—Buen muchacho. Ahora, el propósito de mi llamada. Verificación. ¿Estás absolutamente seguro de que tu compañero de borrachera se refirió a la división de la Rusia soviética?
—Cero dudas —respondí.
—¿Por qué no informaste?
—Era obvio que mi compañero de borrachera quería que lo hiciese. Pensé que echaría a perder su juego.
—Muy presuntuoso de tu parte.
—Sólo puedo decir que mi instinto más profundo me dijo que siguiera ese curso —dije — . Tuve la corazonada de que usted habría querido que siguiera ese curso.
—Sorprendente —dijo Harlot—. ¿Sabes? Si me hubieras consultado, te habría aconsejado que hicieras exactamente lo que hiciste. El verdadero objeto del mensaje del ruso no era la división R-S, sino más cerca de tu casa.
—Dios mío —dije.
—Sí. VAMPIRO. Creo que hay una pequeña criatura peluda suelta en la división de la Rusia soviética. Ellos, a su vez, están de acuerdo en que la Agencia está sufriendo una penetración, pero sitúan el topo en VAMPIRO. Querido muchacho, estuviste instintivamente brillante. Como, para bien o para mal, a ti y a mí nos relacionan umbilicalmente, hasta Allen tendría que otorgar cierta credibilidad a la denuncia de R-S de que el topo está en mi sótano, es decir, claro está, si tú hubieras informado correctamente. Supongo que Masarov te eligió precisamente por esa razón. No hay duda de que vienen por mí. Los rusos me valoran más que la Agencia. Y yo valoro a tu compañero de borrachera más que el KGB. Es un tío magnífico. Permanece lejos de él. Competitivamente hablando, es casi tan competente como yo.
—Dios mío —dije.
—No querrías intercambiar Inteligencia conmigo todavía, ¿verdad?
—No, señor. Todavía no.
—Muy bien. Todavía no. Siguiendo esa misma lógica, mantente lejos de tu nuevo amigo.
—Si se me permite.
—Se te permitirá. —Pausa—. Ahora, referente a la prueba del detector de mentiras. No tendrás que someterte a ella.
—¿Puedo hacerle más preguntas?
—No. Tienes todo lo que necesitas. Esta llamada me está costando mucho, y no puedo cargarla a mi cuenta de gastos.
—Bien, adiós, entonces.
—Sí. Recuerda que estoy satisfecho contigo. Colgó.
22 de febrero de 1958
Queridísimo Harry:
No habrá detector de mentiras. Si mi esposo es bizantino en cuestiones tan insignificantes como una comida, te aseguro que es el clavecinista de Bach a la hora de pulsar las cuerdas de la Compañía. De modo que, para librarte de las garras de la división de la Rusia soviética, Hugh ha elegido al Reverendísimo Barón Gobsloptius de tu división del Hemisferio Occidental, J. C. King. J. C. no es la clase de tipo que dé la bienvenida a los cazadores furtivos de la división de la Rusia soviética en su coto vedado. Estás a salvo. ¿No es cierto que mi marido se ocupa de las carreras de todos, excepto de la de su mujer?
En realidad, Hugh y yo nunca nos habíamos llevado mejor que ahora, y desde mi enfermedad comparte su trabajo conmigo mucho más. No sabes qué gran avance significa eso para él. De niño, Hugh recibió un golpe emocional muy serio cuando su madre mató a su padre. Como no puede saber si la muerte fue accidental o intencionada, su Alfa y su Omega, erigidas por necesidad sobre propuestas rivales, son como dos reinos montañosos que se enfrentan a través de un abismo. Puedes imaginarte lo difícil que le resulta confiarme detalles de su trabajo. (Colateralmente, ése es el motivo por el cual sería verdaderamente desastroso para él si llegara a enterarse de nuestras cartas.) Te preguntarás cómo es posible, entonces, que te aliente a seguir escribiéndome, pero ocurre que Hugh y yo estamos casados a medias. Hugh-Alfa y Kitt-Alfa están tan unidos como nuestros sacramentos, pero su Omega no puede permitirle que confíe en ninguna mujer, y mi Omega, ansiosa por ser libre y estar sola y disfrutar de la vida, se ve obligada a sufrir dentro de los férreos parámetros de nuestro matrimonio.
Hablamos por primera vez de estos temas después de mi enfermedad. Le dije que nuestro sentido de opresión mutua podía verse aliviado en parte si me permitía compartir algunas de sus aventuras, aunque sólo fuera en espíritu. «No son aventuras —me dijo—. Son telarañas, e igual de pegajosas y viscosas.»
Aun así, el verano pasado Hugh demostró ser lo suficientemente hombre, y buen marido, como para participar de mis horrores. Cuando, a pesar de su cautela y de esa filigrana incalculable que es su paranoia, terminó por entender que excluyéndome de su vida profesional todo lo que conseguía era desequilibrar mi mente, comenzó a revelarme algo acerca de las piezas de su tablero. De modo que tal vez yo sepa ahora más que tú acerca de tu situación. Quiero advertirte algo. Según Hugh, el KGB ha dado grandes pasos estos últimos años, desde la muerte de Stalin. El reino del terror generalizado ha terminado, y otra vez han empezado a volverse muy, muy hábiles. Debes cuidarte seriamente de ellos. La interpretación que ha hecho Hugh del picnic de Masarov es la siguiente: el KGB ha logrado ubicar un topo en la división de la Rusia soviética. La mejor manera de proteger dicho topo es sugerir a las altas jerarquías de la Agencia que el tipo está en VAMPIRO. Según los cálculos de Hugh, el KGB organizó el picnic para entregarte una nota que incriminaría directamente a la división de la Rusia soviética. Esto se hizo sobre la premisa de que Allen Dulles llegaría a la conclusión de que la peluda criatura estaría ubicada en cualquier parte, excepto la RS. Como tú eras el receptor de la nota, pero no podías exhibirla ya que Boris te la había quitado, una sombra caería sobre VAMPIRO. La antipatía entre VAMPIRO y la RS es un secreto a voces. De manera que significaría otro punto en contra de Hugh. El topo en la RS, a espaldas del cuartel general, habría manipulado, con gran efecto, una maniobra originada por el KGB en Uruguay.
Por lo tanto, el propósito del picnic no sólo era herir a VAMPIRO, sino limitar la influencia de Hugh en la Agencia. Lo cual sería un desastre. Hugh no es de esos que van diciendo estas cosas en voz alta, pero sé que piensa que el KGB es capaz de infiltrarse en la cima misma de la Agencia si él no está allí para impedirlo. Y no pasarán muchos años antes de que algo así ocurra.
Harry, sé que aborreces la idea de apartarte de Masarov, de modo que te brindaré la suma de mi modesta sabiduría. Creo que, en primer lugar, las personas como tú y yo entramos en el trabajo de Inteligencia porque, en un grado mucho mayor de lo que suponemos, hemos sido seducidos intelectualmente. Y a menudo, seducidos por algo tan impresionante como las buenas novelas y películas de espías. Secretamente queremos actuar como los protagonistas de las aventuras que en ellas se nos presentan. Entonces, entramos a trabajar en la Compañía y descubrimos que podemos ser cualquier cosa menos los protagonistas. Aparecemos en la novela de espías en el capítulo seis, pero raras veces nos enteramos de lo que pasó en el capítulo cinco, y mucho menos en los anteriores. Y tampoco sabemos lo que pasa en el resto del libro. Una vez le dije esto a Hugh, y él me respondió: «Si quieres sentir lástima por ti misma, lee un libro sobre el cálculo de los derivados parciales. Eso te proporcionará un consuelo paradigmático, querida». La clave de nuestras vidas, Harry, es la terrible palabra paciencia. Somos incompetentes sin ella.
Para poner a prueba tu paciencia, te informo de que tengo noticias, pero no te las daré en esta carta. Sólo te diré que he cambiado de lugar en TSS. Ahora estoy detrás de una de las puertas que Arnie Rosen solía llamar «La Cueva de Drácula». Sí, estoy siendo adiestrada para lo que podríamos llamar trabajo más pesado. Es tiempo de dejar de ser una agradable muchachita de Radcliffe y salir a la pista de baile con el personaje bárbaro que hay en mí, que respira en silencio y se queda sin aliento a veces.
O me dices qué estás haciendo, o no recibirás la próxima carta.
Cariños,
KITTREDGE
10 de marzo de 1958
Querida Kittredge:
He dejado pasar dos semanas desde que recibí tu extraordinaria carta del 22 de febrero. Confieso que me llevé un susto al ver que mencionabas la Cueva de Drácula. Espero que sepas dónde te estás metiendo. Me consume la curiosidad, y el hecho de que no me cuentes más me intranquiliza. Sin embargo, el largo hiato sufrido por nuestra correspondencia el año pasado me obliga, paradójicamente, a ponerte al día en mis asuntos. Me siento presionado por una especie de deber moral. Supongo que estoy pensando en mi trabajo con Chevi Fuertes. A excepción de unas cortas vacaciones de Navidad que pasó con su esposa, Cristina, en Buenos Aires, los últimos catorce meses lo he visto por lo menos una vez a la semana. En Washington han demostrado mucho interés por la producción de Chevi, y examinan mis informes cuidadosamente. Sin duda, se trata de la penetración más significativa que hemos logrado en el Partido Comunista Uruguayo, y la medida de su importancia puede dártela el hecho de que, al menos formalmente, mi guerra con los Avinagrados ha acabado. Recibimos un cable del Barón Gobsloptius. (¿De dónde has sacado ese nombre? Gobsloptius, ¡por Dios!) J. C. King le envió a Hunt lo siguiente: RECOMENDACIÓN CONFIRMADA RESPECTO DESARROLLO DE AV/ISPA POR AV/ARICIOSO.
El virtuosismo de Hugh es incomparable. La recomendación surtió efecto. La división de la Rusia soviética se vio obligada a reconocer que en las presentes circunstancias una prueba de detector de mentiras sería como meterle el dedo en el ojo a J. C. King. De modo que retrocedieron. En consecuencia, desde entonces Hunt se ha mostrado extraordinariamente cordial, y ha prometido que uno de esos fines de semana me llevará con él para que conozca una estancia. Para corroborar su intención, me está enseñando a jugar al polo en un campo de entrenamiento en las afueras de Carrasco. ¿Sabes? La perversidad humana no tiene fondo: cuanto más simpático es conmigo, más simpático me resulta.
Estoy satisfecho conmigo mismo. Hugh puede haber estimulado el elogio hecho por King, pero he estado reflexionando acerca de estos catorce meses y sí, creo que he hecho con Chevi un trabajo lo suficientemente bueno como para merecer la recomendación.
Te preguntarás entonces por qué te he escrito tan poco acerca de mi agente principal. Supongo que se debe a que el trabajo consiste en agregar pequeñas piezas de información recogidas por Chevi en el PCU, y no quería aburrirte.
Aun así, en estos catorce meses Chevi ha ido ascendiendo hasta los peldaños más altos de la organización. Su esposa podrá ser la mujer más prominente del partido, pero en cuanto a efectividad, Chevi se ha convertido en su igual. Está catalogado como uno de los veinte comunistas más importantes de Uruguay, y algún día puede llegar a ser el jefe de todo el tinglado. Ya tenemos acceso al pensamiento de los líderes.
Por supuesto, la razón por la cual ha ascendido tan rápido es que la estación lo hizo posible. Recordarás que hace casi un año hicimos que Chevi instalara un trasmisor en la oficina del comité central del PCU. Fue un trabajo de cinco minutos, que consistió simplemente en la sustitución de un enchufe de porcelana con nuestro duplicado, empresa para la que sólo se necesitó un destornillador. Aun así, fue un trabajo angustioso y debió ser hecho bajo condiciones de combate, es decir, en los diez minutos en que el socio de Chevi estaba al final del pasillo, en el lavabo.
En su momento discutimos si valía la pena poner en peligro a AV/ISPA, pero decidimos que la posibilidad de riesgo se equilibraba con la seguridad relativa de la travesura. Chevi no demostró emoción, pero tampoco entusiasmo. Sólo insistió en que le pagáramos cincuenta o sesenta dólares más a la semana. (Llegamos a un arreglo: recibiría una gratificación de cincuenta dólares y un aumento de cinco.) La tarea fue realizada sin incidentes, y desde entonces hemos estado recibiendo el producto, aunque a menudo la calidad de la transmisión es bastante deficiente, y eso a causa del equipo. Sin embargo, hemos decidido no decirle nada a Chevi, por lo que supone que recibimos todo y es absolutamente escrupuloso en sus informes sobre las deliberaciones del alto mando del PCU.
Además, la presteza con que llevó a cabo el trabajo del transmisor contribuyó a convencernos de que definitivamente está de nuestro lado. Esto ocurre a menudo con los agentes. La histeria inicial es remplazada por una tranquilidad efectiva. En consecuencia, Hunt decidió apoyar su carrera en el PCU. Maravilloso, ¿no lo crees? Más fácil promover a Eusebio Fuertes que a mí.
Kittredge, este ejercicio de Inteligencia aplicada no es del todo agradable. No hacemos trabajos importantes —al menos, no en esta parte del mundo, y no me estoy refiriendo a la Cueva de Drácula— pero algo se hizo con la ayuda de Pedro Peones. Una vez que recuperó a Libertad La Lengua, fue invitado cordialmente a que atrapase a un par de comunistas. Estaban por encima de Chevi, e impedían su ascenso. De modo que se encontró un paquete de un kilo de heroína en el maletero del comunista seleccionado. (La droga fue suministrada en préstamo por el escuadrón de narcóticos de Peones.) El otro comunista fue arrestado por conducir borracho y luego atacar temerariamente a los agentes que lo perseguían. (Después de ser salpicado con una botella de alcohol, fue golpeado repetidas veces en la cara. Esto último se hizo para obtener una evidencia de que fue él quien empezó la batalla con los policías de Peones.) Si bien el PCU sabía que su gente había sido incriminada dolosamente, era muy poco lo que podían hacer. Al primer acusado le negaron la fianza por traficar (supuestamente) con grandes cantidades de drogas, y al segundo le dieron una paliza tan terrible que estaba completamente desmoralizado. Era necesario encontrar sustitutos.
Tal vez a estas víctimas podría servirles de consuelo saber que habían sido escogidas cuidadosamente en una operación diseñada por Sherman Porringer. Empiezo a ver cierta relación entre el cuidado que pone Porringer al pintar sus cascaras de huevo, y la delicadeza con que encaró este proyecto. Hunt dio luz verde («Ved qué podéis hacer para que promuevan a Chevi»), pero quien ideó el plan fue Porringer, quien ante todo pretendía que el objetivo fuese elegantemente seleccionado. Según él, derribar al hombre que estaba inmediatamente por encima de Chevi, sería un error muy grave. Debíamos deducir que el PCU sería lo suficientemente inteligente para asumir que Pedro Peones hacía nuestro trabajo, de modo que la sospecha recaería sobre el hombre que seguía en línea descendente y estaba destinado a ocupar el espacio vacío. Muy bien, entonces, según el razonamiento de Porringer, no sólo debíamos procurar que el hombre que eligiéramos fuera importante, sino que el que estuviera inmediatamente por debajo de él debía gozar de poca simpatía; de ese modo se eliminaban dos obstáculos por el precio de uno. Esta doble fractura, si bien estaba localizada varios escalones más arriba, debía beneficiar a Fuertes a corto plazo.