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Authors: Dan Simmons

Tags: #ciencia ficción

El ascenso de Endymion (37 page)

—Capitana del
Gabriel
—dijo Lourdusamy.

—Afirmativo, excelencia. El mensaje de la nave, encriptado para que lo leyera únicamente yo, decía que las naves-antorcha éxters estaban destruidas, pero que el
Rafael
se había rebelado, aceleraba hacia un punto de traslación no autorizado y no respondía a la orden de detenerse.

—En otras palabras —ronroneó Lourdusamy—, una nave de Pax había sufrido un motín.

—Eso parecía, excelencia. Aunque, en este caso, el motín parecía encabezado por el capitán de la nave.

—El padre capitán De Soya.

—Sí, excelencia.

—¿Y hubo intentos de comunicarse con el agente del Santo Oficio que estaba a bordo del
Rafael
?

—Sí, excelencia. El padre capitán De Soya alegó que Liebler estaba cumpliendo con sus deberes. A la madre capitana Stone le pareció improbable.

—¿Y cuando se cuestionó el cambio de punto de traslación? —preguntó Lourdusamy.

—El padre capitán De Soya respondió que yo había enviado nuevas órdenes para el
Rafael
antes del traslado de nuestro grupo.

—¿La madre capitana Stone aceptó esta explicación?

—Negativo, excelencia. La madre capitana cerró la distancia entre los dos arcángeles y se enfrentó al
Rafael
.

—¿Cuál fue el resultado de ese enfrentamiento, almirante?

Aldikacti titubeó sólo un instante.

—Excelencia, Su Santidad, la madre capitana Stone había utilizado un código clasificado para su mensaje, así que pasó un día completo en Tau Ceti, el tiempo que se requería para mi resurrección de emergencia, hasta que yo leí el mensaje y autoricé un retorno inmediato a Lucifer.

—¿Cuántas naves llevó consigo, almirante?

—Tres, excelencia. Mi nave insignia, el
Uriel
, con una nueva tripulación, y dos de los arcángeles que se habían reunido con nosotros en el sistema Tau Ceti, el
Mikal
y el
Izrail.
Entendía que el riesgo de acelerar la resurrección de las tripulaciones de GEDEÓN era demasiado grande.

—Aunque usted aceptó personalmente ese riesgo, almirante —dijo Lourdusamy.

Aldikacti no dijo nada.

—¿Qué sucedió entonces, almirante?

—Saltamos de inmediato al sistema Lucifer, excelencia. Allí nos sometimos a una resurrección automática de doce horas. Muchas resurrecciones fallaron. Combinando el personal resucitado de las tres naves, pude dotar de tripulantes al
Uriel
. Dejé las otras dos naves estelares en trayectorias pasivas pero con defensa automática, mientras buscaba el
Gabriel
y el
Rafael
. No encontré a ninguno de los dos. Pero pronto descubrimos un radiofaro al otro lado del sol amarillo de Lucifer.

—Y el radiofaro era de... —urgió Lourdusamy.

—La madre capitana Stone. El radiofaro contenía la versión del grabador de combate del
Gabriel
. Mostraba la batalla que se había librado menos de dos días antes. Stone había intentado destruir el
Rafael
con armas de plasma y fusión. Esos intentos fracasaron. El
Gabriel
se enfrentó a la nave del padre capitán De Soya con el rayo de muerte.

Hubo silencio en la capilla. Isozaki notó que la luz de las fluctuantes velas votivas pintaba de rojo el dolorido rostro de Su Santidad, el papa Urbano XVI.

—¿El resultado de ese combate? —preguntó Lourdusamy.

—Ambas tripulaciones perecieron —dijo Aldikacti—. Según los instrumentos del
Gabriel
, el
Rafael
completó la traslación automática. La madre capitana Stone había ordenado a sus tripulantes que ocuparan sus puestos de combate en nichos de resurrección. Había programado los ordenadores del
Gabriel
para resucitarla a ella y varios miembros esenciales de la dotación en un ciclo de emergencia de ocho horas. Sólo ella y uno de sus oficiales sobrevivieron a la resurrección. La madre capitana Stone lanzó el radiofaro y aceleró hacia el punto de traslación del
Rafael
. Estaba dispuesta a buscar y destruir la nave, preferiblemente antes que De Soya y su tripulación completaran la resurrección, si estaban en sus nichos en el momento del ataque.

—¿La madre capitana Stone sabía a qué sistema conducía ese punto de traslación, almirante?

—Negativo, excelencia. Había demasiadas variables en juego.

—¿Y cuál fue su respuesta a los datos del radiofaro, almirante?

—Esperé doce horas, hasta que otros tripulantes del Mikal y el Izrail completaran la resurrección, excelencia. Luego trasladé las tres naves por el punto de salto indicado por el
Rafael
y el
Gabriel
. Deje un segundo radiofaro para los arcángeles que pronto me seguirían desde Tau Ceti.

—¿No le pareció necesario esperar esas naves?

—No, excelencia. Me pareció oportuno efectuar el traslado en cuanto mis naves estuvieran preparadas para el combate.

—Pero le pareció oportuno esperar a la tripulación de las dos naves, almirante. ¿Por qué no inició la persecución de inmediato, con sólo el
Uriel
?

Aldikacti no titubeó.

—Era una decisión de combate, excelencia. Era muy probable que el padre capitán De Soya hubiera llevado el
Rafael
a un sistema éxter, posiblemente mucho mejor armado que los que había encontrado el grupo GEDEÓN. También me parecía probable que la nave de la madre capitana Stone, el
Gabriel
, hubiera sido destruida por el
Rafael
o naves éxters dentro de ese sistema desconocido. Entendí que tres naves de línea eran la fuerza mínima que podía utilizar en esta situación desconocida.

—¿Y era un sistema éxter, almirante?

—Negativo, excelencia. Al menos, no se descubrieron rastros de los éxters en las dos semanas de investigación que sucedieron al incidente.

—¿Adonde la llevó el punto de traslación, almirante?

—A la capa externa de una gigante roja —dijo la almirante Aldikacti—. Nuestros campos de contención estaban activados, por supuesto, pero faltó poco para que nos destruyera.

—¿Sus tres naves salieron ilesas, almirante?

—Negativo, excelencia. El
Uriel
y el
Izrail
sobrevivieron a la salida de la estrella y a los procedimientos de enfriamiento de campo de contención. El
Mikal
se perdió con todos sus ocupantes.

—¿Y encontró el
Gabriel
y el
Rafael
, almirante?

—Sólo el
Gabriel
, excelencia. Lo descubrimos flotando a dos UA de la gigante roja. Todos los sistemas estaban inutilizados. Se había deteriorado el campo de contención y el interior de la nave se había derretido.

—¿Logró encontrar y resucitar a la madre capitana Stone y el resto de la tripulación, almirante?

—Lamentablemente no, excelencia. No había material orgánico suficiente para efectuar la resurrección.

—¿El derretimiento se debía a la emergencia en la gigante roja o a un ataque del
Rafael
o fuerzas éxters, almirante?

—Nuestros expertos en materiales están evaluando la situación, excelencia, pero el informe preliminar sugiere una sobrecarga debida a causas tanto naturales como de combate. Las armas usadas podían pertenecer al
Rafael
.

—¿Me está diciendo que el
Gabriel
libró una batalla automática cerca de ese sol rojo, almirante?

—Dentro de la estrella, excelencia. Parece que el
Rafael
viró, reingresó en la estrella y atacó al
Gabriel
en cuanto emergió del espacio Hawking.

—¿Y es posible que el
Rafael
también fuera destruido en este segundo enfrentamiento, que la nave se incinerase dentro de la estrella?

—Es posible, excelencia, pero no estamos trabajando con ese supuesto. Sospechamos que el padre capitán De Soya se trasladó fuera del sistema, hacia un destino desconocido del Confín.

Lourdusamy asintió, haciendo temblar su papada.

—Almirante Marusyn —dijo—, ¿puede darnos una evaluación de esta amenaza, en caso de que el
Rafael
haya sobrevivido?

El almirante avanzó un paso.

—Excelencia, debemos suponer que el padre capitán De Soya y los demás amotinados son hostiles a Pax y que el robo de una nave clase arcángel fue premeditado. También debemos suponer lo peor... que el robo de nuestro sistema de armamentos más secreto y letal se realizó en coordinación con los éxters. —El almirante hizo una pausa—. Excelencias, Su Santidad, con el motor Gedeón, cualquier punto de este brazo de la galaxia está a un instante de cualquier otro. El
Rafael
podría trasladarse a cualquier sistema de Pax, incluso Pacem, sin dejar estelas Hawking como las naves éxters. El
Rafael
podría atacar las rutas de transporte de Mercantilus, hostigar mundos y colonias indefensos y causar estragos antes de que una fuerza de Pax pudiera responder.

El papa alzó un dedo.

—Almirante Marusyn, ¿debemos entender que la valiosa tecnología Gedeón puede caer en manos de los éxters y ser imitada... y así impulsar muchas naves del enemigo?

El rojo rostro de Marusyn enrojeció aún más.

—Su Santidad, es improbable, sumamente improbable. Las etapas de manufacturación de un arcángel Gedeón son tan complejas, el coste es tan prohibitivo, el secreto de ciertos componentes está tan bien guardado...

—Pero es posible —interrumpió el papa.

—Sí, Su Santidad.

El papa alzó la mano como una espada cortando el aire.

—Creo que hemos oído todo lo que necesitábamos oír de nuestros amigos de la flota de Pax. Suficiente, almirante Marusyn, almirante Aldikacti, almirante Wu.

Los tres oficiales hicieron una genuflexión, inclinaron la cabeza, se levantaron y se alejaron de Su Santidad. La puerta se cerró con un susurro cuando salieron.

Ahora quedaban diez dignatarios, además de los silenciosos asistentes papales y el consejero Albedo.

El papa inclinó la cabeza hacia Lourdusamy.

—¿Medidas, Simón Augustino?

—El almirante Marusyn recibirá una amonestación y será transferido al personal general —murmuró Lourdusamy—. La almirante Wu ocupará su puesto como comandante en jefe provisional de la flota hasta que se encuentre un reemplazo adecuado. En cuanto a la almirante Aldikacti, se ha recomendado su excomunión y ejecución por pelotón de fusilamiento.

El papa asintió tristemente.

—Ahora oiremos al cardenal Mustafa, la cardenal Du Noyer, el ejecutivo Isozaki y el consejero Albedo, antes de terminar con este asunto.

—Así finalizó la investigación oficial del Santo Oficio relacionada con los sucesos de Marte —concluyó el cardenal Mustafa. Miró al cardenal Lourdusamy—. Fue entonces cuando el capitán Wolmak dijo que era imperativo que mi séquito y yo regresáramos al arcángel
Jibril
, que todavía estaba en órbita de ese planeta.

—Por favor continúe, excelencia —murmuró el cardenal Lourdusamy—. ¿Puede contarnos la índole de la emergencia que según el capitán Wolmak exigía su regreso?

—Sí —respondió Mustafa, frotándose el labio inferior—. El capitán Wolmak había encontrado el carguero interestelar que había recibido cargamento procedente de la base extraoficial de la ciudad marciana de Arafat-kaffiyeh. Descubrió la nave a la deriva en el cinturón de asteroides del sistema de Vieja Tierra.

—¿Puede darnos el nombre de esa nave, excelencia? —preguntó Lourdusamy.


Saigon Maru
.

Kenzo Isozaki movió los labios a pesar de su control férreo. Recordaba la nave. Su hijo mayor la había tripulado durante sus primeros años de aprendizaje. El
Saigon Maru
había sido un viejo carguero de minerales, un transporte de tres millones de toneladas.

—¿Señor Isozaki? —rugió Lourdusamy.

—Sí, excelencia —respondió Isozaki con voz tersa y tranquila.

—La designación de la nave sugiere que pertenece a Mercantilus. ¿Es así, M. Isozaki?

—Sí, excelencia. Pero el
Saigon Maru
, si mal no recuerdo, se vendió como chatarra junto con una sesentena de cargueros obsoletos hace ocho años estándar.

—Excelencias, Su Santidad, ¿puedo hablar? —preguntó Anna Pelli Cognani. El otro ejecutivo le había susurrado algo por el minúsculo comlog.

—Ejecutiva Pelli Cognani —dijo el cardenal Lourdusamy.

—Nuestros registros muestran que el
Saigon Maru
fue vendido a contratistas independientes hace ocho años, tres meses y dos días estándar. Las transmisiones posteriores confirmaron que las naves se habían destruido y reciclado en las fundiciones automáticas orbitales de Armaghast.

—Gracias, Pelli Cognani —dijo Lourdusamy—. Cardenal Mustafa, puede continuar.

El gran inquisidor asintió y continuó con su informe, exponiendo sólo los detalles necesarios. Y mientras hablaba pensaba en las imágenes que no describía en detalle.

El
Jibril
y las naves-antorcha que lo acompañaban habían reducido la velocidad para ponerse a la par del oscuro carguero. El cardenal Mustafa siempre había imaginado que los cinturones de asteroides eran apiñamientos de pequeñas lunas pero, a pesar de las imágenes múltiples de la pantalla táctica, no había rocas a la vista, sólo la herrumbrada mole del negro carguero, medio kilómetro de tubos y cilindros. Mientras coincidían en velocidad y trayectoria, a sólo tres kilómetros de distancia, teniendo a popa el sol que había presenciado el nacimiento de la humanidad, el
Jibril
y el
Saigon Maru
parecían inmóviles. Sólo las estrellas giraban lentamente.

Mustafa recordaba y lamentaba su decisión de acompañar a los soldados que abordarían la nave. Había sufrido las indignidades de ponerse la armadura de combate de la Guardia Suiza: un dermotraje monomol D, una red neuronal IA, el traje espacial en sí —más aparatoso que los dermotrajes civiles, con su vaina polimeral de impacto—, los cinturones de equipo y el pak de reacción. El
Jibril
había inspeccionado el casco una docena de veces y estaba seguro de que nada se movía ni respiraba a bordo, pero se alejó a una distancia de ataque de treinta kilómetros en cuanto el gran inquisidor, el comandante de seguridad Browning, el sargento Nell Kasner, el mayor Piet y diez comandos saltaron de la escotilla.

Mustafa recordaba cómo le temblaba el pulso mientras se aproximaba al carguero muerto, entre dos comandos que lo llevaban como si fuera un paquete. Recordó el brillo del sol en visores dorados mientras los soldados se comunicaban con mensajes de banda angosta y señales de mano, ocupando posiciones a ambos lados de la cámara de presión abierta. Dos soldados entraron primero, sus paks de reacción palpitando en silencio, las armas de asalto listas. Los siguieron el comandante Browning y el sargento Kasner. Un minuto después llegó un mensaje codificado por el canal táctico y los custodios de Mustafa lo guiaron hasta la cámara de presión.

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