Danza de espejos (22 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

El barón soltó una risita, disimulada con una tos. Los tres Dendarii permanecían duros y fríos en las sombras.

—Su visita me está resultando muy interesante, señor. ¿Para qué quiere un clon muerto?

(—Hermano. —Quinn de nuevo—. Miles insiste, siempre.)

(—Sí —secundó Thorne—. Así supe que no eras Miles, en el
Ariel
: te llamé clon y no me saltaste encima.)

—Hermano —repitió Mark, cansado—. No había herida en la cabeza y el tratamiento comenzó casi inmediatamente. Tienes buenas oportunidades, creo yo.

(—Sólo si lo recuperamos), —gruñó Quinn.

—Yo tengo un hermano —hizo notar el barón Fell—. Y no me inspira tales emociones.

Totalmente de acuerdo con usted, barón, pensó Mark.

Thorne sopló en el oído de Mark:

(—Habla de su medio hermano, el barón Ryoval de la Casa Ryoval. El eje original del odio a muerte fue entre Fell y Ryoval. Bharaputra entró más adelante.)

Sé quién es Ryoval
, quería soltar Mark, pero no podía hacerlo.

—En realidad —siguió el barón Fell—, mi hermano se va a emocionar mucho cuando sepa que usted está aquí. Desde que usted redujo sus recursos en la última visita… y en gran medida además… está limitado a ataques en pequeña escala. Pero sugiero que se cuide usted la espalda.

—¿Ah, sí? ¿Acaso los agentes de Ryoval operan con tanta libertad en la Estación Fell? —dijo Mark con suavidad.

Thorne aprobó inmediatamente.

(—¡Muy bueno! Igual que Miles.)

Fell se puso duro.

—Claro que no.

Thorne le susurró:

(—Sí, recuérdale lo mucho que le ayudaste con su hermano.)

¿Qué diablos había estado haciendo Miles allí hacía cuatro años?

—Barón, yo le ayudé con su hermano, ahora ayúdeme con el mío y estaremos en paz.

—No lo creo. Las manzanas de la discordia que usted arrojó entre nosotros en su último viaje todavía nos están perjudicando. Cuesta mucho apartarlas. Y sin embargo… es verdad que usted manejó a Ry mucho mejor que yo… —¿Había un brillo de aprobación en los ojos de Fell? Se frotó la mejilla redonda—. Así pues, le voy a dar un día para completar su negocio aquí y salir de la Estación.

—¿Y será mi intermediario?

—Para mantener una vigilancia estrecha, sí.

Mark le explicó lo que pensaban los Dendarii de la ubicación aproximada de la crío-cámara y le dio la descripción y el número de serie.

—Dígale a los de Bharaputra que pensamos que tal vez esté oculta o disimulada. Por favor, insista en que la queremos en buenas condiciones. Así, tendrán a su barón en el mismo estado.

(— Bien. Que sepan que es muy valiosa para destruirla pero no tanto como para que pidan más rescate por ella.) —Bothari-Jesek lo alentaba desde el lado.

A Fell se le afinaron los labios.

—Es usted un hombre inteligente, pero no creo que entienda del todo la forma en que se hacen las cosas en Jackson's Whole.

—Ah, pero usted sí, barón. Por eso me gustaría tenerlo de mi lado.

—No estoy de su lado. Ésa tal vez es la primera cosa que usted no entiende.

Mark asintió, lentamente. Miles lo hubiera hecho. La actitud de Fell era extraña. Levemente hostil.
Pero actúa como si me respetara
.

No. Respetaba a Miles. ¡Mierda!

—Lo único que le pido es neutralidad.

Fell le dirigió una mirada aguda desde debajo de sus cejas blancas.

—¿Y los otros clones?

—¿Qué pasa con ellos?

—La Casa Bharaputra va a preguntar.

—No entran en la transacción. La vida de Vasa Luigi debería ser suficiente, más que suficiente.

—Sí. El trato no me parece muy justo. ¿Qué tiene de valioso su clon muerto?

Tres voces al mismo tiempo en los oídos de Mark:

(—¡Hermano!)

Mark se arrancó el transmisor del oído y lo golpeó contra el mostrador junto a la pantalla. Quinn se quedó sin respiración.

—No puedo negociar con trozos del barón Bharaputra —soltó Mark—. Pero estoy muy tentado, se lo aseguro.

El barón Fell levantó una mano regordeta.

—Calma, almirante. No creo que eso sea necesario.

—Espero que no —tembló Mark—. Sería una lástima que tuviera que devolverlo sin cerebro, como a los clones…

El barón Fell pareció leer la sinceridad absolutamente personal de esa amenaza porque abrió las dos palmas.

—Veré lo que puedo hacer, almirante.

—Gracias —susurró Mark.

La imagen del barón se desvaneció. Por algún truco de holovídeo o por el estimulante, a Mark le pareció que los ojos tardaban más en desaparecer que el resto, y hubo una última mirada perturbadora. Él se quedó sentado unos segundos, congelado, inmóvil, hasta que estuvo seguro de que el barón ya no estaba.

—Hum —dijo Bothari-Jesek con voz sorprendida—. Lo hiciste bastante bien.

Él no se molestó en contestar.

—Interesante —dijo Thorne—. ¿Por qué no pidió una parte del trato, un pago?

—¿Nos atrevemos a confiar en él? —preguntó Bothari-Jesek.

—Confiar no. No exactamente. —Quinn se pasó el índice sobre los dientes blancos, mordisqueándolo—. Pero necesitamos su cooperación para salir del Punto de Salto Cinco. No vamos a ofenderlo, por nada del mundo. Pensé que iba a estar más contento con nuestro ataque a Bharaputra, pero la situación estratégica parece haber cambiado desde tu última visita, Bel.

Thorne asintió.

—Quiero que averigües todo lo que puedas sobre el equilibrio de poder que hay aquí. Cualquier cosa que pueda afectar nuestra operación, o que podamos usar. Las Casas de Fell, Bharaputra y Ryoval, y todo lo que encuentres que no sepamos. Hay algo en todo esto que me está haciendo sentir paranoica, mierda, aunque tal vez sean las drogas que estoy tomando. Pero estoy demasiado cansada para darme cuenta.

—Veré lo que puedo hacer —dijo Thorne, y se retiró.

Cuando la puerta se hubo cerrado tras él con un silbido, Bothari-Jesek le preguntó a Quinn:

—¿Ya has informado a Barrayar de todo esto?

—No.

—¿Has informado algo?

—No. No quiero mandar esto por comu comercial ni siquiera en código. Illyan tal vez tiene algunos agentes encubiertos aquí, pero no sé quiénes son ni cómo llegar a ellos. Miles sabría… Y…

—¿Y? —Bothari-Jesek levantó una ceja.

—Y realmente me gustaría tener la crío-cámara primero.

—¿Para pasarla por debajo de la puerta con el informe? Ah, Quinnie, eso no estaría bien.

Quinn levantó un hombro a la defensiva.

Un momento después, Bothari-Jesek le ofreció:

—Pero estoy de acuerdo con no mandar nada por el sistema de correos de salto de Jackson…

—Sí, por lo que dijo Illyan, eso está saturado de espías. Y no son sólo las Grandes Casas que se espían una a otra. De todos modos, Barrayar no puede hacer nada para ayudarnos, no dentro del próximo ciclo diurno.

—¿Cuánto tiempo —tragó saliva Mark—, cuánto tiempo tengo que seguir siendo Miles?

—¡No tengo ni la menor idea! —dijo Quinn con severidad. Controló la voz con un gesto—. Un día, una semana, dos semanas… por lo menos hasta que podamos mandarte a ti y a la crío-cámara a los cuarteles generales galácticos a SegImp en Komarr. Después, no tendré nada que ver con…

—¿Cómo diablos cree usted que podamos mantener esto en secreto? —preguntó Mark, burlón—. Hay docenas de personas que saben lo que pasó.

—«Dos pueden mantener un secreto, si uno de los dos está muerto», ¿eh? —Quinn hizo una mueca—. No sé. Las tropas están bien, tienen disciplina. Los clones… bueno, puedo incomunicarlos… Y por otra parte, vamos a estar todos encerrados aquí en la nave hasta que lleguemos a Komarr. Más tarde… bueno, ya me encargaré más tarde.

—Quiero ver a mis… a mis clones. Lo que hicieron con ello —pidió Mark, de pronto.

Quinn parecía estar a punto de explotar pero Bothari-Jesek la interrumpió antes de que empezara a decir algo.

—Yo puedo llevarlo abajo, Quinnie. Yo también quiero ver cómo están mis pasajeros.

—Bueno… siempre que lo escoltes a su camarote cuando termines. Y pon un guardia en la puerta. No lo quiero caminando suelto por la nave.

—Sí. —Bothari-Jesek lo sacó de allí con rapidez antes de que Quinn decidiera atarlo y ahorcarlo en el mismo instante.

Los clones estaban alojados en tres cámaras de almacenamiento acondicionadas apresuradamente en el
Peregrine
, dos para los chicos y una para las chicas. Mark se agachó para pasar por una puerta detrás de Bothari-Jesek hacia una de chicos y miró a su alrededor. Todo el espacio disponible estaba ocupado por tres filas de sacos de dormir que debían de haberse traído desde el
Ariel
. Una letrina automática en un rincón y una ducha de campo conectada en el otro, para que los clones se movieran lo mínimo por la nave aquello tenía algo de campo de refugiados y alto de cárcel; mientras él caminaba por las filas entre los sacos de dormir, los chicos lo miraban con las caras vacías de los prisioneros.

Yo los liberé, maldita sea. ¿Es que no saben que los liberé?

Había sido un rescate difícil, claro. Para mantenerlos bajo control durante esa horrible noche de sitio, los Dendarii habían sido muy duros con sus amenazas. Algunos clones dormían ahora, agotados. Los que habían recibido disparos de bloqueador caminaban medio mareados y desorientados. Una médica Dendarii se movía entre ellos administrando buenas palabras y medicamentos… Las cosas estaban… controladas… Dominadas. Silenciosas. Nada de júbilo, nada de agradecimiento.
Si creyeron en nuestras amenazas, ¿por qué no en nuestras promesas?
Incluso los chicos activos que habían cooperado con entusiasmo en el sitio y la batalla, ahora lo miraban con incredulidad.

El chico rubio era uno de ellos. Mark se acercó a su saco de dormir y se agachó. Bothari-Jesek esperó, mirándolos.

—Todo esto —Mark hizo un gesto a la cámara a su alrededor —es provisional, ¿comprendes? Después mejorará. Vamos a sacarte de aquí.

El chico se apoyaba sobre el hombro. Lo miró y se movió un poco para alejarse. Él se mordió el labio.

—¿Cuál de los dos es usted?

El que está vivo
, pensó él pero no se atrevió a decirlo frente a Bothari-Jesek. Tal vez ella lo tomara como una frase cargada de desprecio.

—No importa. De todos modos vamos a sacaros de aquí. —¿Era verdad o no? Ahora él ya no controlaba a los Dendarii, y menos aún a los barrayaranos, si es que, como amenazaba Quinn, ése era el destino final de todos. Sintió que lo dominaba una depresión terrible mientras se ponía de pie y seguía a Bothari-Jesek hacia la habitación de las chicas al otro lado del corredor.

La organización física del lugar era exactamente igual, con sanitario duchas y sacos de dormir, aunque como sólo había dieciséis chicas, el sitio parecía menos atestado. Una Dendarii estaba distribuyendo paquetes de comida y la habitación estaba en un momento de actividad e interés. La mujer era la sargento Taura, inconfundible incluso de espaldas, y vestida con ropa limpia y zapatillas para suelo de fricción. Estaba sentada con las piernas cruzadas para reducir su gran altura. Las chicas dominaban el miedo y se deslizaban hacia ella, incluso la tocaban, con aparente fascinación. De todos los Dendarii, Taura era la única que siempre se había dirigido a los clones con dulzura y amabilidad, incluso en los momentos más duros de la batalla. Ahora tenía el aire de una heroína de cuento de hadas tratando de domesticar animales salvajes.

Y lo hacía bien. Estaba consiguiéndolo. Cuando Mark se acercó, dos de las chicas se sentaron sobre sus rodillas y lo miraron desde la protección de sus grandes hombros. Taura lo miró con el ceño fruncido y luego dirigió sus ojos a Bothari-Jesek, que asintió brevemente.
Está bien. Está conmigo

—Me… me sorprende verla aquí, sargento —consiguió decir Mark.

—Me ofrecí voluntaria como canguro —gruñó Taura—. No quería que nadie las molestara.

—¿Le… le parece que puede ser un problema…? Quince hermosas vírgenes… bueno, tal vez… —
Dieciséis, contándote a ti
… llegó la burla desde su cabeza.

—Ahora no —dijo Bothari-Jesek con firmeza.

—Me alegro —dijo él, débilmente.

Miró la fila de sacos de dormir durante un momento. No podía ser más cómodo y seguro que eso, dadas las circunstancias. Descubrió a la rubia platino dormida a su lado, los suaves bultos de su cuerpo esculpido derramados sobre la túnica rosada. Avergonzado de sus propios ojos, se arrodilló y le subió la sábana hasta el mentón. La mano le tocó al pasar el cabello suave. Levantó la vista hacia Taura, una mirada culpable.

—¿Ha tomado medicamentos?

—Sí. Dejamos que duerma para que se le pase. Seguramente se va a sentir mejor cuando se despierte.

Él levantó una de las bandejas de comida y la puso junto a la cabeza de la rubia para cuando despertara. La respiración de ella era lenta y firme y no parecía que hubiera mucho más que hacer. Él levantó la vista, vio a la chica eurasiática mirándolo con ojos inteligentes y maliciosos y se volvió con rapidez.

Bothari-Jesek terminó su inspección y salió, y él fue inmediatamente tras ella, que se detuvo a hablar con el guardia armado con bloqueador que vigilaba el pasillo.

—… dispersión —estaba diciendo ella—. Primero dispara, después puedes hacer las preguntas. Son todos jóvenes y saludables, no tienes que preocuparte por las condiciones del corazón. Pero dudo que te den problemas.

—Con una excepción —interrumpió Mark—. Esa chica de cabello oscuro, delgada, muy impresionante… parece que sufrió un condicionamiento especial. No… no está muy cuerda que digamos… Cuidado con ella.

—Sí, señor —dijo el hombre automáticamente y luego se interrumpió, echando una mirada a Bothari-Jesek—, bueno…

—La sargento Taura está de acuerdo con eso —dijo Bothari-Jesek—. Y no quiero a ninguno suelto por mi nave. No tienen entrenamiento. La ignorancia puede ser tan peligrosa como la hostilidad. Esto no es un puesto de guardia ornamental. No te duermas.

Se saludaron militarmente. El hombre trató de no incluir a Mark en el saludo, pero se veía que le costaba mucho. Mark trotó detrás de los pasos largos de Bothari-Jesek.

—Bueno —dijo ella después de un momento—, ¿apruebas el trato que le damos a tus clones? —Él no supo si el tono era o no irónico.

—Ahora no se puede hacer nada más con ellos. —Se mordió la lengua, pero de todos modos no pudo reprimirse—. ¡Mierda, no es justo!

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