Danza de espejos (62 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

—Rosa, mi amor —musitó semidormido, metiendo la nariz en el cabello perfumado de ella y envolviéndose alrededor de su cuerpo—. Mi señora. —Una frase de Barrayar. Por fin sabía de dónde venía eso. Ella se puso a temblar y él retrocedió, totalmente despierto—. ¡Ay! Perdón…

Azucena Junior se sentó, librándose de los brazos del hombrecito feo. Unos brazos tensos, por cierto.

—¡Yo no soy mi señora!

—Lo lamento, referente incorrecto. Yo pienso en Rosa como mi señora. Ella es mi señora y yo soy… —
tonto cortesano
— su caballero. En realidad, soy soldado, eso lo sabes. A pesar de la altura.

Cuando se oyó el segundo golpe en la puerta, él se dio cuenta de la razón por la que se había despertado.

—El desayuno. ¡Rápido! Vete al baño. Haz un poco de ruido. Creo que podemos seguir con la historia.

Por una vez no trató de conversar con los guardias para sobornarlos. Azucena Junior volvió cuando se cerró la puerta. Comió despacio, sin decisión, como si dudara de su derecho a la comida. Él la miró, cada vez más fascinado.

—Ahí, toma otro panecillo. Puedes ponerle azúcar, claro…

—No se me permite comer azúcar.

—Eso no me parece bien. —Hizo una pausa—. Tendrías que tener derecho a comer azúcar. Tendrías que tener derecho a todo. Tendrías que tener amigos. Tendrías que tener… hermanas. Y educación, hasta los límites de los poderes de tu mente, y trabajo para desafiar tu espíritu. El trabajo te hace más grande. Más real. Lo comes y creces. Tendrías que tener amor… Un caballero que fuera tuyo. Mucho más alto que yo. Tendrías que tener… helado…

—No debo engordar. Mi señora es mi destino.

—¡Destino! ¿Qué puedes saber tú sobre el destino? —Él se levantó y empezó a caminar de un lado a otro, zigzagueando entre la mesa y la cama—.
Yo
soy un experto en el tema del destino. Tu señora es un destino falso, ¿y sabes cómo lo sé? Porque ella toma todo y no da nada a cambio. El
verdadero
destino se lleva todo, hasta la última gota de sangre, pero te devuelve el doble. El cuádruple. Te devuelve todo multiplicado por mil… Hay que dárselo todo. Yo lo

. Lo
juro
. Volví de la muerte para decirte la verdad. El verdadero destino te da una
montaña
de vida, y te pone en la cima.

Su convicción tenía un sonido totalmente megalomaníaco. Él adoraba esos momentos.

—Estás completamente loco —dijo ella, mirándolo preocupada.

—¿Y cómo lo sabes? Nunca has visto a una persona cuerda en toda tu vida. ¿O sí? Piénsalo.

Su creciente interés descendió de nuevo.

—No tiene sentido. De todos modos, estoy prisionera. ¿Adónde podría ir?

—Azucena Durona te recibiría —dijo él con rapidez—. El Grupo Durona está bajo la protección de la Casa Fell, y si pudieras llegar hasta tu abuela, estarías a salvo.

Las cejas de ella bajaron como las de Rosa cuando convertía los planes de huida de él en una pista de agujeros.

—¿Y cómo?

—No nos pueden dejar aquí para siempre… Supongamos… —caminó detrás de ella, le levantó el cabello y lo sostuvo en un manojo sobre su cabeza—. Creo que Vasa Luigi sólo piensa quedarse con Rosa el tiempo necesario para mantener esto en secreto. Cuando yo me vaya, ella también se irá. Si creyeran que eres Rosa, estoy seguro de que podrías salir de aquí caminando.

—¿Y qué… qué diría?

—Lo menos posible. Hola, doctora Durona, su transporte está aquí. Recoges el equipaje y te vas.

—No podría.

—Podrías intentarlo. Si pierdes, no pierdes nada. Si ganas, ganas todo. Todo. Y si… si te escaparas… podrías decirle a la gente dónde estoy yo. Quién me secuestró y cuándo. Lo único que necesitas es unos minutos de valor y estás libre. Lo hacemos nosotros mismos, sale de nosotros mismos. No te pueden robar el valor como se roba una cartera o algo así. Mierda, ¿por qué te estoy diciendo eso? Tú te escapaste de los Mercenarios Dendarii con valor y astucia.

Ella parecía totalmente intimidada.

—Eso lo hice por mi señora. Nunca hice nada para… para mí misma.

Él tuvo ganas de llorar, al borde del colapso nervioso. Ése era el tipo de elocuencia exaltada que generalmente reservaba para convencer a la gente de que
arriesgara
su vida, no de que la salvara. Se inclinó para susurrarle en el oído, como un genio invisible:

—Hazlo por ti misma. Después, el universo te cobrará lo que deba.

Después del desayuno, trató de ayudarla a peinarse como Rosa. Era muy malo para eso. Como Rosa también lo era, el resultado final fue bastante convincente, o eso le pareció. Sobrevivieron a la entrega del almuerzo y luego a la recogida de los platos.

Él sabía que no era la cena cuando no golpearon antes de entrar.

Eran tres guardias y un hombre vestido con la ropa de la Casa. Dos de los guardias lo cogieron por los brazos, sin palabras y le ataron las manos por delante. Él se sintió agradecido: en la espalda la hubiera dolido enormemente después de la primera media hora. Lo empujaron hacia el pasillo. Ni señales de Vasa Luigi ni de Lotus. ¿Buscando a la clon perdida? Miró por encima del hombro.

—Doctora Durona —dijo el hombre de la Casa, mirando a Azucena Junior—. Yo soy su chófer. ¿Adónde quiere ir?

Ella se apartó el pelo de la frente, fue a buscar el bolso de Ros, se adelantó y dijo:

—A casa.

—Rosa —dijo Miles. Ella se volvió—. Coge todo lo que puedas porque a su tiempo tendrás que devolverlo todo. Es una verdad muy importante. —Se mojó los labios secos—. ¿Me das un beso de despedida?

Ella meneó la cabeza, giró en redondo y se inclinó. Apretó los labios contra los de Miles, brevemente. Siguió al hombre de Bharaputra.

Bueno, suficiente para impresionar a los guardias.

—¿Y cómo explicas eso? —preguntó uno divertido mientras se lo llevaba en la dirección opuesta.

—Tengo un atractivo especial —les informó él.

—Basta de charla —dijo el jefe.

Miles intentó huir dos veces en el camino hacia el coche de superficie; después de la segunda, el guardia más grande lo cogió en brazos y se lo echó al hombro, con la cabeza abajo. Le dijo que lo dejaría caer si se resistía. La segunda vez usaron bastante fuerza para detenerlo y él supo que no era sólo una amenaza. Lo metieron en la parte posterior del vehículo, entre dos.

—¿Adónde me llevan?

—A un punto de transferencia —dijo uno.

—¿Qué punto de transferencia?

—No necesitas saber más.

Él mantuvo una corriente constante de comentarios, ofertas de sobornos, amenazas, insultos y por fin, improperios, pero ellos no volvieron a reaccionar. Él se preguntó si uno de ellos no sería el hombre que lo había matado. No. Nadie involucrado en el lío de las instalaciones médicas podía estar tranquilo. Esos tipos habían estado lejos en ese momento. Se puso ronco. Era un viaje largo. Los coches de superficie casi nunca se usaban fuera de las ciudades: los caminos eran demasiado malos. Y estaban muy lejos de una ciudad. Cuando se detuvieron en un cruce solitario, era ya más tarde del crepúsculo.

Los guardias lo entregaron a dos hombres que lo esperaban, pacientes como bueyes. Eran hombres de cara chata, sin gracia, con ropas rojas y negras, los colores de Ryoval. Los hombres le ataron las manos a la espalda y también los tobillos, antes de ponerlo en la parte posterior de un volador. El vehículo se elevó, silencioso, en la oscuridad.

Parece que Vasa Luigi ha conseguido el precio que pedía
.

Rosa, si lo había logrado, mandaría a alguien a buscarlo a la Casa Bharaputra. Donde él ya no estaría. Y eso no impediría que Vasa Luigi mandara a todos los que lo buscaran directamente a las manos de Ryoval.

Pero si las instalaciones de Ryoval eran fáciles de encontrar, ya tenían que haberlas localizado.

Por Dios, tal vez sea el primer agente de SegImp en el sitio del rescate
. Tendría que asegurarse de poner eso en el informe a Illyan. Había estado deseando hacer comentarios humorísticos en su informe. Ahora se preguntó si viviría lo suficiente.

28

—Odio tener que decírselo yo, barón —dijo el técnico—, pero su víctima parece estar pasándolo muy bien.

Eructo sonrió alrededor del tubo mientras en barón Ryoval caminaba en torno a él y miraba, tal vez admirando, su sorprendente barriga.

—Hay un número de posibles defensas psicológicas en estas situaciones —dijo Ryoval—. Personalidades múltiples e identificación con el captor, por ejemplo. Yo esperaba que Naismith pasara por todo eso… sí… pero ¿tan pronto?

—A mí tampoco me parecía posible, señor, así que hice unas serie de espectrografías cerebrales. Los resultados son muy inusuales.

—Si su personalidad se está dividiendo, debería aparecer en la espectrografía.

—Algo aparece, sí. Parece estar escondiendo partes de su mente de nuestros estímulos y las respuestas de superficie sugieren una división, sí, pero… el esquema es anormalmente anormal, no sé si usted me entiende, señor.

—No mucho. —Ryoval se mordió el labio, interesado—. Pero voy a echar un vistazo.

—En cualquier caso, no lo está fingiendo. De eso estoy seguro.

—Tan rápido… Imposible —murmuró Ryoval—. ¿Cuándo cree que saltó? ¿Cómo no me di cuenta?

—No estoy seguro. Pronto. El primer día… tal vez la primera hora pero si sigue con eso, se va a poner muy esquivo, va a resistirse al proceso con mucha fuerza. Puede seguir… cambiando.

—Yo también —dijo Ryoval, con frialdad.

La presión del vientre se estaba convirtiendo en dolor. Aullido se adelantó, ansioso, pero Eructo no quería dejarlo. Todavía era su turno. El Otro escuchaba atentamente. El cuarto siempre escuchaba cuando el barón Ryoval estaba presente. Raramente dormía, casi nunca hablaba.

—No esperaba que llegara a ese estado de desintegración hasta dentro de unos meses. Me destruye el esquema de tiempo que tenía pensado —se quejó el barón.

Sí, barón. ¿No somos fascinantes? ¿No te intrigamos?

—Tengo que pensar en otro enfoque —musitó Ryoval—. Tráiganlo a mis habitaciones más tarde. Ya veré lo que se puede hacer con una conversación tranquila y algunos experimentos. Necesito una nueva dirección.

Debajo de su afectación desconcertante, el Otro tembló, ansioso, anticipando su momento.

Dos guardias lo/los entregaron al barón Ryoval en el agradable salón de siempre. No había ventanas aunque un enorme holovídeo ocupaba la mayor parte de una de las paredes. En ese momento pasaba una vista espléndida de una playa tropical. Ya no había duda de que los cuarteles de Ryoval eran subterráneos. Nadie podía atravesar las ventanas en un lugar como ése.

Él todavía tenía la piel en tiras. Los tecnos le habían rociado algunas zonas con una especie de cobertura para que no manchara los muebles finos de Ryoval, y habían tapado las otras heridas con vendajes para que no sangrara.

—¿Te parece que será suficiente? —dijo el tecno con la cobertura.

—Probablemente no —suspiró un compañero—. Supongo que lo mejor será que avise ahora mismo al equipo de limpieza. Ojalá pusiera cera o algo…

Los guardias lo sentaron en una silla ancha, baja. Era una silla, sin pinchos, filos ni palos. Tenía las manos atadas a la espalda, así que no podía apoyarse. Abrió las rodillas y se sentó, incómodo, jadeando.

El guardia jefe preguntó a Ryoval:

—¿Quiere que lo atemos, señor?

Ryoval levantó una ceja.

—¿Puede ponerse de pie sin ayuda?

—Desde esa posición, no con rapidez.

Los labios de Ryoval hicieron una mueca de desprecio y satisfacción mientras miraban a su prisionero.

—Ah, ya estamos llegando. Lentamente. No. Déjennos. Yo les llamaré. No interrumpan. Se puede poner muy ruidoso.

—Su equipo a prueba de ruidos es muy eficiente, señor. —Los guardias de cara chata lo saludaron militarmente y se alejaron. Había algo raro en esos guardias. Cuando no estaban cumpliendo órdenes, tendían a estar sentados, o de pie, en silencio, en blanco. Construidos de ese modo, sin duda.

Eructo, Jadeo, Aullido y el Otro miraron a su alrededor con interés, preguntándose a quién le tocaría primero.

Tú acabas de terminar
, le dijo Aullido a Eructo.
Seré yo
.

No estés tan seguro
, dijo Jadeo.
Podría ser yo
.

Si no fuera por Eructo
, dijo el Otro, malhumorado,
ya me habría tocado el turno. Ahora tengo que esperar
.

Tú nunca te has encargado de un turno
, dijo Eructo con curiosidad. Pero el otro estaba otra vez en silencio.

—Vamos a ver un poco de cine —dijo Ryoval y tocó un control remoto. La playa tropical cambió a una grabación en vivo, tamaño natural, de una de las sesiones de Jadeo con las… criaturas del burdel. Jadeo se miró con gran interés y alegría, desde todos esos ángulos nuevos. El trabajo de Eructo amenazaba con dejar muchos sucesos interesantes fuera de la vista, más abajo del ecuador.

—Estoy pensando en enviar una copia de esto a la flota Dendarii —murmuró Ryoval, mirándolo fijamente—. Imagínese a todos sus oficiales mirando esto. Creo que eso me proporcionaría unos cuantos, ¿no?

No
. Ryoval mentía. Su prisionero era un secreto. Y Ryoval no podía estar tan ansioso por entregarlo. El Otro musitó con sequedad:
Envíale una copia a Simon Illyan, y verás lo que te entregará
. Pero Illyan pertenecía a lord Mark y Mark no estaba allí, y además el Otro nunca hablaba en voz alta.

—Imagínese a esa linda guardaespaldas suya, uniéndose con usted en eso… —continuó Ryoval, en detalle. Jadeo estaba totalmente dispuesto a imaginarse algunas partes aunque otras lo ofendían incluso a él.
¿Aullido?

Ah, no, yo no
, dijo Aullido.
Ése no es mi trabajo
.

Bueno, vamos a tener que conseguir un nuevo recluta, dijeron todos. Podían hacer miles, cuando los necesitara. Era un ejército, fluía como el agua, se dividía y dejaba los obstáculos en el medio: era imposible destruirlo de ese modo.

El vídeo cambió a uno de los mejores momentos de Aullido, el que le había dado su nombre. Un poco después de sacarle la piel con productos químicos, los tecnos le habían puesto una cosa pegajosa que picaba hasta el delirio. No habían tenido que tocarlo: él casi se había matado a sí mismo. Después le habían hecho una transfusión para reemplazar la sangre perdida en las heridas.

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