—¿Cree usted que hubo una actitud delictiva o negligente por parte de algunos de los responsables gubernativos?
—Lo que yo opine es para mí. A la luz de los acontecimientos, juzguen ustedes. Cada palo que aguante su vela. Yo arrié la mía cuando me invitaron a irme del centro de mando, ¿entienden?
—Dime, Apache.
—Perdona, Juan, pero estoy preocupado.
—¿Qué ocurre?
—Me dice Silencioso que Malamadre salió al patio y se escondió debajo de la grada.
—¿Solo?
—Silencioso afirma que él al menos no vio a nadie más.
—Es raro.
—Por eso te he despertado.
—Has hecho bien.
—Si no había nadie con él...
—¡Coño, el móvil!
—¿Cómo?
—Que él tiene el móvil y el mío se rompió. Ahora puede comunicar con la pasma sin que yo oiga lo que dicen. ¿Sigue en el patio?
—No, Silencioso asegura que volvió al 4 y se metió en una celda con Tachuela, Costra y Pincho. Después Pincho y Releches han estado por aquí haciendo preguntas, quieren saber dónde están los vascos.
—¿Alguien se ha ido de la lengua?
—Solo lo saben cinco y son de confianza. No tienen ni puta idea de dónde están.
—Bien, está claro que Malamadre está tramando algo.
—Tienes que tener cuidado, Juan, que aunque le hayamos quitado la sorpresa, Malamadre es un tío con mucha cárcel a cuestas.
—Falta poco para el amanecer. Dile a nuestra gente que se arme y colócalos en sitios estratégicos, que si ellos vienen con ganas de guerra podamos envolverlos.
—Guerra de guerrillas.
—Mejor emboscada de apaches.
... ¿Sabes, Tachuela?, los de la Junta de Tratamiento me volvieron a llamar hace tres meses, la tía estirá seguía allí, pero la mu guarra no tenía ya faldas, que se había puesto pantalones y además estaba colocá de lao, y va el presidente y me dice que vamos a ver, don Vicente, coño, que pegué un respingo con el don ese, no te joe, Tachuela, don Vicente, que queremos que nos cuente to, aunque esto no es oficial, y era to morbo, Tachuela, to morbo, que la junta esa no tenía na que ver ni con el juzgao ni con los políticos ni na de na, que me tenían a mano los joputas y como les habían dao órdenes de que si patatín y patatán, pues dijeron los joputas ahora vamos a pasar una tarde de cine gratis, y allí don Vicente, que era yo don Vicente, no te joe, Tachuela, pues como si fuera un señor de esos catedráticos, y los tíos y la tía con morbo en la cara, y la gachí pa qué contar, que primero no miraba, Tachuela, pero después venga a quincarme el paquete y me acordaba de la jueza y me notaba cachondo, oye, y le guiñaba el ojo y el presidente que va y que dice don Vicente, otra vez no, que ya ve cómo se lo llevaron la otra vez, y yo descojonao y la tía descojoná y tos descojonaos allí, total que les conté toa la cosa como te la he contao a ti, con los detallitos, y me daban agua, y yo les dije pues mejor una copita, ¿no, señor presidente?, y él, no, don Vicente, que no pue ser, se parecía el tío al director del banco, así era, sí, medio alto, con dos entrás en el coco como espigones, el mu maricón tenía las gafas celestes, pero bueno, que pa qué me iba a poner farruco si to el pescao estaba vendió, pues na, les digo lo que quieran, eso sí, la verdá de Malamadre, señores, sin quitar una coma, que yo no sé pa qué sirven las comas, la verdá, la profe decía que pa separar las frases, que me acuerdo aún de la cosa, pero como no sabía lo que era eso de frase, pues pa qué voy a saber lo de la coma, la tía estaba buena, más buena que la tía de la junta esa, Tachuela, que era una borde y me miraba el paquete, coño, seis horas mirándome el paquete y yo sin poder quitarle el celofán, pues, total, que to contao, pero to, Tachuela, con pelos y señales, sobre to lo que pasó al amanecer...
... Joé, vaya amanecer, desde el primer rayito de sol, ¿te acuerdas, Tachuela?, que lo dijo el Costra, coño, Malamadre, que yo no sé na de los presagios de las gitanas, que a mí una vez me dijo una gitana que iba a tener tres hijos y después mi Loli estaba hueca, pero no te veas el cielo to rojo, yo salí y me puse detrás de la columna, ya sabes, Tachuela, por los gatos de los tejaos, y era verdá, coño con el amanecer, to rojo, como si allá arriba hubiesen degollao a tos los joputas del mundo, pero desde antes de llegar Cristo, pues eso, rojo total, y dijo el Costra ¿verdá, Malamadre, que es pa tocar madera?, y yo, a ver, madera, y la cosa me hizo pensar, ¿sabes, Tachuela?, que yo no soy supersticioso de esos, pero, vamos, por debajo de una escalera que pase su puta madre por si acaso, y el amanecer ese tenía su miga, que me acordaba de mi abuelo quitándole los pescuezos a los pavos en Navidá, así, na más que con las manos el tío, les retorcía el pescuezo y ya está, y salía la sangre del pavo como la espuma de una botella de champán, y ponía el balde en el suelo, que está buena la sangre, decía mi abuelo, y yo, pues no me la como, abuela, y ella, este niño es melindroso, fíjate el melindroso, Tachuela, si llega a ver lo que como aquí igual se muere del susto, pues tos nos quedamos mirando el cielo y el pobre del Pincho chasqueaba la lengua y Releches se metía la mano en la ingle, que cuando se mete la mano en la ingle es que está de los nervios, ¿verdá, Tachuela?, y entonces dice el Cabezón que la gente del Apache está mu rara colocá en el 5, que los nuestros no saben qué hacer, y yo digo ve, Costra, y pon orden, y el Costra fue y volvió al rato, na, Malamadre, los corrillos esos, y le he dicho a nuestra gente que en corros también cerquita, que si ellos son los apaches nosotros la caballería esa de las pelis de indios, y yo, vale, y entonces tú, Tachuela, que dijiste que lo mejor era estar protegío, a ver, Malamadre, dos pinchos, y ahora vamos por la pipa, y yo que sí, que vamos, era bueno el Lagarto haciendo las pipas, ¿eh?, mu bueno el tío, y las hacía con na el joputa, y me dijo Malamadre que por ser pa ti pues le he puesto una eme grabá debajo de la tirita, y yo, gracias, toma, dos cartones, el tío se fue contento y yo más tranqui, Tachuela, ¿que verdá que la pipa pone relajao?, que con el pincho pues hay que estar mirando las manos del otro y calcular las distancias, pero con la pipa, pues bueno, se pue parar al tío, a ver, quieto ahí, y ya pue tener el otro un hacha en las manos el cabrón, que con la pipa ties una oportunidá, solo una, pero si la sabes usar, ni hacha ni su puta madre, apuntar al pecho y boquete de no te menees, así que vamos, tos conmigo, os dije, y a ver si el cielo se pone más azul, que no me gusta na el rojo del amanecer, pero tardó poco el joputa, na más había entrao en el comedor y el Costra dio el aviso, ahí está el Calzones, Malamadre, que viene pa acá, y yo, joé, que me trabuqué, qué coño, Tachuela, ¿pues no dije uno, dos, tres, cuatro, seis, y venga a buscar y na?, que me lo dijo el pobre del Pincho, ¿aónde está, Malamadre?, y yo, en la seis, joé, y el Pincho, pues, coño, cómo va a estar ahí si esa es la mesa cinco, joé, Malamadre, y yo, vaya con los números y mis muertos, y sí, allí estaba, debajo de la mesa seis, y la cogí, pero na más cogerla y metérmela en el bolsillo, el Calzones en la puerta...
—Buenos días, Malamadre.
—Hola, Calzones.
—Muy pronto para desayunar, ¿no?
—No íbamos a desayunar, sino a hablar.
—Ya, a hablar.
—Bueno, ¿qué quieres?
—Pues que me dije que ha amanecido y voy a saludar a mi amigo Malamadre.
—Yo ya no soy tu amigo, Calzones, quien me joe no es mi amigo.
—Lo mismo te has echado otro y te ves con él en el patio.
—¿Qué coño dices?
—Pues nada, que tomaste el fresquito en el patio ayer por la noche.
—¿Y qué?
—Pues que antes te escondías y ahora puedes salir al patio como si nada pese a que la pasma está arriba.
—¿Aónde quieres ir a parar, joputa?
—Te has hecho tú muy amigo de Almansa, Malamadre.
—Ese cabrón no es mi amigo, era el tuyo, ¿recuerdas?
—¿De qué hablasteis anoche?
—Te has vuelto majara.
—De cómo joderme, ¿no?
—Yo no hablé con Almansa ni con nadie.
—Dame el móvil.
—¿Para qué?
—Para comprobar las llamadas que has hecho.
—No, Calzones, o te fías o no te fías, así que vete al carajo.
... Y entonces se volvió y le dijo al Apache ¿lo ves?, el cabrón de mierda este habla con la pasma a escondías, está con la pasma el joputa, es un malnacío, valiente la puta que lo puso en el mundo, y ¿sabes, Tachuela?, la primera vez en mi vía, oye, la primera que me dije ¿mi madre puta?, ¿en la boca del Calzones mi madre puta?, oye, que pa mí era una santa la tía en ese momento, fíjate las cosas, que puta na más se lo decía yo, joé, que era mi madre y la de mis hermanitos, que la tía era una enferma, coño, pero me había tenío en su vientre, joé, y el Calzones diciéndole puta, y yo le dije tu madre es peor que la mía, que la mía parió un hombre, Calzones, no una rata como tú, joputa, que se la folló el diablo y tú eres eso, el hijo del diablo, un cabrón, y dio un paso pa delante, y yo otro, y el Apache y el Pincho pusieron las manos así, como diciendo que ellos na de na...
—Dejemos a las madres.
—Por mí vale, Calzones.
—He venido a saber si estás conmigo o contra mí, Malamadre.
—Lo mismo me pregunto yo, ya ves.
—Yo estoy conmigo, Malamadre.
—Pues Malamadre está con Malamadre.
—Voy a llegar hasta el final.
—Eso lo dirá la gente, ¿no, Calzones?, ¿o es que por huevos se va a hacer lo que tú digas?
—Sí, por huevos, Malamadre.
—Muchos crees tú tener.
—Los suficientes para que traidores como tú no pasen por encima de mí.
—Aquí el único traidor has sío tú.
—¿Por qué, por no querer que la gente siga de rodillas?
—Déjate de monsergas, joé, Calzones, que aquí no hay nadie a quien engañar, que nos conocemos mu bien tos ya, que a ti te importa tres carajos la peña.
—Te has vuelto viejo y temeroso, Malamadre.
—No, Calzones, los pelos de los huevos siguen en su sitio, no como los de los funcionarios, que se caen a manojitos.
—¿Les has visto los huevos al Canas o al Germán, Malamadre? Ya sabía yo que tantos años con Releches...
—No, joputa, te los vi a ti, Calzones, ¿te acuerdas aquel día?, y se te caían al suelo y te temblaban los huevos, porque tú eres un tío de la pasma de aquí, que no tuviste cojones pa decirlo.
... Joé, Tachuela, que tú no lo viste, pero te lo juro por mis niños, no veas la cara que puso el Apache, como si hubiese visto a su india acostá con el séptimo de caballería, y el pobre del Pincho se partía, pero el Calzones no, el Calzones no se partía, al Calzones le salía la espuma por los ojos, y yo, te van a joer, porque el Apache lo miraba y decía cómo, qué pasa...
—¿Es eso verdad, Juan?
—Sí, era funcionario, Apache.
—Pero hace mucho tiempo, ¿no?, que después mataste a uno porque le dio mierda envenenada a tu hermano, ¿no?
—No, Apache, no me había cargado a nadie.
—¿Entonces?
—Iba a trabajar aquí.
—¿Aquí?
—Aquí, sí, joder, iba a ser vuestro carcelero, ¿y qué?, ¿soy un funcionario o un asesino? ¿Es que no visteis lo que le hice a Utrilla? Soy un fíes, igual que vosotros.
... No te confundas, Calzones, le dije, y el tío to rojo, como el amanecer, Tachuela, menúo cabreo, me dije, toas las venas señalás, no te confundas, tú no eres un fíes, tú eres un cabrón con pintas, tanto como el Utrilla, solo que te jodieron la marrana, solo eso, que el Utrilla se mereció morir como murió por lo que le hizo a la Elena, pero ¿tú crees que la Elena te hubiese querío después de lo que le hiciste al Utrilla?, no te confundas, Calzones...
—A ver, Apache, di algo, ¿o es que no te gusta tu señorito ahora?
—No es peor que tú, Malamadre.
—Es un mamarracho que solo quiso vengar a su mujer y al que no le importa que a los demás nos den por culo, eso es.
—Malamadre, deja de echar basura por la boca.
—Ni basura ni na, Calzones, bueno, no, Juan, que mejor eres don Juan, ¿cómo era?, Juan Oliver, sí.
—Mejor salimos, Malamadre.
—¿Pa qué, Juan?, ¿pa volver al circo?, ¿qué quieres tú, hacer una función de mañana y por la tarde otra y a la noche otra? No, Juan, no más circo, ¿vale?
—Fuera, Malamadre.
—No, aquí, joputa.
... Pues decir no, aquí, joputa, y va el Apache y atranca la puerta y le pone el pincho al pobre Pincho en el cuello y el Juan y yo como en las pelis de caobóis, Tachuela, los dos desenfundaos, y va el Juan y se pone a reír, y yo, a ver de qué coño se ríe este, y el tío tronchao y el Apache también, que con la risa le hacía así un poquito al Pincho, que le decía que me lo clavas, cabrón, y la gente nuestra empezó a aporrear la puerta y el Juan venga a reírse, pero como un loco, y venga a decir mira el capullo, Apache, mira el capullo, que aún no se ha dao cuenta, hasta que me di cuenta, joé, la pipa, y le quité la tirita y allí ni eme ni na, que no era la del Lagarto, no había ni eme ni pólvora ni leches, me había dao el cambiazo el joputa, y él allí con la buena...
—A ver ahora esos cojones, Malamadre.
—Pues no se han movío de su sitio, Juan, siguen abajo.
—Aquí sobramos tú o yo, y yo tengo la pipa buena.
—Sí, Juan, pero no la razón.
—Y ¿a quién coño le importa la razón? Le importaba a Elena y ya ves cómo acabó.
—A la Elena no la mató la razón, Juan, sino un cabrón, igualito que tú.
... Joé, Tachuela, vaya cómo echaste la puerta abajo, el Apache al suelo y el Pincho con to clavao en la nuez, pero el Apache salió disparao y le dio en la mano al Juan, y se le fue el tubo, y yo, a ver, a coger por las cuernas al ciervo y los dos con pinchos en las manos y el tubo rodando, rodando, y vaya la que nos dimos, tú no viste na, Tachuela, que tú te estabas dando de hostias con el Apache, pero el Juan y yo a ver quién podía pinchar, y, claro, no podíamos sacar más pinchos porque una mano pa sujetar y la otra con el pincho, y me metió el joputa una patá en los huevos y yo pa atrás, pero ni dolor, oye, de lo acojonao que estaba yo, que eso es como los toreros, coño, que también están cagaos, claro que sí, coño, que te cagas, y lo cogí de los pies y él trataba de llegar al tubo, y yo que como lo coja me hace un túnel en el coco que no veas, y llegué aonde él y los dos sin pincho ya, a ver quién coge el tubo, pues creí que decía adiós, la verdá, Tachuela, porque el tío llegó así con dos deos y menos mal que no era una pipa normal, que hacen falta dos manos, y pensé, coño, Tachuela, hasta se pue pensar en esos momentos, de verdá, pues pensé mejor que la pipa la tenga él porque yo tengo la mano libre pa tirar, que eso no lo comprendía la jai de la junta de tratamiento, que no, tía, que la pipa no es una pistola con su gatillo, que no, que es un tubo con otro tubo dentro y un muelle y tú tiras así del otro tubo con el muelle y sueltas rápido y sale el plomo, y la tía decía que vale, pero no comprendía na, se lo dibujé, ¿sabes, Tachuela?, y me reí, que me salía como un nabo, y la tía con la sonrisita, y a mí en vez del muelle lo que me molaba era pintarle dos cojones a la cosa y decirle vente pa acá, tía, pero el presidente descojonao me decía don Vicente, otra vez no; pues eso, el Juan tenía el tubo por la mitá y empezamos a forcejear otra vez hasta que el tubo se quedó así...