Agentes del caos II: Eclipse Jedi (18 page)

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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Ta’a Chume siguió con la mirada la apresurada partida de Tenel Ka. Después se volvió hacia Leia y se dirigió hacia ella, recogiendo su largo vestido con una mano.

—Espero que hayas dormido bien, embajadora —saludó mientras se acercaba.

—Me gustaría decir que sí, pero la verdad es que no he pegado ojo.

—Por el duelo, ¿verdad? —preguntó Ta’a Chume—. No te preocupes.

—¿Tan segura estás de tu hijo? —dijo Leia, mirando fijamente sus ojos verdes.

—¿Tú no?

—He visto cómo los mejores eran derrotados, Ta’a Chume. La antigua reina madre la estudió.

—Me pregunto a quién te refieres. A tu padre, quizá, derrotado por tu hermano; o a mi hijo, derrotado por el contrabandista al que ayudaste a convertirse en un héroe.

—Isolder no debió permitir que lo provocaran —argumentó Leia, negándose a morder el anzuelo.

—Pero, querida, ¿qué otra cosa podía hacer después de que Thane te insultara?

—Pudo dejarme responder a mí.

En las comisuras de los ojos de Ta’a Chume aparecieron arrugas.

—Querida Leia, aquí, en Hapes, se espera que las nobles no se comporten como guerreros. Así ha sido desde que se fundó el Consorcio. Culpa a los piratas Lorell por ponernos en un pedestal.

—No soy una noble hapana, Ta’a Chume. Y me han llamado cosas peores que mentirosa.

—De eso estoy segura.

Leia se puso en guardia, pero recuperó rápidamente la compostura.

—Me preocupa mucho más la unidad entre los mundos del Consorcio que defender mi honor.

—No puede haber unidad sin honor, Leia —Ta’a Chume soltó un suspiro hastiado—. Y hablando de honor y deshonor, quería preguntarte por tu encantador marido. ¿Por qué no está aquí contigo?

Leia aguantó la mirada punzante de Ta’a Chume.

—Han está contribuyendo a su manera al esfuerzo de guerra.

—Qué respuesta más curiosa —Ta’a Chume bajó el tono de voz para fingir una intimidad que no existía entre ambas—. Confío en que no haya ningún problema en casa.

—Hay problemas en todas partes. Por eso estoy aquí.

—Naturalmente —Ta’a Chume calló un momento, antes de proseguir—. Desde tu llegada a Hapes, he querido confesarte lo equivocada que estaba sobre ti.

Leia esperó.

—Al contrario que la hija de esa bruja de Dathomiri —lanzó una mirada en dirección a Tenel Ka—, tú no quisiste convertirme en Jedi.

Leia tuvo que recordarse a sí misma que hablaba con una mujer que no sólo había ordenado los asesinatos de su hijo mayor y del primer amor de Isolder, sino que era hija de alguien que despreciaba a los Jedi con tanta pasión como el propio Palpatine. A la abuela de Isolder le hubiera encantado ver extinguirse a los Jedi, aunque sólo fuera para impedir la resurrección de lo que ella consideraba una oligarquía gobernada por hechiceros y lectores de auras.

—Tenel Ka escogió sabiamente —dijo Leia por fin—. Y su hijo también. Teneniel Djo es perfecta para Isolder.

Ta’a Chume agitó su cabeza.

—No, querida. Su matrimonio no ha podido sobrevivir a las dificultades. Se dice que Teneniel Djo volverá a Dathomir.

—Lo siento, no lo sabía…

—Tú hubieras sido perfecta para mi hijo. Ha provocado este duelo para demostrarme que un hombre es capaz de tomar iniciativas, y para demostrarte que te sigue queriendo. Por eso, sea cual sea el resultado del enfrentamiento de hoy, ten la completa seguridad de que recibirás todo mi apoyo para que el Consorcio se alíe con la Nueva República contra los yuuzhan vong.

Leia aún se estaba recuperando de aquella inesperada revelación cuando aparecieron Isolder, Teneniel Djo y Astarta.

—Llega en el momento justo —señaló Ta’a Chume al verlos—. Le encanta hacer eso.

Tras el príncipe y la reina madre llegaron los miembros del personal y otros testigos, incluido C-3PO, que se apresuró a colocarse junto a Leia.

—Ama Leia —le dijo el androide—, esperaba que decidiera ahorrarse el tormento de tener que ver al príncipe Isolder tomar parte en lo que sólo puede ser considerado un ejercicio de jerarquía política tan anticuado como vano.

Leia frunció el entrecejo, mientras pensaba en el duelo de Corran Horn contra el comandante Shedao Shai, de los yuuzhan vong, en Ithor.

—Como parte insultada no podía estar ausente, Trespeó.

—Pero, ama… —insistió C-3PO—, ¿tiene la menor idea de lo que el príncipe Isolder y el arconte Thane están a punto de hacer?

Leia contempló el prado donde los padrinos de Thane y Astarta estaban acordando las reglas, y donde el arconte y el príncipe ya se colocaban cascos, guantes, botas y armadura. Todo estaba plagado de los sensores y electrodos inherentes al duelo.

—Sí, la tengo —respondió Leia.

—Entonces, no debería mirar —dijo el androide, inclinando la cabeza a un lado y batiendo sus brazos rígidos—. Esta clase de combate cuerpo a cuerpo tiene su origen en un arte marcial desarrollado por los piratas Lorell cuando su principal preocupación era la captura y distribución de prisioneras hembras. Aunque quizá no sea tan letal ni tan mística como el teräs käsi, la técnica de «manos de acero» de los Seguidores de Palawa en el cúmulo estelar de Pacanth Reach, en el Borde Exterior, sigue siendo…

Leia le hizo callar.

—Isolder fue corsario durante dos años —dijo tranquilamente—. Seguro que sabe unos cuantos movimientos.

—Pero, ama… —protestó C-3PO con desesperación.

Ella volvió a imponerle silencio para poder oír lo que Isolder le decía a Thane, frente a frente, en el centro del prado.

—Si tú ganas, no sólo habrás lavado tu honor, sino que te habrás ganado el derecho a presumir de haber derrotado al príncipe de Hapes. Si yo gano, no gano más que el derecho a exigirte que pidas perdón a mi hija y a la embajadora Organa Solo por tus palabras.

—Si quieres subir las apuestas, príncipe Isolder, sólo tienes que decirlo —Thane sonrió con desprecio.

Isolder metió la mano derecha en el guante y flexionó los dedos.

—Si yo gano, quiero tu promesa de que Vergill apoyará a la Nueva República.

Los testigos aguantaron la respiración.

—¡Eso no puede permitirse! —gritó alguien.

—¡Ninguno tiene derecho! —agregó otra voz.

Thane lo pensó mientras seguían oyéndose protestas.

—Tienes mi promesa —respondió por fin el arconte—. Siempre y cuando Hapes retire su apoyo si pierdes.

—¡Esto traerá la desgracia sobre todas nuestras Casas! —señaló un testigo. Isolder asintió.

—Tienes mi promesa.

El corazón de Leia se desbocó.

—Ése ha sido el objetivo de Thane desde el principio —dijo Ta’a Chume a su lado—. Allí donde va Hapes, va la mitad del Consorcio de Mundos —miró a Leia—. ¿Ves lo que está haciendo mi hijo por ti?

En el prado, el árbitro principal levantó un pañuelo rojo por encima de las cabezas de todos los presentes y lo dejó caer al suelo. Apenas había tocado la hoja de hierba más alta cuando comenzó el combate.

La tradición de Hapan dictaba que los duelos de honor dieran comienzo con pocas fanfarrias y aún menos preámbulos. Leia comprendió rápidamente que era, sobre todo, para asegurarse de que todo el mundo había hecho sus apuestas. Por lo que sabía de escuchar conversaciones detrás de las puertas, y las confesiones de Ta’a Chume en sentido contrario, Thane llevaba ventaja y era el favorito.

A pesar de su agitación, o quizás en respuesta a ella, C-3PO insistió en seguir protestando, incluso con el duelo empezado. En contraste, Olmahk estaba claramente extasiado, en cuclillas al borde del prado, con los ojos clavados en Isolder y Thane, mientras ambos contendientes giraban en círculos y se tanteaban con patadas y puñetazos.

Thane era alto y musculoso, como Isolder, pero sus sólidas piernas y sus anchos hombros hacían que Isolder, en comparación, pareciera mucho más pequeño. Sus movimientos sugerían tanta fuerza como destreza, y no tenía reparo en mostrar que era bueno. Se lanzó contra Isolder con combinaciones dobles y triples de patadas con la misma pierna, fanfarroneando y saltando sobre ambos pies.

Y sus manos también eran rápidas.

Isolder frenó los golpes con habilidad, pero no entró en el intercambio de golpes, como si no estuviera seguro de la táctica ofensiva a emplear. Aun así, para Leia era obvio que ambos eran mejores con los pies que con las manos. El estilo de Thane se basaba en la técnica tradicional, mientras que el de Isolder era más directo.

Las reglas de los duelos de honor eran conocidas por todos los presentes, a excepción de Olmahk y de ella, pero Leia comprendía que la armadura y el casco servían para un propósito doble. Además de amortiguar los golpes propinados con guantes y botas, capaces de romper huesos y transmitir descargas eléctricas, los sensores que llevaban incorporados indicaban, gracias a un receptor remoto, cuándo uno de los duelistas conseguía un golpe merecedor de ser puntuado.

—¡Qué exhibición más espantosa! —protestó C-3PO con preocupación—. Y me temo que sólo puede empeorar, ama. ¡La mayoría de los antagonistas estaría de acuerdo en contenerse para no infligir serias lesiones a su adversario, pero el príncipe y el arconte han renunciado a las restricciones habituales!

Leia intentó ignorarlo. Al mismo tiempo, reprimió el impulso de pensar:
«no lo hagas, Isolder»,
por miedo a que lo oyera a través de la Fuerza y se hundiera moralmente. Lo que hizo Corran Horn en Ithor había sido noble, pero, aun así, no pudieron salvar el planeta.

Isolder y Thane siguieron girando en círculos uno alrededor del otro durante varios minutos, sin conseguir puntuar, aunque los demoledores golpes que se propinaban resonaban como ahogados disparos de antiguas armas de fuego. La carne que podía verse bajo el pesado equipo estaba enrojecida e hinchada. Un puñetazo de Isolder hizo trastabillar a Thane por el prado; un puntapié frontal del arconte levantó del suelo al príncipe. Ambos puntuaron en rápida sucesión cuando Isolder abrió su defensa y recibió un golpe en la cabeza para poder conectar un fuerte puñetazo en las costillas de Thane.

Los gritos de ánimo de los espectadores eran entusiastas, pero nada parecidos al tumulto sanguinario que habrían levantado luchadores profesionales. Teneniel Djo, Tenel Ka y algunos de los consejeros entonaban cánticos tranquilizadores de forma casi inaudible.

Leia controló su preocupación diciéndose a sí misma que lo que veía no era diferente a tantos y tantos duelos de práctica con sables láser que había presenciado a lo largo de los años.

Isolder y Thane volvieron a lanzarse el uno contra otro. Esta vez, la iniciativa era de Isolder, con una combinación de izquierda y derecha. Thane encajó los golpes y se preparó para bloquear una patada circular de la pierna derecha del príncipe, sólo para comprender demasiado tarde que era una finta. Isolder retiró la pierna como un relámpago y volvió a golpearlo en las costillas. Thane retrocedió con una mueca de dolor, pero se las arregló para contraatacar con una desequilibrada patada que, no obstante, pilló por sorpresa a Isolder.

El árbitro principal miró al receptor remoto y puntuó a los dos combatientes. Con el duelo empatado a dos y ambos luchadores jadeantes, anunció un asalto a muerte súbita.

—¿Muerte súbita? —gimió C-3PO alarmado—. ¿Muerte súbita?

Estaba claro que Thane había comprendido cómo le había tendido Isolder su trampa. Se movió una vez más con precaución, pero con menos respeto por la capacidad de Isolder que por su habilidad para el engaño.

Isolder también guardó las distancias, intentando obligar a Thane a que se aburriera y atacase. El arconte amagó un puñetazo, giró y disparó el pie derecho contra el muslo del príncipe. Este se retorció para evitar toda la fuerza del impacto, pero se le escapó un grito ahogado y todos comprendieron que había quedado prácticamente incapacitado.

La pierna herida le falló y cayó sobre una rodilla, lanzando un golpe al torso de Thane para aprovechar la caída. Thane anticipó el golpe y lo detuvo con facilidad, apartándose para quedar fuera del alcance de su contrincante y preparar una patada descendente destinada a romper el antebrazo extendido de Isolder y abrir su guardia para un ataque frontal. Pero el príncipe retiró el brazo a tiempo y rodó sobre el hombro para apartarse. Se puso en cuclillas y se abalanzó contra el arconte.

Thane retrocedió, moviendo sus brazos en molinete para parar puñetazos y puntapiés, dio un paso lateral y trazó un arco con el pie derecho que buscaba golpear la cara de Isolder.

Éste se detuvo, atrapó la pantorrilla de Thane en el vértice de la cruz formada por sus antebrazos y tensó los músculos del muslo para impulsar la, pierna del arconte hacia arriba. El pie que Thane mantenía en tierra resbaló sobre la hierba y cayó de espaldas al suelo.

Isolder fue a por él, girando para lanzar un puntapié lateral. Pero Thane se alzó ligeramente sobre uno de sus hombros y casi consiguió que los pies del príncipe quedaran bajo él, atrapados por su cuerpo. Ambos se pusieron nuevamente en pie e intercambiaron relampagueantes series de puntapiés y puñetazos al cuerpo. El retumbar de los impactos cortó el aire salino mientras ambos adversarios intentaban dejar sin aire a su contrincante.

El pie derecho de Thane golpeó el antebrazo izquierdo de Isolder justo por encima del extremo del guante, y Leia estaba segura de haber oído el chasquido de un hueso al romperse. De repente, le asaltó la idea de que «muerte súbita» podía tener un significado literal.

Sorprendida de que ninguno de los dos hubiera anotado puntos, la multitud rugió con más fuerza, animando a su favorito. Leia oyó la voz del capitán Astarta por encima del fragor general, ordenando a Isolder que recuperase la concentración. Sólo Leia y Ta’a Chume guardaban silencio, llenas de preocupación.

Con un salto ágil, Isolder invirtió su posición para mantener su brazo dañado fuera de la línea de ataque y preparó otra contraofensiva. El enorme puño de Thane impactó contra un lado de la cabeza de Isolder, pero el arconte recibió a cambio un puntapié en la rodilla.

Thane no parecía acostumbrado a luchar con alguien de su propio tamaño, e Isolder se aprovechó de la situación. Una y otra vez desviaba los pies de Thane con brazos u hombros, o agachaba la cabeza para apartarla de la trayectoria de los golpes. Pero el príncipe parecía estar cansándose. Había probado ya casi todas sus estratagemas, pero volvió a atacar con una combinación de derecha e izquierda, mientras preparaba una patada con la pierna derecha.

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