Read El curioso incidente del perro a medianoche Online
Authors: Mark Haddon
Tags: #Drama, Infantil y juvenil, Intriga
También llevaba mi reloj y quisieron que lo dejara en el mostrador pero les dije que necesitaba llevar puesto el reloj porque necesitaba saber exactamente qué hora era. Cuando trataron de quitármelo me puse a gritar, así que dejaron que me lo quedara.
Me preguntaron si tenía familia. Dije que sí. Me preguntaron quién era mi familia. Dije que Padre, que Madre estaba muerta. Y dije que también estaba tío Terry, pero que vivía en Sunderland y que era el hermano de Padre, y que estaban también mis abuelos, pero tres de ellos habían muerto y la abuela Burton vivía en una residencia porque tenía demencia senil y decía que yo salía en la televisión.
Entonces me preguntaron el número de teléfono de Padre. Les dije que tenía dos números, uno de casa y otro que era un teléfono móvil, y les di ambos.
Me sentí bien en la celda policial. Era un cubo casi perfecto, de 2 metros de largo por 2 metros de ancho por 2 metros de alto. Contenía aproximadamente 8 metros cúbicos de aire. Tenía una pequeña ventana con barrotes y, en el lado opuesto, una puerta metálica con una trampilla larga y estrecha cerca del suelo para deslizar bandejas de comida al interior de la celda y otra trampilla más arriba para que los policías pudiesen mirar y comprobar que los prisioneros no se hubiesen fugado o suicidado. También había un banco acolchado.
Me pregunté cómo me escaparía si fuera una novela. Sería difícil porque las únicas cosas que tenía eran la ropa y los zapatos, que no tenían cordones.
Decidí que el mejor plan sería esperar a que hiciese un día de mucho sol y entonces utilizaría mis gafas para proyectar la luz solar en una de mis prendas de ropa y prender un fuego. Entonces me fugaría cuando vieran el humo y me sacaran de la celda. Y si no se dieran cuenta siempre podría hacer pipí en el fuego y apagarlo.
Me pregunté si la señora Shears le habría dicho a la policía que yo había matado a Wellington y si, cuando la policía descubriera que había mentido, la meterían a ella en la cárcel. Porque contar mentiras sobre la gente se llama calumniar.
La gente me provoca confusión. Eso me pasa por dos razones principales.
La primera razón principal es que la gente habla mucho sin utilizar ninguna palabra. Siobhan dice que si uno arquea una ceja puede querer decir montones de cosas distintas. Puede significar «quiero tener relaciones sexuales contigo» y también puede querer decir «creo que lo que acabas de decir es una estupidez».
Siobhan también dice que si cierras la boca y expeles aire con fuerza por la nariz puede significar que estás relajado, o que estás aburrido o que estás enfadado, y todo depende de cuánto aire te salga por la nariz y con qué rapidez y de qué forma tenga tu boca cuando lo hagas y de cómo estés sentado y de lo que hayas dicho justo antes y de cientos de otras cosas que son demasiado complicadas para entenderlas en sólo unos segundos.
La segunda razón principal es que la gente con frecuencia utiliza metáforas. He aquí ejemplos de metáforas.
Se murió de risa.
Era la niña de sus ojos.
Tenían un cadáver en el armario.
Pasamos un día de mil demonios.
Tiene la cabeza llena de pájaros.
La palabra metáfora significa llevar algo de un sitio a otro, y viene de las palabras griegas μετα (que significa de un sitio a otro) y φερειν (que significa llevar), y es cuando uno describe algo usando una palabra que no es literalmente lo que describe. Es decir, que la palabra metáfora es una metáfora.
Yo creo que debería llamarse mentira porque no hay días de mil demonios y la gente no tiene cadáveres en los armarios. Cuando trato de formarme una imagen en mi cabeza de una de estas frases me siento perdido porque una niña en los ojos de alguien no tiene nada que ver con que algo le guste mucho y te olvidas de lo que la persona decía.
Mi nombre es una metáfora. Significa «que lleva a Cristo» y viene de las palabras griegas χριστος; (que significa Jesucristo) y φερειν, y fue el nombre que le pusieron a san Cristóbal porque cruzó un río llevando a Jesucristo.
Eso te hace pensar en cómo se llamaría Cristóbal antes de cruzar el río con Jesucristo a cuestas. Pero no se llamaba de ninguna manera porque ésa es una historia apócrifa, lo cual significa que es, también, una mentira.
Madre solía decir que Christopher era un nombre bonito, porque es una historia sobre ser amable y servicial, pero yo no quiero que mi nombre se refiera a una historia sobre ser amable y servicial. Yo quiero que mi nombre se refiera a mí.
Era la 1.12 de la madrugada cuando Padre llegó a la comisaría. Yo no lo vi hasta la 1.28 pero supe que había llegado porque lo oí.
Gritaba: «Quiero ver a mi hijo» y «¿Por qué demonios lo han encerrado?» y «Por supuesto que estoy enfadado, no te jode».
Entonces oí que un policía le decía que se calmara. Entonces no oí nada durante un buen rato.
A la 1.28 un policía abrió la puerta de la celda y me dijo que tenía visita.
Salí. Padre estaba de pie en el pasillo. Levantó la mano derecha y abrió los dedos formando un abanico. Yo levanté la mano izquierda y abrí los dedos formando un abanico e hicimos que nuestros dedos se tocaran. Hacemos eso porque a veces Padre quiere abrazarme, pero como a mí no me gustan los abrazos, hacemos eso en su lugar, y así me dice que me quiere.
Entonces el policía nos dijo que lo siguiéramos por el pasillo hasta otra habitación. En la habitación había una mesa y tres sillas. Nos dijo que nos sentáramos a un lado de la mesa y él se sentó al otro lado. Había una grabadora sobre la mesa y le pregunté si iba a interrogarme y a grabar el interrogatorio.
Dijo:
—No creo que eso sea necesario.
Era un inspector. Lo supe porque no llevaba uniforme. Tenía muchos pelos en la nariz. Parecía que hubiese dos ratones muy pequeños ocultos en sus fosas nasales
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.
—He hablado con tu padre y dice que no era tu intención pegarle al agente.
Yo no dije nada porque eso no era una pregunta.
—¿Era tu intención pegarle al agente?
Dije:
—Sí.
Hizo una mueca y dijo:
—Pero no pretendías hacerle daño al agente, ¿no?
Pensé sobre eso y dije:
—No. No pretendía hacerle daño al agente. Sólo quería que dejara de tocarme.
Entonces me dijo:
—Sabes que no está bien pegarle a un policía, ¿verdad?
—Sí, lo sé —dije.
Se quedó callado unos segundos y luego preguntó:
—¿Mataste tú al perro, Christopher?
Yo dije:
—Yo no maté al perro.
Y él dijo:
—¿Sabes que no está bien mentirle a un policía y que puedes meterte en un buen lío si lo haces?
—Sí —dije.
—Bien —dijo él—, ¿sabes quién mató al perro?
—No —dije.
—¿Estás diciendo la verdad? —preguntó.
—Sí —dije—. Yo siempre digo la verdad.
Y él dijo:
—De acuerdo. Voy a darte una amonestación.
—¿Será una hoja escrita, como un certificado que me pueda llevar? —pregunté.
—No —dijo él—, una amonestación significa que vamos a tomar nota de lo que has hecho, que golpeaste a un policía pero fue un accidente y no pretendías hacerle daño al agente.
Yo dije:
—Pero no fue un accidente.
Y Padre dijo:
—Christopher, por favor.
El policía cerró la boca, respiró ruidosamente por la nariz y dijo:
—Si te metes en más líos, cuando saquemos tu expediente y veamos que ya se te ha dado una amonestación, nos tomaremos las cosas mucho más en serio. ¿Entiendes lo que te digo?
Dije que lo entendía.
Entonces dijo que podíamos irnos y se levantó y abrió la puerta y recorrimos el pasillo para volver al mostrador de la entrada, donde recogí mi navaja del Ejército Suizo y mi pedazo de cordel y la pieza del rompecabezas de madera y las 3 bolitas de comida de rata para Toby y mi 1 libra con 47 peniques y el sujetapapeles y la llave de la puerta de casa, que estaban en una pequeña bolsa de plástico, y salimos hacia el coche de Padre, que estaba aparcado fuera, y nos fuimos a casa.
Yo no digo mentiras. Madre solía decir que eso era porque soy buena persona. Pero no es porque sea buena persona. Es porque no sé decir mentiras.
Madre era una persona pequeña que olía bien. Y a veces llevaba un forro polar con cremallera delante, rosa y con una etiqueta minúscula en el pecho izquierdo que decía «Berghaus».
Una mentira es cuando dices que ha pasado algo que no ha pasado. Pero siempre es una sola cosa la que pasa en un momento determinado y en un sitio determinado. Y hay un número infinito de cosas que no han pasado en ese momento y en ese sitio. Cuando pienso en algo que no ha pasado, empiezo a pensar en todas las demás cosas que no han pasado.
Por ejemplo, esta mañana para desayunar he tomado cereales Ready Brek y batido de frambuesas caliente. Pero si digo que en realidad he tomado cereales Shreddies y una taza de té
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, empiezo a pensar en Coco-Pops y limonada y avena y Dr. Pepper y en que no estaba desayunando en Egipto y no había un rinoceronte en la habitación y en que Padre no llevaba un traje de buzo y así sucesivamente, incluso al escribir esto me siento débil y asustado, como me pasa cuando estoy en lo alto de un edificio muy alto y hay miles de casas y coches y personas debajo de mí y mi cabeza está tan llena de todas esas cosas que me da miedo olvidarme de seguir en pie, bien agarrado a la barandilla, y caerme y matarme.
Ésa es otra razón por la que no me gustan las novelas propiamente dichas, porque son mentiras sobre cosas que no han ocurrido y me hacen sentir débil y asustado.
Y por eso todo lo que he escrito en este libro es verdad.
Había nubes en el cielo en el camino de vuelta a casa, así que no vi la Vía Láctea.
—Lo siento —dije, porque Padre había tenido que venir a la comisaría y eso era malo.
Él dijo:
—No te preocupes.
—Yo no maté al perro —dije.
Y él dijo:
—Ya lo sé.
Entonces dijo:
—Christopher, tienes que intentar no meterte en líos, ¿de acuerdo?
—No sabía que iba a meterme en líos —dije—. Me gusta Wellington, iba a decirle hola, pero no sabía que alguien lo había matado.
Padre dijo:
—Simplemente trata de no meter las narices en los asuntos de otras personas.
Reflexioné un momento y dije:
—Voy a descubrir quién mató a Wellington.
Y Padre dijo:
—¿Has oído lo que te he dicho, Christopher?
—Sí —dije—, he oído lo que me has dicho, pero cuando asesinan a alguien hay que descubrir quién lo hizo para que puedan castigarlo.
Y él dijo:
—No es más que un maldito perro, Christopher; un maldito perro.
—Yo creo que los perros también son importantes —dije.
Él dijo:
—Déjalo ya.
Y yo dije:
—Me pregunto si la policía descubrirá quién lo hizo y lo castigará.
Entonces Padre golpeó el volante con un puño y el coche zigzagueó un poquito sobre la raya discontinua del centro de la carretera, y Padre gritó:
—He dicho que lo dejes ya, por el amor de Dios.
Entendí que estaba enfadado porque gritaba. Yo no quería hacerle enfadar, así que no dije nada más hasta que llegamos a casa.
Después de entrar por la puerta principal fui a la cocina a buscar una zanahoria para Toby y subí a mi habitación, cerré la puerta, solté a Toby y le di la zanahoria. Luego conecté el ordenador y jugué 76 partidas del Buscaminas e hice la Versión Experto en 102 segundos, sólo tres segundos más que mi mejor tiempo, que es de 99 segundos.
A las 2.07 de la madrugada decidí que quería un vaso de zumo de naranja antes de lavarme los dientes e irme a la cama, así que bajé a la cocina. Padre estaba sentado en el sofá viendo un campeonato de billar en la televisión y bebiendo whisky. De los ojos le caían lágrimas.
Le pregunté.
—¿Estás triste por lo de Wellington?
Me miró durante largo rato e inspiró aire por la nariz. Luego dijo:
—Sí, Christopher, podría decirse que sí. Ya lo creo.
Decidí dejarlo solo porque cuando estoy triste quiero que me dejen solo. Así que no dije nada más. Fui a la cocina, me hice el zumo de naranja y me lo llevé de vuelta a mi habitación.
Madre murió hace 2 años.
Un día volví a casa de la escuela y nadie contestó a la puerta, así que fui a buscar la llave secreta que tenemos escondida bajo una maceta, detrás de la puerta de la cocina. Entré en casa y me senté a montar una maqueta del Tanque Sherman de Airfix que estaba construyendo.
Una hora y media más tarde Padre volvió a casa del trabajo. Tiene un negocio de mantenimiento de calefacciones y calderas con un hombre llamado Rhodri, que es su empleado. Llamó a la puerta de mi habitación, la abrió y me preguntó si había visto a Madre.
Dije que no la había visto, y se fue al piso de abajo y empezó a hacer llamadas. No oí lo que dijo.
Entonces subió a mi habitación, y dijo que tenía que salir un rato y que no estaba seguro de cuánto tardaría. Dijo que si necesitaba cualquier cosa lo llamara a su teléfono móvil.
Estuvo fuera durante 2 horas y media. Cuando volvió, bajé por la escalera. Él estaba sentado en la cocina mirando por la ventana de atrás hacia el jardín y el pozo y la verja de chapa de cinc y la parte superior de la torre de la iglesia de la calle Manstead, que parece un castillo porque es normanda. Padre dijo:
—Me temo que no vas a ver a tu madre durante una temporada.
Lo dijo sin mirarme. Siguió mirando por la ventana.
Normalmente, la gente te mira cuando te habla. Sé que tratan de captar lo que estoy pensando, pero yo soy incapaz de captar lo que piensan ellos. Es como estar en una habitación con un espejo de un solo sentido en una película de espías. Aquello era agradable, lo de que Padre me hablara sin mirarme. Dije:
—¿Por qué no?
Esperó mucho rato y luego dijo:
—Tu madre ha tenido que ir al hospital.
—¿Podemos visitarla? —pregunté, porque a mí me gustan los hospitales.
Me gustan los uniformes y las máquinas.
Padre dijo:
—No.
—¿Por qué no podemos? —dije.
Y él dijo:
—Necesita descansar. Necesita estar sola.
—¿Es un hospital psiquiátrico? —pregunté.