Cruising (7 page)

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Authors: Frank García

—Anoche no me contaste nada. ¿Cuándo has vuelto?

—Hace una semana. Me agobiaba Londres y la agencia me trajo de nuevo. Trabajo de lunes a viernes salvo un sábado al mes.

—Igual que yo, espero que coincidamos en trabajar el mismo sábado. Me estoy dando cuenta, que no sé casi nada de ti.

—La verdad es que hay poco que contar. Como sabes soy de Granada, me vine a estudiar a Madrid. Cuando tú me conociste había terminado la carrera y trabajaba para una agencia y a los tres meses me ofrecieron irme a Londres, donde he pasado todo este tiempo.

—Entonces… te fuiste poco después de conocerte.

—Justo a la semana siguiente. Tu polla fue la última española que entró en mi culo.

—No me lo puedo creer.

—Pues créetelo y encima, la primera después de mi vuelta.

—Eso está bien.

—¿Te gustaría que fuera la única a partir de ahora?

—No puedo pedirte eso, porque la mía no sería la única para ti.

—No me importa. Ya te he dicho que no quiero comprometerte a nada, pero me gusta estar contigo y con que follemos una o dos veces a la semana, me vale. No necesito más.

—Si te soy sincero, me gustaría que sólo fueras mío, pero me resulta un comportamiento muy machista.

—No viniendo de ti, porque sé que no lo eres y además, a mí también me apetece ser sólo tuyo.

—Eres un tío muy especial y te sabré tratar como te mereces.

—Cuéntame alguna aventura tuya.

—¿Qué te gustaría saber?

—¿Cómo entraste en el mundo
leather?

Me acomodé con los cojines detrás de la espalda, encendí un cigarrillo y él se colocó sobre mí, apoyando su cara en mi rabo.

—Como ya te comenté, me beneficio de vez en cuando a uno de los encargados donde trabajo, por eso también tengo un horario especial. La primera vez que follé con él fue haciendo un trío con Carlos, ellos dos se conocían y fue por mediación de Carlos por lo que entré a currar ahí. Después de aquel polvazo, me propuso ir a una fiesta que organizaban en una especie a discoteca. Era una fiesta privada a puerta cerrada, pero dentro había más de quinientos tíos con ganas de dejarse la piel durante las más de ocho horas que duraba la fiesta. Todo el mundo iba de cuero, a mí me dejó la ropa él: un arnés, unos
chaps
, un chaleco, una gorra de policía y el cinturón con la porra. Las botas militares las tenía yo recién compradas.

—Si te veo así, me hubieras dado miedo.

—No, ya me verás algún día cuando me compre el arnés.

—Continúa.

—Con todo aquel atuendo puesto, nos fuimos a la fiesta en su coche. Tanto en casa como en el coche, me fue explicando en que consistía la fiesta y que mi rol, como activo, fuera dominante, como lo había sido con él. Que me tenía que mostrar enérgico con los perros, controlando pero sin piedad. La verdad que todo aquello me asustaba. No me gusta la violencia y menos impartirla sin ningún motivo. Entré en aquella discoteca, donde la luz era la justa y perfectamente distribuida para crear el morbo suficiente viéndonos los unos a los otros. La fiesta había empezado. Una música extraña lo invadía todo, pero aquella música no estaba puesta al azar, cuando llevabas un rato dentro, sentías una excitación extraña. Mi encargado me besó y me dijo:

—Diviértete, a las ocho te espero en la puerta para regresar a casa.

—¿Me dejas sólo?

—Sí. Disfruta, recuerda mis consejos y ya me contarás por la mañana. Aunque aquí sólo se sabrá qué hora es, cuando todas las luces se enciendan. Te aconsejo, que cuando eso ocurra, cierres los ojos durante unos momentos y los abras poco a poco.

—Está bien. Diviértete.

Se fue y me dejó sólo, en medio de todo aquel carnaval de sexo, de pieles blancas bajo pieles negras. Pieles negras, que en muchos de ellos ya habían ido desapareciendo mostrando cuerpos para el gusto de todos. Se respiraba sexualidad por todos lados.

Aún lateral había unas escaleras que daban a un piso con una gran barandilla que rodeaba toda la zona central donde se bailaba y follaba, aunque se follaba por todos lados. Subí aquellas escaleras y me situé en un lado mirando hacia abajo. En una parte de la pista se encontraban dos mesas de billar, una frente de la otra y en medio un
sling.
En otra de las paredes, de lado a lado, se alzaba una gran reja separada a unos dos metros de la pared, en ella se encontraban, en ese momento dos tíos, completamente en pelotas y amarrados con cadenas. En la parte contraria a ésta dos bañeras. Algo que en aquel momento me extrañó ver allí, pero luego supe su finalidad, y entre medio de ellas, una cruz de madera. Algo tenía claro, el morbo estaba asegurado y toda aquella gente buscaba algo más que sexo.

Al girarme para volver a bajar, me encontré de frente con un tipo muy alto, mediría casi dos metros, sin camisa, luciendo su torso de oso, con sus pantalones de cuero y unos guantes de piel. En su mano derecha llevaba una cadena a la cual iba sujeto un tío que se arrastraba por el suelo como un perro. El tío miró mi brazalete y muñequera, en el lado izquierdo y me sonrió.

—Te sobra el chaleco, el arnés te queda muy bien —miró a su perro y luego a mis botas—. Tienes la botas algo sucias —miró de nuevo a su perro—. Sácale brillo a las botas y tendrás un premio.

Aquel tío se puso a lamerme las botas con sumo cuidado. El amo cogió mi boca y me la comió. Besaba muy bien y se me puso dura enseguida. Me agarró el paquete y me comió con más fuerza la boca.

—¿Quieres follarlo? Serías un gran premio para él, mira como te está dejando las botas.

Nunca imaginé que con la boca alguien pudiera sacar aquel brillo a la piel. El amo desató la cremallera de mi pantalón y mi rabo salió disparado y duro como una piedra.

—¡Joder tío! Pedazo de rabo que tienes.

Estaba muy bruto y aquel perro, sólo con un pantalón corto de piel negra y el arnés, me empezó a calentar.

—Le daré el premio a tu perro —le dije.

El tío tiró de la cadena y el perro se puso de pie. Estaba muy bueno aquel cabrón y cuando se bajó el pantalón creí que me iba a correr sólo con mirarlo. Sus nalgas velludas y duras me excitaron al máximo. Le colocó contra la barandilla y me entregó un condón. Me lo puse y le follé sin compasión, mientras su amo se encendía un puro y nos lanzaba el humo a los dos. Aquel culo no había sido probado en toda la noche y si lo fue, no lo habían abierto lo suficiente, porque noté duras las paredes de su ano, tan duras que me provocaban una excitación impresionante. La saqué dos veces para no correrme antes de tiempo, quería hacer disfrutar a aquel perro y su amo también lo deseaba. Sacó su rabo y se puso a masturbarse, le miré pero no le toqué. Comencé a entender aquel juego, por lo menos aquel primer juego.

—Quiero que nos corramos los dos a la vez en su boca.

—Dime cuando estés preparado y lo haremos.

—¿Tanto control tienes con tu polla?

—Sí. Nos entendemos muy bien.

Seguí follando mientras él se masturbaba mirándonos a los dos. Le toqué la polla al perro y lanzó toda su leche. Me excitó hasta el punto en que me iba a correr y justo en ese momento su amo me miró con la cara descompuesta.

—Me voy a correr tío.

Saqué la polla y el perro se arrodilló entre los dos, me quité el condón y saltó el primer chorro de leche, su amo también lanzó un buen chorro y los dos descargamos sobre su cara y su boca. Dejé mi rabo suelto, aún muy duro.

—Buen rabo cabrón y sigue dura —sacó un paquete de pañuelos de papel y me ofreció uno. Me limpié la polla y la guardé—. Ha sido un placer conocerte y mi perro también te lo agradece —me besó en la boca y se fueron.

—¡Joder tío! Me has puesto muy bruto. Me he corrido y todo —interrumpió el relató Andrés.

—Si quieres continuamos luego. Me apetece darme un baño con mucha espuma, pero nada de sexo.

—Perfecto —se levantó y vio el chorretón de semen en la sábana—. Tendremos que cambiar las sábanas.

—Sí guarro, menuda lefada. ¡Eres un cerdo! —me reí.

—Es que esa historia…

—Pues todavía quedan mucho que contar y te aseguro que eso sólo fue el aperitivo.

—Lo que no comprendo —continuó hablando mientras se dirigía al baño a preparar la bañera—, es como alguien puede dejarse encadenar y humillar de esa forma.

—En el sexo he descubierto que lo más insólito, puede provocar placer y aquella noche lo descubrí —le comenté mientras quitaba las sábanas de la cama—. ¿Dónde tienes las sábanas?

—Abre el armario y en el cajón de arriba —contestó volviendo de nuevo a la habitación. Saqué un juego e hicimos de nuevo la cama—. ¿Tomamos algo mientras se llena la bañera?

—Sí, prepara un buen cubata, yo mientras voy a buscar algo de comer al frigorífico.

En casa de Andrés me sentía mejor que en la mía, por lo menos estaba acompañado y no me rebotaba tanto mirando la televisión, mi única compañera. Al apartamento no me gustaba llevar a nadie, en raras ocasiones alguien se había quedado a dormir y muy pocas, había follado allí. No me gustaba que los vecinos que tenía, supieran nada de mi vida. Era un edificio con gente muy mayor y prefería respetar aquel estado de tranquilidad. Saqué chorizo que tenía en lonchas y preparé dos bocadillos en pan de molde, los coloqué sobre una bandeja y los llevé al baño. Andrés hizo lo mismo con los cubatas y nos metimos en las aguas calientes y espumosas. Me encantaba darme un buen baño y aunque hay que cuidar del consumo del agua en Madrid, de vez en cuando, un capricho se lo puede permitir uno.

—Me gusta bañarme así —le dije mientras tomaba un trago del cubata—. En buena compañía.

—A mí también, además acompañado se está de vicio.

Le pasé uno de los bocatas y lo devoramos.

—Cuéntame más de aquella historia.

—Eres un pervertido —me reí mientras le lanzaba espuma a la cara.

—No. Me has dejado intrigado.

Me quedé de nuevo allí arriba, mirando todo el espectáculo que se estaba forjando en la pista y aquellos lugares hasta donde mi vista llegaba. Decidí bajar y en las escaleras me encontré con dos chicos abrazados y comiéndose la boca. El uno desnudo completamente y el otro con bóxer blanco. El que estaba desnudo se volvió y me tocó el paquete.

—Parece que aquí dentro se esconde un buen rabo.

—Pero seguro que a tu novio no le gustaría que te la metiera.

—Mi novio y yo buscamos nuevas emociones, por eso hemos venido.

—Pues este culo —se lo acaricié—, está pidiendo guerra. Lo tienes ya húmedo.

—Es que Rubén besa muy bien y me lo dilata rápidamente.

Volvió a tocarme y notó la excitación.

—Está creciendo.

Rubén me la tocó y sonrió.

—Nos podemos montar un buen trío y si follas bien, hasta me la dejo meter yo.

—Busquemos un lugar para los tres. Yo esto no lo conozco.

—Nosotros sí. Siguenos —me comentó el chico del bóxer.

Bajamos las escaleras y Rubén me morreó. Era verdad, el cabrón aquel besaba de escándalo. Seguimos andando, nos internamos entre toda la masa de carne y cuero y me llevaron por un pequeño pasillo. A los lados había puertas abiertas y cerradas, Rubén fue mirando en aquellas que estaban abiertas y continuaba caminando. Eché un vistazo a algunas de ellas y me extraño que no parase, pues estaban vacías. Por fin se detuvo en una, hizo entrar a su novio y me invitó a pasar. Así lo hice y tras entrar él cerró la puerta. Había una pequeña luz roja, suficiente para vernos y que no nos molestara. Contra la pared se encontraba una especie de camastro con una gran colchoneta. Rubén se subió y la estuvo inspeccionando y su novio se presentó.

—Mi nombre es José.

—Está limpia —comentó volviendo a ponerse de pie delante de mí—. Besas bien, espero que folies mejor.

—Nunca se ha quejado nadie por mi forma de follar — le sonreí mientras José comenzaba a bajarme los pantalones. Sacó mi rabo y se quedó mirando.

—¡Joder qué rabo! ¡Mira lo que tiene éste cabrón! — Rubén me la agarró y la apretó. Le cogí la boca y se la comí mientras José se puso a mamármela. Me di cuenta de que no tenía condones.

—Espero que tengáis condones.

—Por eso no te preocupes —comentó Rubén y se agachó sacando una caja del calcetín que sujetaba con la bota y antes de subir de nuevo le quitó la polla a José y me la mamó. Mamaba mejor que besaba. Me hizo jadear y jugaron con ella los dos un buen rato. La masturbaron con sus labios colocando sus bocas a uno y otro lado de mi polla.

—Qué bien mamáis cabrones.

Nos subimos al camastro y comenzamos a jugar. Le quité el bóxer a Rubén. Aquel cabrón también gastaba un buen instrumento y me lo llevé a la boca. Tenía una piel muy suave y lo mejor de todo, no lubricaba. Me jode cuando una polla lubrica mucho, me da rechazo. Se la mamé con ganas y el tío me quitó la boca, entendí que si continuaba así, se correría. Después de más de media hora comiéndonos los tres, Rubén me puso un condón.

—Quiero ver como follas. ¡Follatelo!

José se puso a cuatro patas, me aseguré que el condón estaba bien colocado y moviendo un poco a José, para que viera Rubén penetrarlo, coloqué mi glande en el agujero. Miré a Rubén sonriendo y dejé que fuera entrando poco a poco en aquel ano. Dilataba muy bien y me excitaba la forma en que se abría a mi polla y se movía.

—Despacio tío. La tienes muy gorda.

Seguí metiendo hasta que toqué sus nalgas con mi vientre. Aulló de placer y Rubén sonreía. Comencé a embestirle suavemente. Rubén se colocó por detrás de mí y colocó su rabo en mis nalgas.

—Ni lo intentes.

—No quiero follarte, sólo sentirte —me abrazó.

Notar su cuerpo caliente pegado a mí me excitó y comencé a follar con más fuerza. Luego se separó y se mojó el ano con su saliva:

—Ahora inténtalo con en el mío —la saqué y al ir a quitarme el condón me detuvo—. No, fóllame con el mismo condón. Mi novio y yo estamos sanos, así que no te preocupes.

Me levanté y le tumbé contra el camastro, miré sus nalgas y toqué su agujero. Jugué con él un poco antes de meterla. No estaba muy dilatado y deseaba que disfrutara y no me la rechazara por estar demasiado tenso y cerrado. Me agaché, olí su culo. Estaba muy limpio y se lo comí. El tío comenzó a suspirar. Me levanté, le separé bien las piernas y le penetré. Estaba más cerrado que el de José, pero se iba abriendo y me corrí sintiendo el calor de sus paredes anales. No dije nada y la metí entera. El tío se agarró a las piernas de su novio que de rodillas se encontraba frente a él.

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