Read El curioso incidente del perro a medianoche Online
Authors: Mark Haddon
Tags: #Drama, Infantil y juvenil, Intriga
Siobhan leyó la primera página y dijo que era diferente. Puso esa palabra entre comillas con el gesto de los dedos índice y medio. Dijo que en las novelas policíacas normalmente asesinan a personas. Dije que en
El perro de los Baskerville
matan a dos perros, el perro del título y el spaniel de James Mortimer, pero Siobhan dijo que ellos no eran las víctimas del asesinato, que la víctima era sir Charles Baskerville. Dijo que era así porque a los lectores les importa más la gente que los perros, así que si en el libro matan a una persona los lectores querrán seguir leyendo.
Le dije que yo quería escribir sobre algo real y que conocía a gente que había muerto de muerte natural pero no conocía a nadie que hubiera muerto de forma violenta, excepto al padre de Edward, del colegio, el señor Paulson, y que eso había sido un accidente de planeador, no un crimen, y que en realidad no lo conocía. También dije que me gustan los perros porque son leales y honestos, y algunos perros son más listos y más interesantes que algunas personas. Steve, por ejemplo, que viene al colegio los martes, necesita ayuda para comer y ni siquiera es capaz de traerte un palo si se lo lanzas. Siobhan me pidió que no le dijera eso a la madre de Steve.
Entonces llegó la policía. A mí me gustan los policías. Llevan uniformes y números y uno sabe lo que se supone que tienen que hacer. Había una policía y un policía. La mujer policía tenía un pequeño agujero en las medias a la altura del tobillo izquierdo y un arañazo rojo en medio del agujero. El policía llevaba pegada a la suela del zapato una gran hoja naranja, que le sobresalía por un lado.
La mujer policía rodeó con los brazos a la señora Shears y la llevó de vuelta a la casa.
Levanté la cabeza de la hierba.
El policía se agachó junto a mí y dijo:
—¿Quieres contarme qué está pasando aquí, jovencito?
Me senté y dije:
—El perro está muerto.
—De eso ya me he dado cuenta —dijo él.
—Creo que alguien ha matado al perro —dije.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó el policía.
—Tengo 15 años, 3 meses y 2 días —dije.
—¿Y qué hacías exactamente en el jardín? —preguntó.
—Tenía al perro en brazos —dije.
—¿Y por qué tenías al perro en brazos? —preguntó.
Una pregunta difícil. Era algo que yo quería hacer. Me gustan los perros. Me ponía triste ver que el perro estaba muerto.
Como me gustan los policías quería responder adecuadamente a la pregunta, pero el policía no me dio el tiempo suficiente para dar con la respuesta correcta.
—¿Por qué tenías al perro en brazos? —preguntó otra vez.
—Me gustan los perros —dije.
—¿Has matado al perro? —preguntó.
—Yo no he matado al perro —dije.
—¿La horca es tuya? —preguntó.
—No —dije.
—Parece que esto te ha alterado mucho —dijo.
Me estaba haciendo demasiadas preguntas y me las estaba haciendo demasiado rápido. Se me amontonaban como los panes en la fábrica donde trabaja el tío Terry. La fábrica es una panificadora y él maneja la máquina de rebanar. A veces la máquina no va lo bastante rápido pero el pan sigue llegando hasta causar un bloqueo. A veces me imagino mi mente como si fuera una máquina, aunque no siempre como una rebanadora de pan. Hace que me sea más fácil explicarles a los demás lo que pasa en mi interior.
El policía dijo:
—Voy a preguntarte una vez más…
Volví a rodar sobre la hierba y pegué la frente al suelo otra vez e hice ese ruido que Padre llama gemido. Hago ese ruido cuando llega demasiada información a mi cabeza desde el mundo exterior. Es como cuando estás alterado y sujetas la radio contra la oreja y la sintonizas entre emisoras y lo único que se oye es eso que llaman ruido blanco, y entonces subes el volumen al máximo y sabes que estás a salvo porque no puedes oír nada más.
El policía me agarró del brazo y me hizo ponerme en pie.
No me gustó que me tocara de esa forma.
Y entonces le pegué.
Éste no va a ser un libro gracioso. Yo no sé contar chistes ni hacer juegos de palabras porque no los entiendo. He aquí uno, a modo de ejemplo. Es uno de los de Padre.
El capitán dijo: «¡Arriba las velas!», y los de abajo se quedaron sin luz.
Sé por qué se supone que es gracioso. Lo pregunté. Es porque la palabra velas tiene dos significados, que son: 1) pieza de tela que tienen los barcos, y 2) cilindro de cera que se emplea para alumbrar.
Si trato de decir esta frase haciendo que la palabra signifique dos cosas distintas a la vez, es como si escuchara dos piezas distintas de música al mismo tiempo, lo cual es incómodo y confuso, no agradable como el ruido blanco. Es como si dos personas te hablaran a la vez sobre cosas distintas.
Y por eso en este libro no hay chistes ni juegos de palabras.
El policía me miró durante un rato sin hablar. Luego dijo:
—Voy a arrestarte por agredir a un agente de policía.
Eso me hizo sentir muchísimo más tranquilo porque es lo que los policías dicen en la televisión y en las películas.
Entonces dijo:
—Te recomiendo que te metas en el asiento de atrás del coche patrulla, porque si tratas de hacer alguna travesura más, capullín, me voy a cabrear de verdad. ¿Entendido?
Fui hasta el coche patrulla que estaba aparcado justo al otro lado de la verja. El policía abrió la puerta de atrás y me metí dentro. Se sentó al volante e hizo una llamada por radio a la mujer policía que aún estaba dentro de la casa. Dijo:
—El cabroncete acaba de darme un coscorrón, Kate. ¿Puedes quedarte un rato con la señora mientras lo dejo en comisaría? Haré que Tony se descuelgue por aquí y te recoja.
Y ella dijo:
—Claro. Luego te alcanzo.
El policía dijo:
—Vale pues.
Y nos fuimos.
El coche patrulla olía a plástico caliente y loción para después del afeitado y patatas fritas.
Miré el cielo mientras íbamos hacia el centro de la ciudad. Era una noche clara y se veía la Vía Láctea.
Hay gente que cree que la Vía Láctea es una larga línea de estrellas, pero no lo es. Nuestra galaxia es un disco gigantesco de estrellas de millones de años luz de diámetro y el Sistema Solar está cerca del borde exterior del disco.
Cuando miramos en dirección A, a 90
o
hacia el disco, no vemos muchas estrellas. Pero al mirar en la dirección B vemos muchas más estrellas porque miramos hacia la masa central de la galaxia. Y como la galaxia es un disco, lo que vemos es una franja de estrellas.
Entonces pensé en que durante mucho tiempo a los científicos les había desconcertado que el cielo sea oscuro por las noches pese a haber billones de estrellas en el universo, pues hay estrellas en todas las direcciones en que uno mire, así que el cielo debería estar lleno de luz estelar porque no hay casi nada que impida que la luz llegue a la Tierra.
Entonces descubrieron que el universo está en expansión, que las estrellas se alejan rápidamente unas de otras desde el Big Bang y que cuanto más lejos están las estrellas de nosotros más rápido se mueven, algunas de ellas casi a la velocidad de la luz, y eso explica por qué su luz nunca nos llega.
Me gusta este dato. Es algo que podemos comprender al mirar el cielo por la noche, pensando, sin tener que preguntárselo a nadie.
Cuando el universo haya acabado de explotar, las estrellas disminuirán su velocidad, como una pelota lanzada al aire, hasta detenerse y volver a caer hacia el centro del universo. Entonces nada nos impedirá ver todas las estrellas del mundo porque todas vendrán hacia nosotros, cada vez más rápido, y sabremos que pronto llegará el fin del mundo porque al alzar la mirada hacia el cielo por las noches no habrá oscuridad, sino la luz resplandeciente de billones de estrellas que se acercan.
Sólo que nadie verá eso porque ya no quedarán personas en la Tierra para verlo. Para entonces seguramente ya se habrán extinguido. Y en el caso de que queden algunas no lo verán, porque la luz será tan brillante y ardiente que todas morirán abrasadas, aunque vivan en túneles.
Para marcar los capítulos de los libros se suelen usar los números cardinales 1, 2, 3, 4, 5, 6, etcétera. Pero he decidido usar en mis capítulos los números primos 2, 3, 5, 7, 11, 13, etcétera, porque me gustan los números primos.
Así es como se obtienen los números primos.
Primero escribes todos los números enteros positivos del mundo.
Entonces quitas todos los números que son múltiplos de 2. Después los números múltiplos de 3. Después los números múltiplos de 4 y 5 y 6 y 7 y así sucesivamente. Los números que quedan son los números primos.
La regla para calcular números primos es muy sencilla, pero nadie ha dado con una fórmula para saber si un número muy grande es primo y cuál será el siguiente. Si un número es muy, muy grande, a una computadora puede llevarle años calcular si es un número primo.
Los números primos son útiles para crear códigos y en los Estados Unidos los consideran material militar y si descubres uno de más de 100 dígitos tienes que decírselo a la CÍA y te lo compran por 10.000 dólares. Pero no sería una forma demasiado buena de ganarse la vida.
Los números primos son lo que queda después de eliminar todas las pautas. Yo creo que los números primos son como la vida. Son muy lógicos pero no hay manera de averiguar cómo funcionan, ni siquiera aunque te pasaras todo el tiempo pensando en ellos.
Cuando llegué a la comisaría me hicieron quitarme los cordones de los zapatos y vaciarme los bolsillos en el mostrador de recepción por si tenía algo en ellos con lo que pudiera matarme o escapar o atacar a un policía.
El sargento al otro lado del mostrador tenía las manos muy velludas y se había mordido tanto las uñas que le habían sangrado.
He aquí lo que yo llevaba en los bolsillos: