Amos y Mazmorras II (5 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

Lion apoyó los codos sobre la mesa y tomó su copa de champán con una sonrisa de interés. ¿Quién le hacía el salto?
—¡Tenemos a Lady Nala y a su sumiso, Tigretón!
El foco alumbró el escenario. Las parejas que quedaban por presentar hicieron el pasillo a la mujer y al hombre que iban a salir en escena.
El corazón de Lion se saltó varios latidos cuando, a cámara lenta, observó a una mujer embutida en unas botas negras de tubo hasta el muslo, un vestido extracorto negro palabra de honor que le quedaba como un guante y una exuberante melena roja medio recogida. Llevaba los ojos pintados muy negros, casi como si los cubriera un antifaz, y con su color verde deslumbraba, como si fueran dos malditas estrellas entre tanta oscuridad. En las manos acarreaba con una correa con cadena y paseaba a su sumiso, que andaba a cuatro patas adorando su papel de animal.
La copa de Lion cayó de sus manos y su cuerpo entró en tensión.
No podía ser.
No podía ser.
¿Qué coño hacía Cleo ahí?
Y no solo eso.
¿Por qué Nick era su sumiso?

 

 

 

Cleo ardía de la furia y de la rabia que sentía en ese momento. Durante toda su vida se había enfadado muchas veces, pero nada que ver con el ultraje y la ira que la quemaban de dentro hacia afuera desde que había visto a Lion con aquella mujer. «Mistress Pain». Señorita Dolor.
A ella sí que le dolían el corazón y la garganta.
Tenía ganas de rugir como una auténtica leona y sacar las garras para vaciarlos a los dos.
Se había concienciado para no reaccionar; para no sucumbir a la sensación de verlo y de saber que él la había abandonado. Ante todo discreción y conciencia. Pero no estaba preparada para enfrentarlo y, además de todo eso, conocerlo como amo con otra mujer.
Odió a Mistress Pain casi inmediatamente.
Y le odió a él.
Deseó hacerle daño de verdad.
Obviamente, no podría hacerle daño porque ella no le importaba. Y era bien sabido que solo podían hacerte daño aquellas personas a las que realmente amabas. Por tanto, no podría lastimarlo tanto como él le había hecho.
Pero le daría una lección.
Para empezar, le demostraría que estaba capacitada para estar ahí y que él había cometido un ultraje y una infracción como agente al cargo al retirar su confianza.
Y después, si al día siguiente lograba uno de los cofres, iba a luchar con sus dotes de persuasión para hacerse con las cartas que necesitaba.
Dios, Lion tenía los ojos tan abiertos que se le iban a salir de las cuencas. Aquella reacción era impagable para ella.
«Prepárate, león. La selva solo la lidera una persona. Y es una reina».
—Lady Nala es una ama muy dura y estricta. Adora que su precioso sumiso Tigretón le bese los pies y limpie su calzado. Es experta con el
flogger
y le encanta la feminización, el
dogPlay
, como podéis ver, y... ¡la CBT! (Tortura de genitales masculinos). Vaya, vaya... Lady Nala —Sharon la miró de arriba abajo—. ¿De verdad te gusta eso?
Cleo le dirigió la mirada altiva mejor interpretada de la historia de la oftalmología.
—Lo sabrás cuando patee los huevos de tus crías, Reina de las Arañas —contestó sonriendo coqueta.
Sharon achicó sus ojos caramelo y alzó las comisuras de sus labios. No le daban miedo las amenazas.
—Más vale que no caigas en mis redes, leona —murmuró entre dientes—. Lo que te dije en la mansión LaLaurie no era broma.
Cleo sonrió y dejó de mirarla, como si ya no tuviera interés.
Sharon clavó sus ojos marrones en su espalda graciosamente erguida y su pelo rojo y gritó:
—¡Aves de la selva, cuidad bien de vuestros huevos o Lady Nala os los aplastará! —gritó despidiendo a la pareja.

 

 

 

El destino quiso que Lady Nala y Tigretón se sentaran en la misma mesa que King Lion y Mistress Pain, y Thelma y Louise.
Nick retiró la silla a Cleo.
Cleo ni siquiera le dio las gracias. Las
dóminas
no hacían eso. Sus sumisos estaban para servirles.
«Recuérdatelo. Tú ordenas y no pides por favor».
—Champán —ordenó sin mirar a Nick.
Nick hizo lo propio ante la atenta mirada de Lion.
Claudia observó a Cleo con interés, y a su sumiso con hambre. Thelma seguía atenta al escenario, en el que presentaba la última pareja, y Sophiestication permanecía con la mirada baja en su plato vacío.
—Buenas noches. —Cleo saludó a toda la mesa, cuidándose de no mirar a los ojos en ningún momento a Lion—. Venimos solo a saludaros. El viaje ha sido largo, estamos cansados y seguramente no nos quedemos a cenar. Hay que recuperar fuerzas para mañana —explicó con seguridad.
Lion parecía al acecho, como si tuviera ganas de saltar por encima de la mesa y estrangularles a ella y a Nick.
Nick se sentó a su lado y revisó que a su ama no le faltase de nada. Todos respondieron a su saludo con amabilidad.
—Los organizadores han realizado un excelente trabajo, ¿no os parece? —Ya lo creo —contestó Thelma tomando la servilleta y colocándosela sobre los muslos—. Es todo impresionante. Imaginarse que estas islas están ambientadas en Töril y que cada escenario estará perfectamente representado como el juego de rol... Es muy emocionante. —Thelma acarició el cuello de Sophiestication y la acercó a ella para darle un beso en la mejilla. La joven sonrió con dulzura y asintió.
—¿Tu sumisa no habla? —preguntó Mistress Pain con desdén. Sophiestication levantó la mirada lo suficiente para estudiar el rostro de Claudia, pero lo hizo de un modo en que nadie se dio cuenta.
Nadie, excepto otro sumiso como ella que le lanzaba miradas de reojo. —Quiero que Louise cuide su voz y solo se libere en los castigos.
Entonces podrá gritar lo que desee. Cuidamos mucho los silencios y la paz mental entre nosotras. Cultivamos mucho las palabras. ¿Verdad, hermosura? —preguntó la rubia con una suavidad infinita. Sophiestication inclinó la cabeza a modo de afirmación.
—Nosotros también estamos deseosos de comenzar —aseguró Claudia sonriente y poniendo una mano sobre la rodilla de Lion.
Las orejas de Cleo se pusieron de punta como las de un dóberman, y su cabeza solo pudo atinar a decir: «Zogggrrrrrrrraaaa».
Lion seguía sin pestañear. Miraba a Cleo y a Nick, que tenía la misma posición sumisa que Sophiestication.
No sabía cómo actuar.
Ella... Su Cleo estaba ahí donde no debía estar. Y además, con otro hombre.
—Sí, nosotros también, ¿verdad, pequeño bribón? —Cleo tomó a Nick de la barbilla y lo giró hacia ella. Miró a Lion de reojo. «Oh, qué bien. Qué bien. Tengo toda tu atención. Mira lo que le hago al agente Summers». —Sí, ama —contestó el rubio Nick asintiendo como un niño bueno. —Dame un beso.
Lion apretó los puños sobre la mesa.
Nick sonrió con malicia y besó a Cleo en los labios queriendo alargar y profundizar más el contacto. Cleo le apartó rápido tirándole del pelo a modo de castigo.
«No sobreactúes. No sobreactúes».
—Suficiente.
—¿Y dices que vienes de la selva? —preguntó Lion con desdén e indiferencia. Repasó la piel de sus hombros buscando alguna marca del látigo de Billy Bob. Pero Cleo se había ocupado de maquillarlas. No tenía ninguna a la vista—. No te he visto en la mía.
Mistress Pain se echó a reír.
Cleo apretó los dientes y sus ojos verdes le fusilaron.
—¿Sabes por qué, Simba? Porque el jardín mal cortado de tu casa no es una selva. Y yo vengo de una selva mayor que la tuya —«Una selva en la que el respeto por los demás animales es básico para continuar. Tú no me has respetado».
—Oh, vaya. —Thelma se tapó la boca con la mano intentando retener una carcajada. A su lado, Sophiestication miró a Cleo con asombro. —No deberías hablarle así a King Lion, leona —le advirtió Claudia—. No puedes perderle el respeto.
—No se lo he perdido —aseguró Cleo bebiendo champán como si hablar con ella le aburriera—. Lo respeto muchísimo. Es el rey de la selva, ¿no?
—Sí —contestó la Switch con orgullo.
—Pero será solo el rey de la suya —Cleo le guiñó un ojo y sonrió. —Oye, Tigretón —Lion se inclinó hacia adelante para llamar la atención de su amigo. Él también sabía jugar a eso y además, debía reaccionar—. ¿Puede que te haya visto por Nueva York antes? ¿En algún local? Nick permaneció callado.
—¿Acaso no responde? —Claudia se sentía insultada ante el comportamiento de los demás.
—Mi niño no responde si yo no se lo permito —contestó Cleo llenándose de orgullo—. ¿No lo ha probado tu amo contigo? Hablas demasiado. —Claro que sí —contestó Lion con dobles intenciones—. Cuando tiene el gag y la someto —sus ojos azules brillaron retadores.
Mistress Pain sonrió como diciendo «¿Qué te parece mi amo, guapa?». Cleo encajó el golpe de la mejor manera, aunque las palabras le dolieron como una fusta.
—Me alegro; puede que mañana nos enseñes cómo lo haces —dándole a entender que no iba a encontrar el cofre y que tendrían que batirse en duelo con otros participantes. Desvió la mirada hacia Nick—. Habla.
Nick levantó la cabeza y miró de frente a su amigo.
Ambos se comunicaron en silencio. Lion le recriminaba la falta de información, y Nick le aseguraba que había sido decisión de Montgomery. Que él no tenía nada que ver en eso.
—Sí. Iba con mi ama a menudo a Nueva York.
—Pero creo recordar que tu ama era morena, más alta y, tenía más pecho que Lady Nala.
Cleo se mordió el interior del labio y deseó clavarle un tenedor entre ceja y ceja. Lion siempre despertaba su lado más sádico.
—Yo soy feliz con el precioso cuerpo de mi nueva ama —contestó Nick devolviendo el golpe poco caballeroso de Lion.
«Ese es mi chico», pensó Cleo.
—Mi anterior ama se rompió el brazo. Pero Lady Nala vino a mi rescate y ahora estoy a su merced. Y adoro estar a su merced —aseguró observando sonriente a Cleo.
«Vaya. Así que Karen se ha lesionado y no ha podido entrar al torneo. Jodida mala suerte», pensó Lion. Entonces, para que Nick entrara con alguien que estuviera al tanto del caso, Montgomery llamó a Cleo. ¿Así había sido la cosa?
—¿Entonces sois una pareja relativamente nueva? —La mirada analista de Claudia los estudió a ambos. Podría atacarlos con más facilidad.
—Así es. —Lion sonrió como el rey de la Selva que era. Poniendo a Cleo en su lugar de novata y a Nick como el más experimentado.
Cleo decidió que ya había tenido suficiente.
Se había enfrentado a Lion.
Se había comportado con educación, saludado a sus comensales, y era momento de retirarse y esperar ansiosa el día de mañana.
—Si nos disculpáis —murmuró Cleo levantándose de la mesa y tirando de la cadena del cuello de Nick—. Ha sido un placer. Dejamos que disfrutéis de la cena. Nosotros vamos a descansar, que mañana hay que madrugar.
—Y la selva no tiene piedad, Lady Nala —aseguró Lion mirándola de reojo mientras ella y Nick se alejaban.
Lion ya no tenía hambre.
Ni quería estar ahí en la mesa con Claudia, Thelma y Louise. Lo único que quería Lion, como hombre y como amo, era encontrar la habitación en la que Cleo y Nick se hospedaban, y exigir una jodida explicación. Y la tendría. Y lo que no iba a permitir era que esos dos durmieran juntos bajo ningún pretexto.
Lion podía haberlo hecho con Cleo.
Pero Cleo no lo haría con nadie más.
Ella era suya.
 
Capítulo 3

 

 

La sumisión es como una meditación. Te vendan los ojos, tu mente está en silencio, tu corazón late... La puerta a tu rendición se abre.

 

—¿
Cómo
ha ido tu reencuentro con Lion? —preguntó Nick mientras observaba a Cleo quitarse el maquillaje en el baño de la habitación. Solo llevaba un pantalón de algodón blanco que resbalaba a través de sus caderas—. Saltaban chispas. Nunca había visto al agente Romano de esa guisa. Ha sido muy interesante.
—Tenso. Ha sido tenso.
Cleo lo estudiaba a través del espejo mientras se frotaba la cara con un algodón y crema.
Todos los participantes tenían
suites
. Verdaderamente, quienes patrocinarán ese evento eran muy ricos y disfrutaban mucho de ver a sus juguetes rodeados de placeres salomónicos.
Tenían una terraza de madera con mecedoras y palmeras. La habitación era amplia y de lujo, de colores blancos y marrones. La cama era tan grande que hacía dos de la de Cleo. El baño tenía Jacuzzi y ducha, y una pequeña sauna para relajarse. Televisión, equipo de música, ordenadores... Todo de última generación.
Pero también era de última generación el detector de audio y cámaras que llevaba Nick en su maleta. Querían asegurarse de que no había chivatos ni espías dentro del habitáculo. No encontraron nada.
—Y como ha sido tan tenso —añadió Nick despreocupado—, me lleva a preguntar si, entre Lion y tú, no sucedió algo más...
Cleo se acabó de limpiar la cara y se encogió de hombros.
—Puedes pensar lo que quieras, Nick. Sea lo que sea lo que crees que pasó ya has visto que ninguno de los dos le damos importancia.
—Solo espero que él no tuviera nada que ver con las marcas que adivino debajo de tus muslos, Cleo.
Cleo se estiró el camisón blanco mientras pasaba por su lado y le miró reprendiéndolo como si de verdad fuera su ama.
—Lion nunca haría algo así —repuso ella.
—Me alegra saberlo. De lo contrario, no me importaría darle una lección. —La siguió hasta la cama y se sentó en el colchón al lado de ella—. Odio a ese tipo de personas —masculló pasándose la mano por el pelo rubio y de punta.
—Y yo —aseguró Cleo amablemente—. Pero Lion no es un maltratador. Él me protegió.
—Sí —Nick se relajó—; eso me cuadra más con la imagen que tengo del agente Romano.
—Clint y Lion eran muy amigos. ¿Sois muy amigos él y tú?
Nick se entristeció al oír el nombre de su divertido compañero Clint. Los hijos de puta se lo cargaron. ¿Cómo? ¿Por qué?

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