El día de las hormigas (43 page)

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Authors: Bernard Werber

Tags: #Ciencia, Fantasía, Intriga

Cuando uno de aquellos puntos negros consigue escalar un pantalón, rápidamente los expulsa el reverso de una mano.

Nos han descubierto y nos atacan por todas partes,
vocifera una soldado antes de ser aplastada.

Suena la feromona de retirada. Otros sesenta muertos.

Conciliábulos de antenas.

Tenemos que tomar ese nido de Dedos al precio que sea.

9 sugiere que las legiones deben disponerse de otro modo. Hay que intentar un movimiento envolvente. Se da la orden de escalar cualquier tipo de suela.

¡A la carga!

Las artilleras situadas en primera línea pulverizan su veneno sobre el caucho de una zapatilla de baloncesto. Algunas cortan la película de plástico que hace brillar un par de escarpines femeninos.

Retirada. Nuevo recuento. Otros veinte muertos.

Los dioses son invulnerables,
emite en son de triunfo el grupo de hormigas deístas que se ha situado en retaguardia de los combates, desde el principio, rezando.

103 no sabe qué hacer. Sigue apretando su capullo de la misión Mercurio y no se atreve a participar en esas cargas peligrosas.

El gran miedo a los Dedos vuelve suavemente y la invade. Es verdad, parecen invencibles.

Pero 9 no renuncia. Se decide a cargar con las legiones volantes. Todo el ejército se reagrupa en el plátano situado enfrente del edificio de Correos. 9 sube a un escarabajo y sitúa abejas en los dos flancos de su línea de ataque.

Ve el orificio abierto del nido de los Dedos y lanza feromonas de excitación guerrera.

Los escarabajos rinoceronte bajan la cabeza para que su cuerno esté en la línea de mira.

¡A por los Dedos!

Una empleada de Correos cierra la puerta de cristal. Hay demasiada corriente de aire, dice.

Las cruzadas no ven nada. Van lanzadas a toda velocidad cuando aparece la pared transparente. No les da tiempo a frenar.

Los escarabajos estallan y chorrean sus líquidos internos. Las artilleras situadas sobre su espalda quedan enviscadas en sus cadáveres.

—¿Está granizando? —pregunta una cliente de Correos. —No, creo que deben ser los niños de la señora Letiphue, que juegan con piedrecillas. Les gusta.

—Pero pueden romper el cristal de la puerta, ¿no? —No se preocupe. Es muy grueso.

Se recoge a los insectos heridos que pueden ser cuidados. En esa carga, la cruzada ha vuelto a perder ochenta soldados.

Los Dedos son más coriáceos de lo que pensábamos,
emite una hormiga.

9 no quiere renunciar. Las termitas tampoco. ¡No han venido de tan lejos, ni han superado tantos obstáculos para dejarse detener ahora por placas negras y paredes transparentes!

Se disponen a pasar la noche bajo el plátano.

En todas alienta la confianza. Mañana será otro día.

Las hormigas saben poner el precio, el tiempo y los medios. Y siempre terminan triunfando. Lo saben de sobra.

Una exploradora descubre una hendidura en el frontón del nido que han atacado la víspera. Una hendidura muy rectangular. Piensa que tal vez se trate de una entrada oculta. Sin decirle nada a las otras, parte en tareas de localización. Penetra por la hendidura donde hay grabados símbolos que, en una dimensión espacio-tiempo distinta, significan «correo por avión larga distancia», y cae debajo de varias placas llanas y blancas. Decide colarse en una de ellas para examinar lo que hay dentro. Cuando trata de salir, se ve comprimida por una pared blanca. Se queda allí, pues, y espera.

Así fue como tres años más tarde se descubrió con sorpresa que una colonia de hormigas rojas típicamente francesas se había instalado en el Nepal, en pleno centro de las cadenas himalayas. Mucho más tarde, unos entomólogos se preguntaron cómo habían podido viajar tan lejos aquellas hormigas. Por último, llegaron a la conclusión de que debía tratarse de una especie paralela que se parecía a la hormiga francesa por pura coincidencia.

158. Es ella

—¿Me reconoce? Jacques Méliés estaba seguro.

—Usted es… Juliette Ramírez, la concursante estrella de «Trampa para…

—… pensar» —completó Laetitia.

Con el ceño fruncido, la periodista trataba de establecer un vínculo entre la campeona de los enigmas, el falso papá Noel y la manada de hormigas asesinas.

Acostumbrado a las confrontaciones, el policía trató de calmar a Juliette Ramírez, a quien adivinaba a punto de un ataque de nervios.

—¡Es que nos encanta ese programa! Con unos ejemplos más simples de lo que parece, enseña a contemplar el Universo de otro modo. A pensar de otro modo.

—¡Pensar de otro modo! —suspiró la señora Ramírez, sin poder contener sus sollozos.

Desmaquillada, despeinada y con una vieja bata en vez de sus vestidos de lunares bien cortados, parecía más vieja, más cansada que en la pequeña pantalla. La maravillosa concursante no era más que una mujer de mediana edad.

—Es mi marido, Arthur —dijo señalando al hombre tendido en la cama—. Él es el «amo» de las hormigas. Y sin embargo, todo es culpa mía, ¡todo! Ahora que ustedes nos han descubierto, no puedo seguir guardando el secreto. Se lo contaré todo.

159. Puesta a punto

—Nicolás, tengo que hablarte.

El niño bajó la cabeza, esperando la riña paterna.

—Sí, papá, he hecho mal —dijo dócilmente—. No volveré a hacerlo.

—Ahora no quiero hablarte de tus tejemanejes, Nicolás —contestó muy suave Jonathan—. Sino de nuestra existencia aquí. Tú has elegido seguir viviendo «normalmente», si es que puede decirse así, mientras que nosotros hemos decidido hacernos «hormigas». Algunos consideran que deberías unirte a nuestras sesiones de comunión. Yo creo que debemos informarte primero sobre nuestro estado de ánimo, y luego dejarte que elijas con toda libertad.

—Sí, papá.

—¿Comprendes lo que hacemos?

El chiquillo masculló, con los ojos clavados en el suelo.

—Os ponéis en círculo, cantáis juntos y cada vez coméis menos.

El padre estaba dispuesto a mostrarse paciente.

—Eso no es más que el aspecto exterior de nuestro trabajo. Hay otros. Dime, Nicolás, ¿cuántos sentidos tienes?

—Cinco.

—¿Cuáles?

—La vista, el oído…, el tacto, el gusto y el olfato —recitó el chiquillo como en un examen escolar.

—¿Y qué más? —le preguntó Jonathan.

—¿Qué más? No hay más.

—Muy bien. Me has citado cinco sentidos físicos que te permiten captar la realidad física. Ahora bien, existe otra realidad, psíquica, que puede captarse gracias a cinco sentidos psíquicos. Si te contentas con tus cinco sentidos físicos, es como si sólo te sirvieses de los cinco dedos de la mano izquierda. ¿Por qué no emplear también los cinco dedos de la mano derecha?

Nicolás se quedó sorprendido por lo menos.

—¿Y cuáles son esos cinco sentidos, «psíquicos», como tú los llamas?

—La emoción, la imaginación, la intuición, la conciencia universal y la inspiración.

—Yo creía que pensaba con mi cabeza, y nada más.

—Pues no, hay una multitud de formas de pensar. Nuestro cerebro es como un ordenador, podemos programarlo de tal forma que realice cosas fantásticas de las que apenas tenemos idea. Es una herramienta que nos han ofrecido y cuyo libro de instrucciones completo nunca hemos encontrado. Por ahora sólo utilizamos un 10
%.
Dentro de mil años, tal vez, podemos utilizar un 50%, y, dentro de un millón de años, el 90
%.
En nuestra cabeza, somos niños de pecho. No comprendemos la mitad de lo que pasa a nuestro alrededor.

—Exageras. La ciencia moderna…

—La ciencia moderna no supone nada de nada. Sólo sirve para impresionar a los que no saben nada. Los verdaderos científicos saben que no saben nada y que, cuanto más avanzan, más cuenta se dan de su ignorancia.

—Pero el tío Edmond sabía cosas…

—No. Edmond nos señala el camino de nuestra propia emancipación. Nos muestra la forma de plantear las preguntas pero no nos ofrece respuesta. Cuando uno empieza a leer la
Enciclopedia del saber relativo y absoluto
se tiene la impresión de comprender mejor todo, pero a medida que se prosigue la lectura, se tiene la impresión de no comprender nada de nada.

—A mí me parece que comprendo lo que hay en ese libro.

—Tienes mucha suerte.

—Habla de la Naturaleza, de las hormigas, del Universo, de los comportamientos especiales, de la confrontación de los pueblos de la Tierra… He visto en él incluso recetas de cocina y enigmas. Cuando lo leo, me siento más inteligente y omnipotente.

—Realmente tienes suerte. Yo, en cambio, cuanto más lo leo, más constato cuan incomprensible es todo y cuan lejos estamos de los objetivos que hemos de alcanzar. Ni siquiera ese libro nos ayuda. No consiste más que en sucesiones de palabras, compuestas a su vez de letras. Las letras son dibujos, y las palabras tratan de capturar los objetos, las ideas y los animales detrás de las denominaciones. La palabra «blanco» posee su propia vibración, pero «blanco» se dice con otras palabras en otras lenguas:
white, blanc,
etc., lo cual demuestra que la palabra «blanco» no basta para definir ese color. Es una aproximación inventada en remotos tiempos por no sé quién. Los libros son sucesiones de palabras, los libros son sucesiones de muertos, sucesiones de aproximaciones.

—Pero la
Enciclopedia del saber relativo y…

—La
Enciclopedia
no tiene ninguna relación con la vida vivida. Ningún libro igualará a un momento de reflexión sobre la acción presente.

—¡No comprendo ese galimatías!

—Perdóname, he ido algo deprisa. Digamos que, por lo menos, me escuchas cuando hablo, y eso ya es importante.

—Claro que te escucho, ¿por qué quieres que no te escuche?

—Escuchar es muy difícil…, se requiere una gran vigilancia.

—¡Qué raro eres, papá!

—Perdóname, no me he puesto a tu nivel. Quisiera enseñarte algo. Cierra los ojos y escúchame bien. Imagina un limón. ¿Lo ves? Es amarillo, muy amarillo, brilla al sol. Es áspero y muy oloroso. ¿Hueles su perfume?

—Sí.

—Bien. Ahora coges un gran cuchillo puntiagudo y cortante. Cortas el limón en rodajas: el limón se abre. La rodaja permite que salga al sol toda una red de pulpas llenas de líquido. Estrujas la rodaja y ves que las pulpas estallan, que el zumo fluye, muy amarillo y oloroso… ¿Lo hueles?

Nicolás mantiene los ojos cerrados.


Sí.

—Bueno, dime, ¿tienes saliva en la boca?

—Ehhh… —chasquea la lengua—… sí, el fondo de mi boca está bañado de saliva. ¿Cómo es posible?

—Ahí radica el poder del pensamiento sobre el cuerpo. Ya lo ves, nada más pensar en un limón puedes provocar un fenómeno psicológico incontrolable.

—Pero eso es fabuloso.

—Es un primer paso. No tenemos necesidad de hacernos pasar por dioses, lo somos ya desde hace mucho tiempo, y sin saberlo.

El muchacho se embaló.

—Quiero aprender a ser así. Papá, por favor, enséñame a controlarlo todo con mi mente. Enséñame. ¿Qué debo hacer?

160. La droga de lomechusa

Las guerras civiles van adquiriendo mayor amplitud en la Ciudad. Las rebeldes deístas han invadido un barrio entero, el de las hormigas cisterna. Desde ahí suministran miel de forma permanente a los Dedos.

Paradójicamente, éstos han dejado de expresarse por medio del Doctor Livingstone. La voz del profeta se ha callado.

Este silencio no mengua para nada el ardor de las religiosas.

De forma sistemática, las deístas muertas son reagrupadas en una habitación y las rebeldes van a visitarlas antes de los combates. Miman trofalaxias y diálogos con esas estatuas, dispuestas en su mayoría en actitud de combate.

Todas las que ponen una vez los pies en la sala de los muertos salen de ella como transfiguradas en el nivel de los perfumes de sus antenas. Conservar a la gente intacta después de la muerte es dar importancia a los seres.

El movimiento deísta es el único en afirmar en la Ciudad que las ciudadanas no son sólo individuos a las que se hace nacer y a las que luego se tira sin ninguna nostalgia.

Las rebeldes deístas tienen una manera de hablar que es como la droga de lomechusa. Cuando empiezan a emitir para evocar a los dioses, no se puede dejar de recibir su mensaje.

Además, las hormigas contaminadas por la «religión dedesca» no trabajan ya, no cuidan la cresa, sólo piensan en robar el alimento para llevarlo debajo del techo, a la Dedalera.

La reina Chli-pu-ni no parece molesta por ese recrudecimiento del movimiento rebelde. Sólo pide noticias de la cruzada.

Según las fuentes moscardonas, la cruzada ha franqueado ya el confín del mundo y han entablado batalla contra los Dedos.

Perfecto,
dice la reina.
¡Pobres Dedos, cómo van a lamentar habernos desafiado! Cuando les hayamos derrotado definitivamente, el movimiento rebelde ya no tendrá razón alguna para existir entre nosotras.

161. Enciclopedia

CUENTO:
Las palabras «conté» [cuento] y «compte» [cuenta] tienen en francés la misma pronunciación. Y se ha comprobado que esa correspondencia entre cifras y letras existe prácticamente en todas las lenguas. Contar palabras o contar cifras, ¿dónde está la diferencia? En inglés «to count» y «to recount». En alemán, «zahlen» y «erzahlen». En hebreo, «le saper» y «li saper». En chino, «shu» y «shu».

Cifras y letras están unidas desde los balbuceos del lenguaje. Cada letra corresponde a una cifra, cada cifra a una letra. Los hebreos lo comprendieron desde la Antigüedad y por eso la Biblia es un libro mágico y lleno de conocimientos científicos, presentados en forma de cuentos codificados. Si se da un valor numérico a las primeras líneas de cada frase, se descubre un primer sentido oculto. Si se da un valor numérico a las letras de las palabras, se descubren fórmulas y asociaciones que no tienen nada que ver con las leyendas o con la religión.

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

162. Accidente en la marcha

Los insectos se preparan para la gran ofensiva. El nido de los dedos está ahí, justo enfrente, provocándolos de manera insoportable.

El ejército de las cruzadas está decidido. Se batirán como locas, porque este primer nido es un símbolo. No debe resistírseles. Las legiones se alinean por especialidades. 103, encaramada sobre «Gran Cuerno», propone atacar mediante pequeños cuadrados compactos que se apartarán cuando aparezcan los Dedos. Esa tragedia fue empleada por las enanas durante la batalla de las Amapolas y entonces funcionó bastante bien.

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