Danza de espejos (29 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

—Oh, muchas gracias.

—Sospecho que eso ya lo has entendido. Bien, estamos de acuerdo. Pero ser no-Miles no es más que el inverso de ser una imitación de Miles. Quiero saber quién es Mark.

—Señor… eso no lo sé. —Su honestidad, estimulada, tenía un ribete de angustia.

Ella le observaba, con sabiduría.

—Hay tiempo —dijo ella con calma—. Miles… quería que estuvieras aquí, ya lo sabes. Hablaba de enseñarte todo. Se imaginaba enseñándote a montar a caballo. —Tembló involuntariamente de arriba a abajo.

—Galen intentó que aprendiera eso, en Londres —recordó Mark—. Era tremendamente caro y yo no era bueno, así que finalmente me dijo que evitara los caballos cuando llegara aquí.

—¿Ah, sí? —El rostro de ella pareció iluminarse de pronto—. Bueno, Miles tiene… tenía… tiene… esas ideas infantiles sobre los hermanos. Yo tengo uno, así que no tengo tantas ilusiones. —Se detuvo, miró la habitación y se inclinó hacia adelante con un aire bruscamente confidencial, bajando la voz—. En Colonia Beta tienes un tío, una abuela y dos primos, y en Barrayar me tienes a mí, a Aral y a tu primo Ivan. Acuérdate: tienes más de una opción. Yo ya le di un hijo a Barrayar. Y hace veintiocho años que veo cómo Barrayar trata de destruirlo. Tal vez Barrayar ya tuvo su turno.

—Ivan no está aquí, ¿verdad? —preguntó Mark horrorizado.

—No, no está en la Casa Vorkosigan, si eso es lo que quieres decir. Está en Vorbarr Sultana, asignado al Servicio Imperial en Cuarteles Generales. Tal vez —se le encendieron los ojos, pensando—, tal vez él pueda llevarte a ver lo que quería mostrarte Miles.

—Tal vez Ivan esté enojado conmigo por lo que le hice en Londres —dijo nervioso.

—Ya se le habrá olvidado —aventuró la condesa, confiada—. Tengo que admitir que Miles hubiera disfrutado mucho inquietando a la gente contigo.

Un rasgo que Miles había heredado de su madre, eso era claro.

—Hace tres décadas que vivo en Barrayar —musitó ella—. Hemos recorrido un largo camino… Y sin embargo, falta tanto… Hasta la voluntad de Aral se está cansando. Tal vez no se puede hacer todo en una generación. En mi opinión es hora de cambiar de guardia… bueno…

Él se acomodó por primera vez en el sillón, observando y escuchando en lugar de encogerse y esperar el golpe. Una aliada. Parecía que tenía una aliada, aunque todavía no estaba seguro del motivo. Galen no había pasado demasiado tiempo enseñándole cómo era la condesa Cordelia Vorkosigan porque estaba totalmente obsesionado con su viejo enemigo, el Carnicero. Al parecer, Galen la había subestimado, craso error. Ella había sobrevivido veintinueve años allí… ¿podría él hacer lo mismo? Por primera vez, le pareció humanamente posible.

Un golpe breve en las dos puertas del pasillo. Cuando la condesa dio su autorización, se abrieron parcialmente y un hombre metió la cabeza por el marco y le ofreció una sonrisa tensa.

—¿Ya puedo entrar, mi querida capitana?

—Sí, creo que sí —dijo la condesa Vorkosigan.

Él se escabulló entre las puertas y cerró de nuevo. A Mark se le hizo un nudo en la garganta: tragó saliva y jadeó, tragó y jadeó, pero le resultaba extraordinariamente difícil controlarse.
No
, no iba a desmayarse frente a ese hombre. Ni a vomitar. De todos modos, no tenía más que una cucharadita de bilis en el estómago. Era él, sin duda alguna, el Primer Ministro Almirante Conde Aral Vorkosigan, antiguo Regente del Imperio de Barrayar y dictador de facto de otros tres mundos, conquistador de Komarr, genio militar, mente maestra en política… acusado de asesinato, torturas, locura, demasiadas cosas imposibles como para caber en esa forma robusta que se acercaba a Mark a grandes zancadas.

Mark había estudiado vídeos de él en todas las edades: tal vez no era extraño que su primer pensamiento coherente fuera
Parece más viejo
. El conde Vorkosigan era diez años estándar mayor que su esposa betana pero parecía que le llevara veinte o treinta. El tono gris del cabello era más blanco que el de los vídeos de hacía dos años. Era bajo para un barrayarano, de la misma altura que la condesa. Tenía la cara pesada, grande, cansada. Usaba unos pantalones verdes de uniforme pero no chaqueta, sólo la camisa color crema con las mangas largas enrolladas, abierta en el cuello redondo lo cual, si era un intento por parecer informal, no lo conseguía en absoluto. La tensión de la sala había subido a niveles de asfixia con su entrada.

—Elena ya se ha acomodado —informó, sentándose junto a la condesa. Su postura era abierta, las manos sobre las rodillas, pero no se reclinó, no estaba cómodo—. La visita parece estar removiéndole viejos recuerdos, me parece que más de los que puede soportar, creo. Está… perturbada.

—Voy a hablar con ella dentro de un ratito —prometió la condesa.

—Bien. —Los ojos del conde hicieron un inventario de Mark. ¿Intrigado? ¿Asqueado?—. Bueno. —El diplomático práctico, cuyo trabajo consistía en llevar a tres planetas distintos por el camino del progreso sólo con la palabra, estaba sentado allí, mudo, perdido, como si no fuera capaz de dirigirse a Mark directamente. En lugar de hacerlo, se volvió hacia su esposa —: ¿Y
él
pasó por Miles?

Un brillo divertido apreció en los ojos de la condesa Vorkosigan.

—Está más gordo ahora —dijo simplemente.

—Ya veo.

El silencio se extendió durante unos segundos.

Mark estalló de pronto:

—Lo primero que tenía que hacer en cuanto lo viera a usted era tratar de matarlo.

—Sí, lo sé. —El conde Vorkosigan se había acomodado en el sofá, con los ojos puestos en el rostro de Mark. Por fin.

—Me hicieron practicar como veinte maneras diferentes de hacerlo. Lo practiqué tanto que podía hacerlo estando dormido. El primero era poner un apósito cutáneo con una toxina paralizante que en la autopsia semejaba un ataque al corazón. Tenía que quedarme solo con usted, tocarlo en cualquier lugar del cuerpo que pudiera alcanzar. Era lenta para ser droga de asesinos. Mientras usted se moría, yo tenía que esperar, mirarlo, quedarme cerca y no decir jamás que no era Miles.

El conde sonrió con amargura.

—Ya veo. Una buena venganza. Muy artística. Y habría funcionado.

—Como nuevo conde Vorkosigan, debía intentar llevar al Imperio a una nueva guerra.

—Eso habría fracasado. Ser Galen lo sabía. Él quería que fracasara: en el caos del fracaso, Komarr se rebelaría. Eso quería. Tú serías otro Vorkosigan sacrificado. —Realmente parecía más cómodo, más profesional discutiendo esos grotescos complots.

—Matarlo a usted era la única razón de mi existencia, de que hubiera soportado todos esos años con Galen. Hace dos años estaba listo para hacerlo.

—Tranquilo —le aconsejó la condesa—. La mayor parte de la gente existe sin ningún tipo de razón.

—SegImp reunió mucha documentación sobre ti cuando se supo lo del complot —hizo notar el conde—. Desde el momento en que fuiste un brillo enloquecido en los sueños de Galen hasta el último añadido sobre tu desaparición en la Tierra hace dos meses. Pero no hay nada en la documentación que sugiera que tu… tu última aventura en Jackson's Whole fuera algún tipo de programa que te hicieron junto con el proyecto de mi asesinato… ¿De dónde salió eso? —Había un ligero tono de duda en su voz.

—No, no fue parte del programa —dijo Mark con firmeza—. Sufrí bastante con Galen y lo sé. La programación es algo que se nota, sobre todo si se hace como lo hizo Galen.

—No estoy de acuerdo —dijo la condesa Vorkosigan inesperadamente—. Sí que te prepararon para lo de Jackson's Whole. Pero claro que no fue Galen.

El conde levantó las cejas: una pregunta sin palabras.

—Lamento deciros que fue Miles —explicó ella—. Sin darse cuenta, por supuesto.

—No lo veo —dijo el conde.

Mark hubiera dicho lo mismo pero se limitó a aclarar:

—Yo vi a Miles una sola vez, en la Tierra, unos días.

—No estoy seguro de que estés listo para esto, pero ahí va. Tuviste tres modelos de ser humano. Los esclavistas de Jackson, los terroristas de Komarr… y Miles. Miles te
invadió
. Y lo lamento, pero Miles cree que es un caballero andante. Un gobierno racional no le permitiría la posesión de una navaja, mucho menos una flota espacial. Y por lo tanto, Mark, cuando te viste forzado a elegir entre dos males palpables y un lunático… te levantaste y corriste detrás del lunático.

—Creo que Miles hace bien las cosas —objetó el conde.

—¡Huy! —La condesa enterró un segundo la cabeza entre las manos—. Querido, estamos hablando de un joven en el que Barrayar deposita una tensión tan intolerable, tanto dolor, que le ha obligado a crearse otra personalidad para escapar. Cuando tuvo esa personalidad, convenció a varios miles de mercenarios galácticos para que apoyaran su psicosis y, lo que es más, al Imperio de Barrayar para que pagara todo eso. El almirante Naismith es mucho más que una identidad falsa de SegImp, y tú lo sabes. Estoy de acuerdo en que es un genio, pero no me digas que está en su sano juicio. —Hizo una pausa—. No, no es justo. La válvula de escape de Miles funciona bien. No voy a tener miedo por su cordura hasta que le separen de ese almirantito. Es un acto increíble de equilibrio, sí. —Echó una mirada a Mark—. Y yo diría que un acto imposible de imitar.

Mark nunca había pensado en Miles como en alguien seriamente loco; siempre le había parecido perfecto. La conversación le estaba inquietando mucho.

—Los Dendarii funcionan bien como brazo encubierto de SegImp —dijo el conde, que también parecía inquieto—. Espectacularmente bien en algunos casos.

—Claro que sí. No dejarías que Miles se los quedara si no funcionasen, así que él se asegura de que lo hagan. Yo sólo estoy señalando que su función oficial no es la única función que tienen. Y si Miles alguna vez deja de necesitarlos, no va a pasar ni un año antes de que SegImp encuentre una razón para cortar el lazo. Y todos vosotros vais a creer que lo que hacen tiene lógica.

¿Por qué no le estaban acusando a él? Consiguió el coraje de preguntarlo en voz alta.

—¿Por qué no me están acusando de matar a Miles?

Con una mirada, la condesa pasó la pregunta a su esposo, que contestó:

—El informe de Illyan decía que le dispararon las tropas de seguridad de Bharaputra. —¿Contestaba por los dos?

—Pero no habría estado en la línea de fuego si yo no…

El conde Vorkosigan levantó una mano para interrumpirle.

—Si no hubiera querido estar, lo cual fue una tontería. No intentes camuflar tu culpa real asumiendo más culpa de la que te mereces. Yo cometí demasiados errores letales como para engañarme con ése. —Se miró las botas—. También tenemos que ver las cosas con más amplitud. Aunque tu personalidad y tu persona son claramente distinguibles de las de Miles, los hijos que podáis tener ambos serán genéticamente indistinguibles. Tal vez tú no, pero tu hijo puede ser lo que Barrayar necesita.

—Sólo para seguir con el sistema Vor —interrumpió la condesa con voz seca—. Una meta muy dudosa, querido. ¿O es que estás pensando en ti mismo como mentor de los hijos hipotéticos de Miles, algo así como lo que hizo tu padre con él?

—No lo permita Dios —musitó el conde con fervor.

—Ten cuidado con tu propio condicionamiento. —Ella se volvió hacia Mark—. El problema es… —desvió la vista y volvió a mirar—. El problema es que si no podemos recuperar a Miles, no sólo vas a tener que hacer frente a una relación sino a un trabajo. Como mínimo vas a ser responsable del bienestar de un par de millones de personas en tu Distrito; serías la Voz de esas personas en el Consejo de Condes. Es un trabajo para el que Miles recibió entrenamiento desde que nació, literalmente. No estoy segura de que sea posible enviar a un sustituto de último momento.

Claro que no, por supuesto que no
.

—No sé —dijo el conde, pensativo—. Yo fui un sustituto de ese tipo. Hasta los quince fui el sustituto, no el heredero. Admito que después de que mi hermano mayor muriera asesinado, los hechos hicieron que el cambio de destino me resultara fácil. Todos estábamos tan obsesionados por la venganza en la Guerra del Loco Yuri… Para cuando levanté la vista y volví a respirar, había asimilado por completo el hecho de que algún día iba a ser conde. Aunque no me imaginaba que algún día sería cincuenta años después. Es posible que tú también, Mark, pudieras tener muchos años para estudiar y entrenarte. Pero también es posible que mi título pudiera aterrizarte mañana mismo.

El hombre tenía setenta y dos años estándar, apenas maduro para un galáctico, viejo para el duro Barrayar. ¿El conde Aral se había utilizado a sí mismo hasta casi acabarse? Su padre, el conde Piotr había vivido veinte años más que eso, otra vida entera.

—¿Acaso Barrayar aceptaría un clon como heredero del conde Vorkosigan? —preguntó indeciso.

—Bueno, creo que ya es hora de empezar a desarrollar leyes. El tuyo sería un caso prueba importantísimo. Con suficiente voluntad concentrada, seguramente se lo haríamos tragar…

Mark no lo dudaba.

—Pero empezar una guerra legal me parece prematuro, por lo menos hasta que las cosas se aclaren con respecto a la crío-cámara. Por ahora, la historia pública es que Miles está fuera, en una misión, y tú nos visitas por primera vez. Todo cierto. No necesito destacar que los detalles son secretos.

Mark meneó la cabeza y asintió, aceptando, aturdido.

—¿Pero es necesario? Supongamos que nunca me hubieran creado y que Miles muriera en acción en alguna parte. Ivan Vorpatril sería su heredero.

—Sí —dijo el conde—, y la Casa Vorkosigan terminaría allí después de once generaciones de descendencia directa.

—¿Y cuál es el problema?

—El problema es que no es el caso. Tú existes. El problema es… que siempre quise que el hijo de Cordelia fuera mi heredero. Ya sabes que, medida en niveles ordinarios, estamos discutiendo mucha propiedad.

—Pensé que la mayoría de sus tierras ancestrales estaba en la oscuridad después de la destrucción de Vorkosigan Vashnoi.

El conde se encogió de hombros.

—Algo queda. Esta residencia, por ejemplo. Pero no se trata sólo de propiedades; como dice Cordelia, todo eso viene con un trabajo de tiempo completo. Si permitimos que tú seas pretendiente, debes admitir que ese trabajo te pretende a ti.

—Pueden quedarse con todo —dijo Mark con toda sinceridad—. Yo firmo lo que quieran.

El conde hizo una mueca.

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