Read El discípulo de la Fuerza Oscura Online
Authors: Kevin J. Anderson
Hacer estallar toda una nebulosa parecía un golpe excesivo para aplastar a un insecto imperial, pero Kyp sabía apreciar la ironía encerrada en el hecho de destruir la flota de Daala con sus propias armas. Su destrucción indicaría al resto del Imperio fragmentado cuál era el destino que caería sobre él si Kyp continuaba con su labor de limpieza.
Las descargas ionizadas que brotaban de la aglomeración de gigantes azules que iluminaba la Nebulosa de Caldero no tardaron en saturar los paneles sensores del
Triturador de Soles
dejándolos inservibles. Los visores delanteros se oscurecieron para filtrar la llameante oleada de luz que caía sobre ellos.
Kyp empezó a sondear el espacio mediante la Fuerza, prescindiendo de todas sus inhibiciones y permitiendo que el poder surgiera de él como un chorro de gas comprimido. Después del inmenso esfuerzo que había supuesto sacar el
Triturador de Soles
del núcleo de Yavin, localizar a unos cuantos Destructores Estelares parecía un ejercicio de lo más sencillo.
Un instante le bastó para percibir la presencia de las gigantescas siluetas en forma de punta de flecha de dos navíos de combate imperiales.
Kyp dirigió el
Triturador de Soles
hacia las hinchadas estrellas súper gigantes del corazón de la nebulosa. Las titánicas estrellas azules eran inmensas y jóvenes, y ya estaban maduras para la destrucción. Brillarían con gran intensidad, aunque durante un período muy breve dentro de la escala del tiempo cósmico, y sus vidas terminarían con explosiones supernova que esparcirían sus ondas expansivas por toda una región de la galaxia.
Pero con el
Triturador de Soles
Kyp podía hacer estallar las supernovas cuando quisiera, adelantando cien mil años el momento de su desaparición.
Kyp contempló el hermoso y relajante mar de gases irisados y pensó en los crepúsculos teñidos de vivos colores que había presenciado en Deyer, su mundo-colonia natal, y se acordó de los plácidos lagos terraformados que se extendían alrededor de las apacibles ciudades-balsa en las que habían jugado él y su hermano Zeth. Pero el Imperio había irrumpido en el hogar de Kyp para llevárselo y llevarse a su familia..., sin ningún aviso previo.
Varios años antes la Estrella de la Muerte se había aproximado al tranquilo y hermoso planeta de Alderaan y lo había hecho añicos con un disparo de su haz súper láser destructor de mundos.... sin ningún aviso previo.
La almirante Daala había capturado a Kyp, Han y Chewbacca después de que hubieran logrado atravesar el laberinto de agujeros negros, pero Kyp no poseía ninguna información «valiosa» para ella y Daala le había sentenciado a muerte.
Daala no merecía recibir ninguna advertencia de lo que iba a ocurrirle.
Kyp aumentó la potencia de los escudos de radiación del
Triturador de Soles
y siguió aproximándose a las colosales gigantes azules, que parecían hervir envueltas por su océano de material estelar. Después movió una mano y activó el sistema de puntería instalado delante de él.
Una sección del panel de control más hundida que el resto se deslizó a un lado y una pantalla surgió del hueco para mostrar un diagrama de esferas que se movían en órbitas muy cercanas las unas a las otras. Siete enormes estrellas ocupaban casi todo el centro de la nebulosa, desplazándose en órbitas muy complejas mientras se robaban gases las unas a las otras. La intensa radiación que emitían brillaba a través de las nubes dispersas formadas por partículas de hidrógeno, oxígeno y neón.
Kyp movió una hilera de interruptores rojos. Su rostro se había convertido en una máscara hosca e impasible llena de decisión. Sabía con toda exactitud cómo funcionaba el
Triturador de Soles
, ya que había robado todos aquellos recuerdos de la mente de Qwi Xux.
Las luces de advertencia empezaron a parpadear en los paneles del sistema principal, y Kyp confirmó sus intenciones al ordenador de la pequeña nave. El generador toroidal instalado en la punta del
Triturador de Soles
empezó a funcionar y no tardó en quedar envuelto por el chisporroteante resplandor azulado del plasma.
Kyp se acordó de todos los esfuerzos inútiles de los ingenieros de la Nueva República cuando habían tratado de averiguar cómo funcionaba la superarma, y de cómo se habían dejado dominar por el pánico ante la visión de algo tan simple como un cilindro de mensajes. Los torpedos de resonancia que provocaban las explosiones estelares eran paquetes ultradensos de energía que habían sido programados y modulados para desestabilizar el núcleo de una estrella. Los torpedos eran capaces de iniciar un colapso general de las capas exteriores de material estelar seguido por un efecto de rebote hacia el exterior, con el resultado final de una explosión tremendamente violenta que haría pedazos toda la estrella.
Kyp centró el sistema de puntería en el grupo de gigantes azules. No sintió ni la más leve vacilación. Ya sabía lo que tenía que hacer.
Pulsó los botones de activación. El
Triturador de Soles
se estremeció en cuanto la superarma lanzó siete torpedos de resonancia de alta potencia.
Kyp vio surgir pautas ovoidales de fuego blanco, amarillo y verde eléctrico que se recortaron con un violento hervor sobre los remolinos de colores más apagados de la Nebulosa del Caldero. Los torpedos de energía siguieron avanzando y se sumergieron en las hirvientes superficies de las estrellas gigantes.
Kyp oscureció un poco más el visor segmentado y clavó la mirada en las gigantes azules. El grupo estallaría simultáneamente, y las ondas expansivas prenderían fuego a vastos océanos de material nebular creando un incendio de dimensiones galácticas. Sería una señal clarísima para todos los restos del Imperio.
Pero los torpedos necesitarían varias horas para abrirse paso hasta los núcleos estelares y provocar la reacción en cadena. La oleada de destrucción iría ascendiendo poco a poco desde las profundidades de las estrellas hasta que un destello de una magnitud increíble derramara cegadores torrentes de luz, radiaciones de alta energía y materia estelar por toda la Nebulosa del Caldero. Después todo el sector se convertiría en un infierno.
Kyp pudo sentir cómo un puño invisible se cerraba dentro de su estómago. Ya no podía volverse atrás. Una vez lanzados, los torpedos de resonancia cumplirían su misión de manera inevitable. Aquellas siete estrellas ya estaban condenadas a estallar dentro de unas horas.
Kyp fue alterando el rumbo sin apresurarse, sabiendo que le quedaba mucho tiempo que matar. El
Triturador de Soles
era tan pequeño que había muy pocos sistemas sensores capaces de detectarlo, especialmente si se encontraba dentro del caos electromagnético de la Nebulosa del Caldero. La superarma había sido diseñada para entrar en un sistema sin ser detectada, dejar caer su torpedo dentro de una estrella y desvanecerse de nuevo sin entrar en combate y sin que se produjera ninguna pérdida de equipo o personal. El primer ataque del
Triturador de Soles
era tan sencillo como definitivo.
La almirante Daala nunca detectaría su presencia.
La mirada de Kyp fue hacia el cronómetro. Ardía en deseos de ver cómo las naves de Daala eran desintegradas por las oleadas destructoras que desgarrarían toda la nebulosa. Contaba con el arma más poderosa jamás inventada, y también disponía de los poderes Sith que Exar Kun le había revelado.
Kyp Durron obtendría la victoria total contra el Imperio allí donde otros muchos habían fracasado.
Siguió alejándose del cúmulo de gigantes azules hasta que se dio cuenta de que ya sólo faltaba una hora para el inicio de la descomunal serie de explosiones. La espera parecía estar durando toda una eternidad. Kyp volvió a desplegar sus pensamientos, deseando que hubiera alguna forma de burlarse de Daala y torturarla revelándole lo que iba a ser de ella.
Y de repente los Destructores Estelares de Daala empezaron a moverse. El
Basilisco
y el
Gorgona
encendieron sus motores sublumínicos e iniciaron un lento avance para dirigirse hacia un sendero hiperespacial, como si estuvieran preparándose para lanzar otro ataque.
Kyp sintió cómo una llamarada de ira abrasadora recorría su cuerpo desde la cabeza hasta los pies.
—No... ¡No puede irse ahora!
Ya no podía hacer nada para impedir las explosiones de los núcleos estelares. ¡Daala tenía que permanecer allí donde quedaría atrapada por la oleada destructora!
Kyp dejó caer las manos sobre el sistema de control de armamento del
Triturador de Soles
y dio energía a los cañones láser defensivos instalados en los ángulos de la superarma. Después aceleró hasta alcanzar la velocidad máxima, y el
Triturador de Soles
salió disparado hacia adelante.
Cuando él y Han habían escapado del cúmulo de las Fauces, Daala había lanzado todos sus cazas contra ellos en un intento desesperado de recuperar el
Triturador de Soles
.
Kyp pensó que Daala iba a necesitar algo más que unas cuantas andanadas para proporcionarle el incentivo de quedarse donde estaba.
La almirante Daala alzó la mano derecha y miró al navegante.
—Prepárense para activar los hiperimpulsores —dijo.
—¡Almirante! —gritó de repente el teniente del centro de sensores—. ¡He detectado a un intruso!
Una nave diminuta pasó a toda velocidad por delante de la proa del
Gorgona
, disparando sus insignificantes haces láser contra la gigantesca mole del Destructor Estelar.
—¿Qué? —exclamó Daala girando sobre sí misma—. Pantalla visora, amplificación y realce —ordenó.
La imagen envuelta en iridiscencias del capitán Mullinore del
Basilisco
apareció de repente en el puesto de comunicaciones al lado de Daala.
—Acabamos de detectar al
Triturador de Soles
, almirante —dijo—. ¿Entramos en combate con él?
—¡El
Triturador de Soles
!
Daala necesitó un segundo para poder asimilar la información y aceptarla, y fue incapaz de responder antes de que la pequeña nave volviera a aparecer ante la torre del puente del
Gorgona
y disparase sus cañones contra las baterías turboláser. Daala reconoció al instante la forma de espino de la diminuta superarma erizada de torretas láser defensivas. Sabía que los láseres del
Triturador de Soles
no eran lo suficientemente potentes para causar daños a un Destructor Estelar.
—Lancen dos escuadrones de cazas TIE —ordenó, sintiendo cómo una nueva excitación se iba adueñando de ella—. Quiero que el
Triturador de Soles
vuelva a ser nuestro. Esto cambia toda la estrategia contra la Nueva República que nos habíamos trazado.
Los soldados de las tropas de asalto, que ya estaban tensos y preparados para entrar en acción al instante después de todo un día en situación de alerta roja, corrieron por las cubiertas. Unos instantes después el hangar inferior del
Gorgona
abrió sus puertas y escupió al espacio un centenar de cazas TIE que avanzaron a toda velocidad por entre los remolinos de gases de la nebulosa.
Daala contempló el desarrollo de la pequeña batalla. El
Triturador de Soles
había sido concebido y diseñado para que fuese extremadamente veloz y maniobrable. Su indestructible armadura cuántica hacía que la superarma pareciese reírse del ataque que Daala había lanzado contra ella, pero aun así la victoria sólo era cuestión de tiempo.
—Pero ¿por qué no nos ataca? —murmuró mientras sus dedos enguantados de negro tabaleaban sobre la barandilla del puente—. Hay algo que no encaja en todo esto... Nos ha provocado, pero no puede causarnos ningún daño. ¿Por qué ha atraído nuestra atención hacia él, y cómo ha logrado encontrarnos? —se preguntó con voz pensativa.
El comandante Kratas le respondió a pesar de que Daala había estado hablando consigo misma en voz muy baja.
—No puedo hacer ninguna especulación sobre eso, almirante —dijo.
—Que los Destructores Estelares se acerquen un poco más el uno al otro —ordenó Daala—. Centren un rayo tractor sobre el
Triturador de Soles
cuando lleve a cabo su próxima pasada.
—El piloto del
Triturador de Soles
está maniobrando la nave a velocidades tan altas que no podemos tener la seguridad de obtener una tracción lo suficientemente estable, almirante —dijo Kratas.
Daala le fulminó con la mirada.
—¿Eso quiere decir que no puede tratar de conseguirlo?
—No, almirante. —Kratas giró sobre sí mismo y dio un par de palmadas para atraer la atención de los oficiales de los puestos tácticos del puente—. ¡Ya han oído a la almirante! Prepárense para cumplir la orden de inmediato.
—El
Triturador de Soles
nos está enviando señales, almirante —dijo el oficial de comunicaciones—. La transmisión es únicamente vocal.
Daala se volvió hacia él.
—De acuerdo, déjeme oír al piloto.
La voz aguda de un muchacho resonó en el centro de mando del
Gorgona
envuelta en un chisporroteo de estática.
—Soy Kyp Durron, almirante Daala... ¿Se acuerda de mí? Espero que no me haya olvidado. Me sentenció a muerte. Eso se me ha quedado grabado en la memoria, así que espero que también haya quedado grabado en la suya.
Daala se acordaba del joven delgado y nervudo de cabellos oscuros que había sido hecho prisionero junto con los rebeldes que habían descubierto la Instalación de las Fauces por casualidad durante su huida, y movió una mano indicando al oficial de comunicaciones que le abriera un canal.
—Si se rinde inmediatamente y nos entrega el
Triturador de Soles
intacto, le llevaremos al planeta que elija —dijo—. Puede ser libre, Kyp Durron. No haga ninguna estupidez.
—Ni lo sueñe, almirante —replicó Kyp, y se echó a reír—. Le estoy sacando la lengua a esa supuesta superioridad imperial suya, así que voy a correr unos cuantos riesgos.
Kyp cortó la transmisión e inició una nueva pasada, disparando dardos de energía láser que rebotaron en el casco protegido del Destructor Estelar sin causar ningún daño.
—Centrando el rayo tractor... —dijo el oficial táctico—. Lo hemos perdido...
—¡Almirante! —exclamó de repente el jefe de sensores con voz apremiante—. Estoy obteniendo lecturas inusuales del cúmulo de estrellas. Las gigantes azules están fluctuando... Todas ellas fluctúan a la vez, nunca había visto nada parecido...