Anatomía del crimen. Guía de la novela y el cine negros (15 page)

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Authors: Mariano Sánchez Soler

Tags: #Ensayo

En 1944 se estrenó
Historia de un detective
, con Dick Powell interpretando el papel de Philip Marlowe.

El género negro policíaco nació prácticamente con la narración cinematográfica. En 1903, la película
Asalto y robo al tren (The Great Train Robbery
), de Edwin S. Porter, relata el acto delictivo de una banda de atracadores, con asesinatos y violencia desatada. Es el primer filme dramático de la historia del cine, el primer western y, al mismo tiempo, la primera película de temática criminal. En 1908, David W. Griffith rueda
Locos por el dinero (Money Mad
), una historia moral de bandidos a punta de pistola, movidos por el delito y la codicia, ladrones que roban a ladrones. Cuatro años más tarde, en
Los mosqueteros de Pig Alley (The Musketeers of Pig Alley
), Griffith cuenta la historia de una banda de delincuentes que se enfrenta a tiros con la policía, un filme de crítica social donde, como en
The Regeneration
, de Raoul Walsh (1915), el delito es consecuencia de la pobreza.

Por fin, en 1927, todavía durante la época muda,
La ley del hampa
, de Josef Von Sternberg, pone las bases del subgénero de gánsteres que, entre 1930 y 1941, va vivir su período de esplendor con títulos ya legendarios, como
Scarface, Little Caesar, Los violentos años veinte, Enemigo público, Al rojo vivo

Fotocromo de la película
White Heat
(1949), de Raoul Walsh, titulada en España
Al rojo vivo
.

El cine negro clásico se desarrolla entre 1941 y 1960, con cumbres como
El halcón maltés, Laura, Historia de un detective, Perdición, Forajidos

Desde 1961 hasta 1980, con el color, llega el thriller moderno, con filmes como
Harry el sucio, A quemarropa, Taxi driver, La noche se mueve, Harper
…, donde el clasicismo se actualiza con una nueva generación de cineastas salidos de las escuelas de cine que visitan el género negro, desde el
hard boiled
hasta el western urbano.

Robert De Niro y Clint Eastwood en
Taxi driver
y
Harry el sucio
.

Desde 1981 hasta nuestros días, se extiende el período donde predomina la ficción criminal post-moderna. Una mezcla de influencias y elementos, fusiones y mestizajes, donde lo criminal es, sin embargo, el elemento distintivo desde el punto de vista genérico. Cineastas emergentes de esta etapa son los hermanos Coen, Tarantino, Ridley Scott (
Blade Runner, Black Rain, American Gangster
…), Carpenter, Kasdan, De Palma…

Harrison Ford en
Blade Runner
.

El término «negro» tiene mucho que ver con la composición visual de las imágenes, con la estructura narrativa y con la mirada crítica, la búsqueda del realismo, la verosimilitud…. En suma, se trata de definir «lo negro» más allá de sus contornos y de concretar sus tres elementos fundamentales:

Primero.- La existencia de un delito, crimen o misterio a resolver del tipo que sea.

Segundo.- La persecución de la verdad o la investigación para resolver el enigma.

Y tercero.- Para que sea «negro», es preciso que las narraciones criminales contengan la denuncia política, la crítica social y desvelen el auténtico funcionamiento del sistema en alguno de sus aspectos, incluso en épocas pasadas (Ahí está la «negritud» de
El nombre de la rosa
, de Umberto Eco, por ejemplo, cuando explica la metodología de la autoridad eclesiástica y la Santa inquisición). Aquellos polvos trajeron estos lodos.

Esta última característica es la fundamental para hablar de «género negro»: al tratar temas sociales, políticos y económicos, al bajar el enigma a la calle y a la realidad, el género nos permite acercarnos al funcionamiento del sistema para criticarlo, mostrando sus malas prácticas y sus elementos deficitarios, o para justificarlo con una visión reaccionaria que, por sí misma, también desvela los entresijos del poder. De cualquier poder.

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Cine español «en negro», francotiradores y visitantes

M
ientras el cine negro, desde el thriller policíaco a la ficción criminal post-moderna, sigue dando películas valiosas en la cinematografía internacional, en la producción española de los últimos veinte años el género negro es casi inexistente. En España, la apuesta por la intriga realista, por la crítica social y política, por la denuncia a través de historias criminales apenas ha provocado una decena de películas ubicadas dentro de las claves genéricas, y otras veinte que merodean a su alrededor, dirigidas por otros tantos cineastas, entre francotiradores y visitantes, que se han atrevido a irrumpir en el género. Los problemas de la verosimilitud, la falta de tradición a pesar del boom del cine policíaco español de los años cincuenta y la actitud remisa de los productores explican esta situación en la que, sin embargo, algunas películas brillan con luz propia.

A principios de los años cincuenta, tras la estela del cine negro norteamericano, dos películas producidas en Barcelona,
Brigada criminal
(Ignacio F. Iquino, 1950) y
Apartado de correos 1001
(Julio Salvador, 1950), principalmente, inauguraron un serio intento para adaptar en España los códigos propios del género. Fue la corriente mayoritaria del cine policíaco español bajo la dictadura, con más de cuarenta películas rodadas. Se trataba de filmes influenciados lejanamente por el neorrealismo y con formas de aparente documental, de «procedimiento policial», maniqueos y cargados con una exacerbada apología de las fuerzas del orden como discurso
[20]
. Basta citar la leyenda, con voz en off exaltada, que abre la precursora
Brigada criminal
: «Film homenaje a la abnegación y el heroísmo de todos los funcionarios de la policía española, que, sin grandes alardes técnicos y contando con el factor hombre como máximo valor, está considerada como una de las mejores del mundo».

En este incipiente cine policíaco español destaca
Distrito quinto
(1958), del gran especialista Julio Coll. Su argumento recuerda levemente
Atraco perfecto
, de Stanley Kubrick: tras un atraco, los integrantes de la banda se reúnen en un piso; el tiempo pasa y el jefe, que se ha quedado el botín, no acude. Los nervios y la desconfianza van aflorando mientras recuerdan las circunstancias que les llevaron a secundar el robo. Vale la pena citar algunos otros títulos:
Barrio
(Ladislao Vajda, 1947),
La corona negra
(Luis Savlavsky, 1951),
Los ojos dejan huella
(J. L. Sáenz de Heredia, 1952),
Camino cortado
(Iquino, 1956), cuyo eslogan publicitario era «El honor debe ser la divisa de la Guardia Civil», y
Un hecho violento
(José María Forqué, 1958). De los últimos años de la década es también un thriller existencialista bajo la influencia de la
Nouvelle Vague
, obra de José María Nunes y titulado
No dispares contra mí
.

En 1962, Manuel Fraga Iribarne y José María García Escudero, ministro de Información y Turismo y director general de Cinematografía, respectivamente, inician un período reformista para las producciones españolas. El cine policíaco español sigue teniendo gran presencia en la programación cinematográfica, con especial interés por las historias de ladrones y delincuentes contra la propiedad ajena. Existe un interés de algunos realizadores por reflejar la realidad urbana y social del momento, las calles barcelonesas, los nuevos marginados, los fenómenos delictivos juveniles… Entre ellos, Francisco Rovira-Beleta, con
Los atracadores
(1962), realiza una interpretación comprensiva de la delincuencia, con discurso autocrítico incluido sobre el fracaso de la sociedad.
Los atracadores
es una historia basada en la novela del novelista y policía Tomás Salvador, en la que tres jóvenes de distinto origen social —un obrero, un lumpen y un señorito— se dedican a cometer atracos hasta que en uno de ellos hay un muerto. A partir de ese momento, la suerte de los muchachos estará completamente echada.

Fotograma de
Brigada criminal
, de Ignacio F. Iquino.

Francisco Pérez-Dolç, con
A tiro limpio
(1963), habla de una banda de atracadores cuyos miembros se van eliminando unos a otros, poco a poco, debido a las diversas diferencias que surgen entre ellos, en clara referencia a
La jungla de asfalto
. Este filme es el único realizado en esta etapa olvidada que ha tenido un
remake
en 1996, por obra del cineasta Jesús Mora. Destacable es también
Culpable para un delito
(1966), de José Antonio Duce, que cuenta una historia de falso culpable, a través de un exboxeador solitario acusado de un crimen que no ha cometido.

Tras numerosas incursiones en el cine policíaco como guionista y director (
Relato policíaco
, 1954), Antonio Isasi realizó
Las Vegas, 500 millones
, una superproducción española de atracos al más puro estilo norteamericano realizada en 1968. Un año más tarde, desde Barcelona, Josep Maria Forn dirige
La respuesta
, una adaptación de
M'enterro en els fonaments
, novela policíaca del gran autor catalán Manuel de Pedrolo.

Antonio Isasi-lsasmendi dirigió en 1968
Las Vegas, 500 millones
.

M
ÁS EPIDERMIS QUE PISTOLAS
(1976-1990)

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