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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos I: La prueba del héroe (27 page)

—Bueno, eso sí que no estaba en mis planes —dijo en tono neutro a C-3PO.

—¿Sus planes, señora?

Ella le miró de reojo.

—Es una expresión, Trespeó. Lo cierto es que no tenía ningún plan. C-3PO se quedó decaído. Leia sonrió, a pesar de todo.

—El pensamiento humano no es tan maravilloso como lo pintan, Trespeó. De hecho, a veces es mejor no saber lo que piensan los demás.

Han tapó la copa de cristal cuadrada para impedir que el camarero de cuatro brazos volviera a llenarla.

—El alcohol no es la respuesta —dijo.

El codru-ji le contempló desde el otro lado del mostrador.

—¿Cuál es la pregunta?

—¿Cómo se cambia el pasado?

—Eso es fácil. Cambiando la forma en que lo recuerdas.

—Sí, supongo que podría hacer que me lavaran la memoria. El camarero asintió comprensivo.

—Otro whisky y estarás en el buen camino para ello.

Han se pasó la mano por la barbilla sin afeitar y negó con la cabeza.

Rumbo a ninguna parte.

El camarero se encogió de hombros.

—Tú mismo, amigo.

El bar del casino La Dama del Destino estaba casi vacío, pero las mesas de juego estaban repletas de gente que celebraba la buena suerte de haber escapado a la muerte…, posiblemente la mejor apuesta que puede llegar a ganar un jugador. Han pensó que quizá también estaría de buen humor, de no ser por lo que les había pasado a Roa y a Fasgo.

¿Pero qué sentido tenía arrastrar consigo a Leia? Ella no tenía la culpa de la desaparición de sus amigos, como Anakin tampoco era responsable de la muerte de Chewie… probablemente lo fueran tanto como Reck Desh. Así que igual debía renunciar a buscar a Roa o a la tal Brigada de la Paz y volver a Coruscant, donde tal vez consiguiera hacer algo constructivo.

Pagó la cuenta, dio una generosa propina al codru-ji y ya se dirigía hacia la salida cuando le interceptó el teniente aqualish del Gran Bunji.

—Ya veo que conseguiste salir entero de la
Rueda
—dijo Han, sin ocultar su decepción.

—Yo también me alegro de verte, Solo. El Jefe B supuso que estarías aquí.

—Dile a Bunji que muchas gracias por dejarnos allí.

—Te envía sus disculpas. En las prisas del momento se olvidó completamente de sus invitados.

A Han le tembló el labio superior.

—Me aseguraré de que Roa y Fasgo se enteren de eso…, suponiendo que hayan sobrevivido a lo que los yuuzhan vong planearan para ellos. El aqualish sonrió, inescrutable.

—Quizás esto te ayude, Solo. El jefe se ha enterado de que el humano que buscabais, el tal Reck Desh, tiene una operación planeada en Bilbringi. La expresión de Han pasó del enfado al interés cauteloso.

—¿Qué clase de operación?

—Desconocida. Sólo se sabe que está involucrada toda la Brigada de la Paz.

—¿Cuándo?

—Ya.

—En Bilbringi, dices.

—Eso es lo único que se sabe.

Han se quitó el pelo de la frente y respiró hondo.

—Vale, dale las gracias a Bunji.

El aqualish se despidió con la mano y se marchó, y Han regresó a la barra a pensar. Se suponía que el
Daga Afortunada
seguía en la
Rueda
, pero la única forma de saber si había sobrevivido al ataque era regresando a la estación. La alternativa era ir en transporte público a Bilbringi y averiguar todo lo que pudiera respecto a las actividades de Reck. Probablemente, Leia podría mover algunos hilos para que alguien le llevara hasta allí, pero no podía pedírselo sin revelar adónde iba y no quería arriesgarse a ello. No por el momento.

Pero C-3PO… C-3PO podía arreglar lo de sacarle un billete para una nave rumbo a Bilbringi.

En cuanto recibió la discreta petición de Han, C-3PO se reunió con él en la entrada del espaciopuerto de Ord Mantell.

—No hay nada mejor que un androide eficiente —dijo Han, sonriendo.

—He de confesar, amo Solo —respondió ansioso C-3PO—, que creo que esto no está nada bien… Especialmente el tener que imitar la voz de Leia para conseguir el pasaje.

—Venga, Trespeó, que ya lo has hecho antes. Lo hiciste para engañar al ejército del Gran Almirante Thrawn.

—Eso no me tranquiliza, señor. Además, eso fue para proteger a la princesa de unos asesinos. Esto ha sido para protegerlo a usted de… No estoy muy seguro de qué, amo Solo.

—No te pido que mientas, Trespeó —dijo Han, arrastrando la última palabra—. Sólo te pido que hagas la vista gorda. Si Leia no te pregunta por mí, no tendrás necesidad de decir adónde he ido.

—Pero seguro que me lo pregunta, señor.

—Vale, pero quizá no te pregunte directamente si sabes adónde me dirijo, o dónde estoy.

—Pero, señor, ¿y si me lo pregunta?

Han lo pensó.

—Si te lo pregunta, díselo —miró al androide un momento—. No podrías evitarlo, ¿no?

C-3PO se puso nervioso.

—Eso escapa a mi lógica.

—Exactamente —dijo Han—. No es lógico. Pero ya sabes que a veces es mejor que la gente no sepa ciertas cosas.

—¿Perdón?

—Algunas veces es más doloroso saber la verdad que no saberla. C-3PO prestó atención.

—Visto así, tampoco es tan malo —comenzó a decir, pero hizo un gesto de tristeza—. Pero toda esta cuestión de la verdad es casi tan confuso como el de dejar de existir…

Han arqueó una ceja.

—¿Dejar de existir? ¿Qué hace un androide pensando en la muerte? Tú no vas a morir.

—Quizá no del mismo modo que los humanos, señor, pero puedo ser desactivado. ¿Y qué será de mis recuerdos? De todos los recuerdos que he acumulado y de todo por lo que he pasado…

Han le miró fijamente.

—¿Te ha desajustado alguien el motivador o algo así? Si eso es lo único que te preocupa, podemos descargar tu memoria en un almacenador de datos —entrecerró los ojos—. De hecho, me encargaré ahora mismo de eso, Trespeó… Sobre todo si accedes a no decir nada a Leia de lo de Bilbringi.

C-3PO ladeó la cabeza.

—Inmortalidad, Trespeó —dijo Han, tentador.

—Pero, señor…

—Será como tener un clon refrigerado. Tu mente se trasladará a otro cuerpo, pero tú ni siquiera te enterarás.

—Oh, señor, estoy seguro de que podría adaptarme a un nuevo cuerpo. Después de todo, soy más mente que cuerpo.

—Ése es el espíritu, chico.

—Ése es el espíritu —repitió C-3PO, animado, y luego volvió a retraerse—. Pero, amo Solo, señor, esta nave en la que va a viajar… Hay algo que tiene que saber…

—¿Va a Bilbringi?

—Sí, señor, pero…

—Entonces no necesito saber más. ¿De dónde sale?

—Los transbordadores saldrán del hangar 4061 a las trece horas, señor. Pero déjeme explicarle antes…

—No hay tiempo, Trespeó —dijo Han, mirando a un reloj cercano—. Y gracias, gracias por todo. No te arrepentirás de esto.

C-3PO alzó ambas manos por encima de la cabeza, sumamente nervioso.

—Pero, señor —gritó mientras Han se alejaba—. Es el
Reina del Imperio
… ¡La nave más gafe de la historia!

Capítulo 19

Showolter hizo una mueca mientras contemplaba el enmascarador ooglith capturado en Wayland, que se pegaba y ajustaba a Elan extendiendo garfios microscópicos y tentáculos que se insertaban en sus poros, glándulas sudoríparas, arrugas y pliegues de la piel. Elan estaba desnuda y le daba la espalda, pero él podía adivinar por las contracciones y flexiones involuntarias de sus tensos músculos que el proceso de ponerse la prenda viviente era una tortura; «una tortura exquisita», en palabras de Elan.

Consciente de su curiosidad, ella le pidió que estuviera presente en el proceso, de una forma que denotaba tanto indiferencia como flirteo. Pero a él le resultaba difícil soportar sus lamentos agonizantes, y se giró para mirar por la ventana del piso franco, hacia unos árboles cuyo alto contenido metálico convertía a esa zona de Myrkr en un auténtico reto para transmisores y demás dispositivos de comunicación.

—Ya está —anunció Elan estoicamente. Showolter volvió a girarse y la encontró vestida no sólo con su segunda piel yuuzhan vong, sino también con la túnica que él le había dado al principio. Parecía más humana que nunca.

Elan se frotó las mejillas, la frente y la barbilla, como para estirarse las arrugas.

—¿Lo ve, Showolter? Ni resto de marcas, ni una señal que indique quién o qué soy en realidad.

Showolter se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración, y soltó el aire.

—Esa prenda es talla única, ¿no?

—¿Por qué? ¿Quiere ponérsela?

—No —respondió él rápidamente—. Sólo me preguntaba si había versiones masculina y femenina.

—¿Para qué habría de haberlas?

Él se rascó la cabeza.

—Bueno, supongo que no todos los yuuzhan vong tendrán tus formas.

Elan miró a Vergere, sentada a su lado en el suelo, y ambas intercambiaron sonrisas enigmáticas. Las vestiduras de Vergere apenas eran una prenda amplia que ocultaba su torso lleno de plumas y las piernas articuladas a la inversa. No había que tocar mucho su exótico rostro, ya que, con tantos evacuados del Borde Exterior, los agentes de aduanas e inmigración se habían acostumbrado a ver todos los días una especie nueva.

—¿Qué tienen de malo mis formas, Showolter? —preguntó Elan al fin.

—Absolutamente nada —rió él, incómodo.

—Pero seguro que tienes algo que objetar con respecto a las marcas de mi cara y mi torso.

—Adornos —dijo él, intentando que sonara gracioso.

Ella se tocó la cabeza y le observó con aplomo.

—Quizá tengas las hechuras de un yuuzhan vong… pese a ser tan reacio a ponerte el enmascarador ooglith.

—Lo dudo. Aunque podría llegar a tatuarme.

Ella sonrió.

—Si piensas que el método yuuzhan vong es menos doloroso, estás totalmente equivocado.

Él se encogió de hombros.

—A veces hay que sacrificarse.

—Cuánta razón tienes, Showolter —ella dejó que el comentario flotara en el aire un momento—. Pero temo que pueda ofenderte mi aliento. Está algo contaminado…

—Por la comida —interrumpió Vergere—. No estamos acostumbradas a comer tanto alimento procesado.

Showolter la miró.

—Lo siento, pero no puedo hacer nada al respecto —admiró las capacidades de camuflaje de enmascarador ooglith y negó con la cabeza, sonriendo—. Un nerf con piel de taopari —murmuró.

Elan arqueó las finas cejas.

—Es un juego de palabras —explicó él—. Un taopari con la piel de un nerf, es una bestia disfrazada de ganado para introducirse en el rebaño. La mirada de Elan se iluminó al comprender la revelación.

—Así que soy ganado con piel de depredador.

—Pensaba en el asesino que enviaron los tuyos.

—Lo sé.

Showolter se aclaró la garganta y le alcanzó la ropa: un vestido sencillo, una chaqueta y unos zapatos.

—Bueno, aquí tienes tu ropa.

Elan observó las prendas una por una.

—¿Quién se supone que soy, Showolter?

—Mi mujer. Somos refugiados, desplazados de un planeta llamado Sernpidal, y viajamos con nuestra sirvienta.

—Ésa soy yo —dijo Vergere—. Como si lo viera.

Elan miró a Vergere y luego a Showolter.

—Carezco de entrenamiento en los deberes de esposa.

—Nadie espera que vivas el papel. Tú limítate a interpretarlo. Ya repasaremos los detalles antes de irnos.

—¿Seremos sólo nosotros tres? —preguntó Elan.

—En la nave encontraremos refuerzos.

—¿Vamos a un planeta más habitado?

Él asintió.

—¿Me mostrarás sus paisajes?

—Eso quizá sea más difícil. Pero sí, al final, sí.

—Qué maravilla.

Showolter la dejó para que se vistiera, y fue a la habitación de al lado para supervisar los dos equipos de tres miembros que iban a hacer de figurantes. Los dos agentes femeninos, con remolinos pintados en el rostro y ataviadas con modelos idénticos al que había entregado a Elan, eran lo bastante parecidas a la Sacerdotisa yuuzhan vong como para hacerse pasar por ella. Pero Showolter no confiaba igual en el mrlssi y el bimm elegidos para suplantar a Vergere.

—Quizás hubiera sido mejor emplear a un par de dralls —comentó mientras observaba a los dos alienígenas disfrazados.

—¿Qué pasa conmigo, Showolter? —preguntó, divertida, una de las mujeres—. ¿Doy el pego como señorita Desertora? —adoptó una pose teatral y parpadeó coqueta—. «¿Me mostrarás sus paisajes?» —dijo, imitando la voz de Elan.

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