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Authors: Dan Simmons

Tags: #ciencia ficción

El ascenso de Endymion (58 page)

Papa Urbano XVI
: ¿Qué solicitas?

Caballero
: Solicito ser ordenado caballero del Santo Sepulcro.

Papa Urbano XVI
: Te recuerdo nuevamente que si todos los hombres deben sentirse honrados de practicar la virtud, más debe sentirlo un soldado de Cristo, que debe sentir la gloria de ser un caballero de Jesucristo y usar todos los medios para no mancillar su buen nombre. Por último, debe demostrar con sus actos y virtudes que es merecedor del honor que se le confiere y de la dignidad con que se lo inviste. ¿Estás preparado para prometer de palabra y en verdad observar las constituciones de esta sagrada orden militar?

El caballero pone las manos cruzadas en las manos de Su Santidad
.

Caballero
: Declaro y prometo de palabra y en verdad ante Dios Todopoderoso, a Jesucristo, Su Hijo, a la Bendita Virgen María, observar, como auténtico soldado de Cristo, todo lo que me han encomendado.

El papa Urbano XVI apoya la mano derecha en la cabeza del caballero.

Papa Urbano XVI
: Sé un fiel y valiente soldado de Nuestro Señor Jesucristo, un caballero de su Santo Sepulcro, fuerte y valeroso, para que un día seas admitido en su corte celestial.

Su Santidad entrega las espuelas doradas al caballero, diciendo
: Recibe estas espuelas que son símbolo de tu orden para la honra y defensa del Santo Sepulcro.

El maestro de ceremonias, cardenal Lourdusamy, entrega la espada desenvainada a Su Santidad, que la sostiene delante del caballero recién designado y se la devuelve al caballero maestro de ceremonias.

Maestro de ceremonias
: Recibe esta espada que simboliza la defensa de la Santa Iglesia de Dios y el derrocamiento de los enemigos de la Cruz de Cristo. Cuídate de no usarla para atacar a nadie injustamente.

Cuando el caballero maestro de ceremonias envaina la espada, Su Santidad la entrega al caballero recién designado.

Papa Urbano XVI
: Ten en cuenta que los santos no han conquistado reinos con la espada, sino por la fe.

Esta parte de la ceremonia se repite con cada candidato. Su Santidad recibe la espada desenvainada y toca el hombro derecho de cada caballero tres veces con la espada, diciendo
: Te designo y declaro soldado y caballero del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Después de devolver la espada al caballero maestro de ceremonias, Su Santidad cuelga del cuello de cada uno la cruz que es emblema de la orden, diciendo
: Recibe la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo para tu protección, y con ese propósito repite sin cesar: «Por la señal de la Cruz, libéranos, oh Señor, de nuestros enemigos.»

Cada caballero recién ordenado se levanta, se inclina ante Su Santidad y se aproxima al dignatario más alto para recibir su capa. El caballero asistente le entrega la gorra. Él se la pone y ocupa su sitio en los bancos.

Todos se ponen de pie cuando Su Santidad inicia el siguiente himno, que es continuado por todos los presentes
.

Veni creator,

ven, Espíritu Santo, Creador bendito.

Y busca Tu reposo en nuestras almas;

ven con Tu gracia y socorro celestial

a llenar los corazones que has creado.

Oh, confortador, por Ti clamamos,

don celestial de Dios Altísimo,

fuente de vida, amor y fuego,

y dulce unción desde lo alto.

Tú, en Tus septuplicados dones desconocido;

Tú, dedo nuestro de la mano de Dios;

Tú, promesa del Padre;

Tú, que en la espada insuflas llamas.

Anima nuestros sentidos desde lo alto,

y calma el corazón de los que mueren;

con firme paciencia y alta virtud,

compensa la debilidad de la carne.

Ahuyenta al enemigo que tememos,

y otórganos en cambio Tu ira.

Así no admitiremos, contigo por guía,

que nos sea negada la victoria.

Oh, permítanos Tu gracia

conocer al Padre y al Hijo,

Y a Ti, por incontables testimonios,

de ambos Espíritu eterno y bendito.

Gloria al Padre y al Hijo,

que se levantó de la muerte.

A Ti vayan todos, Santa Espada y Escudo,

así en Pax como en el Cielo.

Papa Urbano XVI
: Y todos los enemigos de Cristo deben sucumbir.

Todos
: Amén.

Salen Su Santidad y el maestro de ceremonias.

En vez de regresar a sus apartamentos apostólicos, el papa condujo al cardenal a una pequeña habitación cerca de la Capilla Sixtina.

—La Sala de las Lágrimas —dijo el cardenal Lourdusamy—. Hace años que no entro aquí.

Era una pequeña habitación con azulejos pardos ennegrecidos por el tiempo, empapelado rojo, techo medieval abovedado, algunos candelabros de oro, sin ventanas pero con gruesas e incongruentes cortinas blancas en una pared escarlata. La habitación estaba exiguamente amueblada: un sofá rojo en un rincón, una mesilla negra con altar con un paño de lino blanco, y un bastidor esquelético en el centro, donde colgaba una antigua, amarillenta y perturbadora alba con casulla, con dos zapatos blancos absurdamente decorados, las puntas encorvadas por la edad.

—Esta prenda perteneció al papa Pío XII —dijo el pontífice—. Se la puso aquí en 1939 después de su elección. La hicimos sacar del Museo Vaticano y la hemos puesto aquí. La visitamos en ocasiones.

—El papa Pío XII —murmuró el cardenal Lourdusamy. El secretario de Estado se preguntó si ese papa tenía alguna significación especial. Sólo recordaba la perturbadora estatua de Pío XII hecha casi dos milenios atrás, en 1964, por Francesco Messina, ahora relegada a un corredor subterráneo del Vaticano. El Pío XII de Messina estaba pintado con rasgos toscos, gafas redondas tan vacías como las cuencas oculares de una calavera, el brazo derecho alzado defensivamente, con dedos huesudos, como tratando de ahuyentar los males de su tiempo.

—¿Un papa guerrero? —preguntó Lourdusamy.

El papa Urbano XVI sacudió fatigosamente la cabeza. La pesada mitra bordada le había dejado una marca en la frente.

—No nos interesa su reinado durante la guerra mundial de Vieja Tierra —dijo el Santo Padre— sino los complejos tratos que debió realizar con el mismísimo corazón de las tinieblas con el propósito de preservar la Iglesia y el Vaticano.

Lourdusamy asintió lentamente.

—Los nazis y los fascistas —murmuró—. Desde luego. —El paralelismo con el Núcleo no era rebuscado.

Los sirvientes del papa habían preparado el té en la mesilla y el secretario de Estado ofició de criado personal de Su Santidad, sirviendo el té en una frágil taza de porcelana. El papa Urbano XVI lo agradeció con un gesto de la cabeza y sorbió el líquido humeante. Lourdusamy regresó a su sitio, cerca de las antiguas indumentarias, y miró críticamente al pontífice.
El corazón le molesta de nuevo. ¿Tendrá que pasar por otra resurrección y otro cónclave electivo pronto?

—¿Viste quién fue escogido como caballero representante? —preguntó el papa con voz más fuerte. Lo miró con ojos tristes e intensos.

El desprevenido Lourdusamy tuvo que pensar un segundo.

—Ah sí... Isozaki, el ex ejecutivo de Mercantilus. Será el caballero con liderazgo titular para la cruzada de Casiopea 4614.

—Una compensación. —Su Santidad sonrió.

Lourdusamy se frotó la papada.

—Tal vez M. Isozaki pensaba en una penitencia más seria, Su Santidad.

El papa lo miró inquisitivamente.

—¿Se prevén pérdidas graves?

—Un cuarenta por ciento de bajas. La mitad irrecuperables para la resurrección. La lucha en ese sector ha sido muy encarnizada.

—¿Y en otras partes? —preguntó el pontífice.

Lourdusamy suspiró.

—La inquietud se ha difundido a unos sesenta mundos de Pax, Su Santidad. Unos tres millones sufren el Contagio y han rechazado el cruciforme. Hay combates, pero nada que las autoridades de Pax no puedan manejar. Vector Renacimiento es el peor... unos setecientos cincuenta mil infectados, y se propaga muy deprisa.

El papa cabeceó y bebió té.

—Cuéntanos algo positivo, Simón Augustino.

—La nave mensajera que se trasladó desde el sistema T'ien Shan poco antes de la ceremonia —dijo el cardenal—. Desciframos de inmediato el holomensaje del cardenal Mustafa.

El papa sostuvo la taza y el platillo y esperó.

—Han encontrado a la Hija del Demonio. Se reunieron con ella en el palacio del Dalai Lama.

—Y... —urgió Su Santidad.

—No se llevó a cabo ninguna acción, por la presencia del demonio Alcaudón —dijo Lourdusamy, mirando las notas que tenía en su comlog de pulsera—. Pero la identificación es segura. La niña llamada Aenea, que ahora tiene poco más de veinte años estándar su guardaespaldas, Raul Endymion, a quien arrestamos y perdimos en Mare Infinitus hace más de nueve años... y los demás.

El papa se tocó los finos labios con sus finos dedos.

—¿Y el Alcaudón?

—Apareció sólo cuando la niña fue amenazada por los oficiales de la Guardia Noble de Albedo —dijo el cardenal Lourdusamy—. Luego desapareció. No hubo lucha.

—¿Pero el cardenal Mustafa desaprovechó el momento? —preguntó el papa.

Lourdusamy asintió.

—¿Y todavía crees que Mustafa es la persona indicada para esta misión? —murmuró el papa Urbano XVI.

—Sí, Santo Padre. Todo sale de acuerdo con lo planeado. Esperábamos establecer contacto antes del arresto.

—¿El
Rafael
?

—Todavía no hay señales de él, pero Mustafa y la almirante Wu están seguros de que De Soya aparecerá en el sistema de T'ien Shan antes del tiempo asignado para capturar a la niña.

—Ciertamente rezamos para que así sea —dijo el pontífice—. ¿Sabes, Simón Augustino, cuánto daño ha causado a nuestra cruzada esa nave rebelde?

Lourdusamy sabía que era una pregunta retórica. El mismo, el Santo Padre y los agitados almirantes de la flota habían analizado informes de combate, listas de bajas y pérdidas en tonelaje durante cinco años. El
Rafael
y el traidor capitán De Soya habían estado a punto de ser destruidos o capturados varias veces, pero siempre se las apañaban para escapar al espacio éxter, dejando convoyes desbandados, cascos vapuleados, naves de Pax destrozadas. La incapacidad de la flota para capturar ese arcángel rebelde se había convertido en una vergüenza, el secreto mejor guardado de Pax.

Pero eso terminaría pronto.

—Los elementos de Albedo calculan un noventa y cuatro por ciento de probabilidades de que De Soya muerda el anzuelo —dijo el cardenal.

—¿Cuánto hace que la flota y el Santo Oficio plantaron la información? —preguntó el papa, terminando el té y apoyando la taza y el platillo en el borde del sofá.

—Cinco semanas estándar. Wu ordenó que fuera encriptada en la IA de una de las naves-antorcha escolta que el
Rafael
atacó en el linde del sistema Ofiuca. Pero la encriptación no es tan compleja como para que los sistemas mejorados por los éxters que tiene el
Rafael
no puedan descifrarla.

—¿De Soya y su gente no olerán una trampa? —preguntó el hombre que una vez había sido el padre Lenar Hoyt.

—Improbable, Su Santidad. Hemos usado antes esa encriptación para pasar información fiable a De Soya y...

El papa irguió la cabeza con irritación.

—Cardenal Lourdusamy, ¿me estás diciendo que sacrificaste naves y vidas inocentes de Pax, vidas imposibles de resucitar, sólo para asegurarte de que los renegados se fíen de esta información?

—Sí, Su Santidad —dijo Lourdusamy.

El papa suspiró y asintió.

—Lamentable pero comprensible, dado lo que está en juego.

—Además —continuó el cardenal— ciertos oficiales de la nave destinada a ser capturada por el
Rafael
estaban condicionados por el Santo Oficio, de modo que también tuvieran información sobre cuándo pensábamos avanzar sobre la niña Aenea y el mundo de T'ien Shan.

—¿Todo esto se preparó con meses de antelación?

—Sí, Su Santidad. Fue una ventaja que nos dieron el consejero Albedo y el Núcleo cuando detectaron la activación del teleyector de T'ien Shan hace unos meses.

El pontífice apoyó las manos en sus muslos. Tenía los dedos azulados.

—¿Y a la Hija del Demonio se le ha negado esa escapatoria?

—Totalmente. El
Jibril
derritió la montaña que rodea el portal teleyector. El teleyector en sí es invulnerable, Su Santidad, pero en este momento está sepultado bajo veinte metros de roca.

—¿Y el Núcleo está seguro de que es el único teleyector de T'ien Shan?

—Totalmente, Su Santidad.

—¿Y los preparativos para el enfrentamiento con De Soya y su arcángel renegado?

—La almirante Wu puede describir los detalles tácticos, Su Santidad.

—Confiamos en tu descripción del plan general, Simón Augustino.

—Gracias, Santo Padre. La flota de Pax ha apostado cincuenta y ocho cruceros arcángel clase planetaria dentro del sistema de T'ien Shan. Han permanecido ocultos durante las últimas seis semanas estándar.

—Excúsanos, Simón Augustino —murmuró el papa—. ¿Pero cómo ocultas cincuenta y ocho arcángeles de combate?

El cardenal sonrió.

—Han apagado sus motores y flotan en posiciones estratégicas dentro del cinturón de asteroides del sistema interior y del cinturón exterior de Kniper, Su Santidad. Imposibles de detectar. Preparados para atacar en cualquier momento.

—¿El
Rafael
no escapará esta vez?

—No, Su Santidad. Las cabezas de once comandantes de la flota dependen del éxito de esta emboscada.

—Dejar un quinto de nuestra flota de arcángeles flotando durante semanas en ese sistema del Confín ha comprometido gravemente la efectividad de nuestra cruzada contra los éxters, cardenal Lourdusamy.

—Sí, Su Santidad. —El cardenal apoyó las palmas en su túnica y se sorprendió de encontrarlas húmedas. No sólo las cabezas de los oficiales de la flota dependían del éxito de la misión. Lourdusamy sabía que su propio futuro estaba en juego.

—Valdrá la pena si destruimos a este rebelde —murmuró el papa.

Lourdusamy contuvo el aliento.

—Suponemos que la nave y el padre capitán De Soya serán destruidos, no capturados —dijo Su Santidad.

—Sí, Santo Padre. Hay órdenes de pulverizar la nave.

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