después de no más de una docena de pasos, se alegró al hundirse de vuelta en las voluptuosas garras de la silla.

—Es suficiente —declaró con fatiga—. Regresemos a la Torre.

Mientras rodaba hacia el vestíbulo del ascensor, advirtió un cartel que, de algún modo, había pasado por alto durante la emoción de su arribo, y que decía:

¡BIENVENIDOS A ÁFRICA!

"En lo silvestre está la conservación del mundo."

HENRY DAVID THOREAU

(1817—1862)

Al notar el interés de Poole, el guía preguntó:

—¿Lo conoció usted?

—Era la clase de pregunta que Poole oía con harta frecuencia, y en ese momento no se sentía capaz de lidiar con ella:

—No me parece —repuso, fatigado, mientras las grandes puertas se cerraban detrás de él, cercenando imágenes, aromas y sonidos del primer hogar de la humanidad.

El safari vertical le había satisfecho la necesidad de visitar la Tierra, y Poole puso lo mejor de sí para no prestar atención a los diversos dolores y punzadas obtenidos durante su visita allá abajo, cuando regresó a su departamento del nivel diez mil, una ubicación de prestigio, incluso para esa democrática sociedad, Indra, empero, experimentó una leve conmoción por aspecto de Poole y ordenó que se lo llevara directamente a la cama.

—Exactamente igual que Anteo... pero al revés —refunfuñó sombríamente.

—¿Cómo quién? —preguntó Poole: había ocasiones en las que la erudición de su esposa era un tanto abrumadora, pero él ya había decidido que eso nunca le crearía un complejo de inferioridad.

—El hijo de la diosa Tierra, Gea; Hércules luchó con él, pero cada vez que lo lanzaba al suelo, Anteo renovaba sus fuerzas.

—¿Quién ganó?

—Hércules, por supuesto, al sostener a Anteo en el aire para que no pudiera recargar las baterías.

—Bueno, estoy seguro de que no tardaré mucho en recargar las mías. Y aprendí una lección: si no hago más ejercicio, puedo verme obligado a mudarme al nivel de gravedad lunar.

La buena resolución de Poole duró todo un mes: todas las mañanas salía a dar una caminata de cinco kilómetros a paso vivo, optando cada día por un nivel diferente de la Torre África. Algunos pisos todavía eran vastos desiertos retumbantes de metal, que probablemente nunca se habrían de ocupar, pero a otros les habían puesto paisajes y, en el curso de los siglos, se los había desarrollado en una desconcertante variedad de estilos arquitectónicos, muchos de los cuales fueron tomados de edades y culturas pasadas, mientras otros daban una pauta del futuro que a Poole no le interesaba visitar. Por lo menos, no existía el peligro del aburrimiento, y en muchas de sus visitas lo acompañaban, a respetuosa distancia, grupos pequeños de niños amistosos; raramente podían seguirle el paso durante mucho tiempo.

Un día, mientras daba sus zancadas por una convincente, aunque escasamente poblada, imitación de los Champs Élysées, de pronto divisó una cara familiar:

—¡Danil! —exclamó.

El otro hombre no se dio por aludido en absoluto, aun cuando Poole volvió a llamarlo, más fuerte esta vez:

—¿No te acuerdas de mí?

Danil —y ahora que lo había alcanzado, Poole no tenía la más mínima duda de su identidad—, daba la impresión de estar sinceramente perplejo:

—Lo siento —dijo—. Usted es el comandante Poole, claro, pero estoy seguro de que nunca nos vimos antes.

Ahora era el turno de Poole para sentirse avergonzado.

—Qué estupidez la mía —se disculpó—. Debo de haberlo confundido con otra persona. Que tenga un buen día.

Estaba contento por el encuentro, y le agradaba saber que Danil estaba de vuelta en la sociedad normal. Ya fuera que su delito originario hubiera sido asesinar con un hacha o devolver tarde libros a la biblioteca, eso no era cuestión que le incumbiera a su ocasional empleador: las cuentas se habían saldado los libros, cerrado. Aunque Poole a veces extrañaba los dramas de policías y ladrones que a menudo disfrutaba durante su juventud, había llegado a aceptar la sabiduría actual: el excesivo interés en la conducta patológica era patológico en sí mismo.

Con la ayuda de la señorita Pringle Modelo III, Poole había podido organizar su vida de modo que incluso hubiera ocasionales momentos en blanco en los que se podía relajar y poner el casquete cerebral en
búsqueda aleatoria
, para recorrer sus zonas de interés. Fuera de su familia inmediata, su principal preocupación todavía estaba entre las lunas de Júpiter / Lucifer, no siendo la menor de las causas el que se lo reconociera como al principal experto en el tema, y miembro permanente de la Comisión Europa.

Esa comisión se había creado casi mil años atrás, para examinar qué se podía hacer, si es que había algo que se pudiera y debiera hacer, respecto del misterioso satélite. En el transcurso de los siglos se había acumulado una vasta cantidad de información proveniente de los vuelos de circunvalación de las
Voyager
de 1979 y de las primeras exploraciones detalladas de las espacionaves
Galileo
colocadas en órbita en 1996, el mismo año del nacimiento de Poole.

Al igual que la mayoría de las organizaciones de larga duración, la Comisión Europa lentamente se había ido fosilizando y ahora solamente se reunía cuando se producían nuevos acontecimientos. Se había despertado sobresaltada después de la reaparición de Halman y nombró un enérgico presidente nuevo de la Comisión, cuyo primer acto fue el de codesignar a Poole.

Aunque había poco en lo que podía colaborar que ya no figurara en los registros, Poole se sintió muy feliz de estar en la Comisión. Evidentemente, su deber era hacerse asequible, y también le brindaba una posición oficial de la que, de otro modo, habría carecido. Con anterioridad, su condición social era lo que otrora se denominaba "tesoro nacional", lo que le resultaba ligeramente vergonzoso. Si bien lo alegraba que lo mantuviera viviendo en el lujo un mundo más rico que lo que jamás pudieron haber imaginado todos los sueños de las anteriores épocas devastadas por las guerras, sentía la necesidad de justificar su existencia.

También experimentaba otra necesidad, que raramente expresaba, ni siquiera a sí mismo. Halman le había hablado, aunque con brevedad, durante el extraño encuentro de dos décadas atrás. Poole estaba seguro de que le resultaría fácil hacerlo otra vez, si así lo deseara. ¿Acaso los contactos con seres humanos ya no le interesaban? Poole albergaba la esperanza de que no fuera el caso; sin embargo, podría ser la única explicación de su silencio.

Con frecuencia se ponía en contacto con Theodore Khan, tan activo y áspero como siempre y, ahora, representante de la Comisión Europa en Ganimedes. Ya desde el momento mismo en que Poole retornó a la Tierra, Khan trataba, en vano, de abrir un canal de comunicación con Bowman. No podía entender por qué largas listas de preguntas importantes sobre temas de interés vital para la filosofía y la historia ni siquiera recibían el más mínimo reconocimiento de haber sido recibidas.

—¿El monolito mantiene a su amigo Halman tan ocupado que no puede hablar conmigo? —se quejaba a Poole—. ¿Qué hace con su tiempo, en todo caso?

Era una pregunta muy razonable y la respuesta llegó, del mismo Bowman, como un relámpago en un cielo sin nubes... en forma de llamada videofónica perfectamente común y corriente.

33. Contacto

—Hola, Frank. Habla Dave. Tengo un mensaje muy importante para ti. Doy por sentado que ahora estás en tu suite de la Torre África. Si es así, por favor identifícate dando el nombre de nuestro instructor de mecánica orbital. Aguardaré sesenta segundos y, si no hay respuesta, volveré a intentar dentro de una hora exacta.

Ese minuto apenas si fue lo suficientemente largo como para que Poole se recuperase de la conmoción. Sintió un breve acceso de deleite, así como de asombro, antes de que predominara otra emoción: contento como estaba de volver a oír a Bowman, esa frase "un mensaje muy importante" sonaba claramente ominoso.

"Por lo menos fue una suerte", se dijo Poole, "que me haya llamado por uno de los pocos nombres que puedo recordar." Sin embargo, ¿quién podría olvidar a un escocés con un dejo tan fuerte de Glasgow, que dominarlo les había tomado una semana? Pero había sido un brillante expositor... una vez que se entendía lo que estaba diciendo.

—Doctor Gregory McVitty.

—Aceptado. Ahora conecta el receptor de tu casquete cerebral, por favor. Descargar el mensaje tardará tres minutos. No intentes vigilarlo: estoy usando compresión de diez a uno. Esperaré dos minutos antes de empezar.

"¿Cómo se las arregla para hacer esto?", se preguntó Poole. Júpiter / Lucifer ahora estaba a cincuenta minutos luz de distancia, así que el mensaje debía de haber partido hacía casi una hora. Debió de haberlo enviado con un agente con inteligencia en un paquete adecuadamente dirigido en el haz Ganimedes-Tierra, pero habría sido una proeza trivial para Halman, con los recursos que aparentemente podía aprovechar dentro del monolito.

La luz indicadora del casquete cerebral estaba titilando: estaba llegando el mensaje.

Con la compresión que Halman estaba empleando, a Poole le tomaría media hora absorber el mensaje en tiempo real. Pero sólo necesitó diez minutos para saber que su estilo pacífico de vida había llegado a un brusco final.

34. Dictamen

En un mundo de comunicación universal e instantánea era muy difícil conservar secretos. Poole decidió de inmediato que era una cuestión para una discusión cara a cara.

La Comisión Europa había refunfuñado, pero todos sus miembros estaban reunidos en el departamento de Poole. Había siete de ellos, el número de la suerte, indudablemente sugerido por las fases de la Luna, que siempre fascinaba a la humanidad. Era la primera vez que Poole se reunía con tres de los miembros de la Comisión, aunque entonces los conocía a todos de manera más completa que lo que le habría sido posible en toda una vida antes que existiera el casquete cerebral.

—Presidenta Oconnor, miembros de la comisión, querría decir unas palabras, ¡nada más que pocas, lo prometo!, antes de que descarguen este mensaje que recibí de Europa. Y prefiero hacerlo en forma verbal: me es más natural... temo que nunca estaré del todo cómodo con la transferencia mental directa.

"Como ustedes ya saben, a Dave Bowman y Hal se los guardó como emulaciones en el monolito de Europa. Aparentemente, el monolito nunca descarta una herramienta a la que una vez encontró útil y, de vez en cuando, activa a Halman para que vigile nuestros asuntos, cuando éstos empiezan a ser de su incumbencia, como sospecho que puede haberlo sido mi arribo...¿aunque quizá me estoy autohalagando?

"Pero Halman no es tan sólo una herramienta pasiva: el componente Dave todavía retiene algo de sus orígenes humanos, hasta emociones y, debido a que se nos preparó juntos —compartimos casi todo durante años—, aparentemente le resulta mucho más fácil comunicarse conmigo que con cualquier otra persona. Me agradaría pensar que disfruta haciéndolo pero, quizás, es una palabra demasiado fuerte...

"También es curioso... inquisitivo... y quizás esté un tanto resentido por el modo en que se lo recogió, como a un espécimen de la vida silvestre. Aunque eso es lo que probablemente somos, desde el punto de vista de la inteligencia que creó el monolito.

"¿Y dónde está esa inteligencia ahora? Halman parece saber la respuesta, y probablemente dé escalofríos saberla.

"Tal como siempre sospechamos, el monolito es parte de una red galáctica de alguna clase. Y el nodo más cercano —el controlador del monolito, o su superior inmediato— está a cuatrocientos cincuenta años luz.

"¡Demasiado cerca para mi gusto! Esto significa que el informe que sobre nosotros y nuestros asuntos se trasmitió a comienzos del siglo XXI y se recibió hace medio milenio. Si el monolito, llamémoslo Supervisor, contestó de inmediato, cualesquiera instrucciones ulteriores deben de estar llegando ahora.

"Y eso parece ser, exactamente, lo que está ocurriendo: durante estos últimos días, el monolito estuvo recibiendo una cadena continua de mensajes, y estuvo poniendo a punto programas nuevos, que es de suponer que van de acuerdo con aquellos mensajes.

"Por desgracia, Halman únicamente puede hacer conjeturas respecto de la naturaleza de esas instrucciones. Tal como ustedes comprenderán cuando hayan descargado esta tablilla, Halman tiene acceso limitado a muchos de los circuitos y Bancos de memoria del monolito, y hasta puede llevar a cabo una especie de diálogo con él... ¡si es que ésa es la palabra adecuada, pues se necesitan dos personas para conversar! Todavía no puedo absorber realmente la idea de que el monolito, aun con todos sus poderes, no posee conciencia... ¡ni siquiera sabe que existe!

"Halman estuvo de vez en cuando meditando sobre el problema durante mil años, y llegó a la misma respuesta a la que llegamos la mayor parte de nosotros. Pero su conclusión seguramente debe de tener mucho más peso, debido a que conoce las cosas por dentro.

"Lo siento, no pretendí hacer un chiste... ¿pero de qué otro modo podría decirlo?

"Lo que haya sido que se tomó la molestia de crearnos o, cuando menos, de chapucear con la mente y los genes de nuestros ancestros, está decidiendo qué hacer a continuación. Y Halman es pesimista... no, eso es una exageración... Digamos que no cree que tengamos muchas probabilidades, pero ahora es un observador demasiado indiferente como para preocuparse excesivamente. Para él, el futuro —¡la supervivencia!— de la especie humana no es mucho más que un interesante problema, pero está dispuesto a brindar ayuda.

De pronto, Poole dejó de hablar, para sorpresa de su atento público.

—Es extraño. Acabo de tener un recuerdo súbito asombroso... Estoy seguro de que explica lo que está ocurriendo. Por favor, sean pacientes conmigo...

"Dave y yo estábamos caminando juntos un día, por la playa del Cabo, unas semanas antes del lanzamiento, cuando advertimos un escarabajo grande tendido en la arena. Como ocurre a menudo, había caído sobre el lomo y estaba agitando las patas en el aire, pugnando por darse vuelta y quedar con el lomo hacia arriba.

"No le di importancia —estábamos enfrascados en una complicada discusión técnica—, pero no Dave: se hizo a un lado y, con cuidado, lo hizo darse vuelta con el zapato. Mientras el insecto se alejaba volando, comenté: "¿Estás seguro de que fue una buena idea? Ahora irá y se comerá los crisantemos premiados de alguien". Y me respondió:

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