El Árbol del Verano (40 page)

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Authors: Guy Gavriel Kay

Tags: #Aventuras, Fantástico

El rostro de Ivor se entristeció.

—Ay, hijo mío —dijo con mucha suavidad—. En algunos aspectos tú sabes mejor a dónde vas. Tú también eres joven y, por supuesto, también le pediré a él que cuide de ti y de todo lo demás. Os lo pido a los dos. ¿Comprendes, Davor?

Él comprendió, claro que demasiado tarde. De nuevo había sido un idiota. Otra vez.

Y ya no tenía tiempo para remediarlo, pues habían acabado de dar la vuelta al campamento, y Levon, Torc y diecisiete jinetes más estaban esperándolo montados a caballo; y, al parecer, todos los que formaban la tercera tribu se habían reunido para verlos partir.

Ya no tuvo tiempo de intercambiar ni una palabra en privado con el jefe. Pero lo había abrazado estrechamente esperando que Ivor entendiera de algún modo lo que eso significaba; lo esperaba, pero no estaba seguro.

Luego emprendió la marcha, hacia el sur, a Brennin, a casa; de su silla de montar colgaba el hacha y detrás llevaba el saco de dormir; también dejaba detrás otras muchas cosas, pero ya no podía hacer nada.

En medio de la oscuridad, sólo atenuada por la luz de las estrellas, Dave abrió de nuevo los ojos. Allí cerca estaba todavía Levon, velando por todos, velando por él. Kevin Laine habría sabido cómo acabar aquella última conversación con el jefe, pensó de pronto; luego se durmió.

Al día siguiente se levantaron poco antes de la salida del sol. Levon imponía una marcha enérgica, pero no desaforada; los caballos tenían que llegar muy lejos y los dalreis sabían cómo hacer esa clase de cosas. Cabalgaban formando un grupo compacto, precedido a unos ochocientos metros de distancia por tres hombres que eran relevados cada dos horas. Con rapidez y sigilo, había recomendado Gereint, y además sabían que Torc había visto un svart alfar hacia el sur dos semanas antes. Levon podía forzar hasta el riesgo en las cacerías, pero no era un hombre imprudente; era difícil que pudiera serlo siendo hijo de Ivor. Los obligaba a llevar una velocidad vigilante y los árboles de las estribaciones de Pendaran iban quedando a su derecha mientras el sol se alzaba en el cielo.

Al contemplar los bosques a menos de dos kilómetros, Dave sintió una cierta preocupación. Espoleando su caballo alcanzó a Levon, que iba a la cabeza del grupo.

—¿Por qué —preguntó sin preámbulos— cabalgamos tan cerca del bosque?

Levon sonrió.

—Eres el séptimo hombre que me lo pregunta —contestó con aire jovial—. La razón es simple: he escogido el camino más largo. Si torcemos hacia el este, tendremos que vadear dos ríos y enfrentarnos con un terreno accidentado entre ambos. Esta ruta nos lleva al oeste de la bifurcación donde el Rienna afluye en el Adein. Sólo tendremos que atravesar un río y, como ves, el camino es fácil.

—Pero, ¿y el bosque? Yo suponía que era…

—Pendaran es mortal para quien se interna en él. Nadie lo hace. Pero el Bosque es vengativo, no diabólico, y, a menos que lo atravesemos, los poderes mágicos que residen en él no se despertarán, aunque cabalguemos tan cerca. Hay supersticiones que no concuerdan con esto, pero a mí me ha enseñado Gereint lo que te he dicho.

—¿Y no hay peligro de emboscadas, por ejemplo de esos svarts alfar?

Levon dejó de sonreír.

—Un svart alfar prefiere morir antes que entrar en Pendaran —dijo—. El Bosque no perdona a ninguno de nosotros.

—¿Por qué? —preguntó Dave.

—Por Lisen —respondió Levon—. ¿Quieres que te cuente la historia?

—No veo nada mejor que hacer —opinó Dave.

—Primero tengo que explicarte algo acerca de los magos. Manto de Plata te trajo aquí.

¿No viste con él a Matt Sören?

—El enano. Claro que lo vi.

—¿Sabes cómo están unidos uno a otro?

—No tengo ni idea. ¿Es que lo están?

—Por cierto —dijo Levon.

Y, mientras cabalgaban hacia el sur por la pradera, Dave se enteró, como Paul Schafer cuatro noches antes, de la unión entre el mago y su fuente, y de la magia que fundamenta esa unión. Apenas Levon había empezado su relato, Torc se puso en silencio a su lado.

Los tres cabalgaron juntos, unidos por el ritmo y la cadencia de la tragedia de Lisen.

—Es una larga historia —comenzó Levon—. En ella convergieron y de ella surgieron muchos acontecimientos importantes. Yo no la sé toda entera, pero sé que todo se inició en los días que precedieron al Bael Rangat.

»En aquellos días, antes de que un mago fuera tal como te he contado que son ahora, Amairgen, un consejero de Conary, el soberano rey de Paras Derval, salió solo a caballo de Brennin.

»La magia, en aquel entonces, era suministrada por la raíz de la tierra, el avarlith, y a su vez el avarlith estaba en poder de las sacerdotisas de la Madre en Gwen Ystrat, que lo custodiaban celosamente. Amairgen era un hombre orgulloso y genial y lo impacientaba ese control. Por eso se marchó aquella mañana de primavera, para averiguar si era necesario que las cosas fueran siempre así.

»Así llegó, después de muchas aventuras que forman parte de la historia pero que yo desconozco en su mayoría, a la sagrada arboleda de Pendaran. El Bosque no era todavía un lugar inquietante, pero en él residían ya poderes mágicos a quienes no les agradaba la presencia de los hombres, y mucho menos en la arboleda. Pero Amairgen era un hombre valiente y había viajado largo tiempo sin encontrar respuesta a su demanda; por eso, corriendo un riesgo enorme, pasó la noche solo en aquel lugar.

»Hay varias canciones sobre lo que sucedió aquella noche: las tres visitas que tuvo y sobre la batalla que sostuvo su mente contra el espíritu de la tierra que surgió a través de la hierba; fue una noche larga y terrible y se cuenta que ningún otro hombre que no fuera él habría sobrevivido ni habría podido conservar su cordura hasta lograr ver el alba.

»Sea como fuere, justo antes de la mañana se le apareció a Amairgen una cuarta visita, y ésta llegaba de parte del dios, de Mörnir, y fue una visita benefactora pues enseñó a Amairgen los misterios de la ciencia de los cielos que liberaban para siempre de la Madre a los magos.

»Se cuenta que después de esto estalló la guerra entre los dioses, pues la diosa estaba encolerizada por lo que Mörnir había hecho, y duró mucho tiempo hasta que la diosa se apaciguó. Algunos dicen, aunque no sé si es cierto, que esta discordia y el caos subsiguiente dieron a Maugrim, el Desenmarañador, la oportunidad de escapar a la vigilancia de los dioses jóvenes. Llegó desde los lugares donde residían y se instaló en las tierras al norte de Fionavar. Muchas canciones y cuentos así lo narran. Otros dicen que siempre vivió aquí o que llegó a Fionavar cuando los ojos del Tejedor estaban ofuscados por el amor ante la primera aparición de los lios alfar, los Hijos de la Luz.

Incluso otros cuentan que esto sucedió mientras el Tejedor lloraba cuando el primer hombre mató a su hermano. Yo no lo sé; hay muchas versiones diferentes. Pero él está aquí y no puede ser matado. Los dioses garantizan que permanecerá siempre encadenado.

»Sea como fuere, cuando Amairgen se levantó por la mañana con los misterios de un enorme poder en su corazón, corría un peligro mortal; en efecto, el Bosque, que tenía sus propios guardianes, estaba realmente enfurecido de que se hubiera atrevido a permanecer en la arboleda toda la noche, y Lisen fue enviada para que rompiera su corazón y lo matara.

»Sólo hay una canción que cuenta su encuentro. Fue compuesta no mucho después por Ra-Termaine, el más grande de los cantores, señor por entonces de los lios alfar, y la compuso en homenaje y recuerdo de Amairgen. Es la canción más hermosa jamás escrita, y ningún poeta ha osado desde entonces componer otra sobre este asunto.

»En aquellos días había sobre la Tierra pueblos muy poderosos y entre todos ellos Lisen del Bosque era como una reina. Era un espíritu del bosque, una deiena, como hay muchas allí, pero Lisen era mucho más. Se cuenta que la noche en que nació en Pendaran, la estrella de la tarde brillaba tanto como la Luna, y todas las diosas, desde Ceinwen a Nemain, le dieron el regalo de la belleza a aquella niña en la arboleda, y las flores se abrieron por la noche con el resplandor que surgia cuando todas ellas se congregaban en el lugar. Nadie ha sido o será alguna vez más bella que Lisen y, aunque las deienas viven mucho tiempo, Dana y Mörnir la hicieron inmortal para que su belleza nunca se perdiera.

»Todos estos dones le fueron concedidos cuando nació, pero ni siquiera los dioses pueden conformar con exactitud lo que van a ser, y muchos dicen que esta verdad es el corazón de toda esta larga historia. Sea como sea así, en la mañana que siguió a su batalla, Lisen llegó hasta Amairgen para romper su corazón con su belleza y castigarlo por el atrevimiento que había tenido aquella noche. Pero, según cuenta la canción de Ra-Termaine, Amairgen aquella mañana estaba como en éxtasis, revestido de poder y sabiduría, y en sus ojos se veía la presencia de Mörnir. Y así los designios del dios obran para anular los designios del dios, pues al llegar junto a él, revestida con su belleza como una estrella Lisen se enamoró de él y él de ella, y de esta forma se entretejió su suerte aquella mañana en la arboleda.

»Ella se convirtió en su fuente y, antes de que se pusiera el Sol, él le había enseñado los misterios. Ellos se convirtieron según el ritual en mago y fuente, de modo que, aquel día en la arboleda, fue forjada la primera alianza mágica. Aquella noche yacieron juntos y, según cuenta la canción, Amairgen durmió una segunda noche en la arboleda sagrada, pero esta vez bajo el manto de los cabellos de Lisen. A la mañana siguiente se marcharon juntos de aquel lugar, unidos como hasta aquel día no lo habían estado nunca dos criaturas vivientes. Y, como Amairgen era la mano derecha de Conary tenía que enseñar a otros hombres la ciencia de los cien, volvió a Paras Derval y fundó el Consejo de Magos y Lisen se fue con él abandonando el refugio del Bosque.

Levon calló y cabalgaron en silencio largo tiempo Luego continuó:

—La historia se complica ahora a partir de aquí se entremezcla con otras historias de los Grandes Años aquellos tiempos, el que nosotros llamamos el Desenmarañador levantó su fortaleza de Starkadh en el hielo y desde allí asoló todas las tierras con la guerra. Se cuentan muchas hazañas de aquellos tiempos. La que cantan los dalreis es la cabalgata de Revor y es con mucho la menor de las heroicidades que entonces se llevaron a cabo. Pero Amairgen Rama Blanca, como fue llamado desde entonces por el bastón que para él encontró Lisen en Pendaran, fue el centro de la guerra y junto a él estaba siempre Lisen, la fuente de su poder y de su alma.

»Hay otras muchas historias, Davor, pero, para resumir, sucedió que Amairgen se enteró con sus artes mágicas de que Maugrim se había apoderado de un lugar de gran poder, escondido lejos, en el mar, y que de allí extraía gran parte de su fuerza.

»Decidió que aquella isla debía ser encontrada y arrebatada de manos de la Oscuridad.

Por eso reunió una expedición de cien lios alfar y hombres, entre ellos tres magos, y se hicieron a la mar hacia el oeste desde Taerlindel para buscar Cader Sedat, pero dejó a Lisen en tierra.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó atónito Dave.

Fue Torc quien le respondió.

—Era una deiena —dijo, articulando sus palabras con dificultad—. Las deienas mueren en el mar. Su inmortalidad está sujeta a la naturaleza de su esencia.

—Así es —corroboró Levon con calma—. Antes de partir construyeron para ella la torre de Anor en la parte más occidental de Pendaran. Incluso en plena guerra, los hombres, los lios alfar y los poderes del Bosque se reunieron para construirlo para ella, que era abandonada por su amor. Luego ella se puso sobre la frente la Diadema de Lisen, regalo de despedida de Amairgen. La Luz contra la Oscuridad, así era llamada esa Diadema, porque brillaba con luz propia; y con esa luz sobre su frente, tan bella como no había existido otra igual en el mundo, Lisen ignoró la guerra y el Bosque y, subiendo a lo más alto de la torre, se sentó mirando hacia el oeste, hacia el mar, para que la luz que llevaba en su frente pudiera mostrar a Amairgen el camino de retorno a casa.

»Nadie sabe lo que le sucedió a él y a los que con él navegaban en aquel barco. Sólo se sabe que, una noche, Lisen y los que con ella estaban de guardia en el Anor vieron un barco oscuro que navegaba a lo largo de la costa a la luz de la Luna. Y se dice que la Luna, que en aquella hora se estaba poniendo por el oeste, brillaba a través de las velas hechas jirones con una luz fantasmal; y pudieron ver que el barco era el de Amairgen y que estaba vacío. Después, cuando la Luna hubo desaparecido en el mar, el barco desapareció para siempre jamás.

»Lisen se quitó la Diadema de la frente y la arrojó; luego soltó sus cabellos para estar tal como la primera vez que se encontraron en la arboleda. Después saltó a la oscuridad del mar y murió.

Dave se dio cuenta de que el Sol estaba ya muy alto en el cielo. Le parecía de alguna forma mentira que el día pudiera ser tan espléndido.

—Creo —susurró Levon-— que voy a cabalgar en cabeza durante un rato.

Espoleó su caballo para ponerlo al galope. Dave y Torc se miraron uno a otro, pero ninguno de los dos dijo nada. La Llanura se extendía hacia el este, el Bosque quedaba al oeste y el Sol brillaba en lo más alto del cielo.

Levon cabalgó en cabeza durante dos turnos. Más tarde lo relevó Dave. Hacia la puesta del Sol vieron un cisne negro que volaba muy alto dirigiéndose directamente al norte. Su vista los llenó de una vaga e inexplicable sensación de inquietud. Y sin decir una palabra aceleraron la marcha.

A medida que avanzaban hacia el sur, Pendaran iba quedando hacia el oeste. Dave sabía que estaba allí aunque, al caer la oscuridad, el Bosque ya no podía verse. Cuando se detuvieron para pasar la noche, la pradera se extendía en todas direcciones bajo el pródigo resplandor de las estrellas del verano, sólo empañadas por una delgadísima Luna.

Más tarde, aquella misma noche, un perro y un lobo sostenían una dura batalla en el bosque de Mörnir y, más tarde aún, la daga de Colan sería desenvainada, con un sonido parecido al que producen las cuerdas de un arpa, en una cámara subterránea junto al lago de Eilathen.

Al alba el Sol apareció rojo y con él se levantó un calor seco e insoportable. Desde el primer momento la expedición viajó con más velocidad que el día anterior. Levon aumentó a cuatro el número de hombres en cabeza y acortó la distancia entre ellos y el grueso de la expedición, de modo que ambos grupos no se perdieron de vista ni un momento.

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